La traición de la sangre

El eco de la conversación con Raúl aún retumbaba en la mente de Sofía mientras caminaba de un lado a otro en la sala del hospital. La rabia se acumulaba dentro de ella como una tormenta lista para estallar. No solo había tenido que soportar la propuesta asquerosa de Raúl, sino que, al parecer, sus propios padres estaban de acuerdo con ese monstruoso plan.

No podía seguir aguantando más. Tomó el teléfono y llamó a casa. Esta vez, no iba a dejar que sus padres se escondieran tras su habitual indiferencia. El teléfono sonó varias veces antes de que la familiar voz distante de su madre contestara.

—Sofía, ¿qué pasa? —dijo su madre, con ese tono que siempre usaba cuando no quería molestarse en fingir interés.

Sofía respiró profundamente, conteniendo la furia que ardía en su pecho.

—Hablé con Raúl —dijo finalmente, su voz temblando—. Me ofreció "ayuda" para pagar el tratamiento. Y dijo que ustedes están de acuerdo con eso.

Hubo un silencio en la línea. Un segundo interminable que confirmó lo que Sofía ya temía.

—Bueno, es lo que es, Sofía —respondió su madre, sin ninguna señal de remordimiento en su tono—. No tienes muchas opciones. Raúl puede resolver todos tus problemas, y tú solo tienes que... ser razonable. No entiendo por qué te pones tan dramática. Es una solución fácil.

Sofía apretó los puños con tanta fuerza que sintió las uñas clavándose en sus palmas.

—¿"Fácil"? ¿Quieres que me venda a cambio de dinero? —su voz subió de tono, incapaz de contener la furia—. ¡¿Qué clase de madre eres?! ¡Estás dispuesta a entregarme a un hombre asqueroso solo porque es conveniente para ti!

La risa de su madre fue seca y carente de cualquier rastro de compasión.

—Oh, por favor, Sofía. Siempre has sido una trabajadora. Lo único que haces es seguir resolviendo problemas. ¿Qué hay de malo en eso? Además, es tu hermana la que está muriendo. Si quieres salvarla, deberías dejar de ser tan egoísta.

Sofía sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Sus propias palabras se le atragantaban. No era solo el hecho de que sus padres apoyaran la idea de venderla a Raúl, sino la total indiferencia con la que hablaban de ella y de su hermana.

—No les importamos en absoluto, ¿verdad? —dijo con la voz rota—. Nunca les importamos.

Su madre suspiró, como si estuviera cansada de la conversación.

—Mira, Sofía. Siempre has sido la fuerte, la que trabaja y resuelve todo. ¿Qué esperabas? Raúl es generoso, y tú deberías estar agradecida de que quiera ayudarte. Deja de hacer drama y acepta la realidad. No somos ricos. Si quieres salvar a tu hermana, esta es tu única opción.

Sofía sintió cómo las lágrimas le quemaban los ojos, pero esta vez no eran de tristeza, sino de pura indignación. Colgó el teléfono de golpe, incapaz de escuchar ni una palabra más.

Estaba completamente sola. Lo había sabido siempre, pero ahora, la confirmación la dejó destrozada. Sus propios padres estaban dispuestos a sacrificarla sin pestañear, y todo por su propio beneficio.

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