Cuando Borrel conoció a Bertinelli, este era un joven que recién había cumplido los veinticuatro años de edad, media 1,65 de estatura, de piel trigueña clara, con cabellos y ojos de color castaños. Conservaba el aspecto de un muchacho regordete y bonachón, que representaba tener menos de veinte años y mostraba una actitud de aparente timidez, siempre adornado con una leve sonrisa un su rostro que hacía que cayera bien.
Bertinelli, desde niño quería ser policía porque tenía cierta afición por las armas de fuego, por eso al salir del bachillerato convenció a su papá para que lo dejaran presentar en la Escuela de Formación de Detectives del cuerpo detectivesco. Se graduó de Detective y poseía una antigüedad de tres años y medio en la jerarquía. Pero, no parecía serlo. Cualquiera lo confundiría con un pasante para me
En la medida en que Bertinelli le iba presentando a más personas como contactos directos, Borrel le insistía en que en un principio se debía mantener, por discreción, a cada persona y a los grupos separados entre sí, y poco a poco irlos presentando entre ellos para que se fueran conociendo y surgiera de manera casi que espontánea, algún tipo de conexión. Insistía también en que se debía tratar por todos los medios, que ninguno se diera cuenta de la intención que ellos tenían de utilizarlos para que formaran parte de una red de informantes.Había que dejar que fuera el tiempo y las circunstancias que hicieran que dicho sistema de información se materializara. Eso sucedería en la medida en que, los que conformaran cada grupo, se relacionaran más estrechamente y al compás en que los grupos interactuaran entre sí. Pero, en un principio insist&
Pasaron los meses aconteció que no se lograba nueva información que orientara el caso. Por un lado, surgía una especie de estancamiento y por la otra, a Marcos Borrel lo agobiaba la falta de comunicación con Rebeca y Luis Carlos. Así fue como llegaron unos días en que las paredes de la edificación que conformaba la delegación del cuerpo detectivesco, se le fueron poniendo frías a Borrel.Era un frío que le calaba hasta los huesos y los hacía doler. Era un dolor tenue pero persistente que le dejaba en la boca un sabor amargo y salado, casi metálico. Este frío en su humanidad contrastaba con el agobiante calor de esa región del país.Pensó que ya era tiempo de salir de los dormitorios de la delegación y comenzó a buscar en la prensa local para rentar un pequeño apartamento donde tuviera su privacidad. Bertinelli, y La Cucha por su lado, tam
A mediados del mes de Julio, debido a que ya tenía más de diez meses de comisión, Borrel viajó a la capital, donde se reunió con su jefe en la División Contra Homicidios a quien lo puso al tanto del resultado de las investigaciones realizadas hasta el momento y decidió preguntarle hasta cuándo lo iban a tener en el Estado de Barajos.El Comisario Benito Arteaga le informó que había conversado sobre su situación con el Director, alegando que él les hacía falta en una de las brigadas. Pero, las instrucciones del director fueron que debía quedarse hasta nueva orden, que primero intentara resolver el caso. Realmente, su viaje fue con el pretexto de informar a su jefe y saber de su situación. Pero, de verdad lo motivaba que en los próximos días, después de su llegada a la capital, sería el sexto cumpleaños de Luis Carlos y quería estar
Con su regreso a la delegación, llegaron de nuevo los momentos de sentir frialdad en las paredes, sabores salados y amargos en la boca, los cuales se hicieron cada vez más recurrentes. Borrel no sabía si era el sabor de las lágrimas que se tragaba. Durante aquellos días se hizo, casi que perenne, una especie de sensación de resfrío en su cerebro que lo aturdía no dejándolo pensar claramente. Convino con Rosa Amalia, en que el perro de noche estuviera en el apartamento de él y durante el día en el de ella. También, entre los dos diseñaron una rutina que consistió en que en las mañanas, muy temprano, el saliera a caminar con Raley. Después regresara, se arreglara y condujera hasta el apartamento de ella, donde lo dejarían suelto en el área del balcón y lavadero, con su dispensador de agua y comida. Luego llevaría a Rosa Amalia a la librería
El día siguiente, fue la mañana del 29 de agosto del 2011, al llegar Borrel a la delegación, recibió la sorpresa de dos noticias. La primera, una nota dejada en la noche anterior, de parte de Rebeca, en la que hacía constar que lo había llamado para decirle que Luis Carlos estaba bien y quería hablar con él. << Así sería la insistencia de mi hijo que la obligó a llamarme. Más tarde llamo a Aurora. Ojalá estén allí. >> pensó Borrel.La segunda noticia, la cual haría que él olvidara por completo la anterior y que no devolviera esa llamada, se trataba de que, cuando tan solo faltaban cuatro días para cumplirse un año del encuentro de los cuerpos de la familia Conrad – Walmarson, los investigadores locales, fueron sorprendidos con la noticia del hallazgo de cuatro cadáveres. Estos se encontraron en una residenci
Borrel solicitó a la Capital, con carácter de urgencia, un estudio detallado de las heridas mediante vaciado con fundición en cera y en plástico, sobre los orificios que dejaron dichos orificios, para obtener una réplica de las hojas de cortes y así poder reconstruir con la mayor precisión posible, los tipos de armas empleadas por los presuntos autores materiales de los asesinatos. Esta experticia era por demás dificultosa debido al daño en las áreas comprometidas que se había generado por la descomposición de los cadáveres. Adicionalmente, este vaciado como se hace con los materiales fundidos a alta temperatura a través de los orificios existentes, suele ser altamente abrasivo sobre los tejidos descompuestos de la piel, ya que deteriora las capas de carne en las áreas de escurrimiento.La técnica solicitada por Borrel, requería, además del estud
Al haberse cumplido un mes del segundo hallazgo, el Inspector Marcos Borrel presentó un informe al Jefe de la Delegación de Barajos y envió copia al Jefe de la División Nacional Contra Homicidios, en el cual hacía un resumen de los elementos presentes en ambos casos y su apreciación como investigador, en la que distinguía su hipótesis de que los crímenes eran planificados por una persona en la que había surgido un factor detonante, algún incidente, el cual había sido determinante de la conducta criminal que lo impulsaba a escoger a sus víctimas, las cuales debían cumplir con ciertos requisitos que en su mente constituían parte del factor estresante y que involucraba a una mujer en su condición de madre de dos niños varón y hembra. Se trataba de un potencial asesino serial en ascenso, con intervalos de un año de reposo entre sus manifestaciones criminal
Al fin Marcos Borrel logró pasar al interior del apartamento luchando con el juego de Raley, haciéndole cosquillas y acariciándolo mientras el perro fingía que lo mordía. Rosa Amalia, con una sonrisa en el rostro sólo los miraba. Cualquiera diría que tenían mucho tiempo sin verse, cuando apenas habían pasado unas doce horas desde que lo dejó en la mañana. Borrel no sabía que decir ni que hacer tanto por la actitud de Raley, como por la de Rosa Amalia. Por un momento los dejó solos y se fue a la cocina y cuando regresó los encontró a los dos sentados en el suelo uno al lado del otro y abrazados. La Cucha, nunca lo había visto así, pero se imaginó la escena cuando Borrel lo retiró de casa de su suegra. No dijo nada, sólo le extendió un vaso de refresco y la mano para ayudarlo a levantar del piso. Aún de pié, Raley se restregab