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—¿Crees que Kevin se haya atrevido a tanto…? Demetrius no supo que responder, pero, ahora también sentía un recelo enorme de Kevin. —No lo sé. —Me mantendré lejos de ese hombre, haz lo mismo —dijo Albert y salió de la oficina. Demetrius se quedó pensativo, luego salió de la empresa, debía volver a casa. Quince días después. Aquel día era la despedida de soltera que Alana había planeado para Marina, en un salón elegante en el centro de la ciudad. Ella llegó antes que todos, revisaba de forma minuciosa que todo estuviera en orden tal cual como lo quería. —Señora Preston, la buscan. Alana se sorprendió, pero cuando vio a la entrada miró a esa monja, su estomago se contrajo de dolor, no le gustó verla, tenía un gran miedo en su interior, se acercó a ella. —Hermana Tessa. La monja tenía en su rostro una mueca de disgusto, imposible de borrar. —No viniste a buscarme después, Alana, eso me preocupó, pero, por lo visto tienes algo más importante que tu hijo. Aquello sonó como un r
Russell estacionaba su auto en justo frente a esa avenida, cuando escuchó los gritos terribles, que lo atemorizaron, y observó a Danna, salió corriendo a alcanzarla, asustado, pero cuando vio a Victoria en el suelo, sintió que su sangre se fue a los pies, su corazón latió como condenado. Él solo venía a ver que sus hijos estaban bien, pero nunca esperó encontrar esto. —¡Victoria! ¡Dios mío! ¿Qué fue lo que pasó? —exclamó casi en un grito desesperado. —¡Es mi culpa, papi! ¡Yo la maté! —chilló Danna. Penélope que recién salía, se acercó y abrazó a su nieta, asustada —¡Dios mío! ¡Victoria! ¿Está bien? Russell tocó su mano, tenía pulso, vio una herida leve en su cabeza que sangraba, estaba realmente asustado. —¿Victoria? —exclamó acariciando su rostro. Escucharon el ruido de la sirena, y la ambulancia al fin llegó. —¡Iré con ellos, Penélope! Cuida a mis hijos. La mujer solo asintió. —¡Papi, no dejes que Victoria se muera, por favor! —suplico la pequeña niña. Russell sintió miedo
Demetrius miró gente pasar por delante de él, pero cuando volvió la vista, no vio a nadie más, ese hombre que creyó que era idéntico a él, ya no estaba. Respiró profundo, se preguntó si tomó lo suficiente y decidió no tomar más alcohol. En la fiesta de Marina Hall. —¿Victoria está bien? —preguntó Marina al escuchar del accidente, estaba preocupada. —Está bien, querida, tú disfruta tu fiesta, Victoria está bien. Marina siguió disfrutando, Leonor la llevó consigo para que admirara los souvenirs que estaban regalando. Penélope se acercó a esa mujer. —Eres Trisha, ¿Verdad? La mujer asintió y le tendió la mano. —Un placer conocerla, señora Penélope, me comentó la señora Preston sobre su situación. —¿Y buscas marido? —Claro, busco un buen esposo para mí, y un padre para mi hija. Penélope sonrió. —Bueno, en ese caso, tengo al candidato ideal, tal vez falté un poco de amor, pero seguridad en todos los aspectos y dinero sí tendrás. Trisha sonrió. —Eso está bien en un inicio, no
—¿Cómo crees que está bien una cita a ciegas, Penélope? No puedo aceptar eso, esto ya es demasiado —sentenció con rabia mirando a la mujer con desapruebo. —Lo que es demasiado es la actitud de Danna, ¡Por Dios! Si Victoria no hubiese estado ahí, esto sería una gran desgracia, Russell, mi nieta pudo morir porque no acepta la muerte de su madre, porque es malcriada, grosera, y berrinchuda, y tú no haces nada por remediarlo. Así que, sí, tendrás esa cita con Trisha Sagún, es la mujer que he elegido para ser tu nueva esposa y nueva madre de mis nietos. —¡No puedes obligarme! —exclamó Russell enfurecido, antes de que la mujer abandonara la habitación. —No puedo, tienes razón, pero entonces nos veremos en un terrible pleito legal, si eso quieres, parece que no puedes pensar más allá de tu vil orgullo. Russell la miró con desprecio. Respiró con cansancio. —Por lo menos conócela, Russell, date la oportunidad, o al menos que haya una mujer que ya esté en tu mente, si tienes a una mujer esc
