Entre el Fuego y la Traición
Entre el Fuego y la Traición
Por: Yasmín
Capítulo1
Me sorprendí cuando al cadáver medio enterrado entre los escombros. La mano derecha, completamente quemada y sin piel, se estiraba débil hacia la puerta, mientras que la izquierda descansaba sobre mi vientre, como si intentara protegerlo.

Todo era tan extraño que no pude evitar que me invadiera el miedo, haciéndome dar un paso atrás.

Sin embargo, fue al atravesar la pared que me di cuenta, aunque un poco tarde: estaba muerta.

Ese cuerpo calcinado, con el rostro irreconocible por las quemaduras… era el mío.

Tan solo media hora antes, había llegado a casa, emocionada, con el papel que confirmaba mi embarazo en la mano.

Pero, antes de llegar a la puerta, vi que la mansión estaba envuelta en llamas.

De inmediato, pensé en mi hijo, que seguramente seguía dormido en su cuarto. Por lo que, sin pensarlo, mojé unas toallitas que llevaba en mi bolso y corrí hacia la casa, atravesando el fuego.

A penas puse un pie en la sala, el calor me golpeó con violencia. El ardor en la piel, las ampollas y el enrojecimiento hicieron que el dolor se intensificara, y cada respiración era como inhalar brasas. Sentía la garganta desgarrarse por dentro, y el dolor era tan agudo que ni siquiera podía gritar.

Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos sin control, y, por un momento, quise darme la vuelta y huir.

Pero entonces recordé a mi hijo atrapado en el segundo piso, y no pude dar marcha atrás. Por lo que, apretando los dientes, subí a toda prisa.

Con dificultad, llegué a la puerta de su cuarto, pero el pomo estaba tan caliente que me quemó las yemas de los dedos al tocarlo.

Aun así, me armé de valor y lo giré.

La piel de mi mano se puso roja al instante, se hinchó y comenzó a humear, pero no me detuve.

Lo peor fue abrir la puerta… y encontrar la habitación vacía.

El alivio me invadió al ver que mi hijo no estaba allí, y lo hizo aún más cuando escuché su voz, llena de emoción, al otro lado de la ventana.

—¡Gali, Dios mío! ¡Aguantas muy bien el fuego, eres increíble!

Al escuchar esa vocecita tan cerca, mi cabeza comenzó a dar vueltas. Pero pronto, la rabia atravesó al pensar que él se tomaba todo como un juego.

Me di la vuelta para bajar las escaleras e ir al encuentro de mi hijo. Sin embargo, justo cuando llegué a la puerta, una pared colapsó, desplomándose sobre mí.

Un dolor punzante me atravesó la espalda y se expandió hasta mi abdomen, haciendo que llevara una mano a mi vientre de manera instintiva.

Pero, lo que sentí en mis manos no fueron las llamas… sino humedad. El rastro de una pequeña vida que apenas comenzaba, y que ya se había apagado.

El mareo fue creciendo, mientras las voces al otro lado de la ventana se volvían cada vez más claras.

Mi esposo, que siempre había sido tan serio, ahora estaba admirando la valentía de la joven.

—Gali, fuiste muy veloz. ¡Seguro que para el próximo simulacro de bomberos quedas en primer lugar!
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