Amy
Sentirse confundido y atrapado, consume y acaba nuestra mente al punto de lanzarte a un precipicio infinito de dudas e incógnitas, pero lo último que deseo es resolver ese pequeño interrogante que él ha clavado tan profundo en mi mente y mi corazón, porque ¡es mi hermano!
No he logrado concentrarme durante el resto de la semana, he recibido varios llamados de atención por parte de mi jefa por un trabajo mal hecho, algo así como no limpiar un cuadro adecuadamente y un vidrio con una grasienta huella. Estúpido. Y cada vez que mi teléfono suena me hace saltar. Mamá ha llamado los últimos tres días para saber cómo estoy; según ella y su intuición de madre, estoy demasiado distraída, lo que no es normal.
Oh, y también para recordarme el compromiso que tengo con Christian para acompañarlo a ese estúpid
AmyApoyo mis manos a su pecho, encandilada por su fuerza, por su calor y la confianza que me provoca. Sonrío cuando aparta un mechón de mi cabello de mi frente.—Lo hago, pero es diferente hacerlo por amor, romper huesos sin restricciones o presiones sobre tu cabeza.Rio entre dientes, porque eso último sí se escuchó a él.—Parece algo que has descubierto recientemente.Arruga el ceño y lo medita.—No, en realidad —susurra con sus ojos puestos en lo míos, manteniéndome alineada a su cuerpo, duro—. Pasó desde que mi corazón encontró a su dueña y perdió su voluntad.Aprieto mis puños y me aferro a la solapa de su saco. Mi garganta se reseca y mi voz se escapa a algún lugar lejano.Se inclina más, como si la cercanía no fuera lo suficientemente íntima y
ChristianDespierto totalmente consciente de lo que sucede. Ella está aquí, en mis brazos, con sus pequeñas manos sobre mi pecho y su dulce boquita en mi cuello, erizándome de esa manera tan emocionante que hace que mi amigo entre mi pantaloneta se levante feliz y dispuesto.Y, joder, en mi cama.Duele tener que esperar a que ella me acepte.Pero seré paciente. Lo he logrado hasta ahora, no creo que requiera mucho esfuerzo esperar a que ella se convenza de que nos pertenecemos el uno al otro. Desde siempre y para siempre.Jamás hubiera imaginado que todo ese cariño, ese apego y esa necesidad que ha existido entre nosotros desde niños, nos llevaría a este sentimiento tan intenso como el que ya hay entre nosotros. Sólo falta que ella lo acepte y diga que sí a abrirme su corazón y sus piernas.Beso su frente, aparto el cabello de su car
ChristianSe muestra inquieta, mientras intento mantener la calma y recordar que con ella no debo correr. Pongo algo de música de esa pop chillona que a ella le gusta y continúo centrado en la carretera.—¿Por qué ahora? —pregunta de repente. Cierro los ojos un par de segundos y pienso bien mi respuesta—. ¿Antes era estupro?Piso el freno con fuerza y grita por la impresión. Resoplo y paso mis manos por la cara para relajar un poco mi expresión. Me giro para mirarla y esos ojos obstinados me observan con reproche. Escucho, pero no presto atención a los insultos de los conductores que venían detrás, sólo la miro.—Ahora que recuerdo, siempre he sido el idiota de la familia —escupo.—No seas tonto, sabes a qué me refiero.No contesto y prefiero reanudar la marcha antes de decir cosas que no debería. Un
AmyMamá suele repetirme que el amor fue hecho para los valientes, que es un sentimiento loco y ciego capaz de desquiciar a quien no esté preparado para ello, que está siempre a la vista de todos, pero son muy pocos los que son capaces de verlo con claridad. Es intenso, fuerte, no teme mostrar su fragilidad y es paciente y fuerte ante toda adversidad.Me ha dicho lo mismo desde que empecé a tener citas, diciendo tener la esperanza de que fuera capaz de verlo cuando lo tuviera frente a mí, que nadie merece tener menos en esta vida y que siempre llega en el momento justo.Cada minuto, cada palabra, cada caricia y cada beso que Christian me da, me empuja hacia allí, pero mi cerebro aún se niega a aceptarlo, adoptando una obstinada posición, guiado por una costumbre y asaltado por el miedo. Justo como ahora mientras sostengo en mis manos el florero con esta preciosa flor de loto roja, preciosa
