Al terminar de leerla, la dejé a un lado, elevé lentamente mi cabeza para encontrarme con la mirada del señor Johnson. Al parecer nuestro silencio estaba expresando mucho más de lo que nuestras palabras podrían. Él extendió su mano en la que había una última carta, esa había sido escrita antes de que ella decidiera abandonar el país, a diferencia de la anterior, ella en ese momento tenía dos pequeños niños, los cuales no dejaría en manos del coronel. De esa manera, ella logró escabullirse en uno de los instantes en los que el coronel estaba prestando servicio, ese servicio duraría unos diez meses, en los que ella podría irse acoplando a su nueva vida. Permanecería lejos de las ciudades y de los lugares más populares, viviría de manera modesta en el campo para evitar levantar sospechas. Todo eso solo duró unos cinco años, los cuales fueron suficientes para que la ira de Ivanov se viera aún más fiera, él no perdonaría que su esposa hubiera «escapado a brazos de otro hombre». El señor J
—¿Lo haremos todos? — preguntó Taylor sentándose en una mejor posición. La mirada de los otros dos se posó sobre él. —Al parecer, el teniente Taylor no ha aprendido nada en todos estos años de servicio — se burló Nathan. —Si uno de nosotros cae, caemos todos. Y la persona que más tiene de perder en este momento, es Sharon ¿No es así? — vio a la chica esperando que confirmara sus palabras. —En este momento ella está no solo traicionando a su padre, sino a toda su nación, ya nos ha ayudado a cuidar de tu padre lo suficiente, incluso ha salvado tu pellejo, ha ejecutado a excompañeros suyos… ¿Crees que Rusia no daría nada por su cabeza? —Olvidas un detalle…— interrumpió Sharon. —Ellos aún no saben lo que he hecho, o por lo menos, tengo la esperanza de que ese pequeño detalle se les haya escapado. Conozco a mi padre, no me mataría enseguida… haría que regrese a Rusia y me asignará una misión en la que las probabilidades de morir serían extremadamente altas — inclinó la cabeza. —Pero eso n
—Sharon… yo, realmente lo siento — balbuceó Nathan. —Tú… ¿Planeas regresar a Rusia? — la joven asintió —¿Piensas hacerlo dentro de poco o dentro de un par de años? — insistió con la esperanza de que ella dijera que tardaría. No deseaba separarse de la persona con la que tanto se había encariñado y, a pesar de que ambos se tuvieran un gran cariño; nunca se llegarían a ver como una pareja, pero, estaban seguros de que el otro daría su vida por ellos si fuera necesario y que ellos lo harían sin dudarlo. —Debo terminar mi misión y regresar — masculló sin gesticular con claridad. —Si no lo hago así, ellos enviarán a más personas, podrían pensar que he sido atrapada y… definitivamente no nos conviene hacer que ellos hagan eso. Necesito regresar a Rusia y encontrar la manera de regresar, cosa que, no es tan sencilla como parece — inclinó su cabeza para atrás mientras sacudía su cabello. —Y si… ¿Les hacemos creer que realmente moriste? — susurró Taylor acercándose más a nosotros. —Solo debem
El tiempo corría a pasos agigantados y por más que no quisieran separarse, debían apurarse antes de que algo se interpusiera en el camino de la joven. Ella con suavidad posó sus manos en el pecho de Taylor, haciendo que, con un pequeño empujón, ambos se separaran. —Debo seguir empacando — susurró dando un último y fugaz beso en la mejilla del mayor. De camino al Aeropuerto, Nathan mantenía el silencio, habían compartido bastante tiempo juntos e incluso, para Sharon era difícil aquella separación, veía en Nathan un hermano al que cuidar, aunque en muchas otras ocasiones, él no dudaba en protegerla. —Hey… no te pongas así, ya saber que regresaré pronto. No he muerto hasta ahora, así que es poco probable que lo haga, esta vez — susurró acariciando la mano de su compañero. —Eso no es lo que dijiste hace unas horas — se quejó como si fuera un niño chiquito —Dijiste que había un cincuenta por ciento de posibilidades de que mueras en esto — le dedicó una última mirada. —Por cierto, ¿Por qué
