Pasaban las cinco horas de la tarde del mismo día en que fue comisionado, cuando Marcos Borrel llegó a Barajos. La Delegación estaba ubicada en una moderna edificación de cinco pisos, muy cerca del centro de la ciudad de Córdova. Con su llegada, se dio entrada por novedad e inmediatamente fue llevado ante la presencia del Jefe de la Delegación, Comisario Walter Briceño. Este lo recibió con un dejo de indiferencia.
— ¿Vienes solo o acompañado? — preguntó.
— Solo.
— ¿Tienes dónde quedarte a dormir?
— No. La verdad es la primera vez que vengo a Córdoba. Me dijeron que en la Delegación tienen un dormitorio para funcionarios.
— Sí. Pero, no hay tendidos para las camas.
— No hay problema, yo traje.
— Entonces quédate por allí.
Después le giró instrucciones al funcionario que llevó a Borrel ante él, para que lo condujera al dormitorio. Cuando ya iba saliendo de la oficina le dijo:
— Aquí hay un comedor que funciona para el desayuno y el almuerzo. Es más económico que comer en la calle. Pero, debes anotarte temprano a cada día. Para la cena comes por fuera al igual que cuando no te anotes para desayunar y almorzar.
Luego reforzó:
— En la acera de enfrente hay unos locales donde puedes desayunar hasta cierta hora. Si no, te vas caminando unas cuantas cuadras hacia el centro, donde están las zonas comerciales, siempre se consigue algo.
Marcos Borrel le dio las gracias, dio media vuelta y se retiró detrás del funcionario que lo esperaba.
Al día siguiente, desde el primer momento en que Marcos Borrel entró en aquella casa, se dio cuenta, tal vez el instinto de sus veinte años de experiencia como investigador de crímenes, lo alertaban de que no se encontraba frente a un caso más o de un hecho aislado. Observaba que se había ejercido un ensañamiento sobre las víctimas que parecían claras evidencias de una especie de venganza en la que se concentraba mucho odio por parte del o de los ejecutantes de tan horrendo asesinato.
Apenas traspasó los precintos de seguridad colocados en la puerta principal de acceso a la residencia; y tras haber introducido la llave que le fue suministrada en la sección de evidencias físicas, se dio cuenta de que a pesar de que la vivienda adolecía de un estricto sistema de seguridad, no se había ejercido ningún tipo de violencia para ingresar por esta parte de la casa. El Inspector Borrel observó que por fuera las ventanas, así como las puertas de garaje, de servicio lateral y otra de salida al traspatio, estaban cerradas por dentro y sin presentar fracturas de ningún tipo. Agradeció que por lo reciente del caso, el sitio de suceso no hubiera sido liberado y por lo tanto no se realizó ninguna modificación a la escena, salvo el retiro de los cuerpos.
Marcos Borrel, con las copias de documentos en sus manos, trataba de reconstruir la escena, de acuerdo a los informes que le fueron suministrados por el grupo de investigadores locales que asistieron a la inspección técnica para el momento en que fueron hallados los cadáveres y, con la copia del informe de la policía municipal que acudió al lugar. En ellos se dejaba constancia de que ninguno de los accesos para ingresar al interior de la vivienda presentó signos de haber sido forzados. El verificaba minuciosamente y así era. Por tal sentido, coincidió con la apreciación que tuvieron los que acudieron allí antes que él, en que, o se utilizó algún tipo de llave para ingresar o alguno de los ocupantes del domicilio facilitó el acceso.
El acta de inspección Técnica daba cuenta de que, al momento de realizarse, las puertas de servicios y de salida al traspatio tenían colocados los pasadores de seguridad por la parte interior de la vivienda, lo cual era señal de que, si estas fueron utilizadas para ingresar a la misma, los cerrojos fueron colocados una vez que los agresores estaban adentro, lo cual, por lo general era poco probable, ya que si el objetivo era el de ocasionar las muertes, no tenía ningún sentido el asegurar las puertas por dentro una vez logrado el cometido, salvo que esto hubiera sido una contra medida forense. Es decir, haberse planificado el crimen con tal detalle que incluyera la disimulación y así desviar la orientación de la pesquisa. Pero, este no era el caso, ya que la violencia presentada en el lugar lo desdecía.
