Alessia estaba maravillada con todas las chicas tan elegantes que caminaban por el pasillo hacia sus aulas de clases. Ella estudió ballet cuando era pequeña y lo dejó sólo un año después, no recordaba nada, sólo que era un deporte que requería una enorme disciplina y compromiso.Katrina abrió la puerta del aula. Joanne entró corriendo y desapareció por una puerta de la derecha; Alessia dedujo que era el vestidor. —Puede tomar asiento aquí si gusta —señaló Katrina el único sofá que se encontraba en la esquina.—Gracias.Alessia intentaba no lucir tan emocionada como estaba. Las niñas se veían serias y profesionales, era imposible no sonreír; ni ella se veía así en el trabajo. Pronto Joanne y otras niñas salieron corriendo del vestidor ya portando sus uniformes rosas de ballet. Katrina señaló el inicio de las clases y la magia inició.Alessia no perdió detalle de ningún movimiento de Joanne; incluso hizo un video a escondidas que envió de inmediato a su padre.Alessia: Tu hija es sorpr
Alessia bostezó y bebió un poco más de su café. Matthew y ella se habían desvelado trabajando o, mejor dicho, no durmieron. Ella no quiso tocar temas de trabajo durante una cena tan amena con los niños, así que esperó a que se fueran a dormir para enseñarle a Matthew su nuevo descubrimiento.El español de Matthew estaba un poco oxidado, aprendió durante su breve matrimonio con Renata, y le tomó un poco más comprender lo que leía; Alessia lo ayudaba. Matthew quería conocer primero la novela en su idioma original antes de hacer cualquier propuesta. Alessia, Lisa y Celine ya habían hecho su trabajo y confirmado que aquella historia sólo se encontraba en una plataforma digital, pero parecía libre de contrato editorial o al menos la autora no había comunicado nada. Sin embargo, antes de preguntar directamente a la escritora si estaba en planes de publicación, decidieron hablar con Matthew.—Ya he redactado la carta para la autora —dijo Lisa sin disimular su emoción—. Ya sé que debemos esp
El disfraz de Lea no fue fácil de conseguir, pero cuando Alessia la vio correr de un lado al otro de la sala, entendió que todo valió la pena.Alessia siempre la enseñó a estar orgullosa de sus raíces, así que esa noche portaba con honor un atuendo completo de catrina; incluso la maquilló. No querían que luciera muy oscuro, así que el vestido era en color rosa mexicano y negro, con encajes y flores coloridas; también portaba una corona de flores y un velo rosa con el que cubriría su rostro. —¿Ya vienen? —preguntó Lea con ilusión—. Mami, ¿ya vienen?—Sí, cariño, ¿estás lista?—¡Sí! —chilló la pequeña.Un golpe tímido en la puerta hizo que Lea corriera a abrir. Alessia no le recordó los peligros de abrir la puerta, estaba segura de que se trataba de Matthew, pero no fue así.Era William.Lea lo miró de pies a cabeza como si no terminara de creer que era real, aquello rompió el corazón de Alessia.El hombre sonrió a su hija, la encontró hermosa con su disfraz y pasó el dorso de la mano
Alessia sintió alivio por Dafne. Era una chica demasiado guapa y alegre para marchitarse al lado del inmaduro de William.—Lo lamento por ti, perderás a una gran mujer por tu egoísmo.Él hizo un asentimiento y levantó la mirada.—Eso me pasó contigo, ¿verdad? Ahora podríamos ser nosotros saliendo a pedir los dulces con Lea, pero lo arruiné.Alessia ni se molestó en encontrar una forma sutil de decir las cosas:—Lo arruinaste —confirmó ella—. Te entregué todo de mí, todo, hasta que me quedé vacía y ya no quedaba nada más… Encontré fuerzas en mi hija, en que no quería que creciera viendo que es normal que tu pareja te humille con infidelidades y malos tratos, por eso pude dejarte y mantenerme firme, porque sé que hay alguien observándome y quiero ser un buen ejemplo…»Eso fue el principio. Entonces entendí que también debía hacerlo por mí, porque una mujer feliz es una madre feliz y no tendría nada de eso al lado de ti…William relamió sus labios y retiró la lágrima que volvía a caer po
