Althea
Pablo no era un bebé cansón. Ayer en la noche, a las 9 en punto, le di su biberón para que duerma, y lo hizo derecho. Me levanté a las cinco de la mañana para organizarme y poder atender todo rápidamente y poder llamar a mi abuela.
—Abu, perdón, por fin tengo tiempo para hablar.
—No te preocupes, mijita, antes cuéntame cómo te ha ido —Le empiezo a contar todo, como era mi jefe, lo que tendría que hacer y demás.
—¿Y te pagan bien?
—Sí, me van a pagar muy bien. Además, me dejarán vivir aquí, no me tendré que preocupar demasiado por eso.
—Menos mal, tu mamá por fin podrá descansar.
—¿Estaba sospechando?
—Sí, bastante. Me empezó a interrogar sobre por qué cambiaste de trabajo.
—Bueno, al menos ya no tendré que mentir más.
—Tus hermanos están peor, quieren hablar contigo, pero sus horarios no se sincronizan cuando llamas.
—Trataré de llamar cuando ellos lleguen a la casa luego de estudiar.
—Por favor —Río porque mis hermanos eran unos intensos que se preocupaban por su hermana mayor, una que ya estaba teniendo una vida un poco más organizada. Hablamos de cómo sería la organización en el futuro y al finalizar ambos nos reímos por cómo describía al bombón de Salvatore.
Cuando son las seis y media, cuelgo para atender al bebé. Lo primero que debía hacer era ir a calentar la leche, sacarle los gases, bañarlo, vestirlo, pero debía conocer primero al mayor, que no lo había visto.
Luego de la discusión con las empleadas de la cocina, donde casi se me sale el apellido, me calmo para darle su biberón; debía tener mucha hambre. Salgo junto a Salvatore al comedor; algunos empleados se nos quedan mirando y veo un niño que corre hacia él.
—¡Papá! —Tenía unos ojos muy lindos y su cabello un poco desordenado; su pijama de osos lo hacía resaltar un poco más de lo normal. Me mira directamente, sus ojos grandes se posaron en mí y luego en el bebé que tenía en mis brazos, brillaron por unos segundos—. ¿Quién es esa? —Me señala, y enarco una ceja. ¿Por qué era tan grosero? Suspiro, era normal, niño de cuna.
—Soy Althea, tu niñera y la de él —Hago un pequeño movimiento con el bebé en brazos.
—No necesito ninguna niñera —Me responde mientras voltea su rostro evitando mi mirada.
—Bueno, entonces una amiga —Puedo notar un pequeño movimiento en los brazos de su papá; me río y me acerco para susurrarle algo—. Ahorita, me puedes ayudar a bañar a tu hermanito y yo jugaré contigo mientras está dormido. Un suave movimiento, siento la risa de Salvatore.
—Eres buena negociando.
—Mi papá es negociante; algo debí aprender —Sonrío para poner al más pequeño en la silla—. Matt, desayuna cuando termines, vas a la habitación de tu hermano, para que hagamos lo que te dije.
—Papá, ¿si puedo? —Escucho, como le susurra, mi jefe asiente y el niño se baja de sus brazos para sentarse en la mesa; los empleados estaban con sus ojos abiertos de par en par sorprendidos.
—Deberías sentarte a desayunar con nosotros, ¿no crees? —Me mira de arriba abajo—. ¿A qué hora te levantaste?
—Cinco de la mañana, debía bañarme y organizarme, luego llamé a mi familia.
—No te escuché —Me dice él mientras me indica con la mirada que me siente; suspiro, pero hago lo que me dice.
—Tu casa es gigante, ¿cómo vas a escuchar mis intimidades? Además, me encerré en el baño, tenía miedo de despertar al bebé —Él me mira confundido con eso último, pero luego mira a una de las empleadas que baja de inmediato la cabeza, no puedo evitar soltar una risita.
—Supongo que entendiste lo que pasó.
—Sí, pero pensé que esto no pasaba, somos adultos, no niños pequeños.
—Créeme que yo también pensaba lo mismo —Dice Salvatore y se disculpa con la mirada.
—Tranquilo, no puedes controlar el comportamiento de todos a tu alrededor —Empiezan a servir la comida, el más pequeño de la mesa ya estaba cerrando los ojos; le toco su cabello suavemente, debía cuidarlo para no dañarle la cabeza.
—¿Tienes algo planeado para hoy?
—Organizar la habitación y mis cosas mientras Pablo duerme, luego de eso jugaré con Matt.
—Al... Al —Siento como el más pequeño, trata de decir mi nombre, pero no es capaz; sonrío con dulzura.
—Dime Al, si te resulta fácil —Se sonroja un poco, pero asiente.
—Al, no te enamores de mi papá —Es lo primero que dice y yo suelto una carcajada, mientras todos a nuestro alrededor se ponen pálidos.
—No te preocupes, no lo haré.
—¿Lo prometes? —Me mira con ojos de cachorro, asiento y saca su mano para mostrar su meñique—. Promételo —No puedo evitar reír para aceptar la promesa de meñique.
—Prometido.
