Nada más levantarme había tomado un baño, desayunado e ido al doctor, había conseguido cita a medio día, así que estaba agradecida.
Durante el chequeo me había dicho que todo estaba bien, peso, edad gestacional y medidas, me había preocupado porque no solía comer bien, mucho menos ahora que se acercaba la época de exámenes, así que me había sentido aliviada, me había dado suplementos y recomendaciones, ahora sí que lo sentía real.
Camino por la ciudad de Ragusa, era muy bella y me encantaba la paz y la calma que emanaba, además, aquí nadie me conocía y eso estaba bien, no deseaba que hablar a mis espaldas, estaba harta y no me merecía nada de eso.
Me siento en una pequeña cafetería, moría de hambre, le pido a la mesera y la veo alejarse mientras pienso en todo lo que he pasado, este tiempo me ha servido para reflexionar y darme cuenta lo idiota que fui, lo mucho que permití que me pisotearan, porque ambos lo hicieron y ni se diga a mis padres que jamás les importé, pero en fin, ahora estaba bien. Toco suave mi vientre y por primera vez en mucho tiempo, sonrío, de verdad, podía ver a mi pequeño al cerrar los ojos, sosteniéndolo en mis brazos, era mío y lo amaría como no fui amada, y él me amaría, haría que nuestro vínculo fuera perpetuo.
- Ecco a voi, signorina (Aquí tiene, señorita) ‒dice la mesera dejando las cosas frente a mí, le sonrío y le doy las gracias, comienzo a comer y siento que se me hace agua la boca al ver el queso, le doy una mordida y casi podía gemir de lo delicioso que era, supongo que mi primer antojo sería queso.
Tras terminar y pagar, vuelvo al departamento para bañarme y prepararme para el trabajo, estudiaría un poco antes de irme, estaba a la mitad así que era importante, esperaba que no me diera sueño o vomito, no me imagino saliendo a mitad de clases para devolver mi desayuno. También debía arreglar las últimas horas con mis profesores, seguro cuando les explicara la situación, me permitirían irme antes.
Amaba los fines de semana, solía haber más gente y eso significaba más propinas, tenía bastante ahorrado, al inicio era para poder comprar un pequeño departamento, no podía estar viviendo con Mel toda la vida, menos ahora que tendría un bebé, pero al paso que iba esto, tendría que usarlo para cuando naciera, no podría volver al trabajo en un tiempo, eso me preocupaba un poco porque quizás tendría que contratar a una niñera, pero no me estresaría con eso ahora, pensaría en eso llegado el momento, también estaba segura que no me dejarían seguir sirviendo mesas en cuanto mi vientre comenzara a crecer, quizás me dieran la caja, lo que estaría bien pero no tanto por las propinas, quizás podría mostrar mi pancita para que me dieran propina, río ante eso, seguro causaría más lástima que ternura.
Salgo con el uniforme recién lavado, me cambiaría allá, era más cómodo ir con ropa normal.
- Hola chicas ‒alzo la mano saludándolas nada más entrar, ellas me devuelven el saludo, voy a la parte de atrás y dejo mi mochila, me pongo el uniforme y me detengo frente al espejo para mirar mi vientre plano, sonrío, me pongo de lado y saco mi estómago imaginando cuando creciera, río bajito y termino de cambiarme, salgo y comienzo a limpiar las mesas así como bajar las sillas, sonaba zero assoluto de fondo. Pronto todo quedo listo, iba y venía, cada que iba a la barra Juliet me daba algún bocadillo, todos con queso, les había dicho lo mucho que había disfrutado una pizza con mucho queso, así que me consentían.
Iba a una mesa a recoger unos vasos cuando me sentí mareada, di un paso y sentí como casi caigo de bruces, lo único que pude hacer fue soltar un pequeño gritito e intentar sostenerme de algo. Siento unas manos sostenerme de la cintura y ponerme sobre mis pies, suspiro de puro alivio.
- Signorina, sta bene? (Señorita, ¿está bien?) ‒dice una masculina voz, me giro a verlo.
- Sì, grazie (Sí, gracias) ‒le sonrío apenada, me sostengo de la mesa al sentir otro mareo, ahora no precioso, ahora no.
- Sicuro? siediti, vieni (¿Segura?, siéntate, ven) ‒hago como pide, me siento y lo veo hacer una seña, una de las chicas se acerca asustada.
- ¿Enith?, ¿estás bien? ‒asiento suave, la veo irse, el tipo de antes le había pedido algo.
