LAURADesperté con una sensación extraña, una mezcla de felicidad y ansiedad latiendo en mi pecho. La noche anterior había sido una locura, un juego de provocación y deseo que aún me hacía sonreír al recordarlo. Martín debía estar desesperado.Me desperecé lentamente, disfrutando de la calidez de las sábanas antes de levantarme. Me vestí con calma y bajé las escaleras hacia el comedor, pero al escuchar las voces, mi sonrisa se desvaneció.Reconocí de inmediato la voz de Bryan.Al entrar, noté las miradas incómodas en la mesa. Sobre todo la de Martín. Su mandíbula estaba tensa, sus ojos oscuros y afilados, clavados en Bryan como si quisiera sacarlo a la fuerza de la casa.Papá me miró con calma y me explicó su decisión:—Le pedí a Bryan que viniera para que hablen. Creo que es lo mejor.Viviana, en cambio, cruzó los brazos con expresión seria. No estaba de acuerdo, lo noté en su mirada, pero respetaba la decisión de mi padre.Suspiré y me senté en la mesa. Tomé un vaso de jugo y una to
MARTINSalí de la casa con rapidez, buscando la excusa perfecta para mi salida: ir al trabajo. Pero, en realidad, mi único objetivo era seguirlos. Sabía que Laura y Bryan estarian cerca , y que esta vez no iba a dejar que la situación se me escapara de las manos. Apenas minutos después de que la puerta se cerrara tras ellos, me aseguré de mantener una distancia prudente en el auto.El día estaba tranquilo, la ciudad respiraba con calma, pero mi corazón latía desbocado. Ellos caminaban por la calle sin preocupaciones, sin saber que había alguien detrás de ellos. Les seguí sin prisa, como una sombra, siempre a un paso atrás, sin que pudieran notar mi presencia. Los vi entrar en el parque, un lugar apartado, como si fuera el escenario perfecto para lo que estaba por suceder.Y ahí fue cuando lo vi. Bryan se acercó a Laura, tomándola de la mano con una suavidad que me arrancó un nudo en el pecho. La miró a los ojos, esa maldita mirada llena de ternura. Mi respiración se hizo pesada, y por
LAURAEl coche avanzaba por las calles mientras Celina y Ramiro charlaban sobre cualquier cosa. Yo, en cambio, estaba perdida en mis pensamientos, tratando de ordenar lo que había sucedido con Bryan. De repente, Celina rompió el silencio, mirándome con curiosidad.—¿Qué pasó con Bryan? —preguntó, y me di cuenta de que sus ojos brillaban con esa chispa de preocupación y curiosidad que tenía cuando quería saber algo a fondo.Me mordí el labio, dándole vueltas a las palabras. Mi padre había sido el que había orquestado esa charla con Bryan, y ahora me sentía algo incómoda al hablar de ello. Pero decidí ser sincera.—Creo que hemos terminado —dije finalmente, mirando por la ventana para evitar sus ojos inquisitivos—. Mis sentimientos estaban completamente alborotados, y aunque él me besó... me di cuenta de que ya no sentía nada especial por él.Celina frunció el ceño, su rostro mostrando una mezcla de sorpresa y tristeza.—No puedo creerlo… —suspiró, mirando hacia el frente. Sabía lo much
JOSHIELDespués de salir temprano de casa, no volví a ver a Bryan hasta que, alrededor de las seis de la tarde, recibí una llamada suya. Su voz sonaba completamente distorsionada, como si hubiera estado bebiendo durante horas. Me pidió, casi suplicando, que lo fuera a recoger al bar.El bar en el que me pidió que lo recogiera se llamaba "El Refugio", un lugar oscuro y algo sombrío al que Bryan solía ir a buscar consuelo cuando las cosas no iban bien. Sabía que ese no era un buen lugar para él, pero ahí estaba, llamándome, pidiendo ayuda de una forma que nunca imaginé.Con el corazón acelerado, tomé las llaves y me dirigí rápidamente hacia el lugar. Cuando llegué, la puerta de entrada estaba apenas abierta, dejando escapar una tenue luz que contrastaba con la oscuridad del interior. El sonido de música suave y murmullos de conversación se mezclaban con el clink de los vasos y las risas forzadas de otros clientes.Me dirigí hacia el fondo, donde, en una mesa apartada, vi a Bryan. Su fig
