Piero sonríe de forma arrogante, toda la tristeza se quedó en el cementerio; de nuevo tengo a ese hombre fuerte y decidido con aires de grandeza. Voltea hacia mí y se cruza de brazos al igual que yo.
—¿Qué es lo que planeas hacer? ¿Regresarás con el demonio ruso?
—No —respondo y mi corazón se estruja una vez más en este día—. Tal vez desearía hacerlo, pero creo que él está mucho más feliz sin mí.
—¿Piensas seguir adelante con tu hija, huyendo constantemente de él? ¿Crees que será fácil? ¿Crees que permitirá que te alejes con su primogénita?
—Tiene a esa estúpida de Irina, puede crear más descendencia con ella —respondo evitando imaginármelos a los dos revolcándose en la que alguna vez fue nuestra cama.
—No siempre pasa así, puede que por cariño o capricho quiera recuperar a su hija. ¿No lo habías pensado?
—Es lo único que él desearía recuperar, en caso de querer recuperar algo —digo con dolor. ¿Es posible que le haya dejado d
Es un hombre de cabello castaño revuelto, parece que no hace nada por aplacarlo en cuanto se levanta de la cama, aunque por esas ojeras que adornan sus ojos verdes, no creo que duerma mucho. Tiene rasgos algo toscos, cejas gruesas y nariz recta que alguna vez fue quebrada y cicatrizó mal. Una barba de un par de días adorna su rostro, terminando de completar su apariencia desalineada. Porta una gabardina beige, camisa blanca, corbata roja y pantalón de vestir negro, es como ver a una clase de detective, pero dudo mucho que pertenezca a la policía.—Señorita Rudenko, puede soltar su arma, no vine para hacerle daño, me envió su hermano. —Sonríe de lado y se levanta bruscamente del asiento, viendo el techo y cada pared de la habitación como si estuviera en un museo—. ¿Le gusta la música clásica?—Mi hermano nunca me mencionó que su «enviado»
—Señorita Rudenko, ¿desea quedarse a observar o prefiere evitarlo? —pregunta Ansel sin voltear a verme. De pronto suelta un golpe con el puño cerrado directo a la nariz de Regina, haciéndola caer casi de la silla.—Prefiero no ver… —retrocedo un par de pasos.—Entonces le pediré dos cosas… —voltea hacia mí mientras Regi se cubre el rostro y gimotea al mismo tiempo que la sangre cae de entre sus manos— …confirme mi misión, ¿matar a Samantha?—Sí… Encontrar y matar a Samantha Maxis —trato de hablar de la forma más correcta.—¿Maxis? —pregunta Regina con una voz gangosa, aun cubre su nariz rota con sus manos.—Tú la conoces como Samantha Ivanov. —Sonrío de lado, como si ver el horror en los ojos de Regina fuera parecido a verlo en la cara de Sam.&mda
—Le diste la información tal cual la obtuviste —le reclamo en un tono suave, no quiero molestarlo. —¿Eso crees? —Sonríe de esa forma que me eriza la piel—. Perderá el tiempo buscando los registros de ese avión cuando es obvio que están en Italia, pero no lo dejará al azar, así es Belinski, contenido… meticuloso… no hará nada hasta que se aseguré de que está allá su amada… pero cuando decida ir a buscarla, ya la habré degollado. —¿Cómo estás tan seguro? —Me cruzo de brazos y no por malestar sino por incertidumbre, su mirada me perturba. —Porque solo le di dos lugares de los cuatro que me ofreció la lengua de Regina antes de que se la cortara. —Se muerde la lengua con sus dientes haciendo una dramatización cómica de lo que en verdad le hizo a la pobre mujer—. Monteriggioni, Florencia, Venecia y Forlì… mientras tu demonio ruso hace sus investigaciones en el aeropuerto yo tomaré un avión hacia mi primer destino, cuando él decida ir a Italia yo ya habré pasado por
—Si sigues pensando así, será el final de La Bratvá —dice Irina con la voz entrecortada por la presión que hago alrededor de su tráquea—. ¿Sacrificarás todo por ella? —Sí, cuantas veces sea necesario… —La empujo haciéndola caer al piso— …si Samantha está con los italianos, entonces tendremos que darnos prisa para destruirlos y poder llegar a ella. —Bien, ya planee el primer ataque, se tratará de tres asaltos conjuntos —dice Óscar ignorando a Irina y acercándose al mapa de Rusia que cuelga detrás de mí en la pared—. En los límites de Rostov-na-Don, Ufa y Kazan, al parecer pequeñas células de La Cosa Nostra están vendiendo metanfetamina además de armas. —¿Cómo es posible que estén en nuestro territorio haciendo eso? —pregunto molesto, sobándome las sienes, intentando comprender. —Después de la batalla con Burak por Hungría, tuvimos grandes pérdidas con respecto a hombres y también recursos para proteger nuestro propio territorio… —respond
