Ustedes han escuchado el dicho que dice, donde manda capitán no manda marinero, bueno, en este caso es exactamente igual. Cristóbal, ha hecho un mínimo de diez llamadas, en las que ha intentado mudarse de planeta unas cinco veces y también ha soltado y creo que merece un certificado Guiness, un sinfín de palabrotas.
Me limito a observarlo y trato tomarme personal ningunas de sus acciones. Camina de un lado a otro con el celular pegado a la oreja. No puede creerse como él un universitario prodigio, dueño de su propia empresa construcción tiene que rendirles cuentas a sus padres, sabiendo que: a) puede mantenerse y vivir solo y b) puede contratar a la servidumbre que a él le plazca "o le venga en gana" como ha dicho.
Escucharlo solo me causa jaqueca. Creo que, si tuviera poderes telepáticos o algo por el estilo, el costoso jarrón que está al lado del televisor estaría sobre su cabeza.
—Es una mujer de la calle. ¿Entienden que me han dejado en manos de una cualquiera?
Ah no, eso sí que no.
Seré pobre, no me vestiré de forma adecuada y todo lo demás, pero cualquiera no soy. Jamás vendería mi dignidad o lo que queda de ella a cambio de unos billetes. ¿Qué era lo que le pasaba?
—¿Qué me ves?
Inundada por mi rabieta, no percibí que había terminado su llamada y que ahora estaba frente a mí con los brazos cruzados y mirándome como si fuera un gusano que debía pisotear.
Si lo que tiene de lindo, lo tuviera de amable creo que estaría frente al príncipe predilecto que toda adolescente sueña.
—Te estoy hablando.
—Te estoy escuchando.
—Encima, me tuteas.
—Perdón.
Rayos, quería matarle solo que debía aguantar. Había firmado un contrato que le asegura una vida prospera a mi madre, no dejaría que sus malos tratos me alejaran, aunque me dolieran. Solo tenía que ganármelo. No era difícil, siempre he tenido la virtud de ser amable y dócil, incluso con aquellos que no lo merecen.
—No te acostumbres. Mis padres vienen en camino. No sé porque estás aquí, ni me interesa. Solo quiero que sepas una cosa, es mejor que renuncies y te ayudare a tener otro trabajo o lo que quieras, pero si decides seguirles el juego a mis padres, te hare la vida imposible.
Él lo sabía.
¿Cuántas veces habían intentado esto sus padres?
—No fue mi intención molestarte. —me disculpe.
—Odio la lastima, sabes. No la soporto.
Esas palabras resultaron una espada de doble filo, porque en el fondo yo también la odiaba.
Me mandaron al cobertizo y cerraron la puerta. Hacia frio y se estaba haciendo tarde. Si llegaba la noche y no llegaba a casa mi madre se preocuparía. Quisiera llamarla solo que ninguna tenemos celulares. Son caros para gente como nosotras.
—Manuela.
Esa voz autoritaria fue mi indicio para pasar. Pasé las manos por mis brazos repetidamente y me detuve frente a ellos. Aquí solo quedaban las sobras de una batalla perdida. Cristóbal se veía furioso y sus padres no tenían ninguna expresión.
—Manuela —Mi nombre sonó como una advertencia—, ¿quieres seguir trabajando aquí?
Pensé en la proposición de Cristóbal y pensé que era lo mejor. Retrocedí mi palabra.
—Si al joven le incomoda mi presencia, lo mejor será que desista.
En los ojos de Cristóbal percibí un brillo de victoria.
—Muy bien —eso no sonó tan bien—, Cristóbal, como tú tampoco quieres, ella incumplirá su contrato.
—Firmaste —Esa afirmación-pregunta de Cristóbal no me gusto.
—¿Qué pasa?
—Cristal, llama a la policía.
—¡¿Qué?! —Mis pies se tambalearon. ¿Qué era lo que estaba escuchando?
—Incumpliste el contrato. Eso quiere decir que iras detenida.