- ¿Te sientes mejor? ‒me sorprende su perfecto inglés, asiento.
- Le agradezco, a ti también ‒le sonrío a Lou cuando me deja el vaso con agua, se va en cuanto la llaman a una mesa.
- Háblame de tú, que no soy tan viejo ‒me mira serio, asiento para después de terminar mi agua‒, ¿no has comido?, ¿estás enferma? ‒niego.
- Me la he pasado comiendo desde que inicio el turno, cada vuelta me dan algo que tenga queso ‒sonrío de lado mientras niego.
- ¿Entonces?, ¿pocas horas de sueño? ‒vuelvo a negar, me sentía mejor.
- Estoy embarazada, me enteré ayer ‒me encojo de hombros‒, y este pequeño ha decidido que era un buen momento para marearme ‒toco mi vientre‒. Tengo que irme, gracias por todo ‒intento ponerme de pie pero no me deja.
- Puedes quedarte aquí, Leo es amigo mío y no le molestará mientras consuma ‒le hace una seña a Corinna se acerca‒. Dì a Leo che sta qui con me (Di a Leo que ella se queda aquí conmigo) ‒ella alza una ceja en mi dirección pero asiente, la veo irse, seguro habría rumores.
- No es necesario, ya me siento bien ‒intento ponerme de pie pero me lo impide poniendo su brazo en el respaldo de la silla, suspiro.
- Al menos dime tu nombre ‒lo miro mal, debía hacerle ver que no me agradaba esta situación.
- Amirov Bianchi ‒me mira atento, más bien era como si estudiara mi reacción, ¿su nombre debía sonarme?, ¿era cliente habitual o alguna clase de cliente VIP? Sí era así, no lo sabía, no era mi especialidad.
- Un gusto señor Bianchi ‒sonrío con falsedad, lo veo sonreír divertido, podía ver que todavía intentaba ver algo, sólo no sabía qué.
- No me llames así, el señor Bianchi era mi padre, yo sólo soy Amirov ‒me encojo de hombros‒. ¿Y el padre no piensa hacerse responsable? ‒sonrío de lado, que más daba si le contaba a un extraño mi vida, seguro que no lo volvería a ver.
- No lo sabe, como puedes notar, no soy de aquí, digamos que vengo huyendo de estados unidos, y no porque hubiese robado algo, más bien huyo de mis desinteresados padres, de mi infiel ex novio, de la arpía de mi hermana y de los comentarios maliciosos de todos los que viven en Sacramento, es una forma de iniciar de nuevo, lejos de todo y todos ‒veo aparecer platos con diferentes tentempiés, muchos de ellos con queso encima, siento mi boca hacerse agua, sin pensarlo tomo uno, en cuanto mi lengua toca el queso suspiro de felicidad.
- Supongo que no mantienes relación con él, lo que es bueno, ese niño necesita un mejor ejemplo que ese zoticone ‒no puedo evitar reír, ¿de verdad le había dicho patán? Lo imaginaba diciendo groserías más fuertes, pero en fin.
- Sí, sé que no será fácil pero voy a darle la mejor vida posible, como te dije antes no crecí en una familia amorosa, en realidad parecía que era yo la hija de la amante de mi padre en lugar de mi hermana, bueno, media hermana ‒suspiro rodando los ojos‒, pero bueno, aquí sólo soy Enith Dunne, una chica de dieciocho años que cursa su primer semestre en la universidad y que vive con una buena chica inglesa que me deja quedarme por sólo la limpieza del departamento ‒me encojo de hombros.
- Siento que ella no es buena, ¿me equivoco? ‒niego, estaba en lo cierto.
- Casi nada, sólo me hizo la vida imposible, me quito todo por capricho, se casó con mi ex, tu dirás ‒sonrío con burla.
- Bueno, la m****a suele atraerse entre sí ‒no puedo evitar reír ante aquello, no lo hubiera dicho mejor.
- Siento un poco de pena por ese pobre imbécil, en cuanto vea que su cordero es en realidad un lobo, va a sufrir mucho ‒me encojo de hombros, si algún día volvía, sería exitosa, fuerte e importante.
- Si se lo dijiste e hizo sonidos sordos, es problema suyo ‒asiento de acuerdo, la verdad no era tan mal tipo, me hacía reír con algún comentario afilado que hacía, había pasado una noche muy amena.
- Un gusto señor Bianchi ‒sonrío bromista, él ríe y niega, era hora del cierre.
