Al fin Marcos Borrel logró pasar al interior del apartamento luchando con el juego de Raley, haciéndole cosquillas y acariciándolo mientras el perro fingía que lo mordía. Rosa Amalia, con una sonrisa en el rostro sólo los miraba. Cualquiera diría que tenían mucho tiempo sin verse, cuando apenas habían pasado unas doce horas desde que lo dejó en la mañana. Borrel no sabía que decir ni que hacer tanto por la actitud de Raley, como por la de Rosa Amalia. Por un momento los dejó solos y se fue a la cocina y cuando regresó los encontró a los dos sentados en el suelo uno al lado del otro y abrazados. La Cucha, nunca lo había visto así, pero se imaginó la escena cuando Borrel lo retiró de casa de su suegra. No dijo nada, sólo le extendió un vaso de refresco y la mano para ayudarlo a levantar del piso. Aún de pié, Raley se restregab
En uno de esos días en que se estuvieron reconstruyendo los hechos, La Cucha le recordó a Marcos Borrel la actitud que tuvo Raley con la ropa sucia que él vistió cuando estuvo trabajando el sitio del suceso del último caso. Fue cuando Borrel consideró la posibilidad de llevarse a Raley hasta el lugar de los hechos, aunque ya había sido modificado y limpiado.Marcos Borrel, pidió la autorización del Comisario Walter Briceño, para llevar a su perro a la delegación y a los lugares donde fueron encontrados los cadáveres de las familias Conrad – Walmarson y Dyezer - Newman, a manera de realizar un experimento. Al ser autorizado, conversó con Bertinelli y con Carlos Regal e invitaron a otros investigadores para que estuvieran presentes el día y hora en que llevó a Raley a la delegación. El experimento consistió en buscar de la Sección de Resguardo de E
Catorce meses atrás, en la ciudad de Regina, en la Provincia de Saskatchewan, al Sur de Canadá, una joven madre discutía con su esposo los pormenores del viaje de vacaciones que en los días futuros iban a realizar. Él proponía visitar la zona oriental del país al que una vez anterior ya habían visitado y ella proponía regresar a las mismas playas y balnearios de los cuales había quedado prendidamente enamorada. Sus pequeños hijos corrían de una habitación a otra formando algarabía. Ella, para convencerlo, insistía en lo hermoso y paradisiaco que habían sido esos lugares que habían visitado y quería que los niños atesoraran tan agradables recuerdos en sus mentes. Unos meses antes de solicitar el crédito para costear las vacaciones, él quería conocer Hawái, pero ella lo convenció y direccionaron el viaje a ese paí
Mientras Marcos Borrel estaba aún en Valencia y próximo a regresar a la capital, en la casa de sus suegros dos mujeres discutían sobre aspectos que él iba a desconocer por mucho tiempo.— ¿Si ya no lo quieres, por qué no lo dejas?La otra mujer callaba. Se notaba la angustia en su interior.— Es muy peligroso mija. Tengo mucho miedo por ustedes. Él no merece lo que le estás haciendo.— No sé qué hacer. Lo sé, claro que no lo merece.— Él es un buen muchacho y lo que has hecho está muy malo y ahora me da vergüenza, porque no puedo ni siquiera abrirle la puerta de la casa, porque creo que se va a dar cuenta de muchas cosas.— Sí, lo sé mamá. Pero, pasó. Nunca quise y no quiero hacerle daño y a veces pienso en qué pasaría si en un enfrentamiento él muriera.&
Al día siguiente de haberse realizado el experimento con Raley, un hombre con lentes “Culo e´ botella” de pasta, entrado en años, vestido con pantalón color caqui y camisa azul celeste, sobre la cual portaba un chaleco de tela gruesa azul oscuro de múltiples bolsillos, como los que utilizan algunos reporteros de sucesos, caminaba de un lado a otro de la recepción. Se sentaba por breves momentos y se volvía a poner de pie cada vez que regresaba cualquier comisión o entraba algún funcionario. Se dirigía hasta los que estaban de guardia y les consultaba. Veía hacia afuera de la delegación y en forma impaciente veía su reloj en su muñeca izquierda. Había hecho acto de presencia a las nueve de la mañana y había solicitado hablar con el jefe del despacho. Fue conducido ante este y luego de unos minutos fue conducido a la recepción, por el propio Comisari