¡Ay, no! ¿En qué familia de locos me he metido?
—¡Eres una tonta! —exclamo Cristóbal molesto—, ¿es que acaso no sabes que tienes que leer antes de firmar algo?
—Yo...
—Entonces, Manuela —Juan parecía decidido, mientras que Cristal mantenía el silencio—. ¿Aun sigues con tu decisión de irte?
Mire a Cristóbal y luego a ellos.
¿Qué hago?
Si me quedo, este chao me matará y si no lo hago, iré a la cárcel.
—Lo siento —Mire a Cristóbal—, cumpliré con mi palabra.
—Genial. Pues entonces, me largo.
—Si te vas, ella ira presa. —dijo Juan sin preparo.
Cristóbal se detuvo a mitad de la puerta y giro lentamente.
—No estás hablando en serio.
Eso mismo me repetí en mi mente.
—Sabes que nunca juego.
Cristobal tomo unas llaves de encima de su escritorio y mirándome de soslayo, sonrió.
—Te pega el color naranja. —Con esa última frase, salió del lugar.
Abrí mi boca de la impresión y luego miré a Cristal. Todo esto tenía que ser una broma. Y no lo era. Eran las nueve de la noche y me encontraba acusada de hurto. Resulta que Juan era abogado y de los buenos. Puso una denuncia en mi contra y solo Cristóbal podía deshacerla. Tras las rejas, solo tenía un solo pensamiento: si él se enteraba de que estaba en la cárcel, el castigo iba a ser horrible. Tuve miedo y me acurruqué en el frio suelo. ¿Por qué me tenían que pasar estas cosas a mí?
Amaneció.
Me dolía todo el cuerpo y nadie aparecía.
—No puedo creer que ayudes a mi padre con esta bajeza. —Esa era la voz de Cristóbal. M levante del suelo y mire por la rendija. Era él, su piel morena y su cabello oscuro lo delataban. A su lado se encontraba el abogado de ayer, seguramente venía a reírse en mi cara.
—Yo solo hago mi trabajo, ahijado.
—Un sucio trabajo.
Cuando se detuvieron frente a mí, me observaron.
—¡Exijo saber que está pasando! —medio grite.
Cristóbal giro los ojos y el abogado tosió.
—Sucede que mis padres están locos y gracias a ti, voy a vivir una vida de infierno durante este año.
Cuando llegue a casa mi madre tenía el rostro inundado de lágrimas.—Mi amor, pensé que te había pasado algo... yo, yo —gimoteó—, me imaginé lo peor.Me arrodille a su lado y la abrace. Le conté lo que había pasado. Nunca le he mentido a mi madre, excepto... Bueno, no es necesario recordarlo ahora. Ella no lo merece.—Matilde, este será tu trabajo ahora. Durante estos tres meses, estarás junto a ella. Te pagare bien.—Él... —titubeó.—Estará fuera todo este tiempo, no te preocupes.
Una semana después.Ocho de la mañana.La primera paga fue excelente. Aún tengo grabada la sonrisa de mi madre cuando la despensa se llenó. Matilde no quiso aceptar mi pago, pero acepto un par de blusas que había comprado para ella. Ese fin de semana fue increíble, las risas y la felicidad que sentimos fue el pago de todo mi sufrimiento aquella semana porque si, Cristóbal me había hecho la vida imposible.Manchaste mis medias, quemaste el cuello de mi camisa favorita, el piso no está brillante, el aromatizante me causa alergia, la comida es basura y tus zapatos están sucios, límpialos.Eso ultimo era lo que más me molestaba.