- Lo mismo señorita Dunne ‒me extiende la mano y se la estrecho, siento un papel y al mirar mi mano noto un billete de quinientos euros, lo miro como si me hubiese entregado el santo grial‒. Hasta luego ‒antes de que sea capaz de renegar sale dando grandes zancadas, santa m****a.
- Vaya, si que lo has encantado, debe ser un tipo muy, muy rico ‒dice Mel detrás de mí, niego.
- No me siento bien recibiendo esto por sólo haber estado sentada toda la noche comiendo y tomando agua como si no hubiese un mañana, así que lo repartiré en cocina y con ustedes, al menos con Lira qué estuvo atendiendo la mesa ‒la miro decidida.
- No es necesario guapa, que me ha dejado lo mismo que a ti, y ha pagado tres veces su cuenta, así que conservalo ‒me guiña un ojo‒, piensa en tu bebé ‒muerdo mi labio, suspiro, tenía razón, necesitaba ahorrar.
- Bien ‒digo más a fuerzas que de ganas, voy a cambiarme y Mel y yo nos vamos al departamento, nada más llegar me quito la ropa y me pongo mi pijama, me dejo caer en la cama y el sueño me vence.
Me despierto con el olor a café, suspiro haciendo puchero, no podía tomarlo hasta que me diera a luz, me pongo de pie enojada, tomaría un baño y comería a ver qué, tomaría té.
- Buenos días, ¿has dormido bien? ‒me sonríe Mel con una taza en la mano, asiento.
- Extrañaré el café ‒me siento y pongo mi cabeza en la barra de la cocina, suspiro.
- Sólo serán unas veintisiete o veintiocho semanas más, poco ‒la miro mal, ella ríe colocando panqueques frente a mí, tenía chocolate y fresas, se me hace agua la boca y como con gusto acompañada de leche fría, me sentía mejor ahora.
- Pues sí ‒digo tras tragar el primer bocado, comemos en una platica alegre, hoy iría más temprano, casi tendría que hacer la mayoría de la limpieza pero eso me permitiría salir a las nueve o diez, aunque estaba segura que sería a las nueve, después de lo de ayer Leo se había preocupado mucho.
Cerca de las tres estaba lista, tomo mi uniforme y salgo mirando el cielo gris, quizás llovería. Nada más llegar me pongo a limpiar, ahora que no estaba nadie podía poner mi música extraña, como solían llamarla todos, ruedo los ojos divertida.
- Nos vemos mañana ‒me dice Corinna tras entregarle unas mesas que se veía, iban para largo, asiento antes de ir a cambiarme, mañana tenía mi primera clase a las nueve, algo que agradecía, dormiría bien.
Al día siguiente había pasado la mañana de manera muy rápida, había hablado con el profesor de la última clase y me había permitido salir a las dos y media, algo que agradecía.
Salgo disparada nada más llegar la hora, paso a mi casillero a dejar mis libros donde no tenía tarea y a tomar mi uniforme, salgo esperando que no se pase mi autobús o no voy a llegar a las tres, por suerte llega poco después que yo, algo que agradecía, si pasaba todos los días a esta misma hora, no tendría problema alguno al llegar.
Me dejo caer en el asiento y me pongo los audífonos, debía ir pensando en nombres para mi bebé, de niña y niño, abro el navegador de mi teléfono y comienzo a buscar, alzo la vista y me doy cuenta que estoy cerca de mi trabajo, me pongo de pie y solicito mi parada, bajo tras guardar mi móvil, sujeto bien mi mochila y tras unos cuantos pasos, llego al bar.
- Hola Leo ‒saludo a mi jefe en la puerta, hoy había abierto él y no Corinna.
- Hola Enith, ¿cómo estás?, ¿qué tal tus clases? ‒pregunta mientras entramos.
- Bien, como siempre ‒asiente antes de caminar hacia su oficina y yo a los vestidores, necesitaba dejar mis cosas antes de comenzar a limpiar. Pongo mi música sin importarme las quejas de Leo, yo limpia así que era quién decidía.
Cerca de las seis es que recién llegan algunas chicas, me ayudan a terminar con las mesas.
- Enith, ¿a qué no sabes quién vino ayer después de que te fuiste? ‒Ella me mira emocionada.
- Ni idea, ¿quién? ‒pregunto limpiando una mesa, la verdad es que podía intuir quién, un tipo algo fastidioso que venía de manera regular, que horror.
