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Pronto, una empleada, informó a todos que ya debían ir al salón para la hora de la comida. Marian tomó asiento en la mesa con sus hijas, estaban todos tan felices. —Mami, ¿Podemos ir a la rueda de la fortuna? —¡Sí, mami! Dicen que, si subes a la rueda de la fortuna, y cuando llegues a lo más alto, pides un deseo, y lo escuchan las hadas de los deseos y te lo cumplen —dijo Mady Marina sonrió y acarició su dulce carita. —¿Y por qué quieres pedir un nuevo deseo? ¿Acaso no tienen ya sus deseos hechos realidad? —Sí, mamita, pero quiero pedir un deseo más —dijo Ady. Demetirus se sentó con ellas. —¿Y que deseo tiene mi princesa? Cualquier deseo papito CEO lo puede hacer realidad Marina le miró con ojos de reproche, pero sonrió al escuchar lo tierno que era con sus pequeñas hijas, Demetrius era un gran padre, Marina no lo podía negar. Pronto comieron, Mady y Ady vieron a Kevin llegar. —¡Ese señor me cae mal! ¡Es el coco! —exclamó Mady a Ady —Le decimos a los gemelos, y así podemos
—¡Responde! Sylvia mentirosa, juro que te mataré… —¡No miento! Yo sé quién mató a tú querido hermanito, ¿Recuerdas que buscabas quedarte con toda la herencia Preston? ¿Quién fue el creador de todos los planes horribles? ¿lo recuerdas? Albert al soltó, la miró con furia, sintió miedo de sus palabras, como si tuviera un horrible presentimento. —¡Habla! —Fue Kevin… ¡él mandó a matar a tu hermano Finnlay! Él mismo me lo dijo. Albert la miró con ojos enormes, no podía creer en lo que esa mujer le decía, estaba impactado. —¡¿Qué has dicho?! ¡Mientes, mujer! Siempre has sido una mentirosa, ¿Qué quieres de nosotros? No obtendrás dinero. —Ya no quiero nada, solo justicia, solo la verdad, estoy muriendo, Albert, no quiero nada más. Albert no podía creerlo. —¡Vete! —¡Cuídate de tu tío, Albert! Así como mató a Finnlay, planea matarte a ti, cuando nazca tu bebé, y así quedarse con la herencia Preston, cuídate de él. Sylvia dio la vuelta, se alejó de él. Albert se quedó perplejo, mirándo
Las gemelas salieron de los juegos, y corrieron con papá y mamá. Marina y Victoria iban saliendo del baño. Victoria ya estaba más tranquila después de su gran decepción, aunque ver a Russell le seguía doliendo en el corazón. —¡Mami, papi, vengan! —exclamaron las pequeñas, tomando sus manos y llevándolas con ellos. Victoria los vio salir del salón de fiestas, y luego fue con ellos, entonces Russell y sus hijos los siguieron. Mario y Mariano detuvieron a Danna, apartándola de su papá. —Danna, Ady y Mady pedirán un deseo en la rueda de la fortuna, ¿Podríamos subir y todos pedir el mismo deseo juntos? ¡Así se hará realidad, rápido —dijo Mariano Danna los miró extrañada, con gran duda. —¿Y qué deseo pedirán? —¡Volveremos a pedir una nueva mamita! —dijo Mario ilusionado. Los ojos de Danna se ensancharon ante sus palabras, ella fue y les dio un manotazo sobre la frente de cada uno, mientras se quejaban. —¡Ay! ¿Por qué nos has pegado, Danna? —chilló Mariano. —¿Por qué? ¡Cómo pueden
Albert y Leonor volvieron a la mansión Vicent. —¿A dónde vas? —Debo ir a enfrentar a Kevin, debo hablar con él. —¡No quiero que vayas solo! ¿Y si lo que dijo esa mujer es real? Entonces él es peligroso. —Estaré bien, cariño, lo prometo. Leonor se abrazó a Albert, y tuvo el mismo miedo de antes. —Dime, Albert, ¿Me amas? ¿O solo estás a mi lado por nuestro bebé? —Albert la miró con ojos incrédulos—. Sí es por el bebé, no tienes que fingir amor, porque, yo nunca te pediré nada para mí, solo para tu hijo. Él negó, acarició su rostro. —¿Qué dices, tontita? ¿No lo entiendes, Leonor? Nunca amé antes de ti, yo te amo a ti, y a mi bebé, estaba solo en el mundo, lo juro, nunca me sentí solo, hasta que llegaste tú, y te quise a mi lado, entonces descubrí que eres lo que quería, lo que necesito en mi vida para ser feliz, no necesito nada más. Leonor estaba ruborizada. —Te amo, Albert, y nunca amé antes de ti. Él acunó su rostro. —Luchemos, que nuestro amor sea todo lo que valga la pena
