Leonardo Había decidido ir al centro comercial cuando vi que estaba gastando en ropa y juguetes para los bebés, quería ver que más podía hacer, cuando estaba a punto de llegar recibí una llamada de unos de los guardaespaldas, había pasado algo, les ordené que no hicieran nada, que estaba a punto de llegar. Mientras me dirigía donde ella, vi como habían hecho un medio círculo escuchando todo, también escuché como los de seguridad la veían como una poca cosa y como la culpaban a ella mientras el verdadero culpable estaba que huía. —Italia es mejor —Le dije indiferente, sus ojos se encontraron con los míos, se veían un poco llorosos, pero no creo que fuera por la presión, más bien por su pose era de la rabia. —Simplemente, te dije que fueras a comprar cosas, pero ahora estás discutiendo porque alguien te robó. Creo que te pagué lo suficiente para que no te quejaras por algo tan insignificante como un robo. Hago una leve broma de lo que me dijo hace unas horas. —Es tu tarjeta. La tar
AltheaDecidir viajar a un nuevo lugar era de las cosas que más me llenaba de ansiedad, no estaba segura si estaba preparada para eso, pero ya me había subido al avión, ya había llorado junto con mi familia. Era hora de animarme y seguir con mi sueño, de ser algo más en la vida, de no quedarme en la misma zona toda mi vida, por fin haría esto realidad, lo iba a conseguir. —Mierda —murmuré mientras reflexionaba sobre mi primera semana en España. A pesar de mis esfuerzos por obtener empleo, me enfrentaba a la realidad desalentadora de que nadie estaba dispuesto a ofrecerme nada. Quizás la resistencia provenía del agotamiento general hacia los inmigrantes, pero yo me había asegurado de seguir todos los procedimientos legales para obtener un pasaporte de trabajo.El temor a ser deportada me llevó a hacer todo correctamente, pero descubrí que eso también implicaba derechos sobre mis pagos, algo que no parecía ser bien recibido. La frustración crecía a medida que mi situación financiera s
LeonardoSer de una cuna de oro era algo fabuloso, algo increíble, o eso decían los demás. Para mí, simplemente había sido un infierno. Cuando destacas en algo, no es por ser tú, simplemente es porque tu apellido es Salvatore. Así éramos nosotros, los que destacan en todo y son buenos en cada cosa que quieren o no quieren.—Señor, ya ha sido postulado el periódico para ser niñera.—Está bien, no quiero que cualquier persona sea su nana —le digo con un ademán mientras sigo leyendo los documentos que tenía.—¿Por qué ponerlo en ese lugar? Podría hablar con alguna empresa para que tenga una buena niñera.—Ese tipo de empresas solamente hará publicidad con nuestro apellido si contratamos a alguien, es mejor que sea una persona natural y no de una empresa, será difícil, pero valdrá la pena —mi secretario suspira cuando escucha mi justificación—. Además, me gusta que las personas que leen el periódico puedan ser parte de mis empleados, no quiero personas que solo se preocupen por aparentar.
