Hoy use falda, ya que mi único pantalón estaba roto. Me sorprendí muchísimo por lo flaca que estaba; tuve que ponerme un pasador para ajustarla y evitar algún accidente.
Al llegar a la clínica, me encontré con Juan y Cristal, parados al lado de la entrada con rostros relajados y pacientes. Con un sutil movimiento de cabeza los salude. Solo quería mi dinero y mi triciclo para volver a trabajar. A mi madre solo le quedaban medicamentos para una semana, sin olvidar los alimentos. Él se encontraba trabajando en Puerto La Cruz al oriente del país, así que no sería problema.—Te invitamos a desayunar.
—Ya desayuné.
Mi estómago me traiciono y terminamos en una cafetería en la que solo me miran mal. Incomoda, trate de ser lo menos amable posible. Tenía que trabajar.
—¿Cómo estas, hoy? —dijo Cristal aliviando la situación.
—No quiero ser grosera —Tenía que ser honesta—. Solo quiero mi dinero. Necesito volver a trabajar.
—¿Qué edad tienes, Manuela? —Quiso saber Juan ignorando mi petición.
—19.
—¿Estudias?
—¿A qué viene todo este interrogatorio?
Tenía entendido que responder una pregunta con otra pregunta era de mala educación, pero ¿Quiénes eran ellos para entrometerse en mi vida?
—Solo queremos ayudarte.
—Pues me ayudarían mucho si me dan mi triciclo y el dinero.
Ambos compartieron miradas.
—Cumpliremos con nuestra palabra —aseguró Cristal con una cálida sonrisa—, sin embargo, tenemos una propuesta para ti. Una oportunidad de trabajo.
Levante mi rostro sin poder creerlo.
—Queremos que trabajes para nosotros, como muchacha de servicio. Solo trabajarías horas laborales y tu salario será de 80.000 bolívares más el bono de alimentación y todos los beneficios médicos que la ley establece. Esto es más de lo que ganas en un mes con tu triciclo.
—¿Por qué? —Fue lo único que pude articular.
—Porque queremos ayudarte.
Así, sin presión, ni trampas, acepte. Era como un sueño, algo que solo pasaba en los libros. Esto representaba para mí una luz de esperanza. Ahora no solo podía ayudar a mi madre, sino que también podía pagarle a Matilde para que la cuide mientras yo trabajaba y así de a poco podíamos independizarnos y alejarnos de él.
—¿Cuándo comienzo?
Eran la 1:00 pm cuando deje mi casa para asistir a mi nuevo trabajo. Matilde estaba radiante por la noticia y mi madre, solo me dijo que tuviera cuidado. No sé cómo hacen, pero siempre tienen razón. Con ese pensamiento en mi cabeza, me aliste.
El carrito por puesto pasaba en la avenida, solo tarde 15 minutos para llegar.
—Adelante. Aquí trabajaras.
Era un apartamento amplio y moderno. Sé que pocas veces he pisado una casa lujosa, pero percibo que ellos no viven aquí. Es más, un lugar placentero que un hogar.
—Trabajaras de ocho de la mañana a seis de la tarde. Desayunaras, almorzaras y cenaras aquí. También hemos habilitado un dormitorio por si deseas quedarte. Solo tienes libres sábados y domingos, más lo días feriados claro está. No somos estrictos, más si te pedimos tu responsabilidad y puntualidad.
—¿Ustedes viven aquí?
Cristal sonrió y Juan respondió:
—No, aquí vive nuestro hijo, Cristóbal. Trabajaras para nosotros atendiéndolo a él.
Ay, no.
¿El que me llamó indigente vive aquí?
Los mire aterrorizada. Ellos no querían ayudarme, querían matarme.
—Quita esa cara de pánico. Nuestro hijo es un poco duro, no te lo vamos a negar. Solo está pasando una mala etapa y por eso estas aquí, creemos que una compañía joven lo animará. —Cristal sonaba segura, pero había algo en su expresión que contradecía sus palabras.