Luego de acceder al interior de la vivienda y revisarla, siguiendo meticulosamente lo plasmado en las copias de los informes de inspección técnica del sitio del suceso y al compararlo con el informe de la inspección de los cadáveres desprovistos de vestimentas en la morgue; así como, del estudio comparativo del levantamiento planimétrico, del montaje fotográfico y las actas policiales que componían el dosier que le fue entregado, Borrel observaba que, aunque los cadáveres ya no estaban presentes podía percibirlos, deduciendo que según el cúmulo de evidencias, al parecer el crimen fue cometido por uno o más asesinos organizados que estaban motivados por un sentimiento de odio hacia las víctimas o al menos hacia alguna de ellas y que, de alguna manera, ejercieron un rápido control sobre el grupo familiar, no permitiéndole escapar a ninguno con vida y que además fijaron su mayor atención en la madre de los niños.
Había sido a las 10 de la mañana del día 05 de septiembre de 2010, cuando el Inspector Jefe Marcos Borrel García, fue designado para investigar este caso. El mismo se trataba de que en la mañana del 02 de septiembre, en una de las casas del Complejo Turístico - Residencial La Vela, ubicado cerca de una playa del mismo nombre, a la entrada de la ciudad de Córdova, en la costa Nororiental del Estado de Barajos, fue hallado una familia de turistas canadienses, conformada por cuatro integrantes: Josshep Conrad –el padre- de 42 años de edad; Jennifer Walmarson –la madre- de 36 años y sus dos pequeños hijos: Jeannine y Bald de 10 y 8 años respectivamente, cuyos cadáveres se encontraban en avanzado estado de descomposición. Los mismos habían sido asesinados en el interior de la casa que rentaron para su estadía vacacional.
Según la transcripción de novedad, que hacía las veces de noticia críminis y que encabezaba el dosier, y según las actas preliminares, los cadáveres fueron hallados por una ciudadana de nombre María De Marthinó, la mucama encargada de hacerle el mantenimiento a esa sección de las casas rentadas, una vez que son desocupadas por los inquilinos. También era la persona que le correspondía realizar los cambios de toallas y sábanas cuando eran requeridas por los inquilinos, quien al darse cuenta de que habían pasado varios días sin verlos y sin que solicitaran cambios de lencerías, pensó que se habían retirado, y, por propia iniciativa, decidió ir a hacerle mantenimiento a esa residencia. Para ello, optó por retirar un duplicado de la llave en la oficina de recepción y se dirigió a la vivienda, y al penetrar se encontró con el macabro hallazgo, por lo que dio parte a la administración, desde donde el subgerente llamó al número de emergencia de la policía.
En el lugar se hizo presente una comisión de la Policía Municipal, la cual al ingresar a la vivienda y verificar que la información que habían recibido vía telefónica era cierta, notificaron vía radiofónica, dando aviso a la Delegación de la Policía de Investigación Penal, la cual se hizo cargo de las investigaciones, cuyas copias de actas procesales ahora estaban siendo revisadas por Borrel, ya que los originales se mantienen en el despacho hasta que el expediente definitivo sea remitido a los tribunales competentes.
En las actas constaba que el cadáver del señor Josshep Conrad fue hallado boca arriba sobre el lado derecho de la cama matrimonial, en un charco de sangre y presentaba una herida cortante, limpia y profunda en el cuello de lado a lado, la cual cercenó las arterias aorta y carótida, observándose que el corte, según sus características, le fue realizado de una sola vez, con un solo movimiento desde su lado izquierdo hasta el derecho. Además presentó siete heridas punzo penetrantes entre el pecho y estómago, las cuales parecían no estar justificadas, ya que la herida en la garganta era tan profunda y aniquiladora que lo desangró rápidamente. Posteriormente, el protocolo de autopsia comprobaría que el apuñalamiento fue ocasionado mientras se desangraba (anti – morten). Su cadáver no estaba atado y tampoco presentaba heridas de defensas en sus manos ni brazos, lo que hacía presumir que fue lesionado mientras dormía y que su muerte había sido rápida.