Al otro día calce chancletas. Al no tener opción tuve que hacerlo. Las denigradoras miradas de las personas en el autobús me hacían sentir mal y las ganas de soltar alguna palabrota que lo pusiera en su lugar no me faltaron, sin embargo, no lo hice.Al llegar Cristóbal observo mis chancletas y mis pies llenos de barro y no dijo nada, supuse que era lo que quería, hacerme sentir mal, pues que bien. Lo logro. Con una mirada poco amable pase por su lado, entre al baño y lave mis pies.Luego tomé un cepillo y me dirigí a fregar las ventanas.Cristóbal se sentó en el sofá y me observaba. Trate de ignorarlo y se me hizo imposible.—&
La cena estuvo espectacular. Mi madre y Matilde, disfrutaron mucho. Hacia tantos años que no la pasábamos tan bien, que todo me parecía irreal. Al llegar a mi lugar de trabajo agradecí a Dios por la oportunidad que, aunque no fuera la mejor me permitía poder sustentar a mi familia.Al abrir la puerta toda mi felicidad se acabó. Parece como si un remolino hubiera destruido la sala. Vidrios rotos, botellas esparcidas y vomito en el suelo. ¿Qué era lo que había hecho Cristóbal? Intente recoger una botella cuando escuche algo romperse y comencé a correr en la dirección del horroroso ruido sin percatarme de que mis chancletas eran finas y que algunos cristales se incrustaron en las plantas de mis pies.—¿Cristóbal? —El mie
Un mes después.La paga fue más que excepcional. El señor Juan se encargó de todos mis trámites legales para recibir mis beneficios. Mi madre estaba estrenando ropa por primera vez en muchos años y me sentía feliz. Además de eso, pude comprar un par de zapatos nuevos. Cristóbal había cambiado, no les puedo decir que ahora me trata bien, pero al menos trata de ignorarme y así ambos somos felices.Todo marchaba de maravilla hasta esa llamada.Él venía en 15 días.Mis rodillas temblaron. La idea me daba pavor. El día de la noticia, todo me salió mal. Las empanadas se me quemaron y tambi&eacu
Desorientada sin saber la hora ni el lugar, así me encontraba. En un callejón solitario con las rodillas abrazadas trate de tranquilizarme. Dolía saber que a veces la vida era tan injusta y te metía en situaciones que, aunque no te corresponden, te lastiman.Sé que se hacía tarde. Varias personas que pasaban me miraban raro, segura piensan que soy una drogadicta o algo así. Nadie se acercó a preguntarme que me pasaba porque todo el mundo cree saberlo todo y ¿saben qué? No saben nada.Juzgar es fácil, pero ponerte en los zapatos de los demás y caminar con las piedras es complicado. Todos quieren que los comprendan y les den palmaditas en la espalda cuando las cosas salen mal, pero ¿Cuántas veces hacemos eso con nuestro
Después de lavar la ropa de Cristóbal me senté en los fríos azulejos del baño. La semana anterior, cuando regresé a trabajar, no pude ver a Cristóbal con otros ojos que no fueran de compasión. Cristal y Juan, sus padres, me pidieron un poco de paciencia, también me dijeron que era libre de irme cuando quisiera y no podía. Así que hice un trato con ellos, algo que nos beneficiaria a todos.Juan, me prometió conseguir un buen abogado a cambio de ayudar a su hijo y acepte. De forma obvia no le dije, para que, solo que necesitaba un buen abogado.No tenía nada que perder, excepto un par de meses más.—Manuela.Crist&o
—Quisiera tenerte en cada primavera poder amarte a mi manera, desvelarme la noche entera, cuidar tus sueños así quisiera... —tararee la canción de CNCO, que Cristóbal tenia a todo volumen. Esta tarde había llegado sonriendo, supongo que algo muy bueno tenía que haber pasado. Luego, se encerró en su habitación y coloco música.Trate de obviar el hecho de que mañana él vendría. Mi madre, creo una versión para que no supiera en donde trabajo, para así seguir reuniendo el dinero. Le diremos que estoy vendiendo revistas en un kiosko alejado de la ciudad. Mientras trabajo, le pedí a Matilde que se llevara toda la comida a su casa, así como las cosas nuevas, teníamos que evitar a toda costa que él sospechara.
Último capítulo