Leonardo
Mostrarle la casa a Althea había sido bastante sencillo; era seria y miraba todo a su alrededor, tratando de recordar en su cabeza. No pude evitar mirar todos sus atributos, cuando dijo que no tenía nada grande, no pude evitar ver su traser*. No era una mujer bajita; debía medir alrededor de 1.70 y seguía teniendo lugares que eran grandes, se veía que había sido cotizada en su país. No estaba segura de dónde era, pero eso no quitaba su belleza.
Cuando el menor de mis hijos, Pablo, empezó a llorar, ella fue quien tomó la palabra y fue por él. No pasaron más de cinco minutos para que su llanto fuerte terminara en sollozos pequeños. Al entrar a la habitación, ella lo tenía en sus brazos, diciéndole cosas bonitas; nuestras miradas se cruzaron.
—Tenía el pañal muy lleno, no lo han cambiado como debían —Cierro los ojos mientras me toco el puente de la nariz. Sabía que a los demás empleados no les agradaba para nada, el menor, pero no pensé que harían eso.
—Yo me encargo.
—Tengo una pregunta —Ella me detiene, la miro y debo concentrarme cuando veo que se ve hermosa con un bebé en sus brazos—. ¿Este bebé es querido? —Ella duda en hacerme la pregunta, pero termina haciéndola.
—No es uno deseado, eso te puedo asegurar —Le respondo para irme de la habitación. Sus ojos, que son tan expresivos, se abrieron más de lo normal.
Era normal; no cualquiera puede decir abiertamente que era un bebé que no estaba en mis planes. Seguía dudando que fuera mío, pero prefiero darle mi apellido. Con eso, tendría el estatus suficiente para salir adelante y lograr sus metas.
—Señor Salvatore —Marini toca la puerta de la oficina antes de ingresar—. Aquí está toda la información de los empleados que estuvieron cuidando al pequeño Salvatore —Veo las fotos de los empleados y cierro los ojos. Muchas personas serían despedidas.
—Ya sabes qué hacer —Le respondo devolviendo la carpeta llena de papeles.
—Señor, ¿la niñera de verdad se quedará aquí?
—Debe quedarse; ninguno de mis empleados está capacitado para atender las necesidades del bebé en la madrugada. En cambio, ella se ve que lo hará con paciencia.
—¿Y el mayor? ¿Qué pasará con él?
—También será cuidado por ella; tendrá un poco más de ayuda, pero estará —Mi secretario asiente, y lo detengo cuando está a punto de salir—. ¿Dónde vivía ella?
—No era el mejor lugar, pero según su explicación, era lo mejor que podía encontrar.
—¿Sabes por qué no tiene empleo?
—Le querían pagar poquito. Usted sabe que, por ser extranjera, le querían pagar poquito. Pero ella había ingresado de forma legal; debían cumplir con todo lo legal para contratarla, y muchas empresas y lugares prefieren evitar eso.
—Es verdad —Suspiro para sentarme en la silla.
Al día siguiente, no había sentido al bebé llorar en ningún momento. Cosa que era positiva. Cuando me dirigía a desayunar, pude escuchar como la cocina había una discusión.
—Debo prepararle la leche al bebé —El acento de Althea se hizo presente. Estaba discutiendo.
—Prepáralo en otra parte —La voz de la muchacha que se encargaba de la limpieza de la segunda planta.
—¿Esto no es una cocina? ¿Entonces para qué es? —El tono estaba subiendo—. Dame permiso que lo haré yo.
—No, vete a otra parte —Quería intervenir, pero debía ver hasta dónde podía confiar en Althea. Ella estaba parada, tenía la silla de bebé de carro a su lado.
—Que maricad* con ustedes, a lo bien —Tengo que morder mi labio inferior para no saltar una carcajada. Marini me había dicho que era colombiana, pero no pensé que se le saldría tremendas palabras—. ¿Son bruticas o qué? Si debo hacerle la leche a Pablo para que no llore y ustedes se quejan, porque es para lo único que sirven, ¿entonces me dejarán prepararle la leche al bebé?
Por la expresión de mis empleados, todas habían quedado totalmente sorprendidas por las palabras que ella había utilizado, tal vez porque no las entendían del todo, pero no podían asimilar que las había llamado de esa forma.
—Eres una grosera, ni siquiera te sabes expresar —Le dan un leve espacio para pasar, y ella lo hace con bastante fuerza.
—Sé expresarme, pero en ocasiones existe gente tan lenta en esta vida que es mejor hablarles de ese modo para que su cerebro lo capte —Sí, les había dicho que eran unas tontas, simplemente que con bonitas palabras.
Ella termina rápido, en el punto exacto que el bebé iba a empezar a llorar fuertemente. Lo mira con ternura, demasiada ternura. Las demás se habían ido para poner la mesa antes que yo llegara, no me habían visto porque estaba por la puerta trasera.
—Tienes un carácter difícil de llevar —Es el saludo que le doy.