- Pues verás ‒su voz es interrumpida por alguien más, una muy conocida voz.
- Fui yo ‒me giro a ver a Amirov con sorpresa, Ella parece tan sorprendida como yo, y no la culpaba‒, ¿podemos hablar un momento en el balcón? ‒asiento saliendo de mi estupor, dejo la franela en la mesa y comienzo a caminar, siento su presencia detrás de mí, abro la puerta a la terraza y espero a que salga para cerrarla.
- Bien, soy toda oídos, ¿pasa algo? ‒lo miro alzando una ceja.
- Ayer vine cerca de las once y me dijeron que te fuiste temprano, pensé que te habían pasado mi recado ‒niego, nada más llegar me había quedado dormida y luego me había ocupado con la universidad‒. Me sorprendió que no supieras quién era, la verdad ‒lo miro extrañada, ¿a qué venía eso de repente?
- No entiendo a donde quieres llegar ‒me siento en uno de los sillones que había afuera.
- Mi familia es una de las más ricas no sólo de Ragusa, sino de toda Italia y más allá, ¿no te lo han contado tus amigas? ‒niego con la sorpresa impresa en mi cara‒, mejor para mí, la verdad.
- Sigo sin entender que tiene que ver todo esto conmigo ‒lo miro mal, comenzaba a irritarme que se fuera por las ramas.
- Tengo un trato que ofrecerte, pero antes quiero contarte algo ‒se sienta frente a mí, lo miro atenta, le hago una seña con mi rostro para que hable‒. Mi madre se caso con Vittorio Bianchi siendo ella muy joven, fue un matrimonio arreglado, pero con el tiempo se amaron a pesar de que mi madre había amado a otro hombre antes, pero los separaron las diferencias de clases, arcaico ‒rueda los ojos, sonrío divertida‒. En fin, fui hijo único ya que mi padre murió muy joven, eso me marcó mucho, así que decidí que no me casaría ni tendría hijos, lo sentía mucho por mi madre pero no cambiaría de idea, pero de un tiempo para acá se ha puesto demasiado exigente con eso, así que pensé en contratar a alguien que se hiciera pasar por mi novia, inventar un embarazo y que lo había perdido, por lo que nos habíamos separado por el dolor, y santo remedio ‒lo miro con cara de que se ha vuelto loco‒, pero entonces te conocí a ti y cambie de idea.
- ¿Ahora si te quieres casar y tener hijos? ‒lo miro desconcertada.
- No, cambie de plan, ahora me casaré con alguien que ya este embarazada y santo remedio, le daré a mi madre lo que quiere y será un gran negocio para ella ‒sonríe con suficiencia.
- Esta bien, supongo ‒no sabía que decir‒. ¿Me cuentas esto por qué...? ‒lo miro desconcertada.
- Ya la encontré ‒sonríe como un niño en navidad, intento sonreír.
- Pues, ¿felicidades? ‒digo dubitativa, en realidad no sabía que esperaba de mi parte.
- No lo has entendido, ¿verdad? ‒me mira con diversión, sentía que me estaba perdiendo de algo. Niego‒, esa persona eres tú Enith, te estoy ofreciendo este trato a ti ‒mi boca se abre por la sorpresa al igual que mis ojos, ¿había escuchado bien?
- ¿Estás demente?, ¿cómo piensas que tu madre creerá esa tontería? ‒niego, este tipo se había vuelto loco‒, soy una perfecta extraña ‒menciono eso como si fuera obvio.
- Por eso es perfecto, no sabías quién era, así que no te interesa el dinero o hace mucho habrías conseguido un patrocinador ‒hago una mueca ante la palabra‒. Le diré a mi madre que hace tres meses tuve una aventura, recién te volví a ver y te reconocí, admitiste que estabas embarazada y que deseabas criarlo sola, como soy un caballero, no iba a permitir eso y te propuse casarme contigo para reparar mi falta, así vas a entrar a mi familia, no les faltará nada, tendrás la mejor atención, no necesitarás trabajar más ya que te compraré lo que haga falta, pagaré tus estudios, tendrás quién cuide al bebé tras el nacimiento y mientras dure el matrimonio, te prometo que mantendré un bajo perfil si decido estar con alguien, tú también puedes hacerlo, igual, en bajo perfil, seré un padre proveedor y si muero, no pasará nada, los dejaré bien protegidos, ¿qué dices? ‒había visto como cambiaba de una actitud casual a una de negocios, la verdad es que todo sonaba tentador, pero algo dentro de mí me decía que era una muy mala idea.