—Yo no sé si pueda con esto. Me odiara, puedo sentirlo.
—No linda, Cristóbal es incapaz de odiar a nadie.
Su mirada de ayer no me dijo lo mismo.
—Es que, no lo sé... —dije rascándome el cuello. Un mal hábito, lo sé.
—Una semana. —dijo Juan llamando mi atención—, si en una semana decides que no te gusta, te dejamos ir. El contrato puede esperar. Más que una ayuda en los quehaceres queremos que seas una amiga. Mi hijo ha pasado momentos muy duros.
—No lo entiendo.
—¿Las pautas del trabajo?
—No, no —dije agitando mis manos—. ¿Por qué yo?
—Eso, lo descubrirás por ti misma.
La mirada de Cristal me lo dijo todo. Me lo estaba suplicando. No lo dude, tenía que ayudarla, además, no era como si lo estuviera haciendo gratis. Iba a tener un buen salario y, además, alimentos. Aunque, sabía que el problema sería el muchacho tenía que arriesgarme.
—No quiero sonar chismosa, pero ¿Qué fue lo que le paso a su hijo?
Cristal dudo unos segundos y su esposo la ayudo.
—Hace más de un año, perdió a su prometida. Fue un accidente en un lago, él no pudo ayudarla y eso le ha hecho sentir culpable y como consecuencia, su personalidad se ha distorsionado.
Guarde silencio. No debí preguntar, eso era demasiado personal.
Dos horas más tarde, limpie, lave y cocine. Haber aprendido a valerme sola desde niña estaba dando resultado. El apartamento quedo precioso y la comida sabrosa. Me dio curiosidad por el gran televisor de la sala y lo encendí. Estaban pasando Gravity Falls en Disney Channel, genial. Sí, tengo 19 años. Eso no significa que no pueda ver caricaturas. Aunque fueran las únicas que conocía con excepción de Peppa. ¿Quién no conoce a la cerdita rosada más famosa del mundo infantil?
Entretenida, no sentí cuando la puerta se abrió y fue cuando sentí a una sombra detrás de mí, cuando me arrepentí mil veces de estar sentada en el suelo viendo caricaturas.
—¿Quién demonios eres tú? Y ¿Qué haces en mi casa?
Me levante asustada y cuando me reconoció, su cara enrojeció.
—Voy a matar a mis padres.
Y por supuesto a mi también.
Ustedes han escuchado el dicho que dice, donde manda capitán no manda marinero, bueno, en este caso es exactamente igual. Cristóbal, ha hecho un mínimo de diez llamadas, en las que ha intentado mudarse de planeta unas cinco veces y también ha soltado y creo que merece un certificado Guiness, un sinfín de palabrotas.Me limito a observarlo y trato tomarme personal ningunas de sus acciones. Camina de un lado a otro con el celular pegado a la oreja. No puede creerse como él un universitario prodigio, dueño de su propia empresa construcción tiene que rendirles cuentas a sus padres, sabiendo que: a) puede mantenerse y vivir solo y b) puede contratar a la servidumbre que a él le plazca "o le venga en gana" como ha dicho.Escucharlo solo me causa jaqueca. Creo que, si tu
Cuando llegue a casa mi madre tenía el rostro inundado de lágrimas.—Mi amor, pensé que te había pasado algo... yo, yo —gimoteó—, me imaginé lo peor.Me arrodille a su lado y la abrace. Le conté lo que había pasado. Nunca le he mentido a mi madre, excepto... Bueno, no es necesario recordarlo ahora. Ella no lo merece.—Matilde, este será tu trabajo ahora. Durante estos tres meses, estarás junto a ella. Te pagare bien.—Él... —titubeó.—Estará fuera todo este tiempo, no te preocupes.