—Buenos días, primero que todo —Me responde ella con el ceño fruncido, luego suspira mientras mira a mi hijo menor—. No entiendo por qué le tienen tanto odio, es un bebé, por el amor a Dios, simplemente es una víctima de todo eso que ellas lo culpan.
—¿Aún no sabes qué es?
—No, la verdad, me da miedo conocer la verdad y que termine siendo igual de m*****a que las otras.
—No creo, no estuviste en ese proceso —Ella me mira de reojo, pero no dice nada.
—Matteo se va a despertar dentro de poco —Recuerdo en ese momento lo que le quería preguntar—. ¿Cómo sabes que se llama Pablo?
—Tiene una tobillera que dice su nombre grabado, en oro —Mira al bebé—. Apenas tienes días de nacido y ya tienes tu futuro asegurado —Le da una sonrisa—. Bien por ti, chiquito.
—¿Si podrás con Matteo y Pablo al mismo tiempo? —Ella me da una sonrisa.
—Claro que sí. ¿Matteo debe tener tres años o cuatro?
—Faltan dos meses para que cumpla los cuatro años.
—Sí ya habla y va al baño, no tendré ningún inconveniente.
—Está bien, si te ves presionada me puedes decir para contratar a otra niñera.
—No creo que lo necesite, pero gracias.
Ambos salimos de la cocina y salimos por la puerta principal. Le estaba ayudando con la silla de carro, porque ella le estaba sacando los gases a los niños, dándole pequeñas palmadas en su espalda.
—Papá —Mi hijo mayor corre para abrazarme la pierna. Suelto la silla y sostengo a mi hijo, su mirada se fija en Althea, Matteo odiaba a las niñeras, luego de la última que tuvo, la mamá de Pablo.
Althea Pablo no era un bebé cansón. Ayer en la noche, a las 9 en punto, le di su biberón para que duerma, y lo hizo derecho. Me levanté a las cinco de la mañana para organizarme y poder atender todo rápidamente y poder llamar a mi abuela.—Abu, perdón, por fin tengo tiempo para hablar.—No te preocupes, mijita, antes cuéntame cómo te ha ido —Le empiezo a contar todo, como era mi jefe, lo que tendría que hacer y demás.—¿Y te pagan bien?—Sí, me van a pagar muy bien. Además, me dejarán vivir aquí, no me tendré que preocupar demasiado por eso.—Menos mal, tu mamá por fin podrá descansar.—¿Estaba sospechando?—Sí, bastante. Me empezó a interrogar sobre por qué cambiaste de trabajo.—Bueno, al menos ya no tendré que mentir más.—Tus hermanos están peor, quieren hablar contigo, pero sus horarios no se sincronizan cuando llamas.—Trataré de llamar cuando ellos lleguen a la casa luego de estudiar.—Por favor —Río porque mis hermanos eran unos intensos que se preocupaban por su hermana mayo
Leonardo El ambiente en la mansión había cambiado en solo unas horas. Me sorprendió que Matteo aceptara tan rápido a Althea; quizás era porque ella era muy tranquila y relajada con los niños.Había visto cómo le explicó a mi hijo mayor cómo bañar al más pequeño y lo había puesto un poco a hacerlo. También llamó a su abuela para preguntarle si era algo normal en el bebé, luego le explicó a Matteo todo con detalles.—Señor, debemos contratar más empleados por los que ha despedido —asiento ante lo que dice mi secretario, me da una carpeta llena de gente con experiencia que se había postulado.A la hora del almuerzo, comienzo a buscar a mi hijo. Lo encuentro en la habitación de la niñera, estaba hablando con gente que tenía acento colombiano.—Mijita, ¿ese niño es el que cuidas?—Sí, mamá —la voz de Althea.—Es todo bonito, todo blanquito, con ojos grandes y pestañas lo más de bonitas.—Lo sé, parece un muñequito —ella le agarra las mejillas y le da un beso en la frente.—¿Y el bebé?—Es
Althea Al salir al aire fresco del jardín, sentí cómo una ola de tranquilidad me envolvía. Los colores vibrantes de las flores y el suave murmullo de las hojas creaban una atmósfera relajante y acogedora. Me agaché junto a Matteo para mirar las flores de cerca.—¿Ves estas flores, Matteo? Son hermosas, ¿verdad? —le dije, señalando algunas flores de colores brillantes. Matteo asintió, sus ojos curiosos explorando cada detalle.Caminamos juntos por el jardín, descubriendo rincones ocultos y disfrutando de la belleza natural que nos rodeaba. Me sentía agradecida por este momento especial con Matteo. A medida que explorábamos, le contaba historias sobre las flores y los árboles, haciendo que cada rincón del jardín se volviera mágico a sus ojos.—¡Mira, Matteo! ¿Ves esa mariposa? —exclamé señalando una mariposa revoloteando cerca. Los ojos de Matteo se iluminaron de emoción al seguir el suave aleteo del insecto.Nos sentamos en un banco cerca de una fuente decorativa, disfrutando del soni
