La diligencia de reconocimiento de los trillizos de Carmina fue mucho más rápida pero que Franco Valeria hubieran pensado y cuando vieron a Mauricio Corrales firmar el acta de nacimiento de los tres pequeños, respiraron tranquilos, porque se habían evitado el dolor de cabeza que hubiera significado que el padre de los trillizos se hubiera dado cuenta de los errores que contenía el acta que había firmado hacía dos días y aprovechando que se encontraban en la notaría, Franco sugirió una formalización del compromiso al que Mauricio Corrales se había suscrito, también hacía dos días y mientras compartía un whisky con Franco.— solo es una declaración Mauricio — explicó Franco—, en la que reiteras lo que ya habías dicho, sobre el dinero y le vas a pasar a tus hijos.Aunque notó cierta renuencia en Mauricio, Franco se adelantó a cualquier objeción Y le recordó al padre los trillizos lo que podrían ser las consecuencias de una madre que peleaba por los derechos de sus pequeños. —La mala
Alertada por Andrea sobre lo que podría estar sucedieno en la oficina de Franco, Valeria se levantó de su asiento, abandonó el despacho y caminó hasta pasar por delante del escritorio de Hortensia, que también se paró, pero con el ánimo de detener a Valeria, sino de asegurarse un buen puesto en lo que, presentía, estaba por suceder. —¡¿Qué está pasando aquí?! —preguntó Valeria con la chapa de la puerta todavía en la mano y sin haber dado siquiera oportunidad a sus ojos de transmitir a su cerebro lo que tenían por delante.Franco levantó la cabeza y casi se golpeó contra su propio escritorio al hacerlo tan rápido, asustado por el grito de Valeria, que logró ver, en ese instante, el trasero de Estefanía sobresaliendo de debajo de la mesa de trabajo de su novio, en una posición que dejaba muy poco a la imaginación de una mente adulta. —¡La encontré, señor Carrizosa, su mancuerna! —exclamó Estefanía, entusiasmada, con el utensilio para los puños de la camisa en la mano.—¿Me pueden expl
Andrea y Valeria siguieron a Estefanía a la salida de la jornada en la oficina. Según el plan de Valeria, debían averiguar si la nueva asistente de Franco tenía alguna relación con el señor Carrizosa.—Estoy segura de que el nombramiento que me hizo mi suegro, solo fue una movida para distraerme —dijo Valeria luego de que Andrea hubiera detenido el auto frente a la que parecía ser la casa de Estefanía, una propiedad en un barrio bastante prestigioso de la ciudad, en donde seguro vivía con sus padres porque la casa era demasiado grande para que viviera ella sola—. El único objetivo de la nueva asistente de Franco es conquistarlo, nada más, mientras yo me chupo el dedo en la oficina. —¿Y no sería mejor si tuviéramos su celular? —preguntó Andrea— Creo que no vamos a conseguir nada solo siguiéndola y quedándonos aquí estacionadas. Valeria suspiró.—Por supuesto que sería mejor, ¿pero cómo lo obtenemos sin robarlo? Tampoco estoy dispuesta a meterme en un lío legal solo para confirmar un
Al día siguiente, lo primero que quiso saber Valeria al llegar a la oficina era si Estefanía había logrado o no recuperar su teléfono. Con algo de disimulo, pasó por el cubículo que hasta hacía unos días había sido el suyo y allí vio a la joven asistente, pero no distinguió ningún rastro de su celular. «No lo ha encontrado, porque es imposible que no lo tega en las manos. Siempre lo está mirando cuando no tiene trabajo, e incluso si lo está. No puede ser. Ahora debe estar sospechando de Andrea, porque debe estar segura de que lo consultó en el instante en que salió con el pitbull, como se lo vi hacer, pero, entonces, ¿por qué parece tan tranquila?» —Hola, Vale, buenos días. ¿Cómo estás? Oye, hoy te ves mucho más linda que ayer —dijo Estefanía cuando se giró a mirar, seguro atraída por el perfume de Valeria, que se había acercado demasiado.Valeria se limitó a sonreír. Después de lo que había leído en el celular de Estefanía, ya no se sentía cómoda con ella. —¿A ti cómo te va? ¿Está
