Capítulo 37

Christian

Cuando todos ya se han acostado, al fin, luego de todo un alboroto por estupideces que siempre suelen sacar mis hermanos, en especial la loca de Jule, salgo de mi habitación y camino hacia la de Amy con la llave en mano. Abro y la encuentro en su cama dormida, muy tranquila. Cierro los ojos y sonrío porque soy el más grande pendejo que pueda existir sobre la faz de la tierra, que, con sólo verla, toda la amargura añejada desaparece como por arte de magia. Froto mi cara con fuerza y me siento en su cama, acaricio su bonita cara, como la de un ángel dulce y para nada perverso.

—Vuelve a tu habitación —dice ella, consciente de mí, sin abrir los ojos.

—Ni lo sueñes. —No contesta a mi negativa, simplemente se da vuelta y decide ignorarme. Alimentando mi paciencia, suspiro—. ¿Qué fue eso tan malo que hice? Ni cuando creíste que t

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