Aurora avanzaba por uno de los oscuros pasillos que conducían al salón de descanso, y sus tacones resonaban en el mármol pulido, mientras sus pensamientos volaban entre la tensión y la sospecha. De repente, una risa burlona resonó detrás de ella y al voltear se encontró con Amalia, limpiándose el labial corrido de la boca, y la cual le dedicó una sonrisa cargada de veneno.—Eres una psicópata aterradora —le dijo Amalia con malicia.Aurora, que pretendía seguir su camino, se detuvo en seco.—No sobrepases tus límites, ninfómana —respondió con desprecio, clavando su mirada en la de Amalia.—¿Te enoja que te llame por lo que eres? Sé que tienes tus manos metidas en ese incendio. ¿Intentaste asesinar a la latina? ¡Esa mujer tiene más vidas que un gato! —continuó Amalia, burlona.Aurora la fulminó con la mirada, conteniendo el impulso de golpearla.—Deja de inventar estupideces. No hice nada. Tal vez ese incendio lo provocaste tú.—¿Y dañar mi lugar favorito? —respondió Amalia sarcásticame
Eran más de las dos de la tarde, cuando Nicholas atravesaba el largo pasillo que daba al estudio de Maxwell. Pues tenía días sin visitar a su amigo, después de la intensa pelea familiar decidió darle espacio, más aún porque ahora tenía que trabajar con Evelyn, quien era extremadamente exigente. —¡¿Qué rayos?! —exclamó Nicholas cuando sintió que alguien tiró de su brazo, jalándolo hacia un cuarto donde había muebles cubiertos con sábanas blancas y polvo en el aire. Nicholas, aunque no era muy bueno en combate, por instinto alzó su puño para defenderse. Sin embargo, al ver el rostro del intruso, soltó una risilla ridícula de alivio. —Casi te golpeo, Ethan... —ni bien terminó de hablar, los labios de Ethan cubrieron los suyos con urgencia. Nicholas sonrió, aunque un poco tenso, atrapó su nuca con una mano firme, profundizando el beso. Sentía el calor del cuerpo de Ethan contra el suyo, y cada uno de sus gemidos resonaba en sus labios como una melodía tentadora. Ethan no se cohibió
Valentina se encontraba en su habitación, masajeando su pantorrilla adolorida después de un largo día de trabajo, cuando la puerta se abrió con un suave chirrido. —¡Valentina! —exclamó con entusiasmo y con un sobre oficial en las manos.Valentina levantó la vista, sorprendida, y su corazón comenzó a latir con fuerza al ver la expresión en el rostro de Ethan. Él se acercó y, con una ceremonia juguetona, le entregó el sobre. Valentina lo tomó con manos temblorosas y, al abrirlo, sus ojos se llenaron de lágrimas al ver su permiso de residencia.—¡Ay, amigo, estoy tan feliz! —dijo con ojos aguados, abrazándolo impulsivamente—. No sabes lo que esto significa para mí.Ethan la estrechó en sus brazos, compartiendo su alegría. Luego, se separó un poco para mirarla a los ojos, aun sosteniendo sus manos.—El abogado pudo agilizar el procedimiento. En unos días tu madre y tu hija podrán venir. Y después podrás obtener tu residencia permanente.Valentina lo miró con gratitud y esperanza.—Grac
—Eso a ti no te importa. Vine aquí porque me mandaste a llamar, así que dime de una vez qué es lo que quieres. No soporto estar a tu lado —intentaba mostrar desprecio, pero era imposible. No podían hablarse sin dejar de verse a los ojos, era inevitable no anhelarse aunque estuvieran peleados.—Claro, a mí me hablas así, pero si fuera el hermano de Eloísa le sonreirías coquetamente.Maxwell había contactado a Valentina para discutir asuntos de importancia, pero la actitud de ella y su forma de responder no fueron de su agrado, especialmente después de que él se mostrara preocupado al darse cuenta de que ella había estado llorando. Los celos de Maxwell emergieron, rememorando la escena que había presenciado entre ella y el hermano de Eloísa.—¿De qué estás hablando? —Valentina lo miró, confundida.—Dime, Vale, ¿por qué a otros les sonríes y a mí simplemente me desprecias? —Maxwell la sujetaba fuertemente por los hombros.—¿Estás borracho o algo así?—Estoy loco, Valentina, estoy complet
