Con los primeros días de enero, Borrel regresó a la ciudad de Córdova y trató de concentrarse en el trabajo. Al final de las tardes se iba al cine o algún teatro para matar el tiempo viendo alguna función, si no, entraba en alguna tasca y se tomaba uno o dos tragos, fumaba unos cuantos cigarrillos y luego se iba a dormir a la delegación.
En el teatro, al bajar el telón, o en el cine al terminar las películas, regresaba el vacío. Borrel se sentía desesperanzado. Después de regresar de la capital, ya Rebeca no quiso atender más sus llamadas. En otro viaje de fin de semana que realizó, fue hasta la casa de sus suegros y la señora Aurora lo atendió a través del ojo mágico, por lo que esta vez tampoco pudo ver a su hijo. Se sintió tan abatido que ni siquiera visitó a Berenice para que no lo notara y al volver a Córdova, se dirigió
Al amanecer con la idea fija en su mente acerca de la necesidad que tenía de crear una red de informantes y, sobre la base de su recuerdo de aquellos primeros días en aquel lugar, en los cuales notó que dentro del grupo de investigadores, había un Detective muy sociable que llamaban Bertinelli, quien incluso el día anterior se había mostrado más hablador que los demás días. Decidió ganarlo a su favor. Borrel lo abordó temprano, apenas lo vio llegar y como pretexto para lograr un mejor acercamiento, le dijo que lo llevara a donde vendieran las mejores empanadas y el mejor café del lugar. Le prometió pagar el desayuno y el almuerzo de ese día. Bertinelli aceptó llevarlo y habló con uno de los funcionarios que estaba entregando guardia y se dieron salida por novedad en una unidad disponible de la Brigada Contra Las Personas y lo condujo hacia un sector del mercado munic
Cuando Borrel conoció a Bertinelli, este era un joven que recién había cumplido los veinticuatro años de edad, media 1,65 de estatura, de piel trigueña clara, con cabellos y ojos de color castaños. Conservaba el aspecto de un muchacho regordete y bonachón, que representaba tener menos de veinte años y mostraba una actitud de aparente timidez, siempre adornado con una leve sonrisa un su rostro que hacía que cayera bien.Bertinelli, desde niño quería ser policía porque tenía cierta afición por las armas de fuego, por eso al salir del bachillerato convenció a su papá para que lo dejaran presentar en la Escuela de Formación de Detectives del cuerpo detectivesco. Se graduó de Detective y poseía una antigüedad de tres años y medio en la jerarquía. Pero, no parecía serlo. Cualquiera lo confundiría con un pasante para me
En la medida en que Bertinelli le iba presentando a más personas como contactos directos, Borrel le insistía en que en un principio se debía mantener, por discreción, a cada persona y a los grupos separados entre sí, y poco a poco irlos presentando entre ellos para que se fueran conociendo y surgiera de manera casi que espontánea, algún tipo de conexión. Insistía también en que se debía tratar por todos los medios, que ninguno se diera cuenta de la intención que ellos tenían de utilizarlos para que formaran parte de una red de informantes.Había que dejar que fuera el tiempo y las circunstancias que hicieran que dicho sistema de información se materializara. Eso sucedería en la medida en que, los que conformaran cada grupo, se relacionaran más estrechamente y al compás en que los grupos interactuaran entre sí. Pero, en un principio insist&
Pasaron los meses aconteció que no se lograba nueva información que orientara el caso. Por un lado, surgía una especie de estancamiento y por la otra, a Marcos Borrel lo agobiaba la falta de comunicación con Rebeca y Luis Carlos. Así fue como llegaron unos días en que las paredes de la edificación que conformaba la delegación del cuerpo detectivesco, se le fueron poniendo frías a Borrel.Era un frío que le calaba hasta los huesos y los hacía doler. Era un dolor tenue pero persistente que le dejaba en la boca un sabor amargo y salado, casi metálico. Este frío en su humanidad contrastaba con el agobiante calor de esa región del país.Pensó que ya era tiempo de salir de los dormitorios de la delegación y comenzó a buscar en la prensa local para rentar un pequeño apartamento donde tuviera su privacidad. Bertinelli, y La Cucha por su lado, tam
A mediados del mes de Julio, debido a que ya tenía más de diez meses de comisión, Borrel viajó a la capital, donde se reunió con su jefe en la División Contra Homicidios a quien lo puso al tanto del resultado de las investigaciones realizadas hasta el momento y decidió preguntarle hasta cuándo lo iban a tener en el Estado de Barajos.El Comisario Benito Arteaga le informó que había conversado sobre su situación con el Director, alegando que él les hacía falta en una de las brigadas. Pero, las instrucciones del director fueron que debía quedarse hasta nueva orden, que primero intentara resolver el caso. Realmente, su viaje fue con el pretexto de informar a su jefe y saber de su situación. Pero, de verdad lo motivaba que en los próximos días, después de su llegada a la capital, sería el sexto cumpleaños de Luis Carlos y quería estar
Con su regreso a la delegación, llegaron de nuevo los momentos de sentir frialdad en las paredes, sabores salados y amargos en la boca, los cuales se hicieron cada vez más recurrentes. Borrel no sabía si era el sabor de las lágrimas que se tragaba. Durante aquellos días se hizo, casi que perenne, una especie de sensación de resfrío en su cerebro que lo aturdía no dejándolo pensar claramente. Convino con Rosa Amalia, en que el perro de noche estuviera en el apartamento de él y durante el día en el de ella. También, entre los dos diseñaron una rutina que consistió en que en las mañanas, muy temprano, el saliera a caminar con Raley. Después regresara, se arreglara y condujera hasta el apartamento de ella, donde lo dejarían suelto en el área del balcón y lavadero, con su dispensador de agua y comida. Luego llevaría a Rosa Amalia a la librería
El día siguiente, fue la mañana del 29 de agosto del 2011, al llegar Borrel a la delegación, recibió la sorpresa de dos noticias. La primera, una nota dejada en la noche anterior, de parte de Rebeca, en la que hacía constar que lo había llamado para decirle que Luis Carlos estaba bien y quería hablar con él. << Así sería la insistencia de mi hijo que la obligó a llamarme. Más tarde llamo a Aurora. Ojalá estén allí. >> pensó Borrel.La segunda noticia, la cual haría que él olvidara por completo la anterior y que no devolviera esa llamada, se trataba de que, cuando tan solo faltaban cuatro días para cumplirse un año del encuentro de los cuerpos de la familia Conrad – Walmarson, los investigadores locales, fueron sorprendidos con la noticia del hallazgo de cuatro cadáveres. Estos se encontraron en una residenci
Borrel solicitó a la Capital, con carácter de urgencia, un estudio detallado de las heridas mediante vaciado con fundición en cera y en plástico, sobre los orificios que dejaron dichos orificios, para obtener una réplica de las hojas de cortes y así poder reconstruir con la mayor precisión posible, los tipos de armas empleadas por los presuntos autores materiales de los asesinatos. Esta experticia era por demás dificultosa debido al daño en las áreas comprometidas que se había generado por la descomposición de los cadáveres. Adicionalmente, este vaciado como se hace con los materiales fundidos a alta temperatura a través de los orificios existentes, suele ser altamente abrasivo sobre los tejidos descompuestos de la piel, ya que deteriora las capas de carne en las áreas de escurrimiento.La técnica solicitada por Borrel, requería, además del estud