La pareja llegó a la mansión del señor Carrizosa solo unos segundos después de que la camioneta que había pasado a recoger al prestigioso organizador de bodas se hubiera detenido en el estacionamiento. Cuando Valeria lo vio, no tardó en reconocerlo, porque era un hombre que salía con regularidad en las revistas de farándula, del jet set y en las revistas de novias que siempre había sobre las mesas de los estilistas. —¿En serio no lo reconoces, amor? —preguntó Valeria a Franco— Pero si es famosísimo. Pero por más referencias que hizo Valeria, Franco no llegó a saber quién era el hombre a quien estaba estrechando la mano en ese momento. Para él, solo era el organizador de bodas, como lo hubiera podido ser cualquier otro. En cambio, Valeria estaba tan emocionada de estrechar la mano de un famoso, que tuvo un ataque de risa nerviosa en el momento en que sintió el roce de la piel del organizador contra la suya.—Lo siento, es que estoy tan emocionada, es increíble porque hubiera creído p
—¿No podía solo llamarme, niña? —preguntó Franco cuando se acercó a Estefanía.—Lo siento, señor, pero estuve intentándolo y no sé si hay una falla en la señal o qué pasa, pero por más que le marcaba la llamada no entraba —contestó Estefanía con el rostro de niña regañada que, ya sabía, le encantaba a Franco—. Hortensia me dijo que estaría aquí, así que vine a buscarlo.Franco se cruzó de brazos, sabiendo que todo lo que había dicho su asistente era mentira pero, como había acordado con Valeria, le haría creer a Estefanía que estaba convencido de lo que le había dicho.—Está bien, igual no importa, ¿pero qué es lo que me tiene que decir que resulta tan importante?—Tiene que ver con el caso de las sociedades, señor, ¿lo recuerda? ¿El de la familia? —dijo Estefanía sin dejar de simular su cara de colegiala regañada— Logré contactarlos a todos, pero me temo que varios de ellos van a viajar esta noche y solo pueden reunirse hoy, en unas horas, así que me tomé el atrevimiento de citarlos
Al bajarse en el estacionamiento del hotel, Franco estaba echando humo por las orejas y sintió, al salir del carro, que acababa de salir de una olla a presión, pero cuando vio las piernas de Estefanía, en el momento en que tuvo la delicadeza de acercarse para abrir la puerta de su asistente, volvió a escuchar un pitido en la cabeza, como si toda la sangre de su cuerpo estuviera en el punto de cocción perfecto para tomar a la joven por la cintura, apretarla contra su cuerpo y comérsele los labios a besos, mientras le susurraba al oído que subieran a una habitación.—¿Está todo bien, señor Carrizosa? —preguntó Estefanía con su carita de chica mala arrepentida— Lo veo algo acalorado, como si tuviera fiebre.—Todo está muy bien, niña —respondió Franco mientras hacía un esfuerzo inmenso por controlar el ritmo de su respiración y dejar de escuchar el susurro que lo invitaba a aprovechar la situación que se le estaba presentando—. ¿Dónde nos veremos con los clientes? —Nos esperan en el ba
Esa noche, después del fracaso de Estefanía en su intento de seducción, Valeria pasó por el apartamento de Franco para conocer los detalles de la supuesta cita de negocios de su novio que, después de salir del hotel en donde estuvo a solo un segundo de haber echado su vida a perder, y mientras despejaba su cabeza y cuerpo del whisky, pasó por una joyería.Franco había preparado una cena especial para Valeria, consciente de que quizá ella pasaría esa noche. Cuando abrió la puerta para recibirla y la vio con su ropa de embarazada, radiante y más hermosa d e lo que había estado esa tarde, Franco se alegró de no haber caído en la tentación de Estefanía.—La dejé seguir con el plan hasta el momento en que me sugirió q