A veces el amor, no es suficiente para repáralo todo.
Adara miraba feliz aquella prueba positiva de embarazo. Aquel hijo o hija, era todo lo que una vez tanto ella como su amado Héctor habían esperado, aunque habían tardado un tiempo en conseguirlo, finalmente, aquella prueba, llenaba el corazón de la joven esposa y futura madre de dichas y dulzores, sin embargo, a menudo, nada es lo que uno espera.
Al mismo tiempo, Héctor siente como el corazón se le rompe en mil pedazos, al mirar aquella fotografía que un anónimo a enviado a su correo. Las lagrimas se le resbalan desde los ojos, y el corazón roto le late a mil por hora al ver a la mujer que ama, la única a la que juro amar por siempre, le ha sido infiel y se la ve acostándose con otro hombre. Furioso, con el alma hecha pedazos, va hacia ella quien tambien se dirige hacia él.
—¡Héctor mi amor! ¡No sabes que hermosa noticia tengo que darte! Escucha y mira es…
—¡No quiero escuchar nada que venga de tu sucia boca mentirosa! ¿Cómo pudiste hacerlo Adara? ¿Cómo pudiste engañarme sabiendo lo mucho que yo te amo? —
Héctor no permitió que su esposa, aquella mujer a la que amo desde el primer momento en que la conoció, le dijera aquella noticia tan hermosa y llena de esperanza. Adara no comprendió nada de aquello, ¿De que hablaba su amado Héctor? ¿Engañarlo? No, ella no sería capaz de hacer tal cosa.
—¿De que hablas? Yo no…
—No volveré a buscarte, espero que tu hagas lo mismo —
No sabía quién había sido, ¿Quién la odiaba tanto para destruir su felicidad al lado del único hombre al que había amado?, la habían calumniado, hablando de amores prohibidos que ella jamás experimento ni busco, hablando de castigos y condena cuando ella era completamente inocente.
—Espera Héctor…no te vayas…no me dejes… ¡Eso es mentira! —
Héctor no había querido escucharla, la había cruelmente mandado a callar, pues no había dudado ni un momento de aquella vil mentirosa que celebraba su triunfo con una sonrisa en su rostro.
—Calla, no vuelvas a hablarme, no quiero volver a verte…para mí, desde este día, estás muerta…
Aquellas eran las últimas palabras que escucho de sus labios, aquellas fueron las palabras que le rompieron por completo el corazón a aquella mujer que sintió como de pronto, su mundo entero le había sido arrebatado. De los labios que una vez beso y le recitaron mil poemas, ahora solo salían desprecios y acusaciones. Y así, viéndolo marcharse cerrando la puerta de aquella casa a la que una vez llamo su dulce hogar, Adara sintió como su corazón se desmoronaba en mil pedazos mientras se acariciaba el vientre y su alma rota dejaba escapar el llanto.
Héctor no escucho, el hombre se negó a escucharla, sintiendo su alma rota y su corazón hecho añicos, salió de aquella casa dejándola sola. Adara miraba a su esposo marcharse, aquel al que amo primero, aquel que creyó, sería su compañero para el resto de sus días…aquel que le prometió permanecer juntos hasta que la muerte los separase una tarde de verano junto a un altar frente al mar.
Adara sollozaba mientras repetía el nombre de aquel que acababa de dejarla con el alma hecha pedazos. Sin embargo, una llamada entraba a su celular, una que le terminaría de romper el espíritu y que la sumergiría en el peor de los sufrimientos…aquella traición de quien no esperaba.
—Te lo advertí hermanita, si él no podía ser mío, entonces tampoco sería tuyo…
La voz de su hermana, quien, alimentada por el odio y la envidia, había calumniado a su propia sangre.
Aquel hombre al que amaba con toda la fuerza que tenía su ser, se había ido, la había abandonado creyéndola hasta el último momento una infiel y mentirosa gracias a aquella cruel mentira que su perniciosa hermana había arrojado en su contra.
Su hermoso rostro estaba cubierto de lágrimas, su cabello rubio estaba desordenado, y Adara, alzando la vista con sus ojos rojos por el dolor, miraba a su hermana tambien marcharse después de haber logrado destruir su matrimonio.
Sola, completamente sola, Adara Dánae se levantaba del frío suelo en el que se había encontrado, con el corazón roto en la palma de su mano, y un sinfín de promesas que no se cumplirían nunca, se secó las lágrimas que no dejaban de brotar. Acariciando su vientre, miro a su casa casi vacía, aquella en la que había pasado los mejores y más felices días de su vida junto a su amado Héctor Altamira, el que había sido su gran amor desde la escuela secundaria y al que su hermana menor siempre le había envidiado por ser el millonario heredero de su importante familia y aun llorando, aun con el alma pendiendo de un hilo, Adara dejaba atrás aquel hogar dulce hogar, y pronto un letrero de “SE VENDE” podía apreciarse en el jardín de la que una vez fue una casa feliz.