Victoria hizo un gran esfuerzo, y bajó a desayunar, llegó al jardín, encontrando a Penélope, los niños y Russell Hesmer, quien, al verla, no evitó levantarse y acercarle la silla, ella sonrió, agradeció. —Buenos días, señorita Victoria, bienvenida, me alegra verla mejor, antes le agradezco, ayer cuidó a mi nieta, estaré en deuda con usted, siempre. Victoria sonrió. —No tiene que agradecerme, todo lo que importa es que Danna esté bien. Danna la miró, su rostro denotaba vergüenza y culpa. —Yo… Penélope afianzó la mirada severa sobre Danna. —Danna… —sentenció la abuela —¡Lo siento mucho, Victoria! No quise que pasara esto, ¡De verdad! Victoria sonrió, estaba cerca de Danna, tomó su mano, sorprendiéndola —No te angusties, solo no vuelvas a ponerte en riesgo, piensa en tu padre y abuela, ellos te aman mucho, no quieren verte mal. Danna sonrió y asintió. —Bueno, niños, tengo una noticia, hoy vendrá una amiga mía y de papá, cenará con él, y ustedes jugarán con la hijas de mi amiga
Victoria miró a Danna, limpió sus lágrimas, y sonrió. —No, cariño, no espiaba a nadie, solo… —¿Por qué lloras? —¿Llorar? No, me ha caído una basurita en el ojo, y me hizo llorar, eso es todo. Danna sonrió. —Mami decía eso cuando lloraba, porque decía que no le gustaba que la viéramos triste. Victoria, no quiero que papi deje de amar a mi mami, y luego nos deje de amar a sus hijos. Victoria abrazó a Danna, y ella no se negó. —No, cariño, papá nunca dejará de amar a tu mami porque uno nunca se olvida de quien estuvo aquí, lo atesora en su corazón, pero él debe continuar, no quieres que papi esté triste todo el tiempo, ¿Verdad? Danna negó. —Tu papá jamás dejará de amarte, ni a ti, ni a tus hermanos. —Pero, esa señora no me gusta, se ve que es una bruja. Victoria sonrió. —Entiendo, pero, aún no la conoces, dale una oportunidad. Danna no quería, entonces escucharon esos fuertes gritos, eran los gemelos gritando por papá y mamá. —¡Son los gemelos! Victoria y Danna corrieron ha
Victoria bajó del auto con la niña en sus brazos, corrieron hasta la sala de emergencias. Pronto una enfermera los llevó a una habitación con la pequeña. Vieron la herida. —Vamos a suturar, pero, aplicaremos anestesia para que a la bebé no le duela. Trajeron la inyección y la pequeña Iris lloró, se asustó, Victoria la calmó. —Solo será un pequeño piquete de abeja, cariño, pasará, mírame, estoy aquí. —¡Mami…! Cuando la enfermera puso la inyección, Iris no la sintió, pero lloró cuando vio que le ponían el algodón, fue como llorar por inercia. Victoria la calmó de nuevo, mientras los ojos de Russell miraban con ternura y amor, sonrió, anhelando que su vida fuera tan bella como en su imaginación. El doctor llegó, comenzó a suturar la herida, Victoria sostuvo la mano de la pequeña y Russell estuvo cerca de su hija. —¿Papi? —No te muevas, cariño, ya va a pasar. La pequeña Iris obedeció. Luego de que terminaron, el doctor se acercó a ellos. —La niña está bien, haremos una tomogra
Russell estaba en la sala de espera, cuando vio llegar a Demetrius. —¿Qué ha pasado? ¿Cómo está la bebé? —exclamó Demetrius —Iris está bien, se abrió un poquito la ceja, pero nada de gravedad, incluso las tomografías que le hicieron salieron bien. —¡Menos mal! ¿Cómo pasó? —Ah, ya sabes, juego de niños, fui descuidado. —Calma, a mí me ha pasado con mis gemelas, incluso estando con ellas, es que los niños tienen mucha energía, uno nunca sabe que puede pasar. Cuando Victoria apareció, llevaba cargando a Iris en los brazos. —Iré a pagar la cuenta del hospital —dijo Russell, alejándose. Victoria observó a Demetrius, lo vio vestido de esa forma, no era la misma ropa que antes creyó verle, su corazón latió con miedo. —¿Cómo está? —Bien, tiene mucho sueño —dijo porque Iris se recostó en el pecho de Victoria cuando Demetrius quiso tocarla. —Señor Demetrius, me pasó algo extraño. Él la miró con duda. —¿Qué pasó? —Hace un momento, hubiese jurado que lo vi en el hospital, yo estaba l