Emery era el más tímido de los tres niños. Joanne y Lea preguntaban el clásico «trick or treat?» mientras que el pequeño levantaba su cabalacita de plástico y esbozaba su mejor sonrisa. Él portaba un disfraz de pirata y su hermana un hada en color morado.Alessia y Matthew se mantenían rezagados vigilándolos sin invadir su espacio personal, pues en ocasiones hacían amigos por ahí y corrían a la siguiente casa a preguntar. —En México pedimos calaverita, no «trick or treat» —comentó Alessia.Sus hijos iban caminando por delante de ellos con otro grupo de pequeños.—¿Es igual?—Bastante similar —reconoció ella—. No salía mucho, no me llevaba muy bien con mis vecinos.—¿Y eso?—Era la nerd de los libros, no la popular de los miles de amigos —recordó Ale—. No me arrepiento.Matthew devolvió la sonrisa a Joanne cuando se miraron por unos segundos. La chica estuvo animada todo el día y hasta le pareció emocionada porque Alessia los acompañaría.—Me alegra que fueras la nerd de los libros, p
Los niños vaciaron sus calabazas de plástico en la mesa de la sala y los dulces cayeron por los costados, eran muchísimos.—Terminarán con caries —se quejó Mahika—. ¡Son muchos dulces!—Es que aprendimos a usar a Emery —explicó Joanne con autosuficiencia—. Se derretían de ternura con su timidez y nos daban un montón de dulces, ¿verdad, Lea?—¡Sí! ¡En una casa nos dieron muchos conejos de chocolate! —gritó la pequeña—. ¡Gracias, Emery!Emery aplaudió, tomó un conejo de chocolate y preguntó a su papá:—¿Puedo comerlo?Matthew suspiró resignado.—Está bien, aunque no deberían comer tantos dulces tan tarde…Los niños lo ignoraron. Empezó la hora de devorar los dulces. Alessia, Matthew y Mahika se sentaron en uno de los sofás para acompañar a los niños y conversar. No obstante, Matthew tuvo que apartarse cuando recibió una llamada de Renaud y salió al balcón a contestar.—¿Qué sucede? —preguntó Matthew.—Ah, claro, hola, hermano, ¡feliz Halloween para ti también!Matthew puso los ojos en
Alessia echó un vistazo a la parte trasera de la camioneta de Matthew. Tenían más de quince bolsas de compras con los logos de marcas exclusivas que jamás había portado. La tarde de compras fue todo un éxito. Los niños estaban agotados. Acababan de dejarlos en casa de Matthew para que cenen y duerman; debían estar llenos de energías para el día siguiente cuando recibirían a los padres de Matthew. Incluso Joanne accedió a quedarse. No insistió ni hizo muecas al saber que su papá saldría a cenar con Alessia, sino que les deseó una bonita velada y se marchó con Mahika.—Te pagaré todo, en serio —dijo Alessia al volver la atención al camino—. No quiero ser una aprovechada.—No eres una aprovechada —corrigió él—. Son regalos.—¿De la empresa?—Claro.—Como el vestido para la fiesta de bienvenida —soltó ella—. Ese lo pagaste tú, ¿no es así? Como pagaste toda la ropa de Lea y la mía que se compró hoy.Matthew desvió la mirada hacia ella un momento y retomó la atención en la calle.—Yo pagu
Ale y Matthew eran precavidos. Las noches que dormían juntos no permitían que los niños notaran que estaban en la habitación de él. Matthew se iba al sofá por la madrugada, porque todas las habitaciones estaban ocupadas con Thomas, Mahika y los niños.Así que, esa mañana, Alessia despertó en la cómoda cama de Matthew que todavía compartía la colonia masculina de su jefe en las sábanas. Estiró los brazos, contempló la luz del sol colándose por la parte inferior de la cortina y sonrió.Era una buena vida, estaba segura de eso.No revisó el celular, así que no notó las decenas de llamadas y mensajes de Lisa. En su lugar, tomo una ducha lenta de agua caliente, eligió algunas prendas que tenía en el armario de Matthew —algunas compradas por él, otras llevadas desde casa por ella— y se maquilló con calma frente al amplio espejo de la habitación.Matthew tenía una fotografía de los cinco en la mesita de noche de la cama. En la imagen, él abrazaba por la espalda a Alessia mientras los tres pe
