Judith López
Cuando llegamos a casa lo primero que hice fue poner en una olla el agua para bañar a mi hijo. Encendí la pequeña estufa eléctrica de dos puestos. Mientras mi bebé jugaba en el suelo con sus juguetes no pude evitar mirar a nuestro alrededor y suspirar. Una lagrima escapo de mis ojos. Era uno de esos días en los que me sentía fatal. Lo intenté muchas veces, en verdad lo intenté, días enteros salía a buscar un trabajo, pero no me daban por que o tenía un hijo pequeño o no tenía ni siquiera mi certificado de educación básica. A veces me maldecía por haberme entregado a Adrián sin tener en cuenta las consecuencias que podrían haberme causado, gracias a que fui muy tonta ahora mi bebé pagaba las consecuencias de tener una madre tan inservible como yo. Qué apenas y podía comprar lo básico para él. Mi estomago hizo ruidos de hambre, cerré los ojos tratando de ignorarlo. Lleve el agua a una tina improvisada donde bañaba a mi pequeño. Lo cargué en mis brazos y mi instinto de madre se activo en cuánto mi mejilla se pego a su frente, mi bebé estaba ardiendo en fiebre. Todo mi cuerpo se tenso de preocupación era la primera vez que mi bebé enfermaba. Trate de respirar para pensar en algo. ¿Debía bañarlo o no? Lo abracé muy fuerte. Lo dejé de nuevo en la cama. Él estaba quietecito, saqué mi cajita con lo poco que tenía ahorrado, ni si quiera sabía si eso me alcanzaba para ver a un doctor. Yo no sabía que hacer y la sola idea de que mi bebé estuviera enfermo me aterraba. Antes de que pasará más tiempo lo tomé en brazos. Aún alcanzaba el autobús colectivo al hospital más cercano. Gracias al cielo llegamos rápido. Pedí una consulta de urgencias y me dieron el precio, traía lo justo para pagarla, pero me quedaría sin dinero para pagar los medicamentos. Tomé la consulta. El médico me dijo que mi bebé tenía una infección de estómago que era normal a su edad por que todo se metía a la boca. Me dejo unos jarabes para darle, ahora el problema es que no tenía dinero para comprárselos, aunque ya me sentía más aliviada de saber que no era algo grave.
Llegué a casa. Busqué la tarjeta que la madre de Adrián me dio en el centro comercial. No tenía otra alternativa. Debía comprar el medicamento para mi bebé y aunque no quisiera hacerlo, ellos eran su familia, tenían el dinero para ayudarme. Fui a la tienda de la esquina y le pedí por favor a la señora que atiende que me dejara realizar una llamada, como ella ya me conocía muy amable acepto.
—Hola —dije cuando escuche una voz que me contesto.
—Casa de la familia Ramírez Rivera…
—Disculpé esta la señora Graciela —pedí con algo de nervios.
—¿De parte de quién?
—Judith López, la madre de su nieto.
—Permítame tantito —se escuchó una pausa.
Espere varios minutos hasta que tomo mi llamada.
—Señora Graciela, le llamo por que mi bebé tiene fiebre, he ido al doctor dice que es una infección común a su edad, pero me he quedado sin dinero para comprarle el medicamento a mi hijo al pagar la consulta, ¿por favor? —mi voz se quebró —podría ayudarme a comprarlo.
Escuche un silencio. Luego respondió —dame la dirección y el nombre de los medicamentos los llevo en media hora.
Le mencione la lista de medicamentos que mi bebé necesitaba y quedo de pasar a casa.
Casi una hora después escucho que alguien toca a la puerta, yo me encontraba con mi bebé sentada en la cama cuidando que la fiebre no subiera con compresas de gasa con agua como recordaba lo hacía mi madre cuando me enfermaba de pequeña. Dejé a mi bebé en la cama, estaba dormidito y caminé hasta la puerta. Cuando abrí vi a los padres de Adrián frente a mí.
—¿Dónde esta mi nieto? —exigió con voz seca.
—Aquí… pasen —les dije haciéndome a un lado.
