—Eso a ti no te importa. Vine aquí porque me mandaste a llamar, así que dime de una vez qué es lo que quieres. No soporto estar a tu lado —intentaba mostrar desprecio, pero era imposible. No podían hablarse sin dejar de verse a los ojos, era inevitable no anhelarse aunque estuvieran peleados.—Claro, a mí me hablas así, pero si fuera el hermano de Eloísa le sonreirías coquetamente.Maxwell había contactado a Valentina para discutir asuntos de importancia, pero la actitud de ella y su forma de responder no fueron de su agrado, especialmente después de que él se mostrara preocupado al darse cuenta de que ella había estado llorando. Los celos de Maxwell emergieron, rememorando la escena que había presenciado entre ella y el hermano de Eloísa.—¿De qué estás hablando? —Valentina lo miró, confundida.—Dime, Vale, ¿por qué a otros les sonríes y a mí simplemente me desprecias? —Maxwell la sujetaba fuertemente por los hombros.—¿Estás borracho o algo así?—Estoy loco, Valentina, estoy complet
Con su mirada perdida en un mar de incertidumbre, Maxwell, sin mediar palabra, entró tambaleándose en la habitación y se dejó caer en el sofá. Sentía que el mundo se derrumbaba a su alrededor.—Aurora, por favor… no hagas esto. Te lo suplico. —Maxwell enterró el rostro en sus manos, sintiendo el peso de la desesperación.Aurora se acercó lentamente, disfrutando cada paso, y se arrodilló frente a él. Con suavidad, le levantó el rostro, obligándolo a mirarla a los ojos.—Maxwell, sabes que te quiero. Pero no puedo seguir soportando que Valentina interfiera entre nosotros.—Ella… no tiene la culpa. —Maxwell intentó justificarse, pero Aurora no le dejó terminar.—Siempre la defiendes. Siempre. Y eso me duele. —Aurora se levantó bruscamente, dando unos pasos hacia la ventana. Miró hacia afuera, intentando calmar su rabia.—Lo que siento por Valentina… es complicado. —Maxwell se levantó y caminó hacia ella, colocándole una mano en el hombro.Aurora se giró rápidamente, con sus ojos llenos d
Aurora aún seguía furiosa. Maxwell la había dejado excitada, con ganas de que la hiciera suya, pero no seguiría perdiendo su tiempo. Contaba con su fiel amante, quien durante muchos años supo y sabe cómo complacerla hasta hacerla llegar al éxtasis profundo.—Estoy segura de que se fue con esa maldita. No me tocó por pensar en ella, pero juro que muy pronto haré que la corran de aquí. Haré que Maxwell la odie por completo.Tomó su teléfono y marcó el número de su amante, "Sexy desconocido".—¡Tan rápido, hermosa! Veo que el duquesito dura muy poco. ¿Es precoz?—habló aquella voz de forma burlesca.—Nada de eso. El muy idiota ni siquiera me tocó, pero haré que me las pague muy caro.—Shh, me encanta cuando hablas así. Ese tono de villana malvada me vuelve loco.—¿Ah, sí? Y qué si te digo que justo ahora estoy toda deseosa de ti y de tu... tengo algo muy especial para ti.—Suena interesante, hermosa. Te espero con ansias, no te demores.Horas más tarde, Valentina descendía del avión priva
A primera hora de la mañana, Valentina, con los ojos cansados y enrojecidos por la falta de sueño, recibió la noticia de que Laurita sería dada de alta. —La causa de la alergia ha sido finalmente identificada, se trata de una fruta exótica que la paciente probó por primera vez, y que le provocó esta reacción por lo que es esencial procurar que ella no vuelva a ingerirla— explicó la pediatra a Valentina, quien asintió mientras recibía las instrucciones médicas.—¿Escuchaste, mi princesa hermosa? Vamos a casa.La niña, con su rostro pálido, pero esperanzado, miró a su madre con fatiga y felicidad.—Buenos días —saludó Maxwell, inclinándose para dar un beso en la frente a Laurita—. ¿Cómo te sientes hoy, pequeña?Laurita le dedicó una sonrisa tímida.—Mejor, gracias, tío Max —respondió, aferrándose a la mano de su madre.Valentina, su madre y Maxwell pasaron la madrugada en el área de emergencias, y a pesar de que ella intentó persuadir a Maxwell para que se fuera al hotel reservado, él
