Christian
Christian
Embisto con todas mis fuerzas, estrello mi hombro derecho contra el lateral izquierdo de mi contrincante, ese sonido seco y fuerte me hace sonreír. Roscoe se retuerce en el piso y levanto mi pulgar hacia él. No presto atención cuando el entrenador me grita que sólo es una práctica y que debo contener mi fuerza, mucho menos me intereso en los gritos e insultos de mis compañeros. Sólo a una persona le he dicho esto libremente, pero jugar ayuda a calmar mi cabeza, a concentrarme y pensar de la mejor manera. El fútbol me mantiene concentrado.
Me ordenan salir del campo, lo hago obviando el mal humor de mis compañeros y sigo mi camino. Tengo dos semanas en este equipo y no fue mi mejor opción si hablamos de dinero, pero me gusta.
—Eres un idiota —me acusa Ricky—. El doctor está revisando a Roscoe. Le dañarás la temporada.
—No llores por tu mujercita —me burlo. Ese par siempre están juntos y se siente bien desquitarse un poco—. Faltan tres meses para eso.
Hace ese gesto que siempre hace con su boca, levanta su labio, quiere parecer un chico malo de barrios bajos, pero el imbécil no luce más que como un payaso de feria.
—Y toda la ofensiva estará en sillas de ruedas si no te contienes. ¿Acaso es tu primera vez en un equipo?
—No, entrenador —escupo y él bufa.
Todos los días de entrenamiento es lo mismo. “Cálmate, muchacho”, “Deja la ira para los juegos”.
No puedo hacer mucho si disfruto tanto quebrando algunos huesos. Es difícil.
Levanto las cejas al ver cómo Jessie, nuestro capitán, me mira con atención. Siempre lo hace y me está sacando de quicio. Levanto la barbilla, retándolo, si es eso lo que busca, y el imbécil sonríe antes de decirle algo a Samuel, otro defensa. Le veo dar palmadas y ordena a todos tomar posiciones para continuar con el entrenamiento. Jessie infunde respeto, se lo ha ganado a pulso, y eso se lo valoro.
—¡Christian! —grita el entrenador, lo miro y me señala el cielo—. Elroy te espera.
Sonrío por el gesto, por el temor que infunde Elroy y no porque el tipo sea grande. Su omnipotencia es reconocida, incluso por los equipos de la costa este.
Esta parte es la más difícil, pero no me puede echar por hacer mi trabajo. Doy media vuelta y camino a lo más alto de las gradas, donde, sentado como todo un jefe, me espera Clarence Elroy, el manejador del equipo. Palmea el lugar a su derecha y suspiro antes de sentarme un par de sillas antes.
—¿Cómo estás, Christian? ¿Cómo te has sentido en la ciudad y con el equipo?
Frunzo el ceño y miro a mis nuevos compañeros entrenar, practicar y hablar entre ellos con confianza. Algunos nuevos como yo y muchos otros que ya llevan juntos desde hace algún tiempo. El único con el que estoy un poco familiarizado es con Ricky, estuvimos en el mismo equipo hace cuatro años, en Denver, el primer equipo donde jugué como profesional, y aún en ese entonces no nos llevábamos bien. Quizás fue porque lo mandé a dormir un par de horas en mi primer día.
No lo sé.
—Son bonitas personas —digo, con una sonrisa.
Elroy ríe y niega.
—Es un equipo, muchacho. No eres tú solo contra el mundo.
Siempre fui yo solo contra el mundo, hasta que papá adoptó a mi hermano y me llevaron con ellos.
—Llevo haciendo esto desde los doce años.
—Pues no parece —se queja—. Estoy intentando no darte el maldito sermón y no me estás ayudando.
Rio.
—Haré lo mejor que pueda para no hacer mi trabajo.
—En los entrenamientos —espeta, algo asustado.
—En los entrenamientos, jefe.
—Mucho mejor. Ahora lárgate y tómate unos días. Tus compañeros estarán felices de saber que no estarás por aquí.
—Vaya, y yo que empezaba a familiarizarme con sus huesos.
Me ordena irme y me levanto.
La primera vez que vi a Elroy fue hace un mes, el día que firmé mi contrato con ellos, me dio el famoso sermón: “Conozco tu hoja de vida y tu fuerza, tu falta de compañerismo y las constantes peleas. Eres bueno, chico, pero el equipo es primero, si fallas, jodidamente te vas de aquí.”
