—Hablaremos después. —Le doy un beso tierno en los labios y luego la insto a que se ponga en pie. Tenemos que recibir a mi hermano y a su esposa. Caminamos juntos hasta la entrada, pero Sandra ya se nos ha adelantado.
—Siento la demora. Mi esposa no encontraba el labial adecuado que combinara con su barniz de uñas. —bromea Taylor. Sus brazos no tardan en rodearme y me da dos palmadas fuertes en la espalda.
—Hola, Sabrina —La saludo con un beso en la mejilla—. Te presento a Melissa Sánchez. Mel, ella es Sabrina.
Mi cuñada es rubia con delicados ojos verdes y un cuerpo menudo y esbelto. Es bajita, no creo que mida más del metro cincuenta y tres, pero no por eso deja de ser letal. Es una abogada temible que ha ganado cientos de casos. Se especializa en divorcios, más que todo, de esos escandalosos y sonados. Tay es más de casos penales y de dar asesoría empresarial.
Camino con ella, sosteniéndola por la cintura, y la ayudo a recostarse en la cama. Me quito los zapatos y el saco, dejo las llaves y el móvil en la mesita de noche y me acuesto junto a ella. Su cuerpo se siente tan frágil cuando la abrazo a mí que me estremece. Está sufriendo de nuevo por culpa del maldito de Steven. ¿Hasta cuándo la lastimará? Ni estando conmigo la mantengo a salvo de él.La impotencia y la rabia corren en mi corazón con tanta fuerza que si tuviera frente a mí a ese desgraciado, lo mataría. Una suave exhalación se escapa de los labios de Mel y me hace olvidar mis deseos de venganza. Ella está aquí, conmigo, regalándome el privilegio de sostenerla contra mi cuerpo, y en eso debo centrarme. Es la primera vez que compartimos una cama y, aunque las circunstancias son penosas, me hace muy feliz tenerla entre mis brazos, saber que le sirvo
Mel desliza suavemente una de sus piernas y la flexiona, formando una pequeña montaña. No puedo evitar mirar su entrepierna y preguntarme qué tan deliciosa es su esencia. Un nudo se forma en mi garganta y mis papilas gustativas convierten mi boca en un pozo repleto de saliva, preparándome para la degustación.—Eres la mujer más hermosa que han visto mis ojos y a la única a la que puedo decirle te amo —pronuncio, mi voz sonando desigual y un poco torpe, completamente expuesta y franca. Mel acribilla su labio inferior a mordidas, mientras que sus ojos se fijan a los míos con arrojo.Alcanzo primero sus tobillos, rozándolos quedamente con mis pulgares, pero el ascenso es más apresurado. Trazo una línea recta sobre sus extremidades inferiores, dejando erizos a mi paso. Al llegar al Triángulo de las Bermudas, donde los viajeros se extravían, asciendo y desciendo sobre su m
Capítulo 11La respiración de Mel sale suave, casi imperceptible, pero su presencia es innegable. Durmió toda la noche sobre mi pecho luego de hacerle el amor las veces necesarias para creer que era cierto. Jamás llegamos a la piscina, pero sí a la ducha, donde hicimos más que bañarnos. Mucho más. En la alcoba, todo se trató de ella, de demostrarle su valía, de llevarla al cielo cada vez, pero en mi baño, fui yo el mayor afortunado. Solo de recordarlo, la tensión y el anhelo reviven.Las sábanas apenas cubren la piel canela de Mel, dejando expuesta su espalda y una de las piernas que envuelven las mías.Desnuda, Melissa Sánchez está desnuda sobre mí. ¿Quién lucha contra eso?Con la intención de despertarla, paseo mis dedos suavemente por su espalda sedosa; su piel es mi alimento y estoy muy hambriento. L
Son pocas las veces las que he llorado en mi vida, pero esa noche derramé todas las lágrimas que un cuerpo pueda producir. Juré venganza y prometí no descansar hasta encontrar al monstruo que vejó, maltrató y humilló a mi madre por tantos años. Siempre supe que su mirada escondía una triste historia, pero jamás, ni en mis peores pesadillas, imaginé algo como eso. Tay no lo sabe y prefiero que sea así, su alma y su corazón son muy nobles y haré lo posible porque nada lo turbe, como pasó conmigo.Mi móvil comienza a vibrar en mis pantalones y me aleja de mi línea de pensamiento. Saco el aparato y veo en la pantalla la fotografía que le tomé a Mel esta mañana, cuando su pelo color chocolate reposaba en mi pecho y sus hermosas facciones estaban relajadas, sumidas en un sueño profundo.—John, ¿qué
Pasamos toda la noche esperando una llamada que nunca llegó. No sabemos nada de Mel o de Taylor, y la idea de que haya sucedido lo peor no deja de rondar mi cabeza. Tanto Giuseppe como Steven, son dos malditos sin corazón. Me están castigando con lo que más amo en este mundo y no tengo ningún control. Ni el dinero, o los contactos de Alex, han podido ayudarme. No sé qué hacer.«…No llenes tu corazón de odio, sé juicioso. No actúes por impulso, analiza antes las consecuencias de tus acciones. No tomes venganza, haz justicia».Mi madre tenía tanta razón. No me arrepiento de haber ayudado a Melissa, sino de no medir mis acciones, de poner en riesgo a Taylor por seguir con mis planes de venganza. Pude darle aviso a la policía y dejar en sus manos el destino de La Perla, de Steven y Giuseppe, pero preferí seguir hurgando para o
Todas las acciones tienen consecuencia. Causa y efecto, lo llaman. Es irónico cómo cambian las cosas de un segundo al otro. Un movimiento en falso, y todo se va a la mierda.Hasta hace poco, lo tenía todo: dinero, prestigio… ¿amor? Sí, lo digo entre interrogantes porque todavía no estoy seguro si algo de lo que viví con Melissa fue real. Y mientras sigo buscando argumentos que justifiquen lo que hizo, Taylor está de pie en el juzgado, tratando de desestimar los cargos que me imputaron: asesinato, secuestro y tráfico humano. ¡Sí! Como lo leen. Increíble ¿verdad?Taylor y Alexia tienen una teoría muy sólida: todo fue planeado por Steven, utilizando para tales fines a su mujer, la misma que intenté “salvar”, la misma de la que me enamoré como un idiota. Porque, ¿de qué otra forma se justifica que la fiscal&iac
Capítulo 16Dos años después—Por el cargo de asesinato ¿cómo encuentran al acusado?—Culpable, señor juez —responde uno de los miembros del jurado.—Por el cargo de secuestro ¿cómo encuentran al acusado?—Culpable, señor juez. —Por el cargo de tráfico humano ¿cómo encuentran al acusado?¿Qué creen que dijo? Culpable, por supuesto.La condena: cuarenta años sin opción a libertad condicional. Solo faltan treinta y ocho más, lo que me dejaría libre a mis setenta y tres años, si es que estoy vivo para entonces. Taylor sigue tratando de encontrar pruebas para impugnar la sentencia, aunque le he dicho que deje de intentarlo. No hay caso, Giuseppe manipuló los hilos a su favor y supo muy bien cuáles mover para asegurarse de que siga aquí ha