Sofía salió del hospital como un autómata, sin saber bien hacia dónde iba. Sus pensamientos giraban alrededor de la traición de sus padres, y el peso de la conversación la aplastaba. No les importamos, nunca les importamos, se repetía una y otra vez. Sentía como si el mundo se estuviera derrumbando bajo sus pies, y la única respuesta que le ofrecían era vender su dignidad a cambio de dinero.
Cuando se dio cuenta, estaba en uno de los jardines del hospital, buscando un lugar para desahogar las lágrimas que llevaba tanto tiempo conteniendo. Se sentó en un banco, escondiendo su rostro entre sus manos, y dejó que el llanto la invadiera. Las lágrimas corrían libremente, llenas de impotencia y dolor.
No sabía cuánto tiempo había pasado llorando cuando una voz profunda la sacó de su aislamiento.
—Sofía... ¿Estás bien?
Levantó la vista lentamente, sus ojos rojos y llenos de lágrimas se encontraron con los de Alessandro. Él estaba allí, mirándola con una mezcla de preocupación y algo más profundo. Sofía sintió una punzada en el pecho. Alessandro la había visto en su momento más vulnerable, y, por alguna razón, no podía ocultarlo más.
—No... no estoy bien —admitió finalmente, su voz quebrada. Era la primera vez que lo decía en voz alta, la primera vez que reconocía lo abrumada y sola que se sentía.
Alessandro se sentó a su lado, en silencio, dándole el espacio para hablar si así lo deseaba. Sofía respiró hondo, intentando controlar el llanto que amenazaba con volver a desbordarse.
—Acabo de hablar con mis padres... —empezó, su voz temblorosa—. No quieren ayudarme con el tratamiento de mi hermana. Dicen que es muy costoso y que debería dejar que las cosas pasen. No les importa... no les importa lo que le pase a ella, ni a mí.
Alessandro frunció el ceño. Había visto muchas situaciones difíciles en su vida, pero la idea de que los propios padres de Sofía la dejaran en esa situación lo llenaba de una rabia silenciosa. Su instinto protector, que normalmente mantenía a raya, comenzó a crecer dentro de él.
—Lo siento mucho, Sofía. No puedo imaginar lo difícil que debe ser para ti escuchar eso —dijo Alessandro con una suavidad que sorprendió a Sofía—. Nadie debería pasar por algo así, y mucho menos sola.
Sofía lo miró, sorprendida por la empatía en su voz. Alessandro, tan fuerte y siempre distante, estaba allí, ofreciéndole apoyo cuando todo lo demás se derrumbaba.
—No es solo eso... —dijo Sofía, tomando un respiro antes de continuar—. Mi padrastro tiene un amigo, Raúl. Él... me ofreció "ayuda" para pagar el tratamiento, pero a cambio... —Las palabras se le atoraron en la garganta, pero supo que Alessandro entendería.
Los ojos de Alessandro se oscurecieron al captar la implicación. No necesitaba más detalles. Solo la idea de que alguien intentara aprovecharse de Sofía de esa manera lo enfureció de una forma que no había sentido en mucho tiempo.
—¿Y tus padres? —preguntó, aunque temía la respuesta.
—Ellos... están de acuerdo. Me dijeron que lo haga. Que es la única opción —dijo Sofía con la voz rota, dejando escapar las palabras como si le doliera pronunciarlas.
Alessandro no pudo contenerse más. Sin pensarlo, extendió la mano y la tomó con suavidad. El gesto fue inesperado para ambos, pero en ese momento, nada más importaba. Había algo en Sofía que despertaba en él un deseo profundo de protegerla, de no dejar que sufriera ni un minuto más.
—Sofía, no tienes que hacer nada de eso —dijo, su voz firme y llena de convicción—. No estás sola en esto. Yo... haré todo lo que esté en mis manos para ayudarte. No dejaré que alguien te lastime de esa manera.
Sofía lo miró, sus ojos aún llenos de lágrimas, pero esta vez había algo más en su mirada. Una chispa de esperanza que Alessandro había encendido.
Por primera vez, sintió que no estaba completamente sola.