Fue divertido, pero al llegar a mi primer día de entrenamiento mis compañeros no evitaron su hostilidad hacia mí, así que no les debo nada. Todos creen que llegué a donde estoy por mi familia, por “venir” de una familia adinerada, por los contactos de mi padre. No tienen idea de todas aquellas horas que sudé, lloré y me enfermé, sólo jugando y aprendiendo, fortaleciendo mi cuerpo para ser lo que soy hoy, para tener el nivel del que hoy me vanaglorio. No tienen ni una jodida idea y no tengo más que demostrárselos de la mejor manera que sé.
Me despido de Elroy con una sonrisa y me voy. Ahora tengo cosas más importantes que hacer, y escuchar las quejas de nenas idiotas que no aguantan un estúpido golpe, no está en mis planes. Mi hermano Maxi seguro los haría llorar en forma, y sólo tiene cinco años.
Sin bañarme, me cambio y tomo mi bolso para irme cuanto antes. Con suerte llegaré antes de su hora de salida y la invitaré a cenar. Hace casi un año no la veo, todo gracias a que no he querido ir a casa evitando las ominosas charlas con papá sobre mi ruptura con Yuki. La aman, dicen que ella era la correcta para mí; buena familia, inteligente, dedicada, tierna, bonita, con un gran futuro, me mantenía concentrado y me impulsaba a ser mejor. Todo eso es Yuki, según mi familia.
Saludo a mi paso a los vecinos del edificio, todos con el conocimiento de quién soy.
Hubiera preferido una casa, pero esto es bueno si soy sólo yo. Creo que eso es lo único en lo que concordábamos Yuki y yo. La privacidad.
—Buenas tardes, vecino —saluda la chica de al lado. Ya olvidé su nombre, creo que me lo ha dicho unas tres veces desde el día que me mudé. Suelo ser malo para estas tonterías—. ¿Mucho afán?
Me detengo a mirarla mientras rebusco las llaves en lo profundo de mi maletín. Bonita, del tipo “me gusta la acción y estoy siempre disponible”. Siempre fueron mis preferidas.
—Tengo que llegar a una cena importante en NY.
Muy importante para mí.
—Que afortunada.
—No creo que mi hermana piense lo mismo.
Ese toque parece animarla un poco y quiero reír. Siempre funciona. Aunque, a decir verdad, ella no me interesa, por lo menos si tengo una oportunidad para tener a la única persona que hace que mi corazón se acelere. Eso lo comprobaré con este viaje. Estoy enamorado, pero no soy un imbécil que se quedará esperando toda la vida por algo que aún no es recíproco.
Ni yo mismo me puedo creer eso. Ya esperé demasiado tiempo y no me rendiré.
Me despido de ella vecina caliente y me afano para tomar mi camino.
Al salir del edificio, el portero llama mi atención. Me señala a una pareja que espera y los veo caminar hacia mí con enormes sonrisas, de esas que pensarías que son sinceras si no los conocieras en realidad. Suelen seguirme a todos lados, casi a cada ciudad que me mudo y van casi a todos mis partidos. Eso es asfixiante.
—¡Chris! —llaman ambos, y cuento hasta diez.
—¿Qué hacen aquí? —siseo.
No sé cuándo voy a aprender que contar no funciona para mí.
—Mañana es tu cumpleaños, queríamos pasar tiempo contigo —dice la que solía hacerse llamar mi madre.
Esta preocupación de ellos hacia mí me hace enojar. Siempre he tenido problemas de control, desde niño, y para ellos no fui más que un estorbo. Su hijo preferido siempre fue mi hermano Louis, el inteligente, el tranquilo, el maleable, el que nunca replica o alza la voz, el hijo perfecto para una familia como esa. Yo sólo era el incontrolable y escandaloso, el idiota que reprobaba materias, el futuro delincuente que los avergonzaba. No fue hasta que entré a la secundaria, donde el consejero me sugirió que entrara al equipo de fútbol. Podría decirse que allí empecé a mejorar, a controlar mi energía, a dejar ir esa ira acumulada en el campo con mis compañeros y con las chicas que me buscaban por mi “popularidad”, pero nunca fui mejor para que ellos me consideraran su hijo.
Por lo menos hasta que se enteraron de que su hijo perfecto era gay.
Amo a mi hermano, lo apoyo y defiendo; él no es más que una víctima de este par de… personas. Recordar cómo Augustus lo golpeó cuando se enteró de sus gustos, provoca que quiera golpearlo en este instante, sin importar que hayan pasado ya ocho años.