Un hombre solitario miraba aquel letrero, sin poder evitar hacerse la pregunta de a donde fue que aquella mujer se había ido. Poco a poco, el tiempo transcurrió, y tanto Adara como Héctor, habían dejado atrás aquella dolorosa historia de un sueño que una vez compartieron juntos. El sueño que la más cruel de las mentiras envió directamente al olvido.
Seis años pasaron, seis años en los que aquella mujer con el alma rota había dejado su corazón atrás, para aprender a cuidarse ella misma. El destino, muchas veces nos guía hacia donde realmente pertenecemos, o nos lleva de vuelta hacía el sitio que nunca deseamos realmente dejar.
Adara paseaba en el parque mientras admiraba la hermosura de la nieve prístina que comenzaba a caer, sin saber que los ojos de Héctor Altamira, su ex esposo…su ex amor, la miraban con curiosidad…quizás, con algo de anhelo. Deseoso por hablarle a aquella mujer a la que abandono un día y no había vuelto a ver hasta ese momento, se detuvo en seco cuando miro a aquel pequeño que corría hacia ella, y se abrazaba a sus piernas con la ternura típica de la infancia.
—¡Mami! —
Un hombre apuesto y varonil se acercaba a Adara, y luego, sin más, y con una gran sonrisa previa, aquel, la había besado en los labios. Héctor sintió como el corazón le dolía al mirar aquello, Adara había vuelto a hacer su vida y el…el solo era un solitario multimillonario. Retirándose de aquel lugar no soportando ver aquella escena, Héctor pensó en Adara…y en aquel niño que con tanto amor la había abrazado.
Amor, aquel sentimiento que siempre, aunque no querremos admitirlo, añoramos todos experimentar un día. Aquel sentimiento, el único capaz de llevarte por senderos en el paraíso o abismos en el infierno. Tan ambiguo, tan efímero, que al igual que una flor, en un instante se marchita…o tambien, como el fénix, de las cenizas renace. Héctor miraba a esa mujer, la misma que había abandonado años atrás, tocar con tanto sentimiento y devoción las teclas de aquel piano, que, por un instante, parecía no ser la misma mujer que dejo llorando en el frio suelo de aquella casa a la que una vez llamó hogar, había descubierto que su ex mujer se había convertido en una famosa pianista, un talento que siempre había tenido, pero que nunca creyó la llevaría lejos. Sus cabellos rubios caían como cascadas de oro enmarcando su hermoso rostro de muñeca, sus ojos brillantes, del color de los zafiros, permanecían concentrados, iluminados por algún sentimiento que le era desconocido, sus pequeños labios, rosad
En ocasiones el amor es doloroso, tanto, que aquella opresión que se siente en el pecho hace imposible el respirar. Te deja sin ánimos, sin ganas de seguir adelante…aun así, no dejamos de sentirlo.Héctor miraba el techo blanquecino de su estudio, con la mirada perdida en la nada y la mente plagada de preguntas y pensamientos. Aun recordaba a Adara, en lo preciosa que se veía tocando con tanta maestría aquel piano que, quizás sin quererlo, transmitía tantas emociones indescifrables que lo hicieron sentirse conmovido. Sin embargo, no era solo la hermosura de su ex esposa lo que lo mantenía al borde del abismo emocional…si no, tambien ese pequeño que se parecía tanto a el y que lo miro de manera extraña durante aquellos breves momentos en que casi lo tuvo de frente.Un par de golpes en la puerta de su estudio lo distrajeron, y autorizando a la persona para entrar, se acomodo nuevamente con porte regio en su elegante silla.—Señor Altamira —Saludo un hombre de aspecto osco y demasiado s
El viento soplaba frio esa mañana de noviembre. Adara caminaba presurosa hasta su auto, era la hora de llevar a su pequeño Nicolás al colegio y no quería retrasarse pues el tráfico se volvía insoportable a esas horas. Hasta ese momento, Héctor no había intentado contactar con ella, lo cual agradecía enormemente en aquellos días tan estresantes después de verlo. En su mente, aun rondaba demasiado persistente aquel temor de que su ex esposo supiera la verdad, conocía bien a Héctor, o, al menos, eso creía. Sabía que él no se quedaría con las manos quietas de saber que tenía un hijo, después de todo, ambos soñarlo con tenerlos. Nuevamente aquella sensación se apoderaba de ella, y es que, había sido tan duro cuando él la abandono. A nadie había amado como lo había amado a él, y cuando sus sueños e ilusiones se rompieron con su abandono, sintió que el mundo se le caía a pedazos.Le había costado un mar de sufrimientos el poder levantarse después de aquello, luego de llegar con unos dólares
