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El taxista conducía, Victoria sabía que iban a la iglesia, era un día especial para ella, el día en que sus padres murieron, quería rezar por ellos y su descanso, siempre lo hacía, donde quiera que estuviera. De pronto, un estornudo resonó. —Salud —dijo Victoria —Salud a usted —dijo el chofer. Ambos se miraron, el auto estaba detenido en un semáforo en rojo. Victoria asomó su mirada atrás, y vio esas pequeñas cabezas. —¡Oh, por Dios, niños! Los niños se miraron entre sí. —¡Nos descubrieron, Mady! —Nos descubrieron, Ady —dijo Mady cabizbaja Se levantaron y tomaron asiento. —Pero ¿Qué hacen aquí? —Queremos ir al corazón del amor que está en el agua, queremos pedir un deseo —dijo Mariano—. Porfis, porfis, ¡Victoria, llévanos! Los niños comenzaron a suplicar. El chofer la miró con duda. —El corazón del amor es una gran roca rosada que está sobre el río Miami, casi por el muelle, mucha gente suele creer que si piden un deseo se vuelve realidad —dijo el chofer. Victoria por f
Marina cargaba a Mady y Demetrius a Ady. —Papito, ¿Abuelita va a estar bien? —Claro, mi amor, abuelita es muy fuerte. El doctor apareció. —La señora está bien, su presión se elevó, deberá revisar su presión por cinco días para verificar si no es hipertensa, por ahora puede ir a casa. Demetrius asintió. Victoria y Russell caminaban hacia la mansión, los niños iban jugando a un lado de ellos —Gracias por ayudar a mis hijos. Victoria sonrió, pero cuando miró sus ojos y recordó aquella noche sintió un rencor abrasando su corazón, bajó la mirada. —No hay nada que agradecer, nunca hubiese permitido que algo malo sucediera a los niños. Apenas llegaron al gran salón, los niños corrieron a su habitación. —Debo irme. —Te llevaré. —No es necesario. —Claro que sí, hiciste un gran favor por mis hijos. —Prefiero que no. —Me evitas, puedo entenderlo, pero no es muy maduro... —Vengo a trabajar, no a probar mi madurez, señor Hesmer, hasta mañana. Victoria estaba por irse, cuando sinti
Leonor se acercó a Marina. —¿Qué sucede, cariño? —Estoy molesta, vi a la niñera salir de la habitación, pero antes escuché como tu futuro marido le gritaba para que saliera. Marina le miró confusa. —No entiendo. —No sé, solo, ten cuidado, Marina, en el mundo hay mujeres muy trepadoras. Marina esbozó una risita —¡Ay, por favor! ¿Cómo crees? —Nunca subestimes a nadie, además, los hombres son hombres, uno no termina de entenderlos. —Leonor, cariño, ¿De qué hablas? Cuando hay amor de verdad, la lealtad está por encima de todo. —No lo sé… —Leonor bajó la mirada, angustiada, Marina levantó su barbilla —¿Qué pasa? —Tengo miedo, Marina, de que, con Albert todo termine, de que él solo ame a mi bebé, pero no a mí, tengo miedo de que al final, me deje de amar, como dejó de amar a su primera esposa. Marina abrazó a Leonor. —No tengas miedo, si él ha jurado amor, no debes temer, además, cariño, ¿Por qué no se lo dices? Háblalo con él, dile, estos son mis miedos, solo él podrá despejar
Pronto, una empleada, informó a todos que ya debían ir al salón para la hora de la comida. Marian tomó asiento en la mesa con sus hijas, estaban todos tan felices. —Mami, ¿Podemos ir a la rueda de la fortuna? —¡Sí, mami! Dicen que, si subes a la rueda de la fortuna, y cuando llegues a lo más alto, pides un deseo, y lo escuchan las hadas de los deseos y te lo cumplen —dijo Mady Marina sonrió y acarició su dulce carita. —¿Y por qué quieres pedir un nuevo deseo? ¿Acaso no tienen ya sus deseos hechos realidad? —Sí, mamita, pero quiero pedir un deseo más —dijo Ady. Demetirus se sentó con ellas. —¿Y que deseo tiene mi princesa? Cualquier deseo papito CEO lo puede hacer realidad Marina le miró con ojos de reproche, pero sonrió al escuchar lo tierno que era con sus pequeñas hijas, Demetrius era un gran padre, Marina no lo podía negar. Pronto comieron, Mady y Ady vieron a Kevin llegar. —¡Ese señor me cae mal! ¡Es el coco! —exclamó Mady a Ady —Le decimos a los gemelos, y así podemos
