Tiffany ♥68♥

Terminó el concierto a la una de la madrugada, y como era costumbre en

el pueblo, en vez de disolverse la reunión, se pusieron a bailar los

jóvenes con el mayor ahínco, muy a placer de las señoritas, que sólo

toleraban dos o tres horas de música con la esperanza de estar bailando

otras dos o tres horas. Emma no pensó en retirarse mientras quedase allí

alma viviente. En cuanto a Marta Körner, estaba demasiado ocupada para

pensar en el tiempo. ¡Íbale tanto en perseguir las fieras, es decir, en

la caza mayor a que se había entregado en cuerpo y alma, que ya ni veía

ni oía lo que estaba delante; para ella no había en el mundo más que su

Juan Nepomuceno, con sus grandes patillas! Desde antes de terminar el

concierto habían hecho rancho aparte, en un rincón de la sala; y allí

estaba la alemana enseñándole el alma, y un poco, bastante, de la

blanquísima pechuga, al acaramelado mayordomo, futuro administrador de

la fábrica de productos químicos. Körner, aunque muy metido en

conversación con M
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