AmySe inclina hacia mí, apoya ambos codos a la mesa y me llama con esos enormes dedos que parecen nunca contenerse para acariciarme. Y, como si yo fuera un ente sin voluntad, obedezco y también me inclino quedando a pocos centímetros de esos demandantes labios que me hacen gemir con un simple roce.—¿Recuerdas la primera vez que pasamos nuestros cumpleaños juntos? —pregunta, sus dedos acarician mi mentón y sus ojos me mantienen en mi lugar, muy cerca de él.—No —musito, casi sin aire.Mi piel se eriza cuando deja escapar un sonido ronco de su garganta, como un sonido repleto de satisfacción.—Yo cumplía trece y tú cinco. Llegué a tu casa buscando a Lou, él jugaba con tu hermano y otros niños en la calle, y tú estabas sentada en la entrada de la casa jugando con unas horribles muñecas. —Hago u
ChristianResoplo y arranco la nota “anónima” que han dejado en mi casillero. Sé que ha sido Ricky, maldito cobarde, y esto no se quedará así, no esta vez. Los murmullos de mis compañeros a mi alrededor se detienen, esperando cuál será mi reacción.Que se jodan.Miro al imbécil, al que le gusta tentar a la muerte, y sonrío, porque no sabe lo que le espera. Borraré esa maldita sonrisa de esa detestable cara.—Hey —dice Leo, el corredor, arrugo el ceño cuando toca mi hombro y lo aparta enseguida—. No dejes que te afecte. No les des el gusto de verte fuera del equipo.Lo miro, de repente parece que le hubiera salido un tercer, un cuarto y un quinto ojo en la frente. Se encoje de hombros, como si fuera normal dirigirse a mí, y sigue su camino mientras se pone la camisa del uniforme para ir al campo, donde iniciaremos
Christian—Ah, hola. Tú también otra vez por aquí —saluda mi chica valiente—. No te preocupes por lo de tu nombre, le sucede todo el tiempo. No te creas especial. ¿Quieres un vaso de agua?Mi preciosa chica sonríe con esa inocencia que siempre la ha caracterizado, esa que camufla muy bien esa personalidad tenaz y esa lengua de serpiente venenosa que saca a relucir en los momentos oportunos. Toso mi risa, porque papá nos ha enseñado a respetar.—Puedes traer a tu hermanita, si quieres —dice, volviendo su mirada una vez más a mí.La vecina acaricia mi brazo, de esa manera sugestiva que hubiera logrado provocarme si no tuviera experiencia en esto y no hubiera tenido mujeres abriendo sus piernas para mí durante más de diez años. De reojo miro a Amy, su carita roja me causa gracia y parece querer matar a alguien. Es decir, a m&iacu
AmyDespertar sintiendo sus caricias es en realidad un sueño. No recuerdo la última vez que desperté con una sonrisa en mis labios y sonrojada en cada parte de mi cuerpo. Su brazo izquierdo descansa sobre mi cintura, su mano, dentro de mi camisa, calienta mi estómago, su pulgar acaricia lentamente el valle entre mis pechos y bordea, insinuoso y con pereza, mis senos sin ir más allá. Sólo tentándome de una manera que resulta muy alentadora. Mi piel cosquillea, deseo gemir y gritar, muero por retorcerme y pedirle que avance y llegue hasta el final, que me toque y que utilice mucha de esa fuerza que tiene hasta hacerme enloquecer.Pero no lo hago.Intento respirar con normalidad, imitándolo a él.Esperaba que anoche pasara algo, en realidad. Pero nuestra salida al lago no fue más que para hablar sobre eso que me preocupa. Sé que desea que me sienta segura de