—¡Responde! Sylvia mentirosa, juro que te mataré… —¡No miento! Yo sé quién mató a tú querido hermanito, ¿Recuerdas que buscabas quedarte con toda la herencia Preston? ¿Quién fue el creador de todos los planes horribles? ¿lo recuerdas? Albert al soltó, la miró con furia, sintió miedo de sus palabras, como si tuviera un horrible presentimento. —¡Habla! —Fue Kevin… ¡él mandó a matar a tu hermano Finnlay! Él mismo me lo dijo. Albert la miró con ojos enormes, no podía creer en lo que esa mujer le decía, estaba impactado. —¡¿Qué has dicho?! ¡Mientes, mujer! Siempre has sido una mentirosa, ¿Qué quieres de nosotros? No obtendrás dinero. —Ya no quiero nada, solo justicia, solo la verdad, estoy muriendo, Albert, no quiero nada más. Albert no podía creerlo. —¡Vete! —¡Cuídate de tu tío, Albert! Así como mató a Finnlay, planea matarte a ti, cuando nazca tu bebé, y así quedarse con la herencia Preston, cuídate de él. Sylvia dio la vuelta, se alejó de él. Albert se quedó perplejo, mirándo
Las gemelas salieron de los juegos, y corrieron con papá y mamá. Marina y Victoria iban saliendo del baño. Victoria ya estaba más tranquila después de su gran decepción, aunque ver a Russell le seguía doliendo en el corazón. —¡Mami, papi, vengan! —exclamaron las pequeñas, tomando sus manos y llevándolas con ellos. Victoria los vio salir del salón de fiestas, y luego fue con ellos, entonces Russell y sus hijos los siguieron. Mario y Mariano detuvieron a Danna, apartándola de su papá. —Danna, Ady y Mady pedirán un deseo en la rueda de la fortuna, ¿Podríamos subir y todos pedir el mismo deseo juntos? ¡Así se hará realidad, rápido —dijo Mariano Danna los miró extrañada, con gran duda. —¿Y qué deseo pedirán? —¡Volveremos a pedir una nueva mamita! —dijo Mario ilusionado. Los ojos de Danna se ensancharon ante sus palabras, ella fue y les dio un manotazo sobre la frente de cada uno, mientras se quejaban. —¡Ay! ¿Por qué nos has pegado, Danna? —chilló Mariano. —¿Por qué? ¡Cómo pueden
Albert y Leonor volvieron a la mansión Vicent. —¿A dónde vas? —Debo ir a enfrentar a Kevin, debo hablar con él. —¡No quiero que vayas solo! ¿Y si lo que dijo esa mujer es real? Entonces él es peligroso. —Estaré bien, cariño, lo prometo. Leonor se abrazó a Albert, y tuvo el mismo miedo de antes. —Dime, Albert, ¿Me amas? ¿O solo estás a mi lado por nuestro bebé? —Albert la miró con ojos incrédulos—. Sí es por el bebé, no tienes que fingir amor, porque, yo nunca te pediré nada para mí, solo para tu hijo. Él negó, acarició su rostro. —¿Qué dices, tontita? ¿No lo entiendes, Leonor? Nunca amé antes de ti, yo te amo a ti, y a mi bebé, estaba solo en el mundo, lo juro, nunca me sentí solo, hasta que llegaste tú, y te quise a mi lado, entonces descubrí que eres lo que quería, lo que necesito en mi vida para ser feliz, no necesito nada más. Leonor estaba ruborizada. —Te amo, Albert, y nunca amé antes de ti. Él acunó su rostro. —Luchemos, que nuestro amor sea todo lo que valga la pena
—¡¿Te das cuenta de lo que estás diciendo, Penélope?! ¡Enloqueciste! ¿Quieres que traicione la memoria de Lucía? La mirada de Penélope tembló. —¡¿Crees que a mí no me duele, me duele y mucho! Pero, Lucía se ha marchado, no va a volver, Russell, entre más pronto lo entiendas será mejor, para ti, y para los niños. La familia se derrumba, pero quienes más sufren son esas pobres criaturas, deja de ser tan egoísta y solo ver tu dolor. Russell la miró con rabia. —¿Egoísta? ¿De verdad? ¡No sabes cuánto extraño a Lucía, lo que daría por estar muerto, y que ella estuviera aquí! No creas que no lo sé, que la vida de mis hijos sería mejor sin mí, que sin ella —dijo sintiendo deseos de quebrarse en llanto —¡Basta, Russell! Deja de regodearte en el dolor y la lástima, todo lo que podemos hacer es salir adelante, por Lucía, ella no querría ver a sus hijos sufrir como lo hacen ahora, ella te amó, te dio hijos hermosos, es tu deber hacer lo que sea por verlos feliz. —¿Qué? —Lo que sea, incluso