Amor, aquel sentimiento que siempre, aunque no querremos admitirlo, añoramos todos experimentar un día. Aquel sentimiento, el único capaz de llevarte por senderos en el paraíso o abismos en el infierno. Tan ambiguo, tan efímero, que al igual que una flor, en un instante se marchita…o tambien, como el fénix, de las cenizas renace.
Héctor miraba a esa mujer, la misma que había abandonado años atrás, tocar con tanto sentimiento y devoción las teclas de aquel piano, que, por un instante, parecía no ser la misma mujer que dejo llorando en el frio suelo de aquella casa a la que una vez llamó hogar, había descubierto que su ex mujer se había convertido en una famosa pianista, un talento que siempre había tenido, pero que nunca creyó la llevaría lejos. Sus cabellos rubios caían como cascadas de oro enmarcando su hermoso rostro de muñeca, sus ojos brillantes, del color de los zafiros, permanecían concentrados, iluminados por algún sentimiento que le era desconocido, sus pequeños labios, rosados como los pétalos de las rosas bañadas en el roció de la primavera, eran tal y como los recordaba, y, se preguntaba, si aun sabían al dulce néctar de miel como le habían sabido años atrás.
Héctor realmente había adorado a Adara, la había adorado con la devoción que un creyente alaba a su dios. No existía a sus ojos una mujer más perfecta, no había nadie que se le comparase. Bella, delicada como las más hermosa de las flores, era el sueño de sus infancias hecho realidad...había jurado protegerla durante el resto de sus días.
Sin embargo, cuando descubrió que ella le era infiel, que sus caricias las entregaba a otro hombre como vio en aquellas fotografías mostradas, sintió como había muerto su corazón al tiempo que este se le rompía en mil pedazos. Ella lo había negado, Adara había negado haberlo engañado, pero él había visto aquello, y supo que mentía. Casi quiso perdonarla cuando la vio llorar en el suelo, rogándole para que no se marchara, para que no la dejara. Casi quiso perdonarla cuando le suplico creerle, cuando le juro ser inocente y sobre el suelo se derrumbó. Pero aun con ese dolor y desesperación, aun con el deseo de tomarla entre sus brazos para olvidarlo todo, no puedo hacerlo, no pudo perdonarla, y hasta ese día, no lo había hecho.
Después de aquello, Héctor no volvió a ser el mismo. No volvería a confiar en las mujeres, en ninguna de ellas, pues, se había convencido, todas eran iguales a Adara…traicioneras y mentirosas. Cerro su corazón definitivamente al amor, juro sobre su nombre no volver a enamorarse nunca como lo había hecho de ella, las mujeres para él, desde ese momento, no fueron más que objetos para satisfacer sus necesidades carnales y la soledad a la que se acostumbró. Millonario y playboy por excelencia, todas estaban a sus pies, y nadie más volvería a lastimarlo.
En aquel momento, aquellos ojos azules como zafiros se habían clavado en los negros de él. Mirándose por primera vez después de seis largos años, Adara y Héctor sintieron estar solos en aquel teatro, solo ellos, aquel piano y su hermosa melodía que susurraba un reencuentro. Adara sintió como el mundo entero se había detenido en ese instante. Héctor sintió como de pronto su corazón dejaba de latir solo para luego amenazar con escaparse de su pecho. Envueltos en sus miradas, en aquellos sentimientos que una vez los marcaron y por los que hicieron mil juramentos, se sintieron hechizados…perdidos.
Adara escucho su nombre, y reconociendo aquella voz que la transporto a sus mas duros momentos, camino mas aprisa decidiendo ignorar a quien la llamaba sin atreverse a verlo, sin embargo, aquel hombre se le planto enfrente impidiéndole el paso.
—Adara…
—Héctor…
Ambos susurraron el nombre del otro al mismo tiempo, y luego, volviéndose a mirar a los ojos. Había dolor y resentimiento, Adara no olvidaba, y mirándolo despectivamente, se negó a sentir nada mas que no fuese rencor por aquel que tanto daño le había hecho. Aun cuando su corazón amenazaba con traicionarla, su rostro se mantuvo frío e imperturbable, no podría perdonar a Héctor a pesar de que lo amo tanto.
—Adara yo…tu… ¿Cómo has estado? — y aquella pregunta revivió todo aquel dolor en la rubia, el dolor de la perdida, de levantarse por sí misma. Y entonces, una sonora bofetada resonó en medio del silencio.
—No vuelvas a buscarme Héctor…yo, ya te he olvidado — dijo Adara quien, apresurando sus pasos, intento escapar de Héctor, intento huir de aquellos sentimientos que creyó profundamente olvidados y que ahora parecían traicionarla desbordando su corazón.
—Espera…por favor, hablemos — suplico Héctor deteniendo a la pianista.