Lo único que les agradezco es que, gracias a su estupidez, mi hermano y yo terminamos en una familia genial, donde tengo cuatro hermanos más, a los que amo, unos padres que nos apoyan en todo, un lugar que es más que un hogar, y a ella. Esa es mi familia.
—Voy de salida y no tengo tiempo para repetirles lo mismo de siempre —me alejo, pero Lina toma mi brazo al punto del llanto. Ruedo los ojos y suspiro antes de jalar mi brazo con fuerza, la suficiente para hacerla trastabillar, y hablo—. No me interesa que intenten ser un par de padres de m****a, tengo padres y se llaman Alexander y Sarah Collins. Ahora aléjense.
—Eres un malagradecido —se queja Augustus, apretando los dientes, y deseo que haga un movimiento contra mí.
—Vaya, lo dice el hombre que de niño me llamaba “inútil bastardo”.
Se pone rojo cuando las personas alrededor exclaman fuera de sí, eso es algo que impresionaría a cualquiera y ellos son muy buenos para aparentar lo que no son. A mi hermano y a mí dejaron de importarnos lo que los demás pensaran de nosotros desde hace mucho tiempo. Ahora me queda esperar cuanto demorará esto en pasar a hacerse público. No es que sea un secreto que mis actuales padres, no son realmente mis padres, a pesar de no llevar el apellido de Alexander, aunque él una vez me dio permiso para usarlo cuando, en broma, dije que lo cambiaría. Amé a ese hombre y juro que casi lloré. Casi, porque fue mi princesita la que lo hizo por mí, salvando mi honor de macho.
Doy media vuelta y resoplo al ver a un chico con su teléfono en lo alto apuntando a nosotros.
Esta historia es una secuela de la serie Aventura, que está siendo subida ya a Buenovela, más específicamente al tercer libro de la serie llamado "Aventura De Una Ama De Casa Desesperada". Amy aún es una niña y Christian un adolescente malhablado que mira con interés a Sarah (mamá de Amy y quien posteriormente se convierte en su madre adoptiva). Espero disfruten la historia. Saludos.
ChristianSu apartamento está a oscuras. Espero no demore y logremos cenar juntos. Papá está un poco preocupado por ella y continuamente me dice que venga a verla, pero sólo hasta hoy he sacado mis agallas para verla. Desde que empezó a trabajar en esa galería este verano se ha hecho amiga de una mujer unos años mayor que ella con un prontuario de prostíbulo. Ese comentario siempre nos hizo reír a Jake y a mí. Amy es una niña muy centrada, dulce y dedicada. Ama lo que hace desde los once años, allí encontró la manera de alejar sus pensamientos de la tristeza que le causó el abandono de su padre biológico, y se dedicó a pintar, aunque nunca nos ha mostrado uno de sus trabajos por voluntad propia. Encontró en la pintura lo que yo encontré en el futbol cuando tenía esa misma edad.Enciendo las luces, tanteando las par
AmyOdio los despertares como estos. Dolor de cabeza, garganta seca, huesos de gelatina y unas inexplicables ganas de llorar. Por eso odio beber. Me levanto de mi cama y me quejo, quisiera seguir durmiendo, pero ya no puedo con el dolor de cabeza y la garganta rasposa. Necesito tomar mucha agua.Camino hacia la cocina, odiando lo enorme de este lugar por hacerme caminar tanto para llegar a un lugar. Empujo la puerta de la cocina con desgano y me inclino sobre el lavaplatos, tomo agua de allí como un camello deshidratado y gimo al sentir el fresco en mi interior.—Al fin despiertas.Me sobresalto y termino salpicando toda mi cara, provocando esa risa tan ronca y profunda que me hace querer llorar, porque lo extrañaba. Miro a mi espalda, resoplo al verlo apoyado a la pared al lado de la puerta de la cocina, mirándome como si quisiera saltar sobre mi cuello. Demasiado serio, pero nada con lo que no sepa lidiar. Viste unos simples v
AMYMe divierto observándolos compartir, le sonrío a mamá cuando me sonríe con cariño y en el fondo de mi corazón le agradezco por ser quien es por todo esto que nos ha dado. Ella también lo merece y papá no puede hacerla más feliz. Sin mencionar lo orgullosa que está por cada uno de sus hijos.Christian es el mayor de todos, fue aceptado en la familia por papá y mi mamá, recuerdo haberlo visto enmudecer cuando papá le dijo que no lo adoptaba porque ya era mayor de edad, lo dejó sin habla, y es que era algo para sorprender a cualquiera al ver como se la pasaban discutiendo. No pude más que abrazarlo ese día hasta que se le pasó la conmoción.Le sigue Louis, él si fue adoptado por papá cuando fue menospreciado por su propia familia por sus preferencias, el único que lo apoyó fue Christi, su herm
