Irina se quejó, gritó y forcejeó, pero nada podía hacer. Quiso tirarse del auto en movimiento, y Alex, como si pudiera leer sus pensamientos, tomó su mano. —Conserva la calma y saldremos de esto muy rápido —susurró para que solo ella escuchara. Los hombres que iban adelante conversaban y no les prestaban atención. La mano de Alex estaba caliente en comparación a las frías de ella. Él entrelazó sus dedos con los de ella, tratando de darle calma. Irina se quedó quieta y observó a los hombres que iban delante. El conductor tenía las manos llenas de sangre y se alejaban de la ciudad. El corazón de Irina latía aceleradamente. Miró a Alex con una mezcla de miedo y furia. —¿Qué está pasando? ¿Quiénes son estos hombres? ¿Cómo es que puede estar tan tranquilo? —susurró, llena de miedo. Alex, manteniendo la compostura, respondió con voz tensa: —Tranquila, Irina. Te lo explicaré todo, luego… —Si me pasa algo por su culpa —expresó Irina llena de temor y rabia… Alex la
—Por favor, tranquilicémonos todos y demos un paso atrás —intervino el líder parando frente al conductor con Irina, se giró y miró a Alex que mantenía su actitud retadora. El hombre que tenía a Irina lloraba más que ella. Irina está completamente petrificada. —Necesito que el doctor haga algo por mis hermanos, si los movemos morirán, por eso lo trajimos —dijo el hombre que apuntaba a Irina. —Doctor Salvatore, lo ayudaré, por favor —pidió Irina a quien veía con la vida en sus manos y ese era Alex y no quien la apuntaba. Era algo bizarro, pero Alex con su sola actitud era quien dominaba la situación. —Doc, mi compañero solo está muy preocupado, ayúdenos, por favor —suplicó el líder. Alex apretó su mandíbula, Irina podía ver todos sus gestos, no se veía feliz y sí peligroso. — ¡Suéltala! —Puntualizó Alex con autoridad—. Ella me ayudará aquí si es lo que quieren, pero no doy garantías y necesito suministros. Búsquenme todo lo que puedan encontrar, ¡ahora! —exclamó
Irina se quedó sin palabras, su mente era un torbellino de confusión. Necesitaba saber la verdad, pero ¿cómo? Alex Salvatore se burlaba de ella como felino con su presa. — ¡Usted está loco! Alex subió un hombro. —Tendré que considerar la posibilidad —murmuró con una sonrisa en el tono. —Es mezquino y cruel de su parte que me nombre a mi esposo, ¿cree que es el momento adecuado para jugar con mis sentimientos? —Le increpó Irina indignada. —Te prefiero furiosa que asustada —respondió Alex feroz y determinado—. Porque si me pongo nervioso podemos fallar, siente lo que quieras Irina, ódiame si quieres, pero el miedo paraliza. Usa tu antipatía y prejuicios por mí y demuéstrame de qué estás hecha, porque debemos regresar con nuestros hijos ¿Estás o no de acuerdo? Irina de nuevo no sabía qué pensar de este hombre, pues lo que acababa de decirle tenía mucho sentido, no demostraba que estuviera loco o fuera asesino, pero sí ser por completo autoritario, también buen doctor.