La paciencia es una virtud siempre deseada en casi toda persona, un don demasiado útil en todo momento y en toda clase de vida. Sin embargo, la paciencia no era uno de los puntos fuertes que tenia Héctor Altamira.Había ya revisado mil veces aquellos documentos que su sirviente le había dejado y recordaba con ansiedad cada una de las palabras pronunciadas por Adara en esa cafetería.“Tú mismo lo dijiste aquel día, te engañe, ¿No es así?”Después de soltarle aquello como una bomba, la mujer simplemente se había levantado de su asiento y se había marchado sin darle más opción a replica. Ella había sido firme y clara con lo que le había dicho y le aseguro que el pequeño Nicolás era fruto de aquel engaño que contra él había hecho. Sin embargo, no terminaba de creer esa confirmación. Recordaba las lagrimas de Adara aquel día en que la abandono y como completamente destrozada le había jurado sobre su nombre que ella jamás lo había engañado. Si se era sincero, mas de una vez pensó en buscarl
“Mamita, ¿En dónde está mi papito? ¿Por qué yo no tengo un papá como mis demás amigos?” “Papá hace mucho tiempo se fue al mar pues era un grandioso marinero, pero luego de uno de esos viajes, no volvió” “Entonces, ¿Mi papito está muerto?” Aun recordaba con amargo dolor aquel día en que, por primera vez, Nicolás le había preguntado por el padre que nunca tuvo. No se atrevió a decirle que el hombre que, junto a ella le dio el ser, había muerto, pues sabía que estaría mintiendo, y simplemente intento distraerlo con otras cosas. Durante toda su corta infancia, su hijo había deseado mas que nada tener a su padre, e ingenuamente creyó que cuando le dijo que mantendría a Noah como su novio, el aceptaría a ese buen hombre que ahora era su pareja como su padre, sin embargo, aquello no solo no había sido de esa manera, si no, que Nicolás nunca había sentido agrado hacía el hombre que era su novio. Por supuesto, Noah siempre había intentado ganarse la simpatía de su hijo, pero aun cuando este
El sonido de un par de tacones chocando contra el suelo se escucho en aquel pasillo. Adara estaba furiosa, mas que solo eso, ya que el colegio de su hijo le impidió salir de viaje como ella había planeado. No quería saber razones, no quería entender los motivos del director, solo sabía que su oportunidad de irse pronto se había esfumado.“Sus razones no son algo serio que requiera de urgencia señora Dánae, debe de saber que en esta institución nos tomamos muy en serio la educación de nuestros estudiantes, y temo decirle que su actitud es sospechosa, pareciera que intenta escapar de algo, y a menos que me diga los verdaderos motivos me temo que no podre ayudarle, y, le ruego, tenga en cuenta de que no estoy dando parte a las autoridades pertinentes de que usted esta intentando sacar a un menor de edad a la mitad de su ciclo escolar en un viaje del que no me da razones, eso es a todas luces demasiado sospechoso, le ruego que comprenda la situación en la que estoy y se retire”Aquellas e
Una ligera lluvia caía al exterior de su hogar, formando una ligera aguanieve debido a las bajas temperaturas que se dejaban sentir en esos días ajetreados de noviembre. Nuevamente, las lágrimas se escapaban desde sus ojos azules, formando pequeños ríos en sus mejillas que nadie podría admirar en la soledad y oscuridad de su alcoba.Adara aun sentía los tibios labios de Héctor sobre los suyos, dejando aquella sensación ya conocida a besos de seda con sabor a aguamiel. Sentía su corazón demasiado dolido, atiborrado de aquellos demasiados recuerdos que habían construido juntos, y que formaban parte de la historia que fue, y, que no fue, de ambos. Aquel simple beso, casto como debía ser, y sencillo como las flores que crecen en los prados, había sido mas que suficiente para hacerle sentir aquel tornado de emociones reprimidas que se había negado a aceptar nuevamente. Ella ya no amaba a Héctor, no podía amarlo, no debía amarlo…se repetía aquellas palabras como si se tratasen de un mantra,
Noah miraba a Adara dormir, después de que finalmente logro tranquilizar sus nervios. En ningún momento dejo de hablar de ese Héctor, haciéndole reproches por su abandono. Estaba molesto, incluso, furioso, aquella era la primera vez que escuchaba al ciento por ciento la historia detrás de la madre soltera, y realmente deseaba golpear al bastardo que la abandono. No entendía porque ella decía que les habían tendido una trampa a ambos. levantándose para dejarla descansar, tomo su celular y salió de la habitación.—Hola, soy yo, necesito que averigües algo por mi sobre Héctor Altamira —Nicolás, que ya estaba despierto, escucho al novio de su madre hablar por celular, sobre ese Héctor a quien no conocía, Noah nunca le había gustado, aun cuando lo trataba bien y le compraba dulces, nunca le había agradado su compañía. Algo le decía, en lo profundo de su pequeño corazón, que no debía confiar en ese hombre. Caminando a la habitación de su madre, se acurruco junto a ella mientras esta aun do