El cadáver de Jennifer Walmarson se encontró semi sentada en el piso, con su costado y lado derecho del rostro apoyados del lado izquierdo de la cama, a unos 30 centímetros de la pata del copete (cabecera de la misma). Su cuerpo estaba atado de manos mediante dos trozos de cordones de unos 80 centímetros de largo, que luego se comprobó que habían sido cortados de una de las persianas de la habitación, lo cual quizás pudo permitirle un limitado movimiento. Tenía una media de lana sintética color blanca dentro de la boca y estaba amordazada con un paño que le fue amarrado desde la cara hasta su nuca. La otra media estaba en el suelo, junto a uno de los gabinetes de la habitación.
Los pies de la señora Walmarson estaban amarrados con unas trenzas de color negro, que se correspondían con los zapatos del señor Conrad. Su cuerpo presentó múltiples heridas punzo penetrantes en el estómago, pecho y espalda, todas de poca profundidad, así como heridas cortantes a lo largo de ambas piernas y brazos como señal de torturas. En su cadáver se observaban heridas de defensas en ambas manos, quizás en un intento por evitar el resto de las heridas cortantes y punzantes que le fueron infligidas, deduciéndose que su muerte había sido lenta, falleciendo por desangramiento, lo que ponía en evidencia una actuación sádica concentrada sobre ella.
En el caso de los niños, el varón se hallaba en el piso, a la entrada de un segundo dormitorio y la hembra en el piso del área de cocina. Ambos presentaban múltiples heridas punzo penetrantes en sus pechos y abdómenes. Obviamente habían sido sacados de sus camas porque todos estaban vestidos con pijamas o ropas de dormir, lo que demostraba que el ataque a la casa se realizó durante la noche, o cuando la familia dormía. No había evidencias de que hubieran permanecido secuestrados por horas o por días, ya que tanto los utensilios de cocina, como del resto de la casa se encontraban limpios y en perfecto orden, lo cual implicaba un ataque sorpresivo y directo que venía a reforzar las hipótesis locales sobre la venganza personal y la muerte por encargo.
No obstante a las hipótesis, la investigación que desarrolló el cuerpo detectivesco de la región arrojó que el motivo de los asesinatos era desconocido. Para las autoridades quedaba en evidencia que la motivación del asesino o de los asesinos no era el dinero, por cuanto en el lugar estaban entre sus pertenencias, el dinero, las prendas, cámaras fotográficas y otros objetos de valor que llevaban consigo, lo cual descartaba la hipótesis del robo o la motivación económica. Los investigadores locales consideraban que de haber sido el factor económico, el autor pudo o los autores pudieron secuestrar a un miembro de la familia para pedir rescate. Por lo tanto, se consideraba que debía existir una razón más poderosa para causar dichas muertes, concluyéndose en que la hipótesis más probable debía ser el ajuste de cuentas, o que quizás algún tipo de problema en su país de origen los habría seguido hasta allí, ya que no era la primera vez que estos turistas se habían alojado en dicho l
Marcos Borrel en todo momento intentaba que el recuerdo de su hijo y la imposibilidad de comunicarse con él, no lo distrajeran de la concentración que requería para el caso que investigaba. Rebeca, desde hacía cierto tiempo, lo venía presionando para que renunciara a su trabajo como investigador de crímenes. Después de exigírselo por casi año y medio, le puso como ultimátum un plazo que consistió en que, antes de que llegara diciembre del año anterior, debía renunciar, de lo contrario lo abandonaría.Transcurrido el plazo fijado, ella cumplió con su amenaza y se fue del apartamento en el que vivían en la Prolongación Longaray en El Valle, yéndose a refugiar en la casa de sus padres, en la avenida Sucre de Bello Monte. Luego de varias semanas de negociaciones infructuosas, por su decisión de no querer renunciar, ella decidió, para ejercer
Cuando se aproximaban los últimos días del mes de diciembre y Borrel sacó cuenta de que habían transcurridos más de tres meses del hallazgo de los cuerpos de los Conrad – Walmarson, pensó en que aprovecharía su viaje y estadía en la capital para presentarle a su Jefe un informe detallado sobre las diligencias que se habían practicado y de exponerle el cómo junto con los investigadores locales, habían llevado el caso. Aprovecharía para expresar su consideración personal del por qué pensaba que el caso se podía estar estancando. Creía que con esto lograría decepcionar al Comisario Arteaga, y por ello podría ser removido de la comisión, debido a que había fracasado y no tendría sentido mantenerlo destacado en dicha delegación y por ende sería devuelto a la ciudad capital. Pero, a pesar de no haber resuelto el caso y