LeonardoVer cómo Althea cuidaba a mis hijos me generaba una extraña sensación en el cuerpo. Observarla alejarse dejándome con mi hijo menor, a quien jamás había cargado, incluso desde su nacimiento, era desconcertante. ¿Qué estaba pasando conmigo? Luego, cuando regresó con algunas cosas para la habitación de Matteo, mis dudas sobre ella se intensificaron, pero al ver cómo cuidaba a los niños, esas dudas parecían disiparse.—Tiene fiebre —me informó Marini, pero me quedé sin palabras, sin poder hacer nada. Althea se movió con agilidad para recoger a Pablo de mis brazos y alimentarlo con cuidado.Permanecí viendo cómo ella cuidaba a ambos niños como si fuera una experta en el tema, completamente absorto en la escena. Al menos, ya le había mostrado la foto de ella y de otros parientes que no eran muy agradables, con la esperanza de prevenir problemas en el futuro.Decidí posponer unos días más el viaje a Italia. También debía resolver algunos problemas con el pasaporte de Althea, parecí
AltheaTenía todo planeado para nuestra salida. Había vestido a Pablo con un adorable conjunto y, lo primero que hice, fue tomarle una foto, lucía tan bonito con su gorrito. Luego arreglé a Matteo, quien estaba emocionado por ir al centro comercial, especialmente cuando le puse sus lentes de sol y el mismo gorro que llevaba Pablo.—Son tan lindos —susurré, junto a mis mejillas con las de ellos, Matteo rio y Pablo emitió sonidos de bebé—. ¿Listos para salir?—¡Sí! —exclamó Matteo, alzando las manos emocionado. Bajamos al primer piso y coloqué al más pequeño en el cochecito para salir.Tal como había prometido Leonardo, nos llevaron en coche. Había visitado el centro comercial una vez antes, aquí en España, y aunque era un poco diferente, estaba igualmente lleno de personas. Lo primero que hice fue comprar ropa adecuada para Italia, según lo que encontré en Google.Después, busqué el juguete que Matteo quería: una batería de juguete. Una vez hecho eso, guardé la tarjeta y empecé a hacer
Leonardo Había decidido ir al centro comercial cuando vi que estaba gastando en ropa y juguetes para los bebés, quería ver que más podía hacer, cuando estaba a punto de llegar recibí una llamada de unos de los guardaespaldas, había pasado algo, les ordené que no hicieran nada, que estaba a punto de llegar. Mientras me dirigía donde ella, vi como habían hecho un medio círculo escuchando todo, también escuché como los de seguridad la veían como una poca cosa y como la culpaban a ella mientras el verdadero culpable estaba que huía. —Italia es mejor —Le dije indiferente, sus ojos se encontraron con los míos, se veían un poco llorosos, pero no creo que fuera por la presión, más bien por su pose era de la rabia. —Simplemente, te dije que fueras a comprar cosas, pero ahora estás discutiendo porque alguien te robó. Creo que te pagué lo suficiente para que no te quejaras por algo tan insignificante como un robo. Hago una leve broma de lo que me dijo hace unas horas. —Es tu tarjeta. La tar
AltheaDecidir viajar a un nuevo lugar era de las cosas que más me llenaba de ansiedad, no estaba segura si estaba preparada para eso, pero ya me había subido al avión, ya había llorado junto con mi familia. Era hora de animarme y seguir con mi sueño, de ser algo más en la vida, de no quedarme en la misma zona toda mi vida, por fin haría esto realidad, lo iba a conseguir. —Mierda —murmuré mientras reflexionaba sobre mi primera semana en España. A pesar de mis esfuerzos por obtener empleo, me enfrentaba a la realidad desalentadora de que nadie estaba dispuesto a ofrecerme nada. Quizás la resistencia provenía del agotamiento general hacia los inmigrantes, pero yo me había asegurado de seguir todos los procedimientos legales para obtener un pasaporte de trabajo.El temor a ser deportada me llevó a hacer todo correctamente, pero descubrí que eso también implicaba derechos sobre mis pagos, algo que no parecía ser bien recibido. La frustración crecía a medida que mi situación financiera s
LeonardoSer de una cuna de oro era algo fabuloso, algo increíble, o eso decían los demás. Para mí, simplemente había sido un infierno. Cuando destacas en algo, no es por ser tú, simplemente es porque tu apellido es Salvatore. Así éramos nosotros, los que destacan en todo y son buenos en cada cosa que quieren o no quieren.—Señor, ya ha sido postulado el periódico para ser niñera.—Está bien, no quiero que cualquier persona sea su nana —le digo con un ademán mientras sigo leyendo los documentos que tenía.—¿Por qué ponerlo en ese lugar? Podría hablar con alguna empresa para que tenga una buena niñera.—Ese tipo de empresas solamente hará publicidad con nuestro apellido si contratamos a alguien, es mejor que sea una persona natural y no de una empresa, será difícil, pero valdrá la pena —mi secretario suspira cuando escucha mi justificación—. Además, me gusta que las personas que leen el periódico puedan ser parte de mis empleados, no quiero personas que solo se preocupen por aparentar.