Ale y Matthew eran precavidos. Las noches que dormían juntos no permitían que los niños notaran que estaban en la habitación de él. Matthew se iba al sofá por la madrugada, porque todas las habitaciones estaban ocupadas con Thomas, Mahika y los niños.Así que, esa mañana, Alessia despertó en la cómoda cama de Matthew que todavía compartía la colonia masculina de su jefe en las sábanas. Estiró los brazos, contempló la luz del sol colándose por la parte inferior de la cortina y sonrió.Era una buena vida, estaba segura de eso.No revisó el celular, así que no notó las decenas de llamadas y mensajes de Lisa. En su lugar, tomo una ducha lenta de agua caliente, eligió algunas prendas que tenía en el armario de Matthew —algunas compradas por él, otras llevadas desde casa por ella— y se maquilló con calma frente al amplio espejo de la habitación.Matthew tenía una fotografía de los cinco en la mesita de noche de la cama. En la imagen, él abrazaba por la espalda a Alessia mientras los tres pe
—¿Es aquí? —preguntó Alessia y se asomó por la ventanilla para mirar la fachada del exclusivo gimnasio.—Sí, es aquí —confirmó Thomas al volante de la camioneta—. Ya le he avisado que veníamos en camino, así que el señor Lambert debe estar por salir.—Lo dudo —suspiró Joanne—. Iré a buscarlo.—¡Jo!Pero la niña ignoró a Alessia, porque ya tenía más confianza con ella, y salió de la camioneta sin esperar.Alessia se bajó rápido y la siguió al interior del edificio. Llevaba su vaso desechable de café mientras que Joanne bebía un batido de fresa. La mujer la había acompañado nuevamente a su clase de ballet y fue testigo de cuando eligieron a la niña con el protagónico de la obra. No todas sus compañeras la felicitaron con sinceridad, Ale lo notó, y decidió mantenerse ahí con mirada amenazadora por si alguna se atrevía a decir en contra de Jo. No era su madre, pero la quería y la iba a proteger, aunque eso significara decirles sus verdades a unas niñas.Para celebrar pasaron a comprar el
Matthew se preguntó quiénes eran todos esos invitados si su hermano no tenía amigos en Nueva York… o en ningún lugar.Celine se acercó luciendo un enterizo en color morado y con una copa en la mano.—Bienvenidos a nuestro «humilde» hogar, pueden entregar los abrigos ahí, adelante.«Humilde», reflexionó Alessia. Incluso Lea miraba anonadada el sitio que más parecía palacio. Era una casa antigua y amplia, con un enorme jardín y techos altos; una joya escondida en Manhattan. Joanne entregó su abrigo y los de Lea y Emery; para ella el sitio era indiferente porque su casa en Londres era así. —¿Y tu padre? —inquirió Matthew—. He llamado y…—Ocupado con los abuelos —suspiró Celine—. Ya sabes cómo son, tío.Y ellos tampoco le respondían las llamadas.Matthew asintió. Entregó su abrigo y el de Alessia.—Niños… —empezó Alessia.—No te preocupes, Ale, querida, tenemos un servicio completo de niñeras para cuidar a los más pequeños —sonrió Celine—. Síganme. Y era verdad. Al fondo de la amplia s
Matthew aguardó pacientemente a que sus padres saludaran a los primeros invitados que se acercaron. Intentaba mantenerse tranquilo, aunque percibía también la inquietud de Alessia por su mano que temblaba un poco.—Estas galletas están asquerosas —dijo Joanne luego de escupir una porción una servilleta—. Las hizo Celine, ¿o qué?—Jo —reprendió Matthew.Alessia sonrió.Joanne suspiró y arrojó la servilleta de papel al basurero.—No quiero saludar a la abuela, ¿tengo que hacerlo?—Jo —repitió su padre.La niña volvió a suspirar.—Me va a decir un montón de cosas feas y no quiero…Alessia acarició con discreción el hombro de la niña y dijo:—No permitiremos que eso pase, ¿de acuerdo?Joanne soltó otro suspiro y contestó:—Gracias…Matthew no interfirió en aquello, aunque supo que su madre se pondría de todos los colores si Alessia se atrevía a intervenir. Sin embargo, le gustaba que Joanne pudiera sentir ese apoyo por parte de una mujer, sabía que en algún momento llegaría su menstruació