—¡¿Te das cuenta de lo que estás diciendo, Penélope?! ¡Enloqueciste! ¿Quieres que traicione la memoria de Lucía? La mirada de Penélope tembló. —¡¿Crees que a mí no me duele, me duele y mucho! Pero, Lucía se ha marchado, no va a volver, Russell, entre más pronto lo entiendas será mejor, para ti, y para los niños. La familia se derrumba, pero quienes más sufren son esas pobres criaturas, deja de ser tan egoísta y solo ver tu dolor. Russell la miró con rabia. —¿Egoísta? ¿De verdad? ¡No sabes cuánto extraño a Lucía, lo que daría por estar muerto, y que ella estuviera aquí! No creas que no lo sé, que la vida de mis hijos sería mejor sin mí, que sin ella —dijo sintiendo deseos de quebrarse en llanto —¡Basta, Russell! Deja de regodearte en el dolor y la lástima, todo lo que podemos hacer es salir adelante, por Lucía, ella no querría ver a sus hijos sufrir como lo hacen ahora, ella te amó, te dio hijos hermosos, es tu deber hacer lo que sea por verlos feliz. —¿Qué? —Lo que sea, incluso
—¿Crees que Kevin se haya atrevido a tanto…? Demetrius no supo que responder, pero, ahora también sentía un recelo enorme de Kevin. —No lo sé. —Me mantendré lejos de ese hombre, haz lo mismo —dijo Albert y salió de la oficina. Demetrius se quedó pensativo, luego salió de la empresa, debía volver a casa. Quince días después. Aquel día era la despedida de soltera que Alana había planeado para Marina, en un salón elegante en el centro de la ciudad. Ella llegó antes que todos, revisaba de forma minuciosa que todo estuviera en orden tal cual como lo quería. —Señora Preston, la buscan. Alana se sorprendió, pero cuando vio a la entrada miró a esa monja, su estomago se contrajo de dolor, no le gustó verla, tenía un gran miedo en su interior, se acercó a ella. —Hermana Tessa. La monja tenía en su rostro una mueca de disgusto, imposible de borrar. —No viniste a buscarme después, Alana, eso me preocupó, pero, por lo visto tienes algo más importante que tu hijo. Aquello sonó como un r
Russell estacionaba su auto en justo frente a esa avenida, cuando escuchó los gritos terribles, que lo atemorizaron, y observó a Danna, salió corriendo a alcanzarla, asustado, pero cuando vio a Victoria en el suelo, sintió que su sangre se fue a los pies, su corazón latió como condenado. Él solo venía a ver que sus hijos estaban bien, pero nunca esperó encontrar esto. —¡Victoria! ¡Dios mío! ¿Qué fue lo que pasó? —exclamó casi en un grito desesperado. —¡Es mi culpa, papi! ¡Yo la maté! —chilló Danna. Penélope que recién salía, se acercó y abrazó a su nieta, asustada —¡Dios mío! ¡Victoria! ¿Está bien? Russell tocó su mano, tenía pulso, vio una herida leve en su cabeza que sangraba, estaba realmente asustado. —¿Victoria? —exclamó acariciando su rostro. Escucharon el ruido de la sirena, y la ambulancia al fin llegó. —¡Iré con ellos, Penélope! Cuida a mis hijos. La mujer solo asintió. —¡Papi, no dejes que Victoria se muera, por favor! —suplico la pequeña niña. Russell sintió miedo
Demetrius miró gente pasar por delante de él, pero cuando volvió la vista, no vio a nadie más, ese hombre que creyó que era idéntico a él, ya no estaba. Respiró profundo, se preguntó si tomó lo suficiente y decidió no tomar más alcohol. En la fiesta de Marina Hall. —¿Victoria está bien? —preguntó Marina al escuchar del accidente, estaba preocupada. —Está bien, querida, tú disfruta tu fiesta, Victoria está bien. Marina siguió disfrutando, Leonor la llevó consigo para que admirara los souvenirs que estaban regalando. Penélope se acercó a esa mujer. —Eres Trisha, ¿Verdad? La mujer asintió y le tendió la mano. —Un placer conocerla, señora Penélope, me comentó la señora Preston sobre su situación. —¿Y buscas marido? —Claro, busco un buen esposo para mí, y un padre para mi hija. Penélope sonrió. —Bueno, en ese caso, tengo al candidato ideal, tal vez falté un poco de amor, pero seguridad en todos los aspectos y dinero sí tendrás. Trisha sonrió. —Eso está bien en un inicio, no