—Entonces si te acepto como niñera —No dice correctamente la última palabra, pero la entiendo.
—Muy bien, pequeño jefe —Él se ríe cuando me escucha decir lo último; la mirada de Salvatore es pura dulzura mirando a su hijo.
Tal vez venir a trabajar aquí no sería tan mortal como lo creía. Ese mismo día me dieron una habitación en la mitad de los dos hermanos; también cambiaron la habitación de Pablo por una del mismo tamaño que el pequeño jefe. Le había enseñado a cómo bañar un bebé y por qué eran tan delicados; un montón de "¿Por qué?" Pero mientras podía le explicaba todo eso.
—Al, ¿tú eres española? —La forma en que dijo esa palabra me hizo soltar una risa.
—No, no lo soy.
—¡Lo sabía! —Me dice el feliz, mientras me ve como doblo la ropa para meterla en ese gran closet, no ocuparía casi nada con mis cosas, tan diferente a mi hogar.
—Soy colombiana, queda en América, América del sur —Le digo con una sonrisa.
—¿Es muy lejos?
—Bastante, toca pasar el océano Atlántico —Asiente con el ceño fruncido, estaba reflexionando si eso estaba en su cabeza—. Algún día, cuando seas más grande, puedes ir conmigo —¡Boom! Sus ojos brillan al decirle eso—. Por ahora, te puedo hacer de comer con algo de mi país, no soy la mejor cocinando, pero algo haré.
—¡Sí! —Alza los brazos emocionado, mi celular empieza a sonar, Matt lo coge y contesta—. ¿Hola? —Escucho la voz de mi mamá; le agarro el celular con cuidado.
—Matt, las cosas de los demás no se pueden coger así —Él hace puchero—. La próxima me preguntas si lo puedes contestar, ¿sí? —Él asiente bajando la cabeza, pongo la llamada en videollamada.
—Hija —La voz de mi mamá hace eco en la habitación.
Leonardo El ambiente en la mansión había cambiado en solo unas horas. Me sorprendió que Matteo aceptara tan rápido a Althea; quizás era porque ella era muy tranquila y relajada con los niños.Había visto cómo le explicó a mi hijo mayor cómo bañar al más pequeño y lo había puesto un poco a hacerlo. También llamó a su abuela para preguntarle si era algo normal en el bebé, luego le explicó a Matteo todo con detalles.—Señor, debemos contratar más empleados por los que ha despedido —asiento ante lo que dice mi secretario, me da una carpeta llena de gente con experiencia que se había postulado.A la hora del almuerzo, comienzo a buscar a mi hijo. Lo encuentro en la habitación de la niñera, estaba hablando con gente que tenía acento colombiano.—Mijita, ¿ese niño es el que cuidas?—Sí, mamá —la voz de Althea.—Es todo bonito, todo blanquito, con ojos grandes y pestañas lo más de bonitas.—Lo sé, parece un muñequito —ella le agarra las mejillas y le da un beso en la frente.—¿Y el bebé?—Es
Althea Al salir al aire fresco del jardín, sentí cómo una ola de tranquilidad me envolvía. Los colores vibrantes de las flores y el suave murmullo de las hojas creaban una atmósfera relajante y acogedora. Me agaché junto a Matteo para mirar las flores de cerca.—¿Ves estas flores, Matteo? Son hermosas, ¿verdad? —le dije, señalando algunas flores de colores brillantes. Matteo asintió, sus ojos curiosos explorando cada detalle.Caminamos juntos por el jardín, descubriendo rincones ocultos y disfrutando de la belleza natural que nos rodeaba. Me sentía agradecida por este momento especial con Matteo. A medida que explorábamos, le contaba historias sobre las flores y los árboles, haciendo que cada rincón del jardín se volviera mágico a sus ojos.—¡Mira, Matteo! ¿Ves esa mariposa? —exclamé señalando una mariposa revoloteando cerca. Los ojos de Matteo se iluminaron de emoción al seguir el suave aleteo del insecto.Nos sentamos en un banco cerca de una fuente decorativa, disfrutando del soni
LeonardoVer cómo Althea cuidaba a mis hijos me generaba una extraña sensación en el cuerpo. Observarla alejarse dejándome con mi hijo menor, a quien jamás había cargado, incluso desde su nacimiento, era desconcertante. ¿Qué estaba pasando conmigo? Luego, cuando regresó con algunas cosas para la habitación de Matteo, mis dudas sobre ella se intensificaron, pero al ver cómo cuidaba a los niños, esas dudas parecían disiparse.—Tiene fiebre —me informó Marini, pero me quedé sin palabras, sin poder hacer nada. Althea se movió con agilidad para recoger a Pablo de mis brazos y alimentarlo con cuidado.Permanecí viendo cómo ella cuidaba a ambos niños como si fuera una experta en el tema, completamente absorto en la escena. Al menos, ya le había mostrado la foto de ella y de otros parientes que no eran muy agradables, con la esperanza de prevenir problemas en el futuro.Decidí posponer unos días más el viaje a Italia. También debía resolver algunos problemas con el pasaporte de Althea, parecí
