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Capítulo 1: Despues de 6 años

Amor, aquel sentimiento que siempre, aunque no querremos admitirlo, añoramos todos experimentar un día. Aquel sentimiento, el único capaz de llevarte por senderos en el paraíso o abismos en el infierno. Tan ambiguo, tan efímero, que al igual que una flor, en un instante se marchita…o tambien, como el fénix, de las cenizas renace.

Héctor miraba a esa mujer, la misma que había abandonado años atrás, tocar con tanto sentimiento y devoción las teclas de aquel piano, que, por un instante, parecía no ser la misma mujer que dejo llorando en el frio suelo de aquella casa a la que una vez llamó hogar, había descubierto que su ex mujer se había convertido en una famosa pianista, un talento que siempre había tenido, pero que nunca creyó la llevaría lejos. Sus cabellos rubios caían como cascadas de oro enmarcando su hermoso rostro de muñeca, sus ojos brillantes, del color de los zafiros, permanecían concentrados, iluminados por algún sentimiento que le era desconocido, sus pequeños labios, rosados como los pétalos de las rosas bañadas en el roció de la primavera, eran tal y como los recordaba, y, se preguntaba, si aun sabían al dulce néctar de miel como le habían sabido años atrás.

Héctor realmente había adorado a Adara, la había adorado con la devoción que un creyente alaba a su dios. No existía a sus ojos una mujer más perfecta, no había nadie que se le comparase. Bella, delicada como las más hermosa de las flores, era el sueño de sus infancias hecho realidad...había jurado protegerla durante el resto de sus días.  

Sin embargo, cuando descubrió que ella le era infiel, que sus caricias las entregaba a otro hombre como vio en aquellas fotografías mostradas, sintió como había muerto su corazón al tiempo que este se le rompía en mil pedazos. Ella lo había negado, Adara había negado haberlo engañado, pero él había visto aquello, y supo que mentía. Casi quiso perdonarla cuando la vio llorar en el suelo, rogándole para que no se marchara, para que no la dejara. Casi quiso perdonarla cuando le suplico creerle, cuando le juro ser inocente y sobre el suelo se derrumbó. Pero aun con ese dolor y desesperación, aun con el deseo de tomarla entre sus brazos para olvidarlo todo, no puedo hacerlo, no pudo perdonarla, y hasta ese día, no lo había hecho.

Después de aquello, Héctor no volvió a ser el mismo. No volvería a confiar en las mujeres, en ninguna de ellas, pues, se había convencido, todas eran iguales a Adara…traicioneras y mentirosas. Cerro su corazón definitivamente al amor, juro sobre su nombre no volver a enamorarse nunca como lo había hecho de ella, las mujeres para él, desde ese momento, no fueron más que objetos para satisfacer sus necesidades carnales y la soledad a la que se acostumbró. Millonario y playboy por excelencia, todas estaban a sus pies, y nadie más volvería a lastimarlo.

En aquel momento, aquellos ojos azules como zafiros se habían clavado en los negros de él. Mirándose por primera vez después de seis largos años, Adara y Héctor sintieron estar solos en aquel teatro, solo ellos, aquel piano y su hermosa melodía que susurraba un reencuentro. Adara sintió como el mundo entero se había detenido en ese instante. Héctor sintió como de pronto su corazón dejaba de latir solo para luego amenazar con escaparse de su pecho. Envueltos en sus miradas, en aquellos sentimientos que una vez los marcaron y por los que hicieron mil juramentos, se sintieron hechizados…perdidos.

Adara escucho su nombre, y reconociendo aquella voz que la transporto a sus mas duros momentos, camino mas aprisa decidiendo ignorar a quien la llamaba sin atreverse a verlo, sin embargo, aquel hombre se le planto enfrente impidiéndole el paso.

 

 —Adara…

—Héctor…

Ambos susurraron el nombre del otro al mismo tiempo, y luego, volviéndose a mirar a los ojos. Había dolor y resentimiento, Adara no olvidaba, y mirándolo despectivamente, se negó a sentir nada mas que no fuese rencor por aquel que tanto daño le había hecho. Aun cuando su corazón amenazaba con traicionarla, su rostro se mantuvo frío e imperturbable, no podría perdonar a Héctor a pesar de que lo amo tanto.

—Adara yo…tu… ¿Cómo has estado? — y aquella pregunta revivió todo aquel dolor en la rubia, el dolor de la perdida, de levantarse por sí misma. Y entonces, una sonora bofetada resonó en medio del silencio.

—No vuelvas a buscarme Héctor…yo, ya te he olvidado — dijo Adara quien, apresurando sus pasos, intento escapar de Héctor, intento huir de aquellos sentimientos que creyó profundamente olvidados y que ahora parecían traicionarla desbordando su corazón.

—Espera…por favor, hablemos — suplico Héctor deteniendo a la pianista.

La fuerte mano cálida que recordaba, detuvo sus pasos al tomarla de la suya propia. Entonces, Adara se giro para confrontarlo, zafándose de su agarre, miro a aquel hombre al que una vez amo de manera fría. Apunto de decir algo, una cálida y pequeña mano se aferro repentinamente a la de ella.

—¡Mamita! —

Héctor miro a aquel pequeño, hermoso, de cabellos y ojos idénticos a los suyos, que lo miro a cambio con curiosidad. Un sentimiento se instaló en él, pero en medio de sus pensamientos, no se atrevió a preguntarse quién era ese niño que no parecía mayor a los 6 años.

—Adara, mi amor, te estábamos buscando para llevarte a cenar, esta noche fue todo un éxito, y creo que mereces…

Aquel hombre no termino de decir aquella frase, cuando sus ojos color miel se cruzaron con los negro azabache de aquel extraño que parecía estar hablando de algo serio con su novia.

—Emmett, cariño, disculpa, este fan me ha entretenido, vámonos, ya he terminado aquí, Kylian, vámonos mi amor — dijo Adara con frialdad, mientras tomaba de la manita a aquel pequeño que no dejo de mirar a Héctor como si estuviera escudriñando hasta el más pequeño detalle de él.

Emmett miro a Héctor, y Héctor lo miro a su vez, recordándolo como aquel que había besado a Adara en la ocasión anterior que la vio. Ambos hombres, como si presintieran de quien se trataba el otro, se miraron desafiantes, y sin mediar palabra alguna.

Héctor miro a Adara alejándose, y en su mente, mil preguntas surgieron, preguntas que no tenían respuesta.

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