Ambos entraron a la habitación ancha que yo llamaba hogar, aquella casita humilde que era de la ancianita que se apiado de mi un día, antes de morir. Al poner un pie dentro, miraron alrededor inspeccionando cada rincón con la vista.
—¿Dónde están tus padres? —pregunto aquel hombre vestido de traje, tenía facciones similares a las de su hijo.
—Vivo sola —respondí.
—¡Qué! ¿Tú cuidas sola a mi nieto? —pregunto alarmada la señora Graciela.
Asentí.
—Mis padres me corrieron de casa cuando se enteraron de que estaba embarazada, he trabajado para poder darle sustento a mi bebé ya que no cuento con ningún apoyo de nadie.
Ella apretó los dientes dirigiendo una mirada a su esposo que no comprendí.
La señora Graciela se acercó cargando a mi bebé en sus brazos, se lo mostró a su abuelo.
—Mira él es nuestro nieto —le digo ella con una sonrisa, al menos parecía importarles.
El padre de Adrián le hizo algunos cariñitos.
—No me parece tan buena idea que una niña como tú se haga cargo de un bebé, mira a tu alrededor en las precariedades en las que vives, no es el ambiente para que crezca un niño.
Ahí iba de nuevo, el reclamo en mi mente.
—Yo no… cometí un error sí, haber estado con su hijo, pero he hecho todo lo posible por darle lo mejor a mi bebé, en ningún lugar me dan trabajo por que no tengo alguien que me lo cuide mientras no estoy, aunque quisiera no puedo —las lagrimas comienzan a correr por mis ojos.
—Quiero llevar a mi nieto a un médico para que revise su salud general, deja que pase el día de hoy en nuestra casa, ahí estaremos al pendiente de él, le compraré ropa y lo que necesite, ¿estás de acuerdo?
Mis ojos se abrieron con sorpresa.
—¿Dejar que se lo lleven? —pienso en voz alta.
—También tenemos derechos sobre nuestro nieto, y queremos lo mejor para él, si te niegas estarás negándole a él la oportunidad de poder tener una vida mejor, por que nosotros nos encargaremos que no le falte nada de ahora en adelante.
Nunca me había separado de mi hijo, siempre fuimos él y yo. Pero no podía negarle la oportunidad de negarle conocer a su familia, cuando yo no tuve la oportunidad de conocer a la de mi padre. Tampoco lo conocí a él.
—Está bien, pero prométame que lo cuidará.
Ella ríe con ironía.
—Es mi nieto y claro que lo cuidare bien, incluso hasta mejor que tú, lo primero que haremos después de llevarlo al doctor será comprarle una buena leche por que el pobrecito esta muy desnutrido.
Ese comentario me dolió hasta el pecho.
—Mañana a primera hora iré por él —digo.
—No hace falta nosotros lo traeremos —me responde el padre de Adrián.
Asiento. Me acercó a mi bebé que esta en brazos de su abuela, le digo que lo amo y le doy un besito en la mejilla.