AltheaTenía todo planeado para nuestra salida. Había vestido a Pablo con un adorable conjunto y, lo primero que hice, fue tomarle una foto, lucía tan bonito con su gorrito. Luego arreglé a Matteo, quien estaba emocionado por ir al centro comercial, especialmente cuando le puse sus lentes de sol y el mismo gorro que llevaba Pablo.—Son tan lindos —susurré, junto a mis mejillas con las de ellos, Matteo rio y Pablo emitió sonidos de bebé—. ¿Listos para salir?—¡Sí! —exclamó Matteo, alzando las manos emocionado. Bajamos al primer piso y coloqué al más pequeño en el cochecito para salir.Tal como había prometido Leonardo, nos llevaron en coche. Había visitado el centro comercial una vez antes, aquí en España, y aunque era un poco diferente, estaba igualmente lleno de personas. Lo primero que hice fue comprar ropa adecuada para Italia, según lo que encontré en Google.Después, busqué el juguete que Matteo quería: una batería de juguete. Una vez hecho eso, guardé la tarjeta y empecé a hacer
Leonardo Había decidido ir al centro comercial cuando vi que estaba gastando en ropa y juguetes para los bebés, quería ver que más podía hacer, cuando estaba a punto de llegar recibí una llamada de unos de los guardaespaldas, había pasado algo, les ordené que no hicieran nada, que estaba a punto de llegar. Mientras me dirigía donde ella, vi como habían hecho un medio círculo escuchando todo, también escuché como los de seguridad la veían como una poca cosa y como la culpaban a ella mientras el verdadero culpable estaba que huía. —Italia es mejor —Le dije indiferente, sus ojos se encontraron con los míos, se veían un poco llorosos, pero no creo que fuera por la presión, más bien por su pose era de la rabia. —Simplemente, te dije que fueras a comprar cosas, pero ahora estás discutiendo porque alguien te robó. Creo que te pagué lo suficiente para que no te quejaras por algo tan insignificante como un robo. Hago una leve broma de lo que me dijo hace unas horas. —Es tu tarjeta. La tar
AltheaDecidir viajar a un nuevo lugar era de las cosas que más me llenaba de ansiedad, no estaba segura si estaba preparada para eso, pero ya me había subido al avión, ya había llorado junto con mi familia. Era hora de animarme y seguir con mi sueño, de ser algo más en la vida, de no quedarme en la misma zona toda mi vida, por fin haría esto realidad, lo iba a conseguir. —Mierda —murmuré mientras reflexionaba sobre mi primera semana en España. A pesar de mis esfuerzos por obtener empleo, me enfrentaba a la realidad desalentadora de que nadie estaba dispuesto a ofrecerme nada. Quizás la resistencia provenía del agotamiento general hacia los inmigrantes, pero yo me había asegurado de seguir todos los procedimientos legales para obtener un pasaporte de trabajo.El temor a ser deportada me llevó a hacer todo correctamente, pero descubrí que eso también implicaba derechos sobre mis pagos, algo que no parecía ser bien recibido. La frustración crecía a medida que mi situación financiera s
LeonardoSer de una cuna de oro era algo fabuloso, algo increíble, o eso decían los demás. Para mí, simplemente había sido un infierno. Cuando destacas en algo, no es por ser tú, simplemente es porque tu apellido es Salvatore. Así éramos nosotros, los que destacan en todo y son buenos en cada cosa que quieren o no quieren.—Señor, ya ha sido postulado el periódico para ser niñera.—Está bien, no quiero que cualquier persona sea su nana —le digo con un ademán mientras sigo leyendo los documentos que tenía.—¿Por qué ponerlo en ese lugar? Podría hablar con alguna empresa para que tenga una buena niñera.—Ese tipo de empresas solamente hará publicidad con nuestro apellido si contratamos a alguien, es mejor que sea una persona natural y no de una empresa, será difícil, pero valdrá la pena —mi secretario suspira cuando escucha mi justificación—. Además, me gusta que las personas que leen el periódico puedan ser parte de mis empleados, no quiero personas que solo se preocupen por aparentar.
Althea —Estás contratada —Respiro profundo, mientras mis manos tiemblan. ¡Lo había conseguido!—Muchas gracias —Sonrío mostrando todos mis dientes a ese hombre que era jodidamente sexy. Dios mío, cierro los ojos para no imaginar el montón de cosas que mi mente se llenó.Había visto muchos hombres guapos, pero este hombre era otro nivel en cuanto a belleza. Y se le veía por encima que era inteligente y que tenía buen corazón. Supongo que era serio por los rumores que giraban en torno a él.—¿Cuándo puedes empezar?—¿Hoy? —Él enarca una ceja—. No tenía trabajo y mis ahorros se estaban acabando.—¿Dónde te estás quedando? —¿Dónde me estaba quedando? Veo de reojo cómo da una media sonrisa, de manera burlona, porque se notaba por encima que no sabía ni dónde estaba parada.—No sé —Digo bajando la cabeza, levanto mi cabeza sorprendida cuando siento cómo pone suavemente su mano en mi cabello y lo acaricia.—No te preocupes, la idea es que vivas en la mansión —Mis ojos se abren de par en par