Leonardo se frotó los ojos con cansancio, pero se negó a ceder a él. Tenía planeado terminar con lo que estaba haciendo antes de ir a casa.
Había estado trabajado demasiado los últimos días y el estrés y cansancio le estaban comenzando a pasar factura. Pero no era lo único, había una sensación de insatisfacción, que le estaba fastidiando demasiado desde hace unos meses.
No podía recordar cuando había sido la última vez que había estado tranquilo. Salía con algunas mujeres de vez en cuando, pero usualmente era algo de una noche. Las cosas habían cambiado desde que él y su hermano se habían hecho más conocidos. No podía estar seguro cuando una mujer estaba con él por su dinero o porque era lo que en realidad quería. Así que después de pasar un buen rato se despedía de ella y no las volvía a llamar.
Un toque en la puerta de su oficina le hizo salir de sus pensamientos. Levantó la vista al mismo tiempo que su hermano ingresaba.
—Ya me voy —informó Valentino, su hermano gemelo.
Miró el reloj y se dio cuenta que ya era las seis. En el pasado su hermano se habría quedado con él o incluso hasta más tarde. Pero desde que se había casado, se retiraba más temprano, a no ser que hubiera algo importante que no pudiera esperar hasta el día siguiente.
No era lo único que había cambiado. Las salidas con su hermano habían disminuido considerablemente. No lo culpaba por eso, él tenía una mujer embarazada esperándolo en casa. Conociendo a su hermano seguro en ese mismo momento estaba preocupado por cómo estaba ella.
Lo miró para ver si había alguna señal de que estuviera aburrido o cansado de su nueva vida; pero, incluso con las ojeras, él lucía feliz.
Leonardo amaba su vida de soltero, le gustaba salir sin preocupaciones y no tener que comprometerse con nadie en una relación duradera. Sin embargo, seguro que a veces, raras veces, envidiaba al maldito afortunado de su hermano. Valentino había tenido la fortuna de conocer a una mujer que lo amaba incondicionalmente y pronto esa mujer le daría un hijo.
—Está bien —respondió—. Saluda a Bianca de mi parte y dile que mi oferta aún está en pie. —Al parecer debía encontrar otra forma de molestar a su hermano porque el solo sonrió en lugar de su usual gruñido.
Valentino se apoyó en el umbral de la puerta con los brazos cruzados y se le quedó observando.
>>¿Qué? —preguntó cuándo el no dijo nada.
—Sabes que hay una vida más allá de esta oficina ¿verdad?
Una maldición casi se la escapó, pero logró tranquilizarse a tiempo. No le gustaba lo bien que su hermano lo conocía. Era seguro que él había notado su estado de humor y ahora trataba de hacer algo al respecto.
—Sí —respondió manteniéndose estoico.
Valentino soltó un suspiro y sacudió la cabeza.
—No trabajes hasta tarde, parece que va llover.
—Sí, papá —dijo con ironía.
Valentino se dio la vuelta y se marchó dejando la puerta de su oficina abierta. Era obvio que lo había hecho a propósito. Él sabía cuánto lo irritaba eso.
—Valentino —lo llamó. Él alzó la mano en un escueto saludo sin molestarse en mirarlo y desapareció por el pasillo.
Frustrado se levantó y fue a cerrar su puerta. Luego regresó a trabajar, esta vez trato de no detenerse a pensar en nada que no fuera lo que tenía en la computadora.
Se enfrascó en lo que estaba haciendo y no fue hasta que un personal de limpieza apareció en su oficina que se percató de la hora. Era un poco más de las nueve de la noche, demasiado tarde para estar allí, incluso para él.
—Buenas noches, señor —lo saludó el hombre.
—Buenas noches —respondió mientras se ponía de pie.
Agarró su saco del respaldo de su sillón de oficina y se lo colocó. Luego apagó su computadora y alistó sus cosas.
>>Hasta el día de mañana, gracias —le dijo al hombre al salir de la oficina.
—Hasta mañana, señor —respondió él.
El edificio parecía estar vacío y las oficinas estaban en completa oscuridad. Solo los pasillos permanecían iluminados.
Caminó hasta el ascensor con las manos metidas en los pantalones no tenía ningún apuro por llegar a casa.
Bajó hasta el estacionamiento y subió a su auto. Al salir se encontró con el hombre de seguridad que lo saludó con un movimiento de cabeza.
La lluvia comenzó apenas salió al exterior. Las gotas se estrellaron contra el parabrisas del carro. Lo que comenzó como una ligera llovizna pronto tomó intensidad.
Apenas llevaba conduciendo unos diez minutos cuando la llanta de su carro se pinchó.
—¡Demonios! —grito Leonardo frustrado.
Entre la copiosa lluvia y la oscuridad apenas iluminada por los faroles de la calle, sería un trabajo duro cambiar la rueda dañada. Ese no era su día de la suerte.
Se estacionó a un lado de la pista y apagó el carro. Pensó en llamar a la asistencia de carretera, pero eso tomaría más tiempo.
La idea de salir al exterior no le parecía ni un poco tentadora. Se estaba dando cuenta que quedarse hasta tan tarde fue una mala idea.
Recostó la cabeza sobre el asiento y cerró los ojos. Por un segundo pensó en quedarse allí y esperar a que la lluvia pasara. El problema sería si no pasaba. Soltó un suspiro, se retiró la chaqueta y se arremangó las mangas de la camisa. Luego abrió la puerta del auto y se bajó.
No pudo evitar maldecir otra vez. La lluvia se sentía incluso más intensa de lo que parecía. Su hermano se reiría de él si se enteraba de su pequeño incidente y mucho más aún si se enfermaba.
No se detuvo a analizar nada, cuanto menos tiempo pasara bajo el agua sería mejor.
Antes no le había gustado tanto la idea de regresar a casa, pero ahora era todo en lo que podía pensar. Pronto estaría en la comodidad de su departamento, descansando en su cama después de haber tomado una ducha caliente.
Caminó hasta la maletera para sacar la llanta de repuesto y los materiales necesarios. La lluvia estaba haciendo que su camisa se le pegara al cuerpo. Se la tendría que retirar antes de entrar al auto.
Abrió la maletera y sacó todo lo que necesitaba. Colocó el cono detrás de su carro y se puso a trabajar. Seguro batió algún record al cambiar la llanta. En cuestión de minutos la nueva llanta ya estaba en su lugar.
Después de terminar, prácticamente arrojó todo de regreso a la maletera y la cerró. Estaba por correr de regreso al interior del carro y marcharse de allí pronto, cuando algo llamó su atención.
Un poco más allá, bajo la lluvia, estaba una persona. No podría decirlo con seguridad, pero casi podía apostar que se trataba de una mujer.
Siempre se había considerado un hombre de acciones; sin embargo, en ese momento se quedó helado sin saber qué hacer a continuación.
Los segundos fueron pasando y Leonardo permaneció inmóvil. Después de un intenso debate interno, dio el primer paso en dirección a la persona y a ese le siguieron otros. No importaba lo que quisiera, jamás se sentiría bien consigo mismo si se iba sin asegurarse que la persona estaba bien.Al inicio caminó lento, pero luego aceleró el paso. No es como si pudiera mojarse más, pero cuanto más tiempo permaneciera bajo la intensa lluvia, la probabilidad de terminar enfermo se iría haciendo más grande.Conforme estaba más cerca, se preguntó si no estaba teniendo alguna alucinación inducida por el frío y el cansancio. Después de todo, nadie sería tan loco para salir a la intemperie con ese clima. Nadie a parte de él. Aunque en su caso fue más por necesidad.La lluvia hace tiempo había penetrado su ropa, si tan solo hubiera cogido un paraguas no estaría así.Cuando llegó hasta donde estaba la que ahora tenía seguridad era una mujer, ella no se movió. La reacción
Leonardo llevó a su amigo, Lorenzo, directo a la habitación de huéspedes. En el camino le dio un resumen de lo sucedido. Si su amigo se sorprendió de que había llevado a una completa extraña a su casa, no lo mostró. Ni siquiera le preguntó el por qué no la había llevado a un hospital.Ambos entraron a la habitación y Lorenzo colocó sus cosas a los pies de la cama antes de comenzar a evaluarla. Pero cuando estaba por comenzar lo miró y alzó una ceja interrogante.—¿Piensas quedarte así? Deberías cambiarte si no quieres terminar enfermo.Leonardo lo miró extrañado, a un principio sin saber a qué se refería. Luego se miróde pies a cabeza y cayó en cuenta de que aún estaba con el torso desnudo y el pantalón húmedo. Había estado más pendiente en ayudar a la mujer
La muchacha seguía durmiendo cuando Leonardo se fue a su habitación a tomar una ducha. Todos sus músculos estaban agarrotados por haber dormido en el sillón. Esperaba no tener que dormir en el mismo lugar ese día con una vez había sido más que suficiente. En el baño espero que el agua entibiara un poco y luego se metió debajo de la chorrera. El agua se deslizó por todo su cuerpo relajando su cuerpo. Leonardo tuvo que ducharse rápido. Aunque le hubiera gustado tomarse un poco más de tiempo tenía miedo de que la muchacha despertara.Al apagar la ducha, estiró su brazo y cogió una toalla para envolverlo en su cintura. Se acercó al espejo y vio el cansancio reflejado en sus ojos. Un bostezo se le escapó de la boca y se sintió tan tentado de recostarse a su cama. Se había dormido cerca de las cinco de la mañana y las casi tres ho
