Olga negó con la cabeza de inmediato, aunque su voz tembló ligeramente al responder. —No lo es —afirmó con firmeza—. Marco… es una historia que no tiene nada que ver contigo. Irina entrecerró los ojos, su intuición le decía que su madre no estaba siendo completamente honesta. —Entonces dime quién es mi padre. El silencio cayó sobre la habitación, denso y opresivo. Olga apretó los labios, bajó la mirada y exhaló un suspiro pesado. —Eso no importa —dijo, su voz un poco más dura—. Es mejor no interesarse por nada de mi pasado, Irina. Solo quiero dejarlo atrás. —Pero mamá… La puerta se abrió y Ryan se asomó ya con su pijama. —Mami, venía a buscar a la abuela por… por.. porque creí que entendías a la señora Bianca ¿Puedes leerme el cuento de antes de dormir? —emitió con su tierna dulzura infantil. Irina observó a su hijo, su tesoro de 5 años que las adoraba, tanto a ella como a su abuela, él contaba solo con ambas en el mundo, aunque era muy inteligente no de
—No esperaba encontrarte aquí —dijo Irina en voz baja. Irina tragó grueso, intentando recuperar la compostura. —Vine a ver a Ryan —respondió él con simpleza, aunque su voz no ocultó el peso emocional que cargaba—. Siempre lo hago, luego paso por la habitación de Ema, ella le teme a las tormentas, quizás deba dormir conmigo esta noche. Irina cerró la puerta de la habitación y quedó sola con Alex en el pasillo, toda la casa estaba a oscuras, solo les iluminaba las luces de los relámpagos que como flashes les permitieron ver lo nerviosos que estaban ambos. —Ema está con Ryan. Alex sonrió de lado. — ¿Es en serio? —Vino a su habitación, están dormidos —Irina se abrazó a sí misma—. No sé qué tan prudente sea, pero lo permití. —Son hermanos —dijo Alex subiendo los hombros. Irina desvió la mirada. Alex mantuvo su mirada sobre ella, analizando cada expresión, cada respiración acelerada. Ella estaba a punto de llorar, y trataba de no hacerlo.—¿Estás bien? —pre
Olga llena de remordimiento no había podido conciliar el sueño. El peso de la mirada decepcionada de Irina se clavaba en su pecho como un ancla imposible de soltar. No podía seguir ignorando lo que ocurría, así que fue a buscarla. Irina siempre había sido su puerto seguro, su verdad en medio de las sombras de su pasado. Cuando abrió la puerta, Irina le abrió la puerta que raramente tenía seguro. —Mamá… —susurró Irina, un destello de incertidumbre en su voz. —Necesito que hablemos, por favor déjame pasar. Olga empujó la puerta e Irina retuvo la puerta. —Hija por favor —la voz quebrada de su madre y la propia vergüenza hicieron que Irina soltaran la puerta y diera la espalda. Olga empujó la puerta y la imagen frente a ella solo confirmó sus peores temores. Irina pasaba los dedos por su cabello alborotado, como si intentara acomodar pensamientos que aún no entendía. Alex, de pie, abotonaba los botones de su camisa, pero su mirada no se despegaba de Irina. Olga se i
Alex no había podido tener un sueño reparador, en cuanto Irina abrió la puerta de Bianca porque había entregado su cuidado a la enfermera matutina la enfrentó. Irina había apurado el paso, pero de nada sirvió, en la sala de estar Alex la tomó de la muñeca. — ¡Por todos los cielos Alex! —Le increpó Irina viendo a todas partes—. Alguien podría vernos. —No me importa, que nos vean, acabemos con esto. —Claro que no te importa —espetó Irina en un susurro—. Eres el millonario, el hombre, el patrón, soy yo quien quedará mal y te importa un bledo mi reputación. Alex cruzó los brazos. —Necesito que me acompañes al hospital. — ¿Para qué? Yo iré al hospital sola, renunciaré. —No voy a permitir que te vayas, Ryan es mi hijo. — ¡Claro que no! Ser padre es más que ADN. Además que no te creo, pudiste alterar esos resultados. Alex se acercó a ella. —Necesito que vayamos al hospital, no iremos solos, llevaremos a los niños para chequeo de rutina, nadie verá mal que