- No sé Amirov, no quiero engañar a tu madre ‒muerdo mi pulgar, niego varias veces.
- Estará bien, al menos piénsalo, ¿quieres? ‒suspiro y asiento de mala gana, me extiende su tarjeta y tras tomarla se despide, debía estar igual de demente si consideraba su descabellada idea, muy loca.
Enith:Sí, estaba demente, loca y desquiciada, tras pensarlo durante la noche y parte de la mañana me había decidido, aceptaría ese loco trato, ¿qué podría salir mal?Era verdad que necesitaría mucha ayuda cuando mi bebé naciera, no le pediría nada de Adley y si algún día volvía, tendría el respaldo de los Bianchi, él ni nadie podría hacerme nada, además, no viviría a expensas de ellos por siempre, en cuanto terminara mi carrera comenzaría mi propio negocio y así me sentiría menos arribista.Y siendo más fríos, alguna vez había decidido casarme por amor, ¿por qué ahora no podía hacerlo por interés? Había que ser pragmática y menos emocional.Al final, había citado a Amirov en una cafetería, decir que se había alegrado era quedarse corto.- Suerte con eso Enith, y felicidades ‒le había contado todo a Mel, ella estaba feliz y le dije que no me olvidaría de ella, ya vería como le pagaría todo lo que había hecho por mí.A eso de las cuatro había llegado al lugar acordado, aunque yo llegue
Amirov:Viendo la cara que había puesto, me reprendía de manera mental por haber hecho eso sin consultarlo, pero había estado tan insistente que había cedido, y ahora no podría escapar de eso.- No estoy presentable ‒señala su ropa, mi madre no se fijaría en eso, a ella sólo le importaba que tuviera una argolla en mi dedo y el pequeño que crecía en su vientre.- No te preocupes, eso es lo que menos verá, todo lo que desea ya lo tiene ‒sonrío de lado, ella no parece muy convencida pero tras unos minutos, acepta ir a comer, por lo pronto desayunaríamos aquí.Siendo sincero, ese había sido el mejor desayuno que había tenido en mucho tiempo, era refrescante lo que hablaba, tan lejos de la superficialidad con la que vivía, ella le contaba sobre su vida en Sacramento, debía decir que le sorprendía que no se hubiese ido de ahí antes, sus padres eran una basura, igual que su media hermana y que decir de ese maldito tipo, personas como esas lo asqueaban.- Ahí termina mi conocimiento en moda ‒
Enith:Mi pequeña había nacido tres días antes de la fecha de parto, tras verla por primera vez sentí que el mundo podría caerse y no importaba con tal de poder sostenerla en mis brazos, no me importaba Adley, ni mis padres ni mucho menos Fiorella, sólo importaba Rachele, el nombre que habíamos decidido ponerle, porque había que reconocer que Amirov se había ganado ese derecho a pulso.- No puedo dejar de verla, siento que podría pasarle algo si la dejo de ver ‒dice él sin apartar la vista de ella, dormía tranquila tras comer, no podía evitar sonreír como idiota al verlo ser tan tierno con ella, era impresionante ver a ese hombre tan imponente, de mirada fría y serio, ser tan dulce y desbaratarse por cualquier cosita que hiciera, era hermoso de ver.Amirov:Me había despertado al no sentirla a mi lado, al abrir los ojos la vi cerca de la cuna, estaba de espaldas y mecía a Rach, justo como lo había imaginado, incluso traía esa bata dorada, y no pude más, sabía que no podría contener má
Enith:Los siguientes días fueron maravillosos, salíamos de paseo con Rachele y comíamos todas las tardes con mamma, la verdad es que la mujer era un sol y desde el principio me hizo sentir bienvenida, siendo sincera, al inicio me había sentido incómoda porque en mi familia no había tenido muestras de cariño en toda mi vida, así que era raro, pero ella era así por naturaleza y pronto me deje envolver y le permití ser mi madre y yo su hija.- Mi preciosa niña ‒mamma cargaba a Rach y la mecía con amor, era hermoso de ver. Creo que debía agradecerle a esos dos haberme hecho lo que me hicieron, porque no habría tenido el valor de irme de ahí y no tendría esta maravillosa familia.- Sabes ‒me estremezco cuando me abraza por la espalda y me susurra bajo en el oído‒, he pensado que quizás mi madre puede cuidar a nuestra hija y tener nuestra luna de miel ‒su voz ronca hace que mi piel se erice por completo, mi cuerpo reacciona a él y asiento.Amirov:Enith no sólo era hermosa, era una diosa y