—Pensé que no te volvería a ver —digo como si hubieran pasado muchos días de su última visita. —Ya quisieras —responde de forma despreocupada—. ¿Cómo han estado? ¿No han tenido problemas? —No, he hecho lo que me has dicho, mantener un perfil bajo, la única que nos visita cuando tú no estás es la institutriz que le conseguiste a Misha, también me está dando clases de italiano. —Me alegra, por el dinero que le estoy dando no esperaba menos. —Habla muy bien de ti. —Ella instruyó a mi hermanita por un tiempo, es buena maestra. —Mmm… Pues si me preguntas, creo que está enamorada de ti, le brillan los ojos cada vez que hablamos del legendario zorro. Aunque mis palabras lo satisfacen y alimentan su ego de hombre, no parece dispuesto a tocar el tema, así que mejor me concentro en algo más importante. —¿Cómo sabes que no nos delatará con mi padre? —Volteo preocupada. —Es de confianza, no te preocupes, no dirá nada.
—Déjame ver si entendí… ¿Creíste que tendrías el amor de un mafioso tan bastardo como él por siempre, que lo único que quería de ti era tu corazón y envejecer a tu lado? —pregunta con una sonrisa que amenaza volverse más grande—. ¿Creíste que un hombre de su calaña, el rufián que es, el líder de La Bratvá se enamoraría y dejaría su mundo por ti? Bajo la mirada pues me siento avergonzada, mis ojos se llenan de lágrimas y el dolor punza tan fuerte en mi garganta y en mi pecho que siento que me asfixio. Mi semblante preocupa a Piero y disuelve su mueca divertida, se da cuenta que acaba de abrir la herida y no solo eso, la hizo más grande. —¡Ay Sam! —dice suspirando con pesar—. Los hombres como nosotros no buscamos una mujer joven fuera de nuestro círculo para tener algo formal y lindo, no existe, no hay forma… Créeme eso no pasa, la mayoría de viejos rabo verdes que conozco salen de cacería, se hacen de una mujer joven y hermosa, tal vez tienen hijos, están con
Doy un paso más y mis pies pisan algo pegajoso, bajo la mirada y una mancha roja se extiende por debajo de mí. El estómago se me retuerce al mismo tiempo que la puerta se cierra; alguien la azotó para remarcar que no hay escape. Me quedo quieta como si cualquier movimiento pudiera delatarme. De pronto una música suena con fuerza en toda la casa, al principio no la reconozco, escucho instrumentos de cuerda y viento sonando relamidos, pausados y suaves como terciopelo. Es música clásica. Mi piel se eriza y mi cerebro encuentra el nombre de la melodía: «Habanera» de la ópera Carmen. Las luces se prenden y por fin veo la sangre en el piso de forma nítida debajo de mis pies, sigo el camino hacia el cuerpo de la institutriz que Piero contrató para Misha; está tirada en el piso con el cuello abierto y los ojos desorbitados, sus lentes están a unos centímetros de ella con los cristales rotos. Se siente un frío que cala los huesos, es como si el clima cálido de la zon
—¡Shhh! —Cierra los ojos y acerca su índice a sus labios, molesto por mi interrupción—. Mejor cuéntame, mamá… ¿Qué hace después Carmen?—Se enamora de un torero y entonces el soldado, herido y celoso… la mata.—«Si no me quieres, te quiero; si te quiero, ten cuidado» —dice citando una parte de la ópera, cerrando los ojos y moviendo su mano al ritmo de la música que sigue sonando—. Destruiste al demonio ruso, lo sacaste de su gloria para rebajarlo como un simple mortal y cuando quiso acariciar de nuevo su antigua vida, lo abandonaste por un vil zorro…—Estás loco y claramente no tienes ni idea de lo que hablas. ¿Quién te envió?—¡Muy valiente de tu parte llamarme así! —Me toma por la mandíbula obligándome a verlo directo a los ojos—. Tod