Sofía dejó que las palabras de Alessandro flotaran en el aire, sintiendo por primera vez en mucho tiempo una pequeña chispa de consuelo en su desgarradora realidad. Sin embargo, su vida estaba llena de responsabilidades y cargas que iba más allá de su situación familiar.—No sé cómo voy a manejar todo esto —susurró, sintiendo que la desesperación volvía a apoderarse de ella—. Mi trabajo... no es suficiente.Alessandro la miró con curiosidad. Hasta ese momento, no sabía mucho sobre la vida laboral de Sofía, pero estaba claro que había algo más detrás de sus palabras.—¿Qué quieres decir? —preguntó, inclinándose hacia ella, mostrando un interés genuino.Sofía suspiró, pasando una mano por su cabello en un gesto cansado. Era una abogada, una profesional que había soñado con hacer una diferencia en el mundo. Pero en la sociedad en la que vivía, donde las influencias y las conexiones valían más que el esfuerzo y la dedicación, su título no significaba mucho sin las personas adecuadas abrie
El silencio del jardín envolvía a Sofía y Alessandro, mientras las palabras quedaban suspendidas en el aire. Habían compartido más en esos últimos minutos de lo que jamás habían imaginado. Sofía, vulnerable, había dejado caer su coraza, mostrándole a Alessandro lo profundamente herida que estaba, no solo por la situación de su hermana, sino por la injusticia que la rodeaba. Y Alessandro, por primera vez en años, sintió que sus propios muros comenzaban a desmoronarse.—No tienes que hacer esto sola —murmuró Alessandro, su voz suave mientras observaba su rostro marcado por el llanto.Instintivamente, sin pensar en las consecuencias, Alessandro alzó la mano y comenzó a acariciar su cabello. El gesto fue tan delicado como inesperado, y Sofía, aún inmersa en su dolor, no se apartó. Era como si el contacto de Alessandro trajera un consuelo que tanto había necesitado.Alessandro, movido por un impulso que ni él mismo comprendía, dejó que sus dedos rozaran su rostro, limpiando las lágrimas qu
La noche se sentía densa mientras Sofía corría por los pasillos del hospital, intentando huir del torbellino de emociones que la consumía. El contacto de los labios de Alessandro con los suyos seguía quemándole la piel. ¿Cómo había llegado a este punto? En su mente, todo lo que Clara le había dicho hacía eco, una y otra vez, golpeando sus ya frágiles defensas. Hay un abismo entre nosotros, pensó.Se detuvo frente a una ventana, observando cómo las luces de la ciudad titilaban a lo lejos, sintiéndose más pequeña e indefensa que nunca. Su vida siempre había sido una lucha, y ahora que su corazón empezaba a abrirse hacia Alessandro, no sabía si era capaz de lidiar con el caos que eso implicaba. Las palabras de su madre, la traición de su padrastro y la tentadora oferta de Raúl seguían revoloteando en su mente. Todo se estaba desmoronando.Mientras tanto, Alessandro se quedó inmóvil en el jardín, incapaz de procesar lo que acababa de hacer. El beso había sido un impulso, una necesidad que
Mientras caminaba por los pasillos del hospital, Sofía no podía evitar sentir cómo el peso de su pasado seguía acechándola, como una sombra persistente. Cada vez que intentaba dejarlo atrás, algo la empujaba a recordarlo, especialmente ahora, después del confuso beso con Alessandro.¿Cómo iba a confiar en alguien otra vez? Las cicatrices de su pasado amoroso aún estaban frescas, y a pesar del tiempo que había pasado, el dolor no se había desvanecido del todo.Años atrás, Sofía había creído en el amor, con toda la pureza y la esperanza de quien se deja llevar por las promesas de un hombre que parecía perfecto. Julián, su exnovio, había sido encantador desde el principio. La llenó de ilusiones, le prometió un futuro lleno de felicidad, el cielo y la tierra, como solía decirle en tono cariñoso. Durante un tiempo, pensó que había encontrado al hombre con el que compartiría su vida.Pero todo se desmoronó cuando, un día, mientras trabajaba en su antiguo empleo, mejor remunerado y mucho men