Enith:Después de nuestra confesión, habíamos comenzado a pasar más tiempo juntos, claro, todo lo que mis estudios y mi pequeña podían. Amirov era un excelente padre, un día me había despertado sólo para darme cuenta que estaba dormido en la mecedora con nuestra pequeña en brazos, había sonreído y sacado una foto, le había dado una mamila con mi leche materna, suspiro mientras pienso que cuando creo que no puedo enamorarme más, resulta que sí.- ¿De viaje a España? ‒me giro a verlo mientras terminó de abrochar el suéter de mi bebé.- Sí, creo que sería bueno ahora que vas a terminar el semestre ‒se acerca, besa las mejillas de Rach, ella toma su rostro y chupa su mejilla, él ríe y yo sólo los veo con cara de idiota enamorada.- Bien, pero tendrás que traducirme todo el tiempo ‒él ríe asintiendo, beso su mejilla con amor.Viajamos a muchos países durante mis vacaciones y también por fines de semana largos, decir que no lo disfrute sería una mentira.También aprendí a vestirme no sólo p
Enith:Decir que estaba nerviosa era quedarse corta, si bien Rach tenía la edad suficiente para que viniera otro bebé al mundo, no sabía si Amirov se lo tomaría bien ya que no quería hijos biológicos.- Enith, creo adivinar hacia donde van tus pensamientos ‒su voz me hace sobresaltarme, esperábamos en el consultorio del doctor los resultados‒, pero si resulta que estas embarazada, lo voy a disfrutar mucho igual que cuando estabas embarazada de Rach, no estaba en nuestros planes pero quizás el universo quiera decirnos algo ‒me abraza y casi me desinflo en sus brazos, no sé porque había dudado que él no estaría conmigo en esto, lo amaría como amaba a Rach.- Bueno, aquí tengo el resultado ‒nos separamos nada más entrar el doctor, aprieto con fuerza la mano de Amirov‒, veamos ‒abre el sobre y contengo la respiración, lo veo leer y al terminar nos mira‒. Señores Bianchi, no tienen nada de que preocuparse, es negativo ‒suelto el aire casi con alivio, no creía estar preparada para esto por
Amirov:Había visto a mi madre sumirse en un luto perpetuo, suspirando de amor por un hombre que sería capaz de dejarlo todo si ella se lo pedía, pero ambos eran demasiado leales, así que habían mantenido separados, ahora que por fin me había dado cuenta de lo mucho que la amaba, de que esperaba pasar el resto de mi vida junto a ella, es que temía que si algo me pasaba, ella hiciera lo que mi madre, así que le haría prometer que seguiría, que amaría de nuevo, sólo Dios sabía cuánto la amaba y que lo único que deseaba era su felicidad, incluso de la mano de otro, uno que no fuera el padre biológico de Rachele.Sentado en mi oficina se me ocurrió una idea, quizás no sucedería en muchos años, pero era mejor dejar todo listo.Primero, había hecho una carta a mi madre explicando todo con respecto a mi hija, las razones y porque no debía odiarlas ni despreciarlas, aunque estaba seguro que eso jamás pasaría, mi madre las adoraba, pero era mejor prevenir cualquier situación, y en todo caso, e
Amirov:Cuando me llegó aquella propuesta de Sacramento, estuve tentado a rechazarla, no necesitaba otro negocio fuera de aquí, pero fue ella quién insistió en que debía aceptar.- Siempre dices que ya no soy la misma que se fue de ahí, así que demostremos eso ‒se encoge de hombros mientras se sienta en mis piernas, beso su hombro y asiento.- Sería un buen momento para mostrar a la hermosa, sensual e inteligente señora Bianchi, ¿qué dices tú? ‒beso su cuello, la siento estremecerse, amaba saber que ella reaccionaba así al más mínimo toque, saber que era mía y que era el único que podía tocarla, me hacía sentir poderoso.- Me gusta ese plan señor Bianchi ‒me sonríe coqueta, la acomodo en el escritorio, ella enreda sus piernas en mi cintura pegándome más a ella.Al inicio ella no se mostraba así de atrevida, era más bien tranquila, pero conforme fue cogiendo confianza y cuando entendió que me volvía loco, comenzó a soltarse hasta el punto de perder cualquier clase de inhibición al mome