Veo como suben al auto y se marchan. Me quedo sola en esta pequeña casa sintiéndome impotente por haber tenido que hablarles a ellos. Por no haber sido capaz de arreglar los problemas por mi propia cuenta. Aproveche la noche hasta ya pasadas las doce para terminar de lavar y planchar la ropa que tenia pendiente, por la mañana la entregaría. Estaba decidida a encontrar un trabajo que me pudiera dar, aunque fuera los servicios médicos gratuitos, no podía seguir así, conseguiría un trabajo así fuera que tuviera que recorrer la ciudad de negocio en negocio, de tienda en tienda o de oficina en oficina…
Judith LópezSi pudiera definir mi vida… resoplo con frustración, para que me engaño. Mi vida desde que nací nunca ha sido fácil, mi madre siempre recordándome que fui producto de una relación de momento, ni si quiera quiso tenerme de no haber sido por mi abuela que la obligo a que se hiciera cargo de mi por que ella tenía la intención de darme en adopción. Nunca conocí a mi padre, ni si quiera se algo de él, su nombre, como es, nada. Mamá nunca me habló sobre él. Joel, mi padrastro era un hombre detestable, él típico macho que llegaba del trabajo quitándose las botas, aventándolas a donde cayeran por el suelo y sentándose en la mesa esperando que le sirvieran la comida, si no era como él la esperaba se enojaba tanto que a veces me daba mucho miedo. Desde muy chica tuve que aprender muchas cosas sobre el hogar, mantenerlo limpio, hacer de comer, cuidar a mis hermanos, todo hacía por mi madre, por mantenerla contenta y agradarle un poco, aunque muy pocas veces ella me dirigiera una son
Judith LópezEl día que me robaron a mi bebé fue el día más difícil de mi vida. No sabía sabia como continuar mi vida sin él. Fui a poner una denuncia en contra de sus abuelos, tomaron mi declaración, pero sólo me dijeron que investigarían, estuve presentándome días y meses enteros viendo como no tenían ninguna respuesta sobre la familia Ramírez. No es que fuera tan difícil encontrarlos, el problema es que estaban en el extranjero y allá las leyes eran diferentes, ni si quiera tenía idea de como es que habían podido sacarlo del país sin mi consentimiento. Todo parecía una pesadilla de la cuál no lograba despertar. Mi bebé fue el motor para que pudiera seguir adelante, tener la esperanza de algún día volver a verlo. Pero la policía al parecer no hacía nada. Sentí como un balde de agua fría cayó sobre mí cuando después de meses de pedir desesperada una respuesta por parte de la fiscalía, una de las oficiales me hizo preguntas sobre mi vida, yo le conteste a todo pero luego su respuesta
Daniel Rubier14 horas antes…Bajo al comedor como todos los días temprano para desayunar con mi familia. Después de la muerte de mi padre, madre ha insistido mucho en que nos mantengamos unidos. Inhalo profundo antes de entrar al comedor donde seguro ya todos están comiendo, le pido a Dios que me de paciencia por que, si en lugar de eso me da fuerza no se que pasará entre mi hermano y yo, ya que no nos llevamos del todo bien. Desde que papá falleció se autoproclamo el nuevo hombre de la casa y cree que todos debemos hacer lo que el dice. Sonrío con algo de ironía.—Buenos días familia —pongo mis manos en los hombros de mi madre, los aprieto con suavidad y le doy un beso en la mejilla a lo que ella me responde con una dulce sonrisa.—Buenos días —contestan.Paso a un lado de mi hermana Julieta, le sacudo el cabello a manera de juego.—¡Dani! Tanto que batallo para peinarme en las mañanas —refunfuña.Me burlo entre dientes sentándome en la silla, a su lado.Miro a mi hermano quien esta
Daniel Rubier Apenas llegué a la oficina a las 9 am, caminé pasando a un lado de Anuar sin saludar ya que ya lo había hecho en casa. —Llegas tarde son las nueve y cinco —me detiene haciendo que me gire para enseñarle el reloj en mi muñeca. —No lo creo yo tengo las nueve, además fui a dejar a Julieta a la escuela ya que alguien… le quito el auto. Veo con gracia como el rostro de mi hermano mayor se torna a rojo de la molestia que le causan mis palabras. Me doy vuelta y me dirijo a mi oficina repasando los pendientes que tengo para hoy. Siento los pasos de Anuar detrás de mí. —Tengo un caso para ti, me has estado pidiendo nuevos retos y creo que este es el correcto, hazlo bien y nos llevaremos una buena comisión —frunzo el ceño tomando la carpeta que él lleva en sus manos, leo los documentos mientras lo escucho —es el caso de un hombre que esta peleando los derechos de acciones de una empresa de telecomunicaciones, alega que su medio hermano quiere quitarle todo lo que le heredo su
