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Victoria bajó del auto con la niña en sus brazos, corrieron hasta la sala de emergencias. Pronto una enfermera los llevó a una habitación con la pequeña. Vieron la herida. —Vamos a suturar, pero, aplicaremos anestesia para que a la bebé no le duela. Trajeron la inyección y la pequeña Iris lloró, se asustó, Victoria la calmó. —Solo será un pequeño piquete de abeja, cariño, pasará, mírame, estoy aquí. —¡Mami…! Cuando la enfermera puso la inyección, Iris no la sintió, pero lloró cuando vio que le ponían el algodón, fue como llorar por inercia. Victoria la calmó de nuevo, mientras los ojos de Russell miraban con ternura y amor, sonrió, anhelando que su vida fuera tan bella como en su imaginación. El doctor llegó, comenzó a suturar la herida, Victoria sostuvo la mano de la pequeña y Russell estuvo cerca de su hija. —¿Papi? —No te muevas, cariño, ya va a pasar. La pequeña Iris obedeció. Luego de que terminaron, el doctor se acercó a ellos. —La niña está bien, haremos una tomogra
Russell estaba en la sala de espera, cuando vio llegar a Demetrius. —¿Qué ha pasado? ¿Cómo está la bebé? —exclamó Demetrius —Iris está bien, se abrió un poquito la ceja, pero nada de gravedad, incluso las tomografías que le hicieron salieron bien. —¡Menos mal! ¿Cómo pasó? —Ah, ya sabes, juego de niños, fui descuidado. —Calma, a mí me ha pasado con mis gemelas, incluso estando con ellas, es que los niños tienen mucha energía, uno nunca sabe que puede pasar. Cuando Victoria apareció, llevaba cargando a Iris en los brazos. —Iré a pagar la cuenta del hospital —dijo Russell, alejándose. Victoria observó a Demetrius, lo vio vestido de esa forma, no era la misma ropa que antes creyó verle, su corazón latió con miedo. —¿Cómo está? —Bien, tiene mucho sueño —dijo porque Iris se recostó en el pecho de Victoria cuando Demetrius quiso tocarla. —Señor Demetrius, me pasó algo extraño. Él la miró con duda. —¿Qué pasó? —Hace un momento, hubiese jurado que lo vi en el hospital, yo estaba l
Los gemelos no podían mirar, Ady y Mady se levantaron y los miraron. —¿Qué es lo que tienen? —Es que, pensamos en nuestro papito. —¿Están preocupados por patito? Ella está bien —dijo Ady —No, estamos preocupados porque no queremos tener una bruja de madrastra, no queremos. Las gemelas se miraron con angustia. —Nosotros una vez íbamos a tener a un padrastro malo, nunca lo quisimos, y nuestro papito CEO vino, corrimos al malo —dijo Mady Los gemelos las miraban sorprendidos. —¡¿Cómo lo hicieron?! Son heroínas. —¡Pues, claro, porque nuestro papito CEO es el mejor del mundo, mundial! —¿Y que haremos nosotros? ¿Se les ocurre algo? —preguntó Mariano. —¡Si dicen que es una bruja, échenle sal! Las brujas no pueden comer sal —aseveró Mady —¿De verdad? —¡Sí! Yo lo escuché —dijo Mady segura Mario y Mariano se miraron con duda, pero asintieron. —Yo creo que, si le dicen a Victoria que se case con su papito, ella quiere, es buena, ella me cae bien, y es dulce, no es mala —dijo Ady. —
Trisha luchaba por nadar, gritando, manoteando, peor de pronto se hundió. Tya lloraba, los gemelos comenzaron a gritar con fuerzas. La niñera, Penélope y Russell con los demás, que recién llegaba corrieron hasta ahí. —¡¿Qué pasa?! —¡Mami se está ahogando! —dijo Tya apuntándola. Russell observó a la mujer luchando contra el agua, se sacó zapatos y el teléfono, lanzándose a la piscina para salvar a la mujer. Demetrius llegó con rapidez y abrazó a sus niñas que estaban muy asustadas. —¡Papito Ceo, tenemos miedo! Él las alejó un poco. Russell logró sacar a la mujer del agua, ella tosió muy fuerte, se recuperó, pero estaba asustada, miró a los niños con rabia. —¡Me lanzaron al agua, Russell, y yo no sé nadar! —la mujer chilló y se abrazó al pecho de Russell Él lanzó una larga mirada severa a los gemelos y a Danna. —¡Fue un accidente, papito! —exclamó Danna. —¡Mentira! —gritó Tya—. Lanzaron a mi mami, adrede, querían que mami se fuera. Russell cargó a Trisha en sus brazos. —La
Los gemelos contaban la leyenda del señor fantasma, puesto que Tya no quería irse, Danna pensó que horrorizarla sería un castigo justo. La niña temblaba, con ojos enormes, y pupilas oscuras, asustada como un gato a punto de ir al agua. —Y el señor fantasma, viene siempre y se asoma por la casa, busca una nueva alma para el infierno —Tya estaba temblando, se metió bajó las mantas. Danna y los gemelos luchaban para no reír. Pero, cuando Danna siguió contando y se asomó por la ventana vio a un hombre en el portón, que miraba con insistencia hacia la casa. —¡Es el señor fantasma! Los gemelos la miraron asustados, y Tya creyó que era suficiente broma. —