Marcos Borrel no quiso quedarse en la ciudad y mucho menos solo en el apartamento. Todos los espacios ahora le parecían muy pequeños y lo asfixiaban. Por lo tanto, decidió sólo visitar a Berenice, a quien le contó a groso modo lo que estaba pasando con Rebeca y lo del divorcio. Su madre le dijo que no se lo tomara muy a pecho, que se divorciara. Que no podía obligarla a que lo quisiera y a definidas cuentas quedaba demostrado que ella no lo quería. Le aconsejó que se tomara un tiempo para dedicárselo así mismo. Que respecto a Luis Carlos, él niño siempre lo iba a buscar, porque él le había dado mucho amor y que con el pasar del tiempo lo buscaría. Que con respecto a ella, tenía que olvidarla y rehacer su vida. Quizás el destino le tenía reparado una mejor pareja. Que ella hace tiempo sospechaba que las cosas iban mal. Su instinto de madre se lo dec&iacu
El día siguiente, al regresar de la delegación y entrar al apartamento, se dio cuenta de que Rosa Amalia había ido, porque al abrir la puerta, la misma arrastró la copia de la llave que ella introdujo por debajo de esta y además, porque escuchó los ladridos de Raley en el balcón, donde ella lo dejó atado a la correa.A las dos horas y en los días sucesivos él la volvió a llamar para disculparse porque comprendía que había sido estúpido con ella y no quería alejarla. Pero Rosa Amalia dejaba repicar el teléfono, no queriendo atenderlo. Cuando él se presentó en el apartamento, ella lo atendió desde la puerta, sin invitarlo a pasar, con la excusa de que le dolía la cabeza y se iba a dormir temprano. Pasó otra semana en que la volvió a llamar varias veces y ella no lo atendió. Fue de nuevo a su residencia y ella no e
A la semana siguiente, Bertinelli le informó a Marcos Borrel que “la mala conducta” había regresado. Este pensó que si iba a su apartamento, lo más probable era que no le abriría la puerta como la última vez y decidió abordarla en su puesto de trabajo, así que se fue a la librería. Al llegar la vio, más hermosa que nunca. Pero, había un sujeto conversando con ella, quien no notó su presencia. Él no quiso importunarla interrumpiendo la conversación que se estaba desarrollando y prefirió retirarse para regresar más tarde. Al mediodía cuando iba llegando, la vio que salía de la librería y se subía a una camioneta “pick Up” de modelo reciente de color negra. Aguantó la marcha y decidió cruzar en la esquina inmediata y regresar a la delegación y concentrarse en su trabajo.Dos días despu&eacu
Llegó la época decembrina y los días se descontaron veloces. El veintidós de ese mes, pasó a visitar a los médicos forenses para dejarles un presente a cada uno antes de viajar, como lo había hecho el año anterior. Pero, esta vez fue acompañado de su compañero y amigo Bertinelli. Los doctores Roberti, Duarte y Cartaya, junto con el personal de la Medicatura, lo estaban esperando con un pequeño agasajo y le tenían de regalo tres botellas de vino tinto. Bertinelli lo sabía, porque lo había planificado con ellos y querían despedirlo lo más alegre posible para cuando se fuera a pasar el fin de año con su mamá en la capital. Le habían preparado una especie de cena navideña y habían servido Ponche Crema. Borrel destapó una de las botellas de vino con la cual brindaron. Cuando salieron de la Medicatura, pasaban de las siete de la noche. B