Cada vez que me miro al espejo, desconozco a la mujer que se refleja en él. He perdido mi esencia, mi humanidad. Rogué durante años por un milagro, pero dejé de creer que existiera un Dios al que pudiera pedirle algo como lo que yo necesito.
Debería rendirme, dejar de luchar por seguir viviendo, o mejor dicho, sobreviviendo, pero no puedo. Simplemente, no tengo más opción que seguir adelante.
Esta noche, me siento especialmente ansiosa sin saber por qué. He hecho esto por años, ya debería estar acostumbrada a mostrar mi cuerpo a cada desgraciado que paga la cuota, pero es inevitable. El asco y la vergüenza siempre arderán en mis venas. Creo que a pesar de todo, no he perdido toda mi humanidad; aún queda algo de mí salvable ¿habrá alguien que lo vea?
Me quito la bata negra de seda y la dejo en el respaldo de la silla antes de salir a escena. Tomo una profunda inhalación y vacío mis pulmones con una exhalación pausada, intentando relajarme.
—Solo sal ahí y actúa. Eres la mejor actriz de este jodido mundo —recito, enfrentando mi reflejo en el espejo.
Salgo del camerino y camino por el estrecho pasillo que me conduce a una puerta negra. Vuelvo a exhalar antes de entrar en el personaje que le hace ver a los hombres una sensualidad que aborrezco. Porque, más allá de lo que ellos pueden ver, hay una chica asustada que perdió sus sueños, que sufre y llora, que no quiere esta vida… Pero a ellos no les importa lo que puedan decirles mis ojos, solo vienen por mi cuerpo.
Con la habitación en penumbras, camino lentamente por una pasarela angosta de lustroso suelo negro. A mi paso, las bombillas incrustadas a los lados se encienden.
El olor a perfume llega a mí antes de poder ver al cliente de esta noche. Es exquisito, varonil y muy costoso. Ninguna fragancia barata podría inundar esta habitación, nunca había pasado.
Al alcanzar el pequeño escenario, descubro la presencia de un hombre apuesto y joven, más de lo que esperaba. Por lo regular, mis clientes son viejos, huelen a alcohol y a tabaco. Sus ojos son de un celeste claro que resaltan en medio de la escasa iluminación y, por un segundo, me pierdo en ellos. Es la primera vez que soy yo la que disfruta viendo, que en realidad me interesa mirar. Su cabello es oscuro y lleva una perfecta barba tipo candado muy prolija. Es muy atractivo.
En su ficha de cliente dice que es voyerista. Dudo de que sea verdad. Su mirada no es como la de los otros. No sé cómo explicar lo que sus ojos claros me están trasmitiendo. Es atemorizante sentirse tan vulnerable.
Mientras me desvisto lentamente, veo crecer el deseo en él. Es hombre, es lógico que reaccione así, pero por alguna extraña razón, la forma en la que me observa me hace querer saber más de él, saber qué piensa de mí. ¿Solo ve a una stripper o encuentra en mis ojos mi verdad?
No te hagas ilusiones, Melissa. Eres lo que eres y ninguno de esos hombres es distinto a Steven. Estás tan deseosa de libertad, que ves espejismos. Concéntrate en bailar, solo hazlo.
El hombre se remueve inquieto en el sofá, luchando con el deseo de llegar a mí y poner sus manos en mi cuerpo. Él tardó un poco más que los otros. Para este momento, ellos ya estarían masturbándose en su asiento.
¿Por qué él solo me observa? Hay algo extraño en ese hombre y no sé qué es. ¿Qué vino a hacer realmente aquí?
Con un movimiento rápido, recoge su saco y desliza un papel blanco sobre la piel del sofá. Su voz gruesa y varonil pronuncia tres palabras «Léelo, por favor». Me paralizo al instante. Quizás sorprendida por su profunda mirada o absorta por su poderosa voz.
Mis ojos deambulan entre él y la nota en el sofá, de forma itinerante. No entiendo. ¿Por qué me deja una nota? Le hago la pregunta con mis ojos, porque mis palabras quedaron atascadas en algún lugar entre mi cerebro y la punta de mi lengua. No logro decir ni pío.