—Leí las cartas — respondí sin ser específica, si mi superior sabía de qué cartas hablaba, sería la prueba de que ella había sido la persona que las llevó hasta el señor Johnson. Sí, sería la manera más sencilla de averiguarlo. El rostro de Kyra se mostró un poco asombrado, sus ojos estaban fijos sobre mí, elevé mi mirada y el coronel estaba caminando en nuestra dirección. Instintivamente, me coloqué de pie y saludándolo con formalidad, ingresé a la oficina detrás de él. La mirada del coronel estaba sobre mí, como siempre, se sentía ese muro que nos separaba. Era mi padre, mas al mismo tiempo era una persona a la que el respeto por ser coronel, era más grande que el cariño por ser padre. No tenía recuerdos de él actuando como uno; de hecho, el primer recuerdo que tengo, es de él enseñándole a mi hermano algunas tácticas de interrogación. Nunca fue el padre que alguno de nosotros habíamos querido y, la distancia entre nosotros creció de manera gigantesca, luego de la muerte de mi madre
—¿A qué te refieres con eso? Roksana ¿Qué tienes en mente? — cuestionó abriendo sus ojos un poco más de lo usual. Ver su rostro un poco perplejo no era para nada normal, al parecer la noticia sí la había tomado por sorpresa. Hasta ahora había seguido fielmente cada una de las órdenes de mi coronel, hice cosas que por iniciativa propia jamás había realizado, y en parte, podría llegar a arrepentirme; me dejé cegar al pensar que todo lo que hacía era para el bien y servicio de mi país; sin embargo, todo lo que hice, fue para bien del orgullo de mi padre. —No quiero seguir viviendo como la hija del coronel Ivanov… y como ser su hija es algo que jamás podría cambiar, por lo menos cambiaré lo primero. Si me disculpa, iré a entrenar un poco — anuncié aclarando mi garganta. No deseaba estar más tiempo en esa oficina, sabía que, si permanecía frente a Kyra, podría terminar malinterpretando mi manera de opinar. Me dirigí a la pista de obstáculos, entre tanto yo los cruzaba, la veloz silueta de
E N L A C A S A B L A N C A La pareja presidencial, Taylor y Nathan, observaban con asombro aquellas noticias que se reproducían delante de sus ojos. La noticia de que el coronel Ivanov se había delatado a sí mismo de la muerte de su esposa, llegó rápidamente a ellos gracias a uno de sus informantes que había sido enviado a rusia tiempo atrás, esto lejos del conocimiento de Roksana. Ninguno de ellos estaba dispuesto a decir nada más, sabían de qué se trataba de la madre de Sharon, de la que desconocían aun así su nombre. De un momento a otro, el celular del presidente comenzó a sonar, en la pantalla revelaba un número desconocido; sin embargo, a juzgar por el código que precedía el número celular, se dio cuenta de que la llamada se realizaba desde Rusia. —¿Diga? — cuestionó el hombre con la esperanza de que se tratara de Roksana. Sin pensarlo dos veces puso la llamada en altavoz, los que estaban a su lado, tenían el derecho de saber que ella se encontraba bien. Su sorpresa fue
Una confusa sensación recorrió el cuerpo del presidente, por una parte, se sentía aliviado de tener alguna noticia esperanzadora cerca de Roksana; sin embargo, esa pequeña parte era aplastada por la incertidumbre de no saber si ella continuaba viva o no. De alguna manera podría comprender el motivo que la había llevado a tomar esa decisión, no estaba de acuerdo; ella cambió el plan a última hora, esa era la razón por la que no llegó al lugar acordado, pero, si lo pensaba de una mejor manera, ella no tenía posibilidades de salir por algún otro punto. —¿De qué trata la carta? Debo admitir que no la abrí, a pesar de que realmente deseaba hacerlo — susurró Kyra desviando levemente su mirada, ella no deseaba ver algo que no le pertenecía; pero se trataba de la joven que durante mucho tiempo cuidó y que vi crecer. —¿Dice dónde puede estar? ¿Tiene algún tipo de información al respecto? — preguntó con un poco de esperanza. —Al parecer, ella no estaba segura de si iba o no a sobrevivir. El he