Con los primeros días de enero, Borrel regresó a la ciudad de Córdova y trató de concentrarse en el trabajo. Al final de las tardes se iba al cine o algún teatro para matar el tiempo viendo alguna función, si no, entraba en alguna tasca y se tomaba uno o dos tragos, fumaba unos cuantos cigarrillos y luego se iba a dormir a la delegación.En el teatro, al bajar el telón, o en el cine al terminar las películas, regresaba el vacío. Borrel se sentía desesperanzado. Después de regresar de la capital, ya Rebeca no quiso atender más sus llamadas. En otro viaje de fin de semana que realizó, fue hasta la casa de sus suegros y la señora Aurora lo atendió a través del ojo mágico, por lo que esta vez tampoco pudo ver a su hijo. Se sintió tan abatido que ni siquiera visitó a Berenice para que no lo notara y al volver a Córdova, se dirigió
Al amanecer con la idea fija en su mente acerca de la necesidad que tenía de crear una red de informantes y, sobre la base de su recuerdo de aquellos primeros días en aquel lugar, en los cuales notó que dentro del grupo de investigadores, había un Detective muy sociable que llamaban Bertinelli, quien incluso el día anterior se había mostrado más hablador que los demás días. Decidió ganarlo a su favor. Borrel lo abordó temprano, apenas lo vio llegar y como pretexto para lograr un mejor acercamiento, le dijo que lo llevara a donde vendieran las mejores empanadas y el mejor café del lugar. Le prometió pagar el desayuno y el almuerzo de ese día. Bertinelli aceptó llevarlo y habló con uno de los funcionarios que estaba entregando guardia y se dieron salida por novedad en una unidad disponible de la Brigada Contra Las Personas y lo condujo hacia un sector del mercado munic
Cuando Borrel conoció a Bertinelli, este era un joven que recién había cumplido los veinticuatro años de edad, media 1,65 de estatura, de piel trigueña clara, con cabellos y ojos de color castaños. Conservaba el aspecto de un muchacho regordete y bonachón, que representaba tener menos de veinte años y mostraba una actitud de aparente timidez, siempre adornado con una leve sonrisa un su rostro que hacía que cayera bien.Bertinelli, desde niño quería ser policía porque tenía cierta afición por las armas de fuego, por eso al salir del bachillerato convenció a su papá para que lo dejaran presentar en la Escuela de Formación de Detectives del cuerpo detectivesco. Se graduó de Detective y poseía una antigüedad de tres años y medio en la jerarquía. Pero, no parecía serlo. Cualquiera lo confundiría con un pasante para me
En la medida en que Bertinelli le iba presentando a más personas como contactos directos, Borrel le insistía en que en un principio se debía mantener, por discreción, a cada persona y a los grupos separados entre sí, y poco a poco irlos presentando entre ellos para que se fueran conociendo y surgiera de manera casi que espontánea, algún tipo de conexión. Insistía también en que se debía tratar por todos los medios, que ninguno se diera cuenta de la intención que ellos tenían de utilizarlos para que formaran parte de una red de informantes.Había que dejar que fuera el tiempo y las circunstancias que hicieran que dicho sistema de información se materializara. Eso sucedería en la medida en que, los que conformaran cada grupo, se relacionaran más estrechamente y al compás en que los grupos interactuaran entre sí. Pero, en un principio insist&
Pasaron los meses aconteció que no se lograba nueva información que orientara el caso. Por un lado, surgía una especie de estancamiento y por la otra, a Marcos Borrel lo agobiaba la falta de comunicación con Rebeca y Luis Carlos. Así fue como llegaron unos días en que las paredes de la edificación que conformaba la delegación del cuerpo detectivesco, se le fueron poniendo frías a Borrel.Era un frío que le calaba hasta los huesos y los hacía doler. Era un dolor tenue pero persistente que le dejaba en la boca un sabor amargo y salado, casi metálico. Este frío en su humanidad contrastaba con el agobiante calor de esa región del país.Pensó que ya era tiempo de salir de los dormitorios de la delegación y comenzó a buscar en la prensa local para rentar un pequeño apartamento donde tuviera su privacidad. Bertinelli, y La Cucha por su lado, tam