Mientras se aleja, observo su espalda ancha, oculta tras una camisa blanca –que sin duda goza de una perfecta musculatura–; su andar seguro y masculino y esa curva abultada en su trasero que invita a ser tocada, y descubro que estoy extrañamente atraída hacia él.
¿Quién es ese hombre?
Me toma un par de minutos abandonar el escenario y buscar la nota que dejó en el asiento. Su perfume sigue danzando en aquel espacio y me encuentro inhalando profundamente, llenándome de aquel olor a almizcle, madera y hombre. Sí, un verdadero hombre que me ha dejado anonadada, no sé por qué. Desde Steven, ningún hombre había llamado mi atención. Es más, los repudiaba a todos.
¿Qué significa esto?
Dejo la interrogante en el aire y me preocupo primero por resolver el enigma que significa este papel. Lo desdoblo lentamente y encuentro una invitación. Mi corazón se desalienta por unos segundos al pensar que se trata de otro más pidiéndome un revolcón en algún motel, o quizás en el puesto trasero de su auto, pero no había desdoblado la nota correctamente y leo el mensaje completo. «Te esperaré mañana a las seis treinta en el Café Ragazzi. No es lo que piensas. Te ofrezco la oportunidad de dejar atrás La Perla y de cumplir tus sueños. Sinceramente, John».
—Este año, nos honramos en otorgarle el premio Cannes Lions al señor John Alexander Stuart y a su agencia Stuart Publicity.El público aplaude de pie, aunque para mí no es la gran cosa. Ni el reconocimiento ni los premios me importan mucho, pero debo aparentar que sí. Desde hace muchos años, no hay nada que me haga feliz, y mucho menos algo tan superfluo como esto.Me levanto de mi asiento y camino hasta el pódium sin preocuparme por sonreír. Los que me conocen saben cómo soy y no pienso cambiar para su complacencia.—Buenas noches. Antes que nada, felicito a todos los que me acompañaron en esta categoría, fue todo un honor para mí. En segundo lugar, le doy las gracias a mi equipo de trabajo porque sin ellos no estaría delante de ustedes recibiendo este premio. Y por último, aunque no menos importante, le agradezco a mi madre, quien dio todo por
—¡Wow! John. Estuviste sorprendente. ¿De dónde salió todo eso? —pregunta Hanna con una sonrisa satisfecha.—¿Importa? —espeto de mal humor.—No te enojes, sabes que soy muy curiosa —ronronea mientras traza un camino descendente desde mi pecho hasta mi miembro todavía endurecido. —La curiosidad mató al gato, muñeca —aparto su mano de mi entrepierna y me levanto de la cama. Disfruté follándola, pero fue suficiente para mí.—Sí, pero se murió sabiendo —replica burlona. Cuando comienzo a vestirme, su sonrisa se convierte en un puchero infantil—. Quédate esta noche.—No hacemos eso, lo sabes. ¿Comprendes que esto no es una relación?—Sí, lo sé. Pero…—Pero nada. Buenas noches, Hanna.—Buenas no
Sabrina luce realmente hermosa en su vestido de novia. No puedo negar que Taylor hizo una gran elección. Ella también es abogada y, aunque es una riquilla de cuna, no es para nada la típica hija malcriada. Ha aprendido a defenderse sola en la vida sin depender de sus padres.Taylor sonríe como un tonto, hasta creo que está babeando un poco. Le hago una seña con la mano, rozando la comisura de mis labios como burla. Él gira los ojos con disgusto, lo que me hace sonreír. Disfruto molestándolo, es mi pasatiempo favorito.—… Puede besar a la novia —indica el oficiante. Los novios se dan un pequeño pico y todos en la iglesia aplauden emocionados. ¿Tanto alboroto por un beso?Luego de la ceremonia, llegamos al salón donde se celebrará la fiesta. La decoración es muy elegante, mientras que música instrumental armoniza el ambiente.