Dos semanas después, todos estaban reunidos en la majestuosa mesa de madera oscura rodeada de sillas de respaldo alto tapizadas en terciopelo. Y los ojos de Aurora chispeaban de ira mientras se cruzaba de brazos, sentada rígidamente en su silla, mirando a Valentina.Aunque la mayoría se había comido el cuento de que Maxwell había estado en un viaje de negocios, ella creía tener la certeza de que había estado con Valentina.—La latina aprovechada también se cargó a la madre y a su engendro —comentó Amalia en un perfecto inglés, y con una expresión de desprecio, mientras sus labios finos se curvaban en una sonrisa, sarcástica, y sus dedos jugueteaban con su tenedor. Valentina agradeció que su madre no entendiera nada. —Eres una desagradable —le respondió Valentina, mientras Laurita la miraba con admiración al otro lado de la mesa. Amalia abrió la boca con cierta sorpresa y burla, arqueando una ceja con teatralidad.—Vaya, al fin está aprendiendo inglés.—Amalia, deja de atacar a mi e
La alfombra persa suavizaba el sonido de los pasos de Maxwell mientras se desplazaba de un extremo a otro en su vestidor, vistiéndose con prisa, cuando, de repente, el eco de unos golpes suaves en la puerta cortó el hilo de sus pensamientos.—Adelante —dijo, mientras ajustaba los gemelos en el puño de su camisa, pero sus manos temblorosas traicionaban su aparente calma.La puerta de caoba se abrió lentamente, y por ella ingresó una empleada.—Su excelencia —dijo con voz respetuosa, bajando ligeramente la cabeza—, su prometida, la señora Aurora, le espera en el estudio. Dice que tiene algo importante que decirle.Maxwell asintió, y la mujer se retiró en silencio, cerrando la puerta tras de sí. Terminó de vestirse, decidido a encontrarse con Ethan, aunque su mente permanecía turbada por la mención de "algo importante".Al llegar al estudio, su ceño se frunció al ver a Joshua allí. No podía apartar la mirada de él, puesto que era una presencia que no esperaba ni quería ver.—Querido, qué
Aurora extendió otro documento hacia Maxwell con un gesto decidido, y con ojos brillantes de satisfacción.—Ella lo hizo todo por dinero, y como verás, la competencia le pagó muy bien. Deberías enviarla a prisión. Yo tenía toda la razón cuando te dije que ella tenía mucho que ver con el incendio— le decía Aurora, mientras Maxwell leía el informe con el ceño fruncido y las manos temblorosas por la ira.Maxwell, con la mandíbula apretada, se acercó al intercomunicador en el borde de la amplia mesa de caoba y lo pulsó. —Que venga Valentina— le ordenó al mayordomo.Aurora, al presenciar la acción, cruzó los brazos y observó con incredulidad, frustración y desdén.—¿Pero aún desconfías de mi palabra, Maxwell?— le reclamó con ojos muy abiertos, con cejas arqueadas en una expresión de ofensa fingida. —Te estoy mostrando pruebas suficientes y prefieres llamar a esa mujer— parloteaba, simulando indignación. Maxwell, sumido en su enojo, con sus nudillos blancos, apretaba los documentos entre
Valentina estaba acostada, y los recuerdos de las palabras amables que Maxwell le había dicho en Venezuela se repetían en su mente como una burla cruel. Sus lágrimas caían en silencio, marcando la almohada con pequeñas manchas.—¿Cómo pude enamorarme de ese grandísimo idiota? —se reprochaba en susurros, y su cuerpo se contraía en la cama, abrazándose en un intento de hallar consuelo. Estaba tan furiosa consigo misma por haber albergado ilusiones que deseaba darse una bofetada. —¿Qué pensaba? Soy una tonta, siempre lo he sido y por eso termino con el corazón hecho añicos —continuaba, con voz quebrada por el llanto.No comprendía cómo había olvidado su realidad y se había imaginado feliz con Maxwell, dejando de lado la promesa a su amigo. Sollozaba en silencio, observando a Ethan dormido en el sofá, con su cuerpo distendido y su respiración pausada. Estaba confundida y tan herida que no deseaba buscar a Maxwell para explicarse, especialmente porque él no le había dado la oportunidad