La fuerte mano cálida que recordaba, detuvo sus pasos al tomarla de la suya propia. Entonces, Adara se giro para confrontarlo, zafándose de su agarre, miro a aquel hombre al que una vez amo de manera fría. Apunto de decir algo, una cálida y pequeña mano se aferro repentinamente a la de ella.
—¡Mamita! —
Héctor miro a aquel pequeño, hermoso, de cabellos y ojos idénticos a los suyos, que lo miro a cambio con curiosidad. Un sentimiento se instaló en él, pero en medio de sus pensamientos, no se atrevió a preguntarse quién era ese niño que no parecía mayor a los 6 años.
—Adara, mi amor, te estábamos buscando para llevarte a cenar, esta noche fue todo un éxito, y creo que mereces…
Aquel hombre no termino de decir aquella frase, cuando sus ojos color miel se cruzaron con los negro azabache de aquel extraño que parecía estar hablando de algo serio con su novia.
—Emmett, cariño, disculpa, este fan me ha entretenido, vámonos, ya he terminado aquí, Kylian, vámonos mi amor — dijo Adara con frialdad, mientras tomaba de la manita a aquel pequeño que no dejo de mirar a Héctor como si estuviera escudriñando hasta el más pequeño detalle de él.
Emmett miro a Héctor, y Héctor lo miro a su vez, recordándolo como aquel que había besado a Adara en la ocasión anterior que la vio. Ambos hombres, como si presintieran de quien se trataba el otro, se miraron desafiantes, y sin mediar palabra alguna.
Héctor miro a Adara alejándose, y en su mente, mil preguntas surgieron, preguntas que no tenían respuesta.
En ocasiones el amor es doloroso, tanto, que aquella opresión que se siente en el pecho hace imposible el respirar. Te deja sin ánimos, sin ganas de seguir adelante…aun así, no dejamos de sentirlo.Héctor miraba el techo blanquecino de su estudio, con la mirada perdida en la nada y la mente plagada de preguntas y pensamientos. Aun recordaba a Adara, en lo preciosa que se veía tocando con tanta maestría aquel piano que, quizás sin quererlo, transmitía tantas emociones indescifrables que lo hicieron sentirse conmovido. Sin embargo, no era solo la hermosura de su ex esposa lo que lo mantenía al borde del abismo emocional…si no, tambien ese pequeño que se parecía tanto a el y que lo miro de manera extraña durante aquellos breves momentos en que casi lo tuvo de frente.Un par de golpes en la puerta de su estudio lo distrajeron, y autorizando a la persona para entrar, se acomodo nuevamente con porte regio en su elegante silla.—Señor Altamira —Saludo un hombre de aspecto osco y demasiado s
El viento soplaba frio esa mañana de noviembre. Adara caminaba presurosa hasta su auto, era la hora de llevar a su pequeño Nicolás al colegio y no quería retrasarse pues el tráfico se volvía insoportable a esas horas. Hasta ese momento, Héctor no había intentado contactar con ella, lo cual agradecía enormemente en aquellos días tan estresantes después de verlo. En su mente, aun rondaba demasiado persistente aquel temor de que su ex esposo supiera la verdad, conocía bien a Héctor, o, al menos, eso creía. Sabía que él no se quedaría con las manos quietas de saber que tenía un hijo, después de todo, ambos soñarlo con tenerlos. Nuevamente aquella sensación se apoderaba de ella, y es que, había sido tan duro cuando él la abandono. A nadie había amado como lo había amado a él, y cuando sus sueños e ilusiones se rompieron con su abandono, sintió que el mundo se le caía a pedazos.Le había costado un mar de sufrimientos el poder levantarse después de aquello, luego de llegar con unos dólares
La paciencia es una virtud siempre deseada en casi toda persona, un don demasiado útil en todo momento y en toda clase de vida. Sin embargo, la paciencia no era uno de los puntos fuertes que tenia Héctor Altamira.Había ya revisado mil veces aquellos documentos que su sirviente le había dejado y recordaba con ansiedad cada una de las palabras pronunciadas por Adara en esa cafetería.“Tú mismo lo dijiste aquel día, te engañe, ¿No es así?”Después de soltarle aquello como una bomba, la mujer simplemente se había levantado de su asiento y se había marchado sin darle más opción a replica. Ella había sido firme y clara con lo que le había dicho y le aseguro que el pequeño Nicolás era fruto de aquel engaño que contra él había hecho. Sin embargo, no terminaba de creer esa confirmación. Recordaba las lagrimas de Adara aquel día en que la abandono y como completamente destrozada le había jurado sobre su nombre que ella jamás lo había engañado. Si se era sincero, mas de una vez pensó en buscarl