—Mamá, perdóname. Sé que hice mal al robarme esa manzana, pero tenía hambre. —John, te lo he dicho muchas veces: nunca tomes nada que no sea tuyo. Ven conmigo, le pedirás disculpas al frutero y le pagaremos la manzana. —Mamá… —repliqué—. Me da mucha pena. —Todos debemos asumir nuestros errores, John. Así como decidiste hacer lo malo, debes ahora hacer lo correcto. Estuve tan avergonzado de tener que admitir ante ese señor que le había robado, que aprendí la lección. Mi madre me enseñó con su ejemplo. Le tocó una vida difícil, pero nunca pasó por encima de nadie. No necesitas destruir a las personas para lograr tus objetivos.—¡Alex, nunca me había alegrado tanto de verte! —Le digo, mientras la saludo con un abra
Capítulo 5Esta mañana, mientras respondía unos emails en mi oficina, recibí una serie de mensajes que me dieron mucho en qué pensar.Al inicio, creí que se trataba de un error. El primer mensaje decía: «deseas con tanta fuerza algo durante tanto tiempo, que cuando lo obtienes, ya has perdido las esperanzas». Un segundo mensaje llegó con una diferencia de unos minutos. «Hay momentos en los que miras atrás y no sabes que pasó exactamente, solo sabes que, desde que sucedió, nada volvió a ser lo mismo». Pero ese estaba firmado por Melissa. Pensé por unos minutos si debía responderle. Después, planteé la idea de llamarla, pero de inmediato llegué a la conclusión de que eso sería un error. Que ella me estuviera escribiendo era un paso, y si hacía mal las cosas, retrocedería.Entonces escribí:
—Buenos días, John. ¿A qué se debe esa sonrisita? —se burla Alex mientras toma asiento delante de mi escritorio. No solemos tener reuniones en la oficina, pero hoy se me hace imposible salir al mediodía.—¿Cuál sonrisita? —pregunto, cambiando el gesto.—Esa dibujada en tu boca y en tus ojitos celestes. ¡Ay, John! No me digas que…—¿Qué?—Olvídalo. Mejor hablemos del tema que importa: Giuseppe Bartoli. Creo que no te va a gustar nada lo que te voy a decir.—Dispara, Alex.—Él es tu padre—¡No es mi jodido padre! ¡Fue solo un maldito donador de esperma! ¿Escuchas?Nunca alzo la voz o pierdo los estribos, pero simplemente no lo puedo controlar. Gran parte de mí no quería encontrarlo y no sé cómo lidiar con lo que est
Después de lo que pasó anoche, no sé cómo actuar con Melissa. No estoy seguro de si ese beso significó para ella lo mismo que para mí, o si cambia en algo nuestra relación, si es que se le puede llamar así a lo que pasa entre nosotros.Pensé mucho en lo que apenas pudo balbucear cuando le pregunté por qué no me había tocado. «Es que él… si no lo pide», quiere decir que Steven no la dejaba tocarlo, y como es lo único que conoce, reaccionó igual conmigo. La pregunta es, ¿le gustó lo que pasó en esa habitación? Joder, espero que sí.La mañana siguiente, decido quedarme en casa con Mel. Necesitaba saber cómo pasó la noche o qué quiere hacer a partir de ahora. Todo depende de ella. Si me pide que la lleve a Venezuela, lo haré. Si quiere quedarse conmigo, estaré m
—Hablaremos después. —Le doy un beso tierno en los labios y luego la insto a que se ponga en pie. Tenemos que recibir a mi hermano y a su esposa. Caminamos juntos hasta la entrada, pero Sandra ya se nos ha adelantado.—Siento la demora. Mi esposa no encontraba el labial adecuado que combinara con su barniz de uñas. —bromea Taylor. Sus brazos no tardan en rodearme y me da dos palmadas fuertes en la espalda.—Hola, Sabrina —La saludo con un beso en la mejilla—. Te presento a Melissa Sánchez. Mel, ella es Sabrina.Mi cuñada es rubia con delicados ojos verdes y un cuerpo menudo y esbelto. Es bajita, no creo que mida más del metro cincuenta y tres, pero no por eso deja de ser letal. Es una abogada temible que ha ganado cientos de casos. Se especializa en divorcios, más que todo, de esos escandalosos y sonados. Tay es más de casos penales y de dar asesoría empresarial.