Olga llena de remordimiento no había podido conciliar el sueño. El peso de la mirada decepcionada de Irina se clavaba en su pecho como un ancla imposible de soltar. No podía seguir ignorando lo que ocurría, así que fue a buscarla. Irina siempre había sido su puerto seguro, su verdad en medio de las sombras de su pasado. Cuando abrió la puerta, Irina le abrió la puerta que raramente tenía seguro. —Mamá… —susurró Irina, un destello de incertidumbre en su voz. —Necesito que hablemos, por favor déjame pasar. Olga empujó la puerta e Irina retuvo la puerta. —Hija por favor —la voz quebrada de su madre y la propia vergüenza hicieron que Irina soltaran la puerta y diera la espalda. Olga empujó la puerta y la imagen frente a ella solo confirmó sus peores temores. Irina pasaba los dedos por su cabello alborotado, como si intentara acomodar pensamientos que aún no entendía. Alex, de pie, abotonaba los botones de su camisa, pero su mirada no se despegaba de Irina. Olga se i
Alex no había podido tener un sueño reparador, en cuanto Irina abrió la puerta de Bianca porque había entregado su cuidado a la enfermera matutina la enfrentó. Irina había apurado el paso, pero de nada sirvió, en la sala de estar Alex la tomó de la muñeca. — ¡Por todos los cielos Alex! —Le increpó Irina viendo a todas partes—. Alguien podría vernos. —No me importa, que nos vean, acabemos con esto. —Claro que no te importa —espetó Irina en un susurro—. Eres el millonario, el hombre, el patrón, soy yo quien quedará mal y te importa un bledo mi reputación. Alex cruzó los brazos. —Necesito que me acompañes al hospital. — ¿Para qué? Yo iré al hospital sola, renunciaré. —No voy a permitir que te vayas, Ryan es mi hijo. — ¡Claro que no! Ser padre es más que ADN. Además que no te creo, pudiste alterar esos resultados. Alex se acercó a ella. —Necesito que vayamos al hospital, no iremos solos, llevaremos a los niños para chequeo de rutina, nadie verá mal que
Irina sintió como si el aire de la habitación se tornara denso, sofocante. Su mente intentaba procesar lo que acababa de escuchar, pero la incredulidad la paralizaba. — ¿Qué…? —Murmuró, su voz apenas un susurro—. Pensé que veníamos a certificar que Ryan fuera en realidad tu hijo. Alex unió las cejas. —Estoy seguro que Ryan es mi hijo, te dije que confío en Catherine y ella mandó a hacer las pruebas de Ryan. Catherine observó la expresión de Irina y se preparó para intervenir si era necesario. Alex, sin embargo, permanecía estoico, aunque la tensión en su mandíbula delataba que no estaba tan seguro como quería aparentar. —Ema… —Irina tragó saliva—. ¿Quieres decir que existe la posibilidad de que sea mi hija? Alex inclinó ligeramente la cabeza, su mirada firme pero cautelosa. —Sí. — ¿Pero cómo es eso posible? —Preguntó Irina mirando a Catherine, luego a Alex—. Ema es hija de Bianca, yo la vi el día que Ema nació. —Tú también estuviste embarazada, jamás hemos
Irina sintió un mareo repentino, como si el suelo se deslizara bajo sus pies. Se aferró al respaldo de una silla cercana, tratando de encontrar estabilidad mientras su mente giraba en un torbellino de recuerdos, dudas y emociones. —No puede ser… —susurró—. No puede ser… Catherine intervino con voz calmada, como si intentara darle algo de control sobre la situación. —Irina, respira. Entiendo que es un golpe fuerte, pero por eso estamos aquí, para buscar respuestas. Irina levantó la mirada, su expresión era una mezcla de desconcierto y temor. —Dios mío… —susurró. Rachel parpadeó un par de veces, como si su cerebro estuviera recalculando la magnitud de lo que acababa de leer. Luego, exhaló con exageración, dejó el sobre en la mesa y con una mezcla de nervios y humor, dijo: —Bueno, Irina… Supongo que ahora es oficial. Has pasado de ser una excelente enfermera a una experta en giros inesperados dignos de telenovela. Catherine le lanzó una mirada de advertencia, p