—¿Es aquí? —preguntó Alessia y se asomó por la ventanilla para mirar la fachada del exclusivo gimnasio.—Sí, es aquí —confirmó Thomas al volante de la camioneta—. Ya le he avisado que veníamos en camino, así que el señor Lambert debe estar por salir.—Lo dudo —suspiró Joanne—. Iré a buscarlo.—¡Jo!Pero la niña ignoró a Alessia, porque ya tenía más confianza con ella, y salió de la camioneta sin esperar.Alessia se bajó rápido y la siguió al interior del edificio. Llevaba su vaso desechable de café mientras que Joanne bebía un batido de fresa. La mujer la había acompañado nuevamente a su clase de ballet y fue testigo de cuando eligieron a la niña con el protagónico de la obra. No todas sus compañeras la felicitaron con sinceridad, Ale lo notó, y decidió mantenerse ahí con mirada amenazadora por si alguna se atrevía a decir en contra de Jo. No era su madre, pero la quería y la iba a proteger, aunque eso significara decirles sus verdades a unas niñas.Para celebrar pasaron a comprar el
Matthew se preguntó quiénes eran todos esos invitados si su hermano no tenía amigos en Nueva York… o en ningún lugar.Celine se acercó luciendo un enterizo en color morado y con una copa en la mano.—Bienvenidos a nuestro «humilde» hogar, pueden entregar los abrigos ahí, adelante.«Humilde», reflexionó Alessia. Incluso Lea miraba anonadada el sitio que más parecía palacio. Era una casa antigua y amplia, con un enorme jardín y techos altos; una joya escondida en Manhattan. Joanne entregó su abrigo y los de Lea y Emery; para ella el sitio era indiferente porque su casa en Londres era así. —¿Y tu padre? —inquirió Matthew—. He llamado y…—Ocupado con los abuelos —suspiró Celine—. Ya sabes cómo son, tío.Y ellos tampoco le respondían las llamadas.Matthew asintió. Entregó su abrigo y el de Alessia.—Niños… —empezó Alessia.—No te preocupes, Ale, querida, tenemos un servicio completo de niñeras para cuidar a los más pequeños —sonrió Celine—. Síganme. Y era verdad. Al fondo de la amplia s
Matthew aguardó pacientemente a que sus padres saludaran a los primeros invitados que se acercaron. Intentaba mantenerse tranquilo, aunque percibía también la inquietud de Alessia por su mano que temblaba un poco.—Estas galletas están asquerosas —dijo Joanne luego de escupir una porción una servilleta—. Las hizo Celine, ¿o qué?—Jo —reprendió Matthew.Alessia sonrió.Joanne suspiró y arrojó la servilleta de papel al basurero.—No quiero saludar a la abuela, ¿tengo que hacerlo?—Jo —repitió su padre.La niña volvió a suspirar.—Me va a decir un montón de cosas feas y no quiero…Alessia acarició con discreción el hombro de la niña y dijo:—No permitiremos que eso pase, ¿de acuerdo?Joanne soltó otro suspiro y contestó:—Gracias…Matthew no interfirió en aquello, aunque supo que su madre se pondría de todos los colores si Alessia se atrevía a intervenir. Sin embargo, le gustaba que Joanne pudiera sentir ese apoyo por parte de una mujer, sabía que en algún momento llegaría su menstruació
Al abrir la puerta, Alessia se preguntó si acaso estaba en un capítulo de Downton Abbey o qué sucedía, ¡todo era hermoso! Incluso tenían unas elegantes sillas pequeñas para los niños que en esos momentos llevaban las niñeras encargadas de sus cuidados. Matthew y Alessia ubicaron sus sitios asignados, ayudaron a Lea y Emery a sentarse, y luego ocuparon sus asientos. Ale no lo notó, pero Matthew se enojó. Renaud había situado sus asientos al otro lado de la extensa mesa de invitados, así que no podía conversar con su padre. Sin embargo, no le dio el gusto a su hermano de notar que lo incomodó, sino que actuó con la misma sonrisa de siempre mientras conversaba con Alessia y los niños.Renaud frunció el entrecejo, ¿por qué su hermanito se veía tan feliz si descaradamente le estaba demostrando que para su padre era insignificante? Alessia volvió a sentirse nerviosa cuando vio todos los cubiertos que estaban frente a ella. Varios tenedores, cucharas y cuchillos, no tenía idea de para qué