Al abrir la puerta, Alessia se preguntó si acaso estaba en un capítulo de Downton Abbey o qué sucedía, ¡todo era hermoso! Incluso tenían unas elegantes sillas pequeñas para los niños que en esos momentos llevaban las niñeras encargadas de sus cuidados. Matthew y Alessia ubicaron sus sitios asignados, ayudaron a Lea y Emery a sentarse, y luego ocuparon sus asientos. Ale no lo notó, pero Matthew se enojó. Renaud había situado sus asientos al otro lado de la extensa mesa de invitados, así que no podía conversar con su padre. Sin embargo, no le dio el gusto a su hermano de notar que lo incomodó, sino que actuó con la misma sonrisa de siempre mientras conversaba con Alessia y los niños.Renaud frunció el entrecejo, ¿por qué su hermanito se veía tan feliz si descaradamente le estaba demostrando que para su padre era insignificante? Alessia volvió a sentirse nerviosa cuando vio todos los cubiertos que estaban frente a ella. Varios tenedores, cucharas y cuchillos, no tenía idea de para qué
Los invitados no comprendían más allá de que una joven no iba vestida de acuerdo a la elegante ocasión y que su maleta era de un color demasiado psicodélico. Todo fue mucho más confuso cuando Emery empezó a llorar y a desesperarse por bajar de la silla donde se encontraba asegurado sin parar de repetir:—¡Mami! ¡Mami!Lea intentó ayudarlo, pero no tenía la fuerza necesaria para presionar los botones de seguridad. »Papi, papi, es mami, ¡Jo, es mami!Joanne miró de pies a cabeza a la mujer que reconocía a la perfección. Estuvo atenta a sus redes sociales todos los días, esos sitios donde hablaba de la enorme felicidad de recorrer el mundo sin recordar que tenía dos hijos esperando por ella.—¿Qué significa esto? —bramó Matthew—. Renaud, ¿por qué?Su hermano se incorporó y señaló a la mujer que continuaba petrificada en la entrada sin apartar la mirada de Matthew y los niños.—Es de mi agrado presentarles a Renata Bondad, será la imagen para una de las campañas publicitarias y…—Pero, h
Alessia y los niños se marcharon. Entonces Matthew abandonó su sitio en la mesa y se acercó a Renata.—Hablemos en privado.—Matthew, yo… no tenía idea, esto es…—Ahora —ordenó el hombre y la tomó del brazo sin muchas delicadezas, estaba furioso. Si no fuera por Alessia, no tendría idea de qué hacer. —Pueden usar mi estudio —dijo Renaud con una sonrisa y luego habló a sus invitados—. Disculpen la interrupción, asuntos familiares. Todavía falta un plato más.Matthew dirigió una mirada llena de rencor a su hermano. Nunca lo creyó capaz de hacer algo como eso.Renata y él se dirigieron al estudio, que resultó ser una habitación a un costado de la sala decorado con lujosos libreros que ocupaban las paredes enteras y un sofisticado escritorio frente al ventanal del fondo.Matthew cerró la puerta y giró lentamente hacia la mujer que le arrancó tantas lágrimas con su partida. Era difícil comprender su abandono, más cuando éste implicaba a sus hijos, y por fin podría obtener respuesta a toda
Alessia recordaba que cuando era más joven la plaza comercial le parecía aburrida, sólo iba a una cuando necesitaba comprar algo específicamente de una tienda que se encontraba ahí, pero en su presente le parecía un lugar lleno de sitios para entretener a Lea. Y, en ese instante, necesitaba toda la distracción del planeta, pues llevaba consigo también a Emery y Joanne; aunque la mayor la estaba ayudando a controlar a los dos pequeños.—¡El helado! ¡El helado! —gritó Lea y señaló la primera heladería por la que pasaron.—Claro, prometí helados y tendrán sus helados —resolvió Ale mientras se acercaban al vendedor.Eligieron sus extravagantes helados. Alessia permitió que fueran creativos sin poner reparos en el precio porque su corazón se estaba partiendo con mirar las caras tristes de Joanne y Emery. Ambos habían estado callados durante el camino, sólo Lea y ella hablaban.Ocuparon una mesa en el rincón. Alessia se reprendió por darles más comida chatarra, pero no sabía qué hacer. No