Emery era el más tímido de los tres niños. Joanne y Lea preguntaban el clásico «trick or treat?» mientras que el pequeño levantaba su cabalacita de plástico y esbozaba su mejor sonrisa. Él portaba un disfraz de pirata y su hermana un hada en color morado.Alessia y Matthew se mantenían rezagados vigilándolos sin invadir su espacio personal, pues en ocasiones hacían amigos por ahí y corrían a la siguiente casa a preguntar. —En México pedimos calaverita, no «trick or treat» —comentó Alessia.Sus hijos iban caminando por delante de ellos con otro grupo de pequeños.—¿Es igual?—Bastante similar —reconoció ella—. No salía mucho, no me llevaba muy bien con mis vecinos.—¿Y eso?—Era la nerd de los libros, no la popular de los miles de amigos —recordó Ale—. No me arrepiento.Matthew devolvió la sonrisa a Joanne cuando se miraron por unos segundos. La chica estuvo animada todo el día y hasta le pareció emocionada porque Alessia los acompañaría.—Me alegra que fueras la nerd de los libros, p
Los niños vaciaron sus calabazas de plástico en la mesa de la sala y los dulces cayeron por los costados, eran muchísimos.—Terminarán con caries —se quejó Mahika—. ¡Son muchos dulces!—Es que aprendimos a usar a Emery —explicó Joanne con autosuficiencia—. Se derretían de ternura con su timidez y nos daban un montón de dulces, ¿verdad, Lea?—¡Sí! ¡En una casa nos dieron muchos conejos de chocolate! —gritó la pequeña—. ¡Gracias, Emery!Emery aplaudió, tomó un conejo de chocolate y preguntó a su papá:—¿Puedo comerlo?Matthew suspiró resignado.—Está bien, aunque no deberían comer tantos dulces tan tarde…Los niños lo ignoraron. Empezó la hora de devorar los dulces. Alessia, Matthew y Mahika se sentaron en uno de los sofás para acompañar a los niños y conversar. No obstante, Matthew tuvo que apartarse cuando recibió una llamada de Renaud y salió al balcón a contestar.—¿Qué sucede? —preguntó Matthew.—Ah, claro, hola, hermano, ¡feliz Halloween para ti también!Matthew puso los ojos en
Alessia echó un vistazo a la parte trasera de la camioneta de Matthew. Tenían más de quince bolsas de compras con los logos de marcas exclusivas que jamás había portado. La tarde de compras fue todo un éxito. Los niños estaban agotados. Acababan de dejarlos en casa de Matthew para que cenen y duerman; debían estar llenos de energías para el día siguiente cuando recibirían a los padres de Matthew. Incluso Joanne accedió a quedarse. No insistió ni hizo muecas al saber que su papá saldría a cenar con Alessia, sino que les deseó una bonita velada y se marchó con Mahika.—Te pagaré todo, en serio —dijo Alessia al volver la atención al camino—. No quiero ser una aprovechada.—No eres una aprovechada —corrigió él—. Son regalos.—¿De la empresa?—Claro.—Como el vestido para la fiesta de bienvenida —soltó ella—. Ese lo pagaste tú, ¿no es así? Como pagaste toda la ropa de Lea y la mía que se compró hoy.Matthew desvió la mirada hacia ella un momento y retomó la atención en la calle.—Yo pagu
Ale y Matthew eran precavidos. Las noches que dormían juntos no permitían que los niños notaran que estaban en la habitación de él. Matthew se iba al sofá por la madrugada, porque todas las habitaciones estaban ocupadas con Thomas, Mahika y los niños.Así que, esa mañana, Alessia despertó en la cómoda cama de Matthew que todavía compartía la colonia masculina de su jefe en las sábanas. Estiró los brazos, contempló la luz del sol colándose por la parte inferior de la cortina y sonrió.Era una buena vida, estaba segura de eso.No revisó el celular, así que no notó las decenas de llamadas y mensajes de Lisa. En su lugar, tomo una ducha lenta de agua caliente, eligió algunas prendas que tenía en el armario de Matthew —algunas compradas por él, otras llevadas desde casa por ella— y se maquilló con calma frente al amplio espejo de la habitación.Matthew tenía una fotografía de los cinco en la mesita de noche de la cama. En la imagen, él abrazaba por la espalda a Alessia mientras los tres pe