ChristianAcaricio su cuello con mi nariz, disfruto de su suavidad, de su pequeño cuerpo abrazado al mío como si disfrutara de mi calor, tal y como hacía cuando era una niña que buscaba protección en mis brazos en vez de ir a los de su hermano o los de mamá. Sé que es abusivo de mi parte, que debería dormir en mi habitación en vez de escabullirme a la suya en mitad de la noche cuando sé que se ha quedado dormida, sólo para sentirla como tanto he extrañado. Debería comportarme como el hombre maduro que se supone que soy y sentarme con ella a hablar de esto, de lo que está sucediendo aquí y de lo que estoy dispuesto a ofrecerle, pero no me ha dado la oportunidad. Siempre huye como si apestara. No huelo a flores después de un juego o un entrenamiento, pero esto es exagerado.Le gusto, lo sé, o hubiera saltado de mis manos y me hubiera gol
ChristianVeo a papá sacar su usual cigarrillo y se lo arrebato antes de que lo encienda. Lo escucho quejarse, pero se contiene de decir algo, sabe que se lo diré a mamá si vuelve a sacar otro. Se supone que lo está dejando, lleva años intentando hacerlo, pero no lo ha conseguido, así ya no lo haga en frente de mamá o de mis hermanos pequeños, o con la frecuencia de antes.—Es increíble como todos ustedes tienen algo de su mamá, hayan salido de ella o no.Sonrío. Eso es todo un alago para mí, teniendo en cuenta que no tengo nada encantador más que mi sonrisa. Admiré a mamá desde siempre, aun cuando no era más que la mamá del mejor amigo de mi hermano, siempre nos trataba con dulzura y nos quedábamos en su casa para comer su genial comida, lamentando tener que regresar a una casa llena de hipocresías y priv&aa
AmyEntrecierro los ojos y me fijo en que el cuadro haya quedado perfectamente alineado, no hay nada peor que un cuadro torcido, dice papá. Eso siempre me hace reír. Bajo las escalerillas y voy por el siguiente cuadro. No hago parte de los vendedores estrellas del lugar, los que da los recorridos; mucho menos atiendo clientes, porque soy demasiado joven; diecinueve años resulta ser muy poco para tener el conocimiento y experiencia necesaria para guiar a las personas a encontrar lo que quieren y desean. Mi gusto en pinturas no es importante, a pesar de que llevo desde los once años estudiando a los pintores más importantes del renacimiento, comenzando con Caravaggio y su descarado naturalismo. Mi época preferida.Me enamoré de la pintura cuando papá nos llevó a Paris, a todos, a unas reales vacaciones de verano cuando mamá estaba recién embarazada de Jule y tío Adam la d
AmyLuego de una cena de sándwich, preparado por él, hablamos por largo rato acompañados de vino, el único licor que tengo en casa, y él bebe poco. Me habla, superficialmente, de lo que ha estado haciendo estos días que no lo he visto, solucionando cosas junto a Meredith por todo ese revuelo que están causando sus padres. No explica demasiado, pero sé que hay mucho más que no dice. También sé que no le importa lo suficiente, este tema no es algo que le quite el sueño, todo el tema alrededor de sus padres siempre lo ha perturbado sólo cuando se trata de Lou. La manera en cómo ellos lo trataron lo volvieron el ser exasperante y rústico que es, pero estoy bien con eso, no me imagino a Christian siendo alguien diferente. Adoro que sea como es.Ahora vemos una película de comedia que no veo realmente, gracias a las caricias que él reparte e
AmySentirse confundido y atrapado, consume y acaba nuestra mente al punto de lanzarte a un precipicio infinito de dudas e incógnitas, pero lo último que deseo es resolver ese pequeño interrogante que él ha clavado tan profundo en mi mente y mi corazón, porque ¡es mi hermano!No he logrado concentrarme durante el resto de la semana, he recibido varios llamados de atención por parte de mi jefa por un trabajo mal hecho, algo así como no limpiar un cuadro adecuadamente y un vidrio con una grasienta huella. Estúpido. Y cada vez que mi teléfono suena me hace saltar. Mamá ha llamado los últimos tres días para saber cómo estoy; según ella y su intuición de madre, estoy demasiado distraída, lo que no es normal.Oh, y también para recordarme el compromiso que tengo con Christian para acompañarlo a ese estúpid