Con su mirada perdida en un mar de incertidumbre, Maxwell, sin mediar palabra, entró tambaleándose en la habitación y se dejó caer en el sofá. Sentía que el mundo se derrumbaba a su alrededor.—Aurora, por favor… no hagas esto. Te lo suplico. —Maxwell enterró el rostro en sus manos, sintiendo el peso de la desesperación.Aurora se acercó lentamente, disfrutando cada paso, y se arrodilló frente a él. Con suavidad, le levantó el rostro, obligándolo a mirarla a los ojos.—Maxwell, sabes que te quiero. Pero no puedo seguir soportando que Valentina interfiera entre nosotros.—Ella… no tiene la culpa. —Maxwell intentó justificarse, pero Aurora no le dejó terminar.—Siempre la defiendes. Siempre. Y eso me duele. —Aurora se levantó bruscamente, dando unos pasos hacia la ventana. Miró hacia afuera, intentando calmar su rabia.—Lo que siento por Valentina… es complicado. —Maxwell se levantó y caminó hacia ella, colocándole una mano en el hombro.Aurora se giró rápidamente, con sus ojos llenos d
Aurora aún seguía furiosa. Maxwell la había dejado excitada, con ganas de que la hiciera suya, pero no seguiría perdiendo su tiempo. Contaba con su fiel amante, quien durante muchos años supo y sabe cómo complacerla hasta hacerla llegar al éxtasis profundo.—Estoy segura de que se fue con esa maldita. No me tocó por pensar en ella, pero juro que muy pronto haré que la corran de aquí. Haré que Maxwell la odie por completo.Tomó su teléfono y marcó el número de su amante, "Sexy desconocido".—¡Tan rápido, hermosa! Veo que el duquesito dura muy poco. ¿Es precoz?—habló aquella voz de forma burlesca.—Nada de eso. El muy idiota ni siquiera me tocó, pero haré que me las pague muy caro.—Shh, me encanta cuando hablas así. Ese tono de villana malvada me vuelve loco.—¿Ah, sí? Y qué si te digo que justo ahora estoy toda deseosa de ti y de tu... tengo algo muy especial para ti.—Suena interesante, hermosa. Te espero con ansias, no te demores.Horas más tarde, Valentina descendía del avión priva
A primera hora de la mañana, Valentina, con los ojos cansados y enrojecidos por la falta de sueño, recibió la noticia de que Laurita sería dada de alta. —La causa de la alergia ha sido finalmente identificada, se trata de una fruta exótica que la paciente probó por primera vez, y que le provocó esta reacción por lo que es esencial procurar que ella no vuelva a ingerirla— explicó la pediatra a Valentina, quien asintió mientras recibía las instrucciones médicas.—¿Escuchaste, mi princesa hermosa? Vamos a casa.La niña, con su rostro pálido, pero esperanzado, miró a su madre con fatiga y felicidad.—Buenos días —saludó Maxwell, inclinándose para dar un beso en la frente a Laurita—. ¿Cómo te sientes hoy, pequeña?Laurita le dedicó una sonrisa tímida.—Mejor, gracias, tío Max —respondió, aferrándose a la mano de su madre.Valentina, su madre y Maxwell pasaron la madrugada en el área de emergencias, y a pesar de que ella intentó persuadir a Maxwell para que se fuera al hotel reservado, él
Dos semanas después, todos estaban reunidos en la majestuosa mesa de madera oscura rodeada de sillas de respaldo alto tapizadas en terciopelo. Y los ojos de Aurora chispeaban de ira mientras se cruzaba de brazos, sentada rígidamente en su silla, mirando a Valentina.Aunque la mayoría se había comido el cuento de que Maxwell había estado en un viaje de negocios, ella creía tener la certeza de que había estado con Valentina.—La latina aprovechada también se cargó a la madre y a su engendro —comentó Amalia en un perfecto inglés, y con una expresión de desprecio, mientras sus labios finos se curvaban en una sonrisa, sarcástica, y sus dedos jugueteaban con su tenedor. Valentina agradeció que su madre no entendiera nada. —Eres una desagradable —le respondió Valentina, mientras Laurita la miraba con admiración al otro lado de la mesa. Amalia abrió la boca con cierta sorpresa y burla, arqueando una ceja con teatralidad.—Vaya, al fin está aprendiendo inglés.—Amalia, deja de atacar a mi e