LAURACelina me contó lo que pasó con Bryan, y me sentí horrible. No había forma de justificar lo que había hecho, y saber que él estaba destrozado solo añadía más peso a mi conciencia.A la mañana siguiente, le envié un mensaje:"Hablamos en el receso."Su respuesta llegó poco después:"Estaré en el hospital."Me quedé mirando la pantalla por un momento, con el corazón encogido.Cuando desperté, encontré a papá dormido, había trabajado el turno diurno y apenas había tenido tiempo de descansar. Viviana se preparaba para salir de la ciudad por negocios, mientras que los mellizos me observaban de una manera extraña, como si supieran algo que yo no.Martín, en cambio, parecía radiante. Me saludó con un beso en la mejilla y revolvió el cabello de sus hermanos con una sonrisa despreocupada.Celina dejó escapar un suspiro y, con un tono cargado de significado, dijo:—¿Y cuándo oficializan?Me quedé en shock. Sentí la mirada de Martín sobre mí, y la de Ramiro, inquisitiva. Celina estaba mole
LAURAAntes de que pudiera responder, inclinó el rostro y me dejó un beso suave en los labios. No era un beso de despedida apresurado, sino uno pausado, lleno de intención. Su mano se deslizó por mi mejilla, y cuando se apartó apenas unos centímetros, sus ojos atraparon los míos.—No quiero despegarme de tu boca —murmuró con una sonrisa pícara—, pero si no me voy ahora, llegaré tarde al trabajo.Me quedé sin palabras, con el corazón latiendo demasiado rápido. Lo vi levantarse con calma, como si no acabara de dejarme temblando con su presencia. Antes de salir, me dedicó una última mirada intensa, como si prometiera que esto no terminaba aquí.Cuando la puerta se cerró detrás de él, exhalé lentamente y me llevé los dedos a los labios, aún sintiendo su roce.La compañía de Martín me dio algo de ánimo. Me sentía un poco más liviana, como si su presencia hubiese disipado parte de la culpa que me ahogaba.Suspiré y me puse en marcha, alistando mi mochila para ir a la universidad. Antes de s
RAMIROLa biblioteca estaba en silencio, el murmullo de las páginas pasando y el aroma del papel antiguo llenaban el aire. Me encontraba sentado frente a una mesa, absorto en un libro, aunque mi mente no estaba realmente allí. Era una tarde tranquila, casi demasiado tranquila, como si el mundo hubiera dejado de girar solo para darme un respiro.Fue entonces cuando escuché unos pasos suaves, casi inaudibles, pero lo suficiente para que mi atención se viera desviada. Levanté la vista y ahí estaba Damián, entrando en la biblioteca con su característica sonrisa, esa que siempre hacía que algo en mi pecho se acelerara. No pude evitar fijarme en la forma en que su mirada brillaba, como si hubiera algo que quería decirme pero no sabía por dónde empezar.—¿Ramiro? —su voz rompió el silencio, suave pero con una claridad que me hizo centrarme solo en él—. ¿Qué haces aquí tan solo?Intenté concentrarme en mi libro, en algo que me distrajera, pero no pude. Damián ya estaba cerca, y su presencia m
RAMIROCuando nos separamos, me giré hacia la puerta del aula, y fue entonces cuando la vi. Damián estaba allí, mirándonos desde la distancia, con una expresión seria en su rostro. Caminó hacia nosotros sin prisa, su mirada fija en nosotros. Algo en su porte me hizo sentir un cosquilleo en la piel.—¡Qué bonita pareja! —dijo, con sarcasmo en su tono, aunque no pude dejar de notar el destello de celos en sus ojos—. En verdad me encantaría tener un amor tan verdadero. Espero que la invites al campamento.Jazmin saltó de emoción ante la idea, como si no hubiera escuchado el tono de Damián.—¡Un campamento! ¡Sería perfecto! —dijo, con entusiasmo.Pero la expresión de Damián no cambió. Él no estaba sonriendo como Jasmin. Sus ojos seguían fijos en mí.—No te emociones, Jazmin —le dije de manera constante, con un tono que intentaba sonar firme, pero que no podía esconder la duda que crecía en mi interior—. No iré a ningún campamento este fin de semana. Tengo otros planes con mi familia.Ella