Irina abrió mucho los ojos. —Yo no sé nada de eso —respondió de inmediato. Alex chasqueó la lengua. —No, así no va esto —dijo Alex—. Te lo dije Irina, estoy dando un salto de fe, me estoy desnudando ante ti y no de la manera divertida. Y como puedes ver tengo muy mala suerte con las mujeres. Tanto Catherine como Rachel alzaron las cejas ante la insinuación de Alex, Irina avergonzada prefirió no mirar a las mujeres. —Tú solo has dado un corto relato para hacernos verte como el pobre tonto con dinero y mala suerte, como siempre tu manipulación es lo que veo, ¿quieres saber todo de mí?, ¿quieres convencerte de que no estoy detrás de esto? ¿A eso le llamas salto de fe? —Irina, tú das y yo doy —dijo Alex, no estaba dispuesto a ceder. —No sé nada de la Legión Azul. Esa es la verdad, Sé que acusan a James de pertenecer a ese grupo delictivo. Y también sé que tú perteneces a él. — ¿Cómo lo sabes? —Porque husmee es tu oficina, eso lo sabes, así que continua. Alex
Irina lo observaba con el ceño fruncido, sintiendo que el aire en la habitación se volvía más pesado. Pensó que Alex se burlaría de ella, respondiendo con su habitual sarcasmo, pero Alex sostuvo su mirada por un instante y no respondió de inmediato. En cambio, exhaló despacio y metió las manos en sus bolsillos, evaluando sus palabras con cuidado. —Nunca dije que fuera inocente, Irina. Pero que las cosas sean como tú te las imaginas... eso es otra historia. Las palabras se quedaron suspendidas entre ellos, cargadas de un significado incierto. —Eso no me dice nada —replicó Irina—. Cómo siempre tus respuestas son evasivas y llenas de misterio. Alex subió los hombros. —No necesitas que lo haga. Él ya no está, y quizás no tengas las respuestas que esperabas del hombre que amabas, pero las pruebas hablan por sí solas. Irina apretó los puños, sintiendo un ardor en el pecho que no sabía si era enojo o desesperación. La traición de James se deslizaba por su piel como v
—Mamá, pero mi papá está vivo, ¿acaso él no se curará? Irina sintió su corazón arrugarse de pena. ¿Cómo se le explica a un niño de 5 años que su padre tiene muerte cerebral? —Mi amor, tu papá ya no está con nosotros, aunque el monitor muestre signos vitales. —Esa máquina respira por él mientras se pone mejor. Irina con una media sonrisa abrazó a su hijo, ella es enfermera, y para el pequeño Ryan este hospital era su segundo hogar. Sueña con ser médico y por eso entiende lo que hacen las máquinas por su padre, pero entender que no regresará ya es otra cosa. —Irina, es hora —musitó la joven doctora a su lado. Irina despegó a su hijo de su pecho y con fuerza de voluntad resistió las ganas de llorar. —Debemos despedirnos de tu papá, mi amor. Irina cargó a su hijo y lo acercó a su esposo. — ¿Qué le digo mamá? Irina con el corazón hecho añicos pronunció: —Dile cuanto lo amas. —Te amo mucho papá —el pequeño Ryan dio un beso en sus dedos y los puso en la
Irina estaba anonadada. Su madre estaba a unos pasos de ellos, el Dr. Salvatore esperaba una respuesta de ella. —No sé qué decir —susurró ella y bajó la cara cuando sintió las lágrimas brotar de sus ojos. —Los órganos de James irán a varios necesitados, con su cuerpo se hará algo bueno por otros. —Y así era James, siempre presto a ayudar a otros. —Sí, era tan “servicial” que siempre estaba dispuesto a “ayudar” a cualquiera que pudiera avanzar en su carrera, sin importar el costo. Irina frunció el ceño, no estaba segura si eran ideas de ella, pero todo lo que decía el cirujano le sonaba a sarcasmo. Sin embargo, Alex Salvatore no era conocido por su empatía. —Es que… bueno, aun me parece mentira —Irina masajeó sus sienes—. James era su amigo, debe ser difícil para usted también —Irina esperaba la afirmación de Alex, pero el médico no mostró un ápice de empatía. —Cualquier cosa que necesite Ryan, por favor, no dude en decirme. — ¡Papi! Alex se giró con una so