Daniel RubierTraté de dormir lo más que pude, sólo a mí se me ocurre quedarme a dormir en la casa de esta niña sólo para asegurarme de que este a salvo. Con salvarla ayer por la noche debería haber bastado, pero es que si le sucedía algo no me lo perdonaría. Cuando me dijo que vivía sola no pude con el remordimiento. Por la mañana tenía cosas importantes que hacer en el bufete y esta silla incomoda no ponía de su parte para que pudiera conciliar el sueño, aunque fuera una hora. Hace un rato la escuché sollozar, pobre niña, tan joven y padeciendo tanto. Pienso en dos mundos tan opuestos, Julieta y ella son de la misma edad. Mi hermana siempre ha tenido muchas comodidades, incluso tiene auto propio para ir a la universidad. En cambio, ella, vive en esta pequeña y vieja habitación a la que llama casa, sin familia ni nadie, una vida muy difícil la que le ha tocado. Cierro los ojos tratando de dormir. No puedo eliminar su mirada de mi mente, esos ojos brillantes con los que mira. Anhelant
Daniel RubierJudith era una chica que me intrigaba demasiado, a pesar de su corta edad era muy inteligente mucho más de lo que ella tal vez pensaba que era. Mantuve mucho de mi tiempo de trabajo por la mañana pensando en como fue a parar viviendo sola en un lugar como el que vive ahora. Cuando pensaba en la posibilidad de no volver a verla, por que muy en el fondo mi mente sabía que no debía involucrarme demasiado en sus problemas, algo en mi pecho se clavaba como daga. Entre más la conocía más difícil se me hacía poder separarme de ella. Resople, antes de tomar el teléfono móvil para hacer una llamada. No solía hacer este tipo de cosas más que sólo cuando fuera muy necesario para alguno de mis casos, pero esta ocasión era sobre algo especial.—¿Victor? —pregunto en cuánto escucho que mi amigo atiende la llamada.—Hola Daniel, ¿cómo estás? ¿Qué tienes para mí ahora? —sonrío, Victor me conoce demasiado bien ya que siempre le llamo para que me apoye en alguno de mis casos, es un oficia
Daniel Rubier¿Por qué dejaba que hiciera lo que quisiera conmigo? ¿Por qué tenía que vestirme de esta manera para poder venir a verla? Me preguntaba mientras Judith cortaba mi cabello, veía como hebras castañas caían al suelo, evitaba mirarlas ya que había cuidado mi cabello durante casi un año para tenerlo del largo que lo tenía hasta hoy. Para mí era algo especial y me deshice de él solo para darle gusto a ella. Esto se estaba saliendo de control. Judith me agradaba era buena chica, pero no el tipo de chica con la que pudiera tener algo más allá de una relación amorosa. Era trece años menor que yo y no estaba dispuesto a ignorar ese hecho que se clavaba en mi mente siempre que la veía a los ojos.Necesitaba pensar claramente como podría terminar con esto. Hacerme a la idea de ya no verla. Pero es que, si no regresaba, ¿Qué sería de ella? Suspiré derrotada, al parecer no tenia remedio.—Ya casi, no te muevas por favor —escucho su voz cerca de mi nuca, ese gesto me hace estremecer mi
Daniel RubierAl día siguiente y en contra de mi voluntad tuve que salir de la cama. Me sentía fatal anímicamente, la razón, una niña que me había hechizado por completo. Tenia que resistir y ser fuerte para no volver a buscarla. Yo no era el hombre que ella necesitaba, tenía que hacerme esa idea, ella necesitaba alguien de su edad, alguien que viva con ella su juventud, no alguien como yo que ha estado ya con otras mujeres y ha vivido demás.Lo primero que hice antes de ir al bufete fue pasar a la delegación a rendir mi declaración en contra del padrastro de Judith. Me hicieron pasar a una habitación con cristal donde se me pidió que lo reconociera.—Es el mismo —le digo a mi amigo Victor quien es el oficial que ha tomado el caso —¿crees que sea suficiente con esto?Tensa su mandíbula, duda, no quiero que ese tipo ande suelto por ahí siendo un peligro para ella.—Mínimo pasará unos ocho meses en la cárcel esto por las demandas que se tienen de robo en casa habitación en su contra.Ch