Irina sintió como si el aire de la habitación se tornara denso, sofocante. Su mente intentaba procesar lo que acababa de escuchar, pero la incredulidad la paralizaba. — ¿Qué…? —Murmuró, su voz apenas un susurro—. Pensé que veníamos a certificar que Ryan fuera en realidad tu hijo. Alex unió las cejas. —Estoy seguro que Ryan es mi hijo, te dije que confío en Catherine y ella mandó a hacer las pruebas de Ryan. Catherine observó la expresión de Irina y se preparó para intervenir si era necesario. Alex, sin embargo, permanecía estoico, aunque la tensión en su mandíbula delataba que no estaba tan seguro como quería aparentar. —Ema… —Irina tragó saliva—. ¿Quieres decir que existe la posibilidad de que sea mi hija? Alex inclinó ligeramente la cabeza, su mirada firme pero cautelosa. —Sí. — ¿Pero cómo es eso posible? —Preguntó Irina mirando a Catherine, luego a Alex—. Ema es hija de Bianca, yo la vi el día que Ema nació. —Tú también estuviste embarazada, jamás hemos
Irina sintió un mareo repentino, como si el suelo se deslizara bajo sus pies. Se aferró al respaldo de una silla cercana, tratando de encontrar estabilidad mientras su mente giraba en un torbellino de recuerdos, dudas y emociones. —No puede ser… —susurró—. No puede ser… Catherine intervino con voz calmada, como si intentara darle algo de control sobre la situación. —Irina, respira. Entiendo que es un golpe fuerte, pero por eso estamos aquí, para buscar respuestas. Irina levantó la mirada, su expresión era una mezcla de desconcierto y temor. —Dios mío… —susurró. Rachel parpadeó un par de veces, como si su cerebro estuviera recalculando la magnitud de lo que acababa de leer. Luego, exhaló con exageración, dejó el sobre en la mesa y con una mezcla de nervios y humor, dijo: —Bueno, Irina… Supongo que ahora es oficial. Has pasado de ser una excelente enfermera a una experta en giros inesperados dignos de telenovela. Catherine le lanzó una mirada de advertencia, p
Irina abrió mucho los ojos. —Yo no sé nada de eso —respondió de inmediato. Alex chasqueó la lengua. —No, así no va esto —dijo Alex—. Te lo dije Irina, estoy dando un salto de fe, me estoy desnudando ante ti y no de la manera divertida. Y como puedes ver tengo muy mala suerte con las mujeres. Tanto Catherine como Rachel alzaron las cejas ante la insinuación de Alex, Irina avergonzada prefirió no mirar a las mujeres. —Tú solo has dado un corto relato para hacernos verte como el pobre tonto con dinero y mala suerte, como siempre tu manipulación es lo que veo, ¿quieres saber todo de mí?, ¿quieres convencerte de que no estoy detrás de esto? ¿A eso le llamas salto de fe? —Irina, tú das y yo doy —dijo Alex, no estaba dispuesto a ceder. —No sé nada de la Legión Azul. Esa es la verdad, Sé que acusan a James de pertenecer a ese grupo delictivo. Y también sé que tú perteneces a él. — ¿Cómo lo sabes? —Porque husmee es tu oficina, eso lo sabes, así que continua. Alex
Irina lo observaba con el ceño fruncido, sintiendo que el aire en la habitación se volvía más pesado. Pensó que Alex se burlaría de ella, respondiendo con su habitual sarcasmo, pero Alex sostuvo su mirada por un instante y no respondió de inmediato. En cambio, exhaló despacio y metió las manos en sus bolsillos, evaluando sus palabras con cuidado. —Nunca dije que fuera inocente, Irina. Pero que las cosas sean como tú te las imaginas... eso es otra historia. Las palabras se quedaron suspendidas entre ellos, cargadas de un significado incierto. —Eso no me dice nada —replicó Irina—. Cómo siempre tus respuestas son evasivas y llenas de misterio. Alex subió los hombros. —No necesitas que lo haga. Él ya no está, y quizás no tengas las respuestas que esperabas del hombre que amabas, pero las pruebas hablan por sí solas. Irina apretó los puños, sintiendo un ardor en el pecho que no sabía si era enojo o desesperación. La traición de James se deslizaba por su piel como v