“Mamita, ¿En dónde está mi papito? ¿Por qué yo no tengo un papá como mis demás amigos?” “Papá hace mucho tiempo se fue al mar pues era un grandioso marinero, pero luego de uno de esos viajes, no volvió” “Entonces, ¿Mi papito está muerto?” Aun recordaba con amargo dolor aquel día en que, por primera vez, Nicolás le había preguntado por el padre que nunca tuvo. No se atrevió a decirle que el hombre que, junto a ella le dio el ser, había muerto, pues sabía que estaría mintiendo, y simplemente intento distraerlo con otras cosas. Durante toda su corta infancia, su hijo había deseado mas que nada tener a su padre, e ingenuamente creyó que cuando le dijo que mantendría a Noah como su novio, el aceptaría a ese buen hombre que ahora era su pareja como su padre, sin embargo, aquello no solo no había sido de esa manera, si no, que Nicolás nunca había sentido agrado hacía el hombre que era su novio. Por supuesto, Noah siempre había intentado ganarse la simpatía de su hijo, pero aun cuando este
El sonido de un par de tacones chocando contra el suelo se escucho en aquel pasillo. Adara estaba furiosa, mas que solo eso, ya que el colegio de su hijo le impidió salir de viaje como ella había planeado. No quería saber razones, no quería entender los motivos del director, solo sabía que su oportunidad de irse pronto se había esfumado.“Sus razones no son algo serio que requiera de urgencia señora Dánae, debe de saber que en esta institución nos tomamos muy en serio la educación de nuestros estudiantes, y temo decirle que su actitud es sospechosa, pareciera que intenta escapar de algo, y a menos que me diga los verdaderos motivos me temo que no podre ayudarle, y, le ruego, tenga en cuenta de que no estoy dando parte a las autoridades pertinentes de que usted esta intentando sacar a un menor de edad a la mitad de su ciclo escolar en un viaje del que no me da razones, eso es a todas luces demasiado sospechoso, le ruego que comprenda la situación en la que estoy y se retire”Aquellas e
Una ligera lluvia caía al exterior de su hogar, formando una ligera aguanieve debido a las bajas temperaturas que se dejaban sentir en esos días ajetreados de noviembre. Nuevamente, las lágrimas se escapaban desde sus ojos azules, formando pequeños ríos en sus mejillas que nadie podría admirar en la soledad y oscuridad de su alcoba.Adara aun sentía los tibios labios de Héctor sobre los suyos, dejando aquella sensación ya conocida a besos de seda con sabor a aguamiel. Sentía su corazón demasiado dolido, atiborrado de aquellos demasiados recuerdos que habían construido juntos, y que formaban parte de la historia que fue, y, que no fue, de ambos. Aquel simple beso, casto como debía ser, y sencillo como las flores que crecen en los prados, había sido mas que suficiente para hacerle sentir aquel tornado de emociones reprimidas que se había negado a aceptar nuevamente. Ella ya no amaba a Héctor, no podía amarlo, no debía amarlo…se repetía aquellas palabras como si se tratasen de un mantra,
Noah miraba a Adara dormir, después de que finalmente logro tranquilizar sus nervios. En ningún momento dejo de hablar de ese Héctor, haciéndole reproches por su abandono. Estaba molesto, incluso, furioso, aquella era la primera vez que escuchaba al ciento por ciento la historia detrás de la madre soltera, y realmente deseaba golpear al bastardo que la abandono. No entendía porque ella decía que les habían tendido una trampa a ambos. levantándose para dejarla descansar, tomo su celular y salió de la habitación.—Hola, soy yo, necesito que averigües algo por mi sobre Héctor Altamira —Nicolás, que ya estaba despierto, escucho al novio de su madre hablar por celular, sobre ese Héctor a quien no conocía, Noah nunca le había gustado, aun cuando lo trataba bien y le compraba dulces, nunca le había agradado su compañía. Algo le decía, en lo profundo de su pequeño corazón, que no debía confiar en ese hombre. Caminando a la habitación de su madre, se acurruco junto a ella mientras esta aun do
Taquicardia: La taquicardia es un aumento de la frecuencia cardíaca producido por cualquier motivo. Puede tratarse de un aumento normal de la frecuencia cardíaca debido al ejercicio o a una respuesta al estrés (taquicardia sinusal). La taquicardia sinusal se considera un síntoma, no una enfermedad.Taquicardia era justamente lo que Adara estaba experimentando durante esos momentos en que Noah, su novio, le estaba diciendo sobre el encuentro que aquella mañana tanto el como su pequeño hijo, habían tenido con Héctor Altamira justo en la entrada al colegio. Se sintió repentinamente acorralada, como si no tuviese ningún lugar al cual correr y esconderse. Nuevamente ese hombre de su pasado se estaba manifestando en su presente. Era mas que obvio que Héctor no se quedaría conforme con la ultima charla que tuvieron en aquella solitaria cafetería. Sus nervios nuevamente comenzaban a manifestarse, pero no dispuesta a alarmar de mas a su novio, guardo la compostura como la dama que era.Noah mi