Una semana después.Ocho de la mañana.La primera paga fue excelente. Aún tengo grabada la sonrisa de mi madre cuando la despensa se llenó. Matilde no quiso aceptar mi pago, pero acepto un par de blusas que había comprado para ella. Ese fin de semana fue increíble, las risas y la felicidad que sentimos fue el pago de todo mi sufrimiento aquella semana porque si, Cristóbal me había hecho la vida imposible.Manchaste mis medias, quemaste el cuello de mi camisa favorita, el piso no está brillante, el aromatizante me causa alergia, la comida es basura y tus zapatos están sucios, límpialos.Eso ultimo era lo que más me molestaba.
Al otro día calce chancletas. Al no tener opción tuve que hacerlo. Las denigradoras miradas de las personas en el autobús me hacían sentir mal y las ganas de soltar alguna palabrota que lo pusiera en su lugar no me faltaron, sin embargo, no lo hice.Al llegar Cristóbal observo mis chancletas y mis pies llenos de barro y no dijo nada, supuse que era lo que quería, hacerme sentir mal, pues que bien. Lo logro. Con una mirada poco amable pase por su lado, entre al baño y lave mis pies.Luego tomé un cepillo y me dirigí a fregar las ventanas.Cristóbal se sentó en el sofá y me observaba. Trate de ignorarlo y se me hizo imposible.—&
La cena estuvo espectacular. Mi madre y Matilde, disfrutaron mucho. Hacia tantos años que no la pasábamos tan bien, que todo me parecía irreal. Al llegar a mi lugar de trabajo agradecí a Dios por la oportunidad que, aunque no fuera la mejor me permitía poder sustentar a mi familia.Al abrir la puerta toda mi felicidad se acabó. Parece como si un remolino hubiera destruido la sala. Vidrios rotos, botellas esparcidas y vomito en el suelo. ¿Qué era lo que había hecho Cristóbal? Intente recoger una botella cuando escuche algo romperse y comencé a correr en la dirección del horroroso ruido sin percatarme de que mis chancletas eran finas y que algunos cristales se incrustaron en las plantas de mis pies.—¿Cristóbal? —El mie
Un mes después.La paga fue más que excepcional. El señor Juan se encargó de todos mis trámites legales para recibir mis beneficios. Mi madre estaba estrenando ropa por primera vez en muchos años y me sentía feliz. Además de eso, pude comprar un par de zapatos nuevos. Cristóbal había cambiado, no les puedo decir que ahora me trata bien, pero al menos trata de ignorarme y así ambos somos felices.Todo marchaba de maravilla hasta esa llamada.Él venía en 15 días.Mis rodillas temblaron. La idea me daba pavor. El día de la noticia, todo me salió mal. Las empanadas se me quemaron y tambi&eacu
Desorientada sin saber la hora ni el lugar, así me encontraba. En un callejón solitario con las rodillas abrazadas trate de tranquilizarme. Dolía saber que a veces la vida era tan injusta y te metía en situaciones que, aunque no te corresponden, te lastiman.Sé que se hacía tarde. Varias personas que pasaban me miraban raro, segura piensan que soy una drogadicta o algo así. Nadie se acercó a preguntarme que me pasaba porque todo el mundo cree saberlo todo y ¿saben qué? No saben nada.Juzgar es fácil, pero ponerte en los zapatos de los demás y caminar con las piedras es complicado. Todos quieren que los comprendan y les den palmaditas en la espalda cuando las cosas salen mal, pero ¿Cuántas veces hacemos eso con nuestro
Después de lavar la ropa de Cristóbal me senté en los fríos azulejos del baño. La semana anterior, cuando regresé a trabajar, no pude ver a Cristóbal con otros ojos que no fueran de compasión. Cristal y Juan, sus padres, me pidieron un poco de paciencia, también me dijeron que era libre de irme cuando quisiera y no podía. Así que hice un trato con ellos, algo que nos beneficiaria a todos.Juan, me prometió conseguir un buen abogado a cambio de ayudar a su hijo y acepte. De forma obvia no le dije, para que, solo que necesitaba un buen abogado.No tenía nada que perder, excepto un par de meses más.—Manuela.Crist&o