Los días continuaban siendo una mezcla de agotamiento y desesperación para Sofía. El ambiente opresivo de su trabajo la ahogaba más con cada jornada. Las humillaciones constantes por parte de su jefe, el señor Reyes, y la manera en que sus compañeros la cargaban con más y más trabajo la estaban destruyendo. Su vida se había convertido en un ciclo interminable de jornadas extenuantes, lágrimas ocultas y un peso insoportable en su pecho.Era ya tarde cuando Sofía salió del bufete, con las luces del edificio apagándose a su paso. Su cuerpo estaba tan agotado como su mente, pero había algo peor que enfrentarse a las interminables horas de trabajo: el acoso constante de Raúl.Cuando salió a la calle, lo vio allí, esperando de nuevo. Raúl, con su sonrisa torcida, recargado en su coche de lujo, como si cada día fuera un juego para él.—Preciosa —dijo, acercándose con la familiar lascivia en su voz—. Sabes que eventualmente dirás que sí. ¿Por qué sigues resistiéndote? Sabes que puedo solucion
El hospital estaba en silencio, pero dentro de Sofía, las emociones eran un torbellino. Las imágenes de Alessandro golpeando a Raúl seguían repitiéndose en su mente, como una película que no podía detener. ¿Cómo habían llegado hasta ese punto?Después de lo sucedido, Alessandro había insistido en llevarla a casa, pero el trayecto fue incómodamente silencioso. Las palabras parecían inútiles ante lo que acababa de pasar. Sofía no podía evitar sentirse culpable. La intensidad con la que Alessandro había actuado, el poder de su furia, la dejó impactada. Aunque lo había hecho para protegerla, había visto una faceta de él que no conocía, y no sabía cómo procesarlo.Al llegar a su apartamento, Alessandro la ayudó a bajar del auto. Sus manos, aún temblorosas, tocaron suavemente su brazo. Sofía podía sentir la energía contenida en él, la mezcla de adrenalina y preocupación que lo consumía.—Sofía... ¿estás bien? —preguntó con voz ronca, casi susurrando.Ella asintió, aunque la verdad era que n
Los días posteriores al enfrentamiento con Raúl habían sido tensos para Alessandro. Aunque Sofía había decidido mantener la distancia emocional entre ambos, él no podía dejar de pensar en su situación. Sabía que Sofía estaba atrapada en un trabajo que la estaba consumiendo, y su impulso protector, que había florecido desde el primer momento en que la vio vulnerable, no lo dejaba en paz. Debía hacer algo por ella.Alessandro tenía un secreto que muy pocos conocían. Antes de ser el respetado cirujano que todos admiraban, había estudiado derecho. Durante sus años universitarios, había fundado junto a su mejor amigo en ese entonces, Matteo Santori, el bufete de abogados más importante de la ciudad. Alessandro había sido socio mayoritario durante los primeros años, pero con el tiempo, su pasión por la medicina superó el interés por el derecho, y decidió seguir su verdadero llamado.Sin embargo, aunque dejó atrás el mundo legal para convertirse en médico, su conexión con Matteo y el bufete
Era otro día agotador en el bufete donde Sofía trabajaba. Mientras intentaba organizar los montones de archivos que su jefe le había asignado, se sentía más atrapada que nunca. El ambiente tóxico, los horarios interminables y el constante abuso laboral la estaban consumiendo poco a poco. Cada día era una lucha por mantener la calma.De repente, su teléfono vibró en la mesa. Un número desconocido apareció en la pantalla. Tomó una pausa, respiró hondo y contestó, esperando que no fuera otra mala noticia.—¿Sofía Montenegro? —preguntó una voz educada al otro lado de la línea.—Sí, soy yo —respondió, con un tono de cansancio en la voz.—Le hablo de Santori & Bernardi Abogados. Nos gustaría que viniera a una entrevista. Hemos revisado su perfil y creemos que encajaría perfectamente en nuestra firma.Sofía quedó paralizada por un momento. Santori & Bernardi era el bufete más importante de la ciudad, un sueño lejano para cualquier abogada joven. ¿Cómo era posible que la hubieran contactado a