Estaba cayendo la tarde, Irina sentía el cuello rígido, Alex estaba igual de cansado, pero contra todo pronóstico pudieron sacar adelante los heridos que requerían ser operados. Ahora estaban fuera del frigorífico atendiendo a los heridos superficiales. Aún quedaban muchos enfermos gimiendo a coro lamentos. El aire en la bodega de vinos era denso, cargado del aroma dulce y fermentado de la uva, mezclado con el olor metálico de la sangre. Irina se movía con soltura entre los heridos, ahora estaba en su elemento. Alex la seguía de cerca, separando a los hombres por secciones según la gravedad de sus heridas. Habían pasado horas de pie, y la adrenalina que los había mantenido en movimiento comenzaba a ceder, dejando paso a un agotamiento profundo. —Ese vendaje está mal hecho —corrigió Irina a Alex, señalando el brazo de uno de los hombres —Necesita más presión para detener el sangrado. —Lo sé, no he terminado —refunfuñó Alex, era obvio que no le gustaba que lo corrigieran, apr
Irina estaba demasiado cansada para reaccionar, pero no podía estar loca. Alex se le había insinuado. No tuvo tiempo de decirle nada, las sirenas de policía sonaron y eran demasiadas. «Por fin» Pensó Alex y de inmediato tomó a Irina del codo y la llevó detrás de unas barricas, la instó a meterse detrás de una mesa de trabajo de acero mientras los hombres corrían desesperados por ser atrapados por una enorme redada policial. —Llegó la policía, nos ayudarán, debemos salir —dijo Irina... —No, debes quedarte conmigo, estos hombres no se entregarán —advirtió Alex… Los disparos sonaron de forma ensordecedora. Irina gritó y Alex la cubrió con su cuerpo y rodaron por el suelo. Alex sabía que estaban demasiado expuestos, pero no podía hacer nada, entonces sintió cómo cedía un panel de madera en el suelo, miró alrededor y encontró una palanca, la empujó y cayeron hacia abajo en un escondite. La oscuridad los envolvió, literalmente todo se puso negro. Irina aturdida
Irina se vio en una encrucijada, claro que quería que Alex confesara sus crímenes, pero el hombre estaba muy mal, no buscar ayuda para él era algo inhumano. —Después me dirás lo que sea, déjame ir por ayuda. —James, él… Irina no pudo moverse, tomó a Alex por el rostro. —Dime Alex, ¿qué pasó con James? El cuerpo de Alex temblaba incontrolablemente, cada estremecimiento lo recorría como una onda sísmica. Su respiración se convirtió en jadeos desiguales, cada uno atascado en su garganta como si una mano invisible le apretara la tráquea. Su rostro estaba ceniciento, desprovisto de todo color, y sus ojos estaban muy abiertos por el terror, las pupilas dilatadas en oscuros charcos de miedo. Escuchaba la voz de Irina muy lejos, sintió las palmadas en sus mejillas. —Alex, no te desmayes por favor, ¿qué ibas a decir? —Ryan —masculló Alex. Irina frunció el ceño, no entendía qué tenía que ver su hijo. —Es James, Alex. Dime que me ibas a decir de James —pidió Ir
Irina estaba profundamente dormida, hasta que su olfato detectó aroma a comida ligado a la colonia de Rachel. —Despierta hermosa. —Irina abrió los ojos, sintió que el cuerpo estaba agarrotado, trató de estirarse y gimió de dolor. Observó por la ventana de su habitación y estaba oscuro. —Está amaneciendo… —En realidad está anocheciendo, dormiste todo el día, quiero que comas un poco. Irina se sentó de golpe en la cama, tenía una bata de casa puesta y se sentía con la mente embotada y confundida. — ¿Qué? No lo puedo creer, ¿Ryan? —Está perfecto, cuando llegaste a casa en una condición deplorable debo añadir; menos mal que te iba a proteger el detective de pacotilla —Rachel como siempre no pudo quedarse callada ante lo que ve como injusticia—, te evalúe y te di un somnífero para que pudieras descansar, me quedé con tu madre y Ryan. Y hoy regresé, tu madre me quiere adoptar y estoy que me dejo. Irina pasó la mano por su cabeza, sintió un bulto atrás, era doloros
Alex la miró de arriba abajo con una sonrisa pugnando por dibujarse en su rostro. Irina, se sintió avergonzaba sin motivo, y es que como siempre la expresión de Alex Salvatore dice más que sus palabras. Irina cubrió más la abertura en los pechos, aun cuando no se le veía nada. —Dr. Salvatore. Alex hizo una mueca, pero ella no pensaba retractarse. Conservar la distancia le parecía hiperactivo. —Supongo que regresamos a la formalidad ya que no estamos en peligro —comentó apenado, luego sonrió—. Vine a ver como estabas. Irina notó que no traía chofer. — ¿Cómo sabe dónde vivo? —Preguntó ella y sonó más violenta de lo que planeó. Alex frunció el ceño con una sonrisa petulante. —No sabía que era secreto de Estado. Irina quería darse de cachetadas, trabaja para él, acceder a su dirección era muy fácil. — ¿Me invitarás a pasar? —Inquirió Alex ahora con amabilidad. Irina no tenía otro remedio, se apartó de la puerta y Alex pasó con algo de dificultad ayudad