Althea —Estás contratada —Respiro profundo, mientras mis manos tiemblan. ¡Lo había conseguido!—Muchas gracias —Sonrío mostrando todos mis dientes a ese hombre que era jodidamente sexy. Dios mío, cierro los ojos para no imaginar el montón de cosas que mi mente se llenó.Había visto muchos hombres guapos, pero este hombre era otro nivel en cuanto a belleza. Y se le veía por encima que era inteligente y que tenía buen corazón. Supongo que era serio por los rumores que giraban en torno a él.—¿Cuándo puedes empezar?—¿Hoy? —Él enarca una ceja—. No tenía trabajo y mis ahorros se estaban acabando.—¿Dónde te estás quedando? —¿Dónde me estaba quedando? Veo de reojo cómo da una media sonrisa, de manera burlona, porque se notaba por encima que no sabía ni dónde estaba parada.—No sé —Digo bajando la cabeza, levanto mi cabeza sorprendida cuando siento cómo pone suavemente su mano en mi cabello y lo acaricia.—No te preocupes, la idea es que vivas en la mansión —Mis ojos se abren de par en par
Leonardo Mostrarle la casa a Althea había sido bastante sencillo; era seria y miraba todo a su alrededor, tratando de recordar en su cabeza. No pude evitar mirar todos sus atributos, cuando dijo que no tenía nada grande, no pude evitar ver su traser*. No era una mujer bajita; debía medir alrededor de 1.70 y seguía teniendo lugares que eran grandes, se veía que había sido cotizada en su país. No estaba segura de dónde era, pero eso no quitaba su belleza.Cuando el menor de mis hijos, Pablo, empezó a llorar, ella fue quien tomó la palabra y fue por él. No pasaron más de cinco minutos para que su llanto fuerte terminara en sollozos pequeños. Al entrar a la habitación, ella lo tenía en sus brazos, diciéndole cosas bonitas; nuestras miradas se cruzaron.—Tenía el pañal muy lleno, no lo han cambiado como debían —Cierro los ojos mientras me toco el puente de la nariz. Sabía que a los demás empleados no les agradaba para nada, el menor, pero no pensé que harían eso.—Yo me encargo.—Tengo un
Althea Pablo no era un bebé cansón. Ayer en la noche, a las 9 en punto, le di su biberón para que duerma, y lo hizo derecho. Me levanté a las cinco de la mañana para organizarme y poder atender todo rápidamente y poder llamar a mi abuela.—Abu, perdón, por fin tengo tiempo para hablar.—No te preocupes, mijita, antes cuéntame cómo te ha ido —Le empiezo a contar todo, como era mi jefe, lo que tendría que hacer y demás.—¿Y te pagan bien?—Sí, me van a pagar muy bien. Además, me dejarán vivir aquí, no me tendré que preocupar demasiado por eso.—Menos mal, tu mamá por fin podrá descansar.—¿Estaba sospechando?—Sí, bastante. Me empezó a interrogar sobre por qué cambiaste de trabajo.—Bueno, al menos ya no tendré que mentir más.—Tus hermanos están peor, quieren hablar contigo, pero sus horarios no se sincronizan cuando llamas.—Trataré de llamar cuando ellos lleguen a la casa luego de estudiar.—Por favor —Río porque mis hermanos eran unos intensos que se preocupaban por su hermana mayo
Leonardo El ambiente en la mansión había cambiado en solo unas horas. Me sorprendió que Matteo aceptara tan rápido a Althea; quizás era porque ella era muy tranquila y relajada con los niños.Había visto cómo le explicó a mi hijo mayor cómo bañar al más pequeño y lo había puesto un poco a hacerlo. También llamó a su abuela para preguntarle si era algo normal en el bebé, luego le explicó a Matteo todo con detalles.—Señor, debemos contratar más empleados por los que ha despedido —asiento ante lo que dice mi secretario, me da una carpeta llena de gente con experiencia que se había postulado.A la hora del almuerzo, comienzo a buscar a mi hijo. Lo encuentro en la habitación de la niñera, estaba hablando con gente que tenía acento colombiano.—Mijita, ¿ese niño es el que cuidas?—Sí, mamá —la voz de Althea.—Es todo bonito, todo blanquito, con ojos grandes y pestañas lo más de bonitas.—Lo sé, parece un muñequito —ella le agarra las mejillas y le da un beso en la frente.—¿Y el bebé?—Es
Althea Al salir al aire fresco del jardín, sentí cómo una ola de tranquilidad me envolvía. Los colores vibrantes de las flores y el suave murmullo de las hojas creaban una atmósfera relajante y acogedora. Me agaché junto a Matteo para mirar las flores de cerca.—¿Ves estas flores, Matteo? Son hermosas, ¿verdad? —le dije, señalando algunas flores de colores brillantes. Matteo asintió, sus ojos curiosos explorando cada detalle.Caminamos juntos por el jardín, descubriendo rincones ocultos y disfrutando de la belleza natural que nos rodeaba. Me sentía agradecida por este momento especial con Matteo. A medida que explorábamos, le contaba historias sobre las flores y los árboles, haciendo que cada rincón del jardín se volviera mágico a sus ojos.—¡Mira, Matteo! ¿Ves esa mariposa? —exclamé señalando una mariposa revoloteando cerca. Los ojos de Matteo se iluminaron de emoción al seguir el suave aleteo del insecto.Nos sentamos en un banco cerca de una fuente decorativa, disfrutando del soni