Natalia vio a Leonardo salir de la habitación después de dejarla sobre la cama. Todo parecía aún muy confuso en su mente. No quería estar allí, pero tampoco sabía a donde ir. —Esto es un desastre —murmuró. Su vista vagó por la habitación en la que se encontraba. Era muy bonita y estaba amueblada por completo. Ella se sentía fuera de lugar allí, como si no perteneciera. Nunca había estado en una habitación parecida. Su actual vivienda era un departamento minúsculo que fácilmente podía caber en esa habitación. Siempre había soñado con tener un lugar propio y que fuera la mitad de hermoso que ese lugar. Maurizio le había dicho que con el dinero que ambos estaban juntando pronto se comprarían una casa. Pero ahora ni siquiera estaba segura de sí todavía le quedaba algo de dinero. Seguro eso también había sido una mentira. Tan solo el pensar en él la hizo sentir mal de nuevo. Quería poder gritar toda la frustración que sentía. Se preguntó cómo había sido ta
Leonardo caminó hasta ella con una bandeja en las manos. Natalia lo miró esperando descifrar que pasaba por su mente. Él mantuvo la misma expresión en todo momento. No parecía molesto, pero tampoco contento.—Traje el desayuno —informó él.—Yo... —Natalia se recordó ser más amable esta vez—. Gracias.Se acomodó mejor en la cama y Leonardo puso la bandeja sobre sus piernas, luego se sentó hacia los pies con la mirada puesta en ella.—¿Cómo te sientes? —preguntó él. No detectó ninguna emoción en su voz.No recordaba la última vez que alguien le había preguntado por su bienestar, así como era la primera vez en mucho tiempo que se tomaba un tiempo para pensar cómo se sentía. Había tantas respuestas posibles. Se sentía insignificante
Leonardo caminó por el pasillo dejando a Natalia con Lorenzo. Por la mirada que su amigo le había dado, sabía que había algo que él tenía que averiguar.Caminó hasta la sala y se sentó a continuar con lo que estaba haciendo antes de que Lorenzo llegará. Aunque no había ido a su empresa, no podía dejar de lado todo el trabajo que tenía. Había optado a trabajar allí por si Natalia lo necesitaba, desde su oficina sería imposible escucharla.El tiempo transcurrió y Leonardo estaba sumergido en los documentos cuando escuchó a alguien acercarse. Lorenzo apareció poco después. Él tenía la misma apariencia tranquila y relajada de siempre.—Ella está bien —dijo su amigo antes de que preguntara algo—. Tuvo bastante suerte, pudo haber cogido un resfriado como mínimo.—¿Entonces
—¿Eso es todo? —preguntó Leonardo mientras le recibía la maleta mediana que Natalia había traído de su cuarto. Se aseguró de que su voz se mantuviera neutra, no quería que ella pensara que la estaba juzgando.—Sí. La habitación venia amueblada y traté de no acumularme de cosas que luego no iba a poder llevarme —explicó Natalia—. Además con todas esas bolsas allí atrás tengo más que suficiente —dijo ella haciendo referencia a la ropa que habían comprado.Después de almorzar la había llevado a un centro comercial para que comprara su ropa. Ella había hecho una mueca cada vez que una prenda se sumaba a toda la ropa que ya habían elegido.No le había pasado desapercibido que al salir del centro comercial, Natalia casi parecía aliviada. Leonardo acomodó la maleta en el asiento de atrás junto con las demás bolsas. Natalia mientras tanto se acomodó en el asiento del copiloto. Él rodeo el carro y se subió, al poco rato estaban en la autopista rumbo a su depart
Apenas Leonardo salió del departamento, Natalia se dejó caer en una de las bancas. Aunque trataba de fingir que todo estaba más que bien, en realidad sentía que todo era un desastre. Tal vez lo único bueno que le estaba pasando en ese momento era haber conocido a Leonardo. Sin el trabajo que él le había ofrecido las cosas serían mucho peor.Se llevó una mano al vientre, el lugar donde estaba creciendo su bebé. Todavía se sentía en un sueño. Aún estaba tratando de aceptar su nuevo estado y que de allí en adelante todo lo que se vendrían serían cambios. En algún momento había pensado en tener un hijo, pero no era esa la situación en la que se lo había imaginado.Debía decirle a Maurizio. No era porque el desgraciado se mereciera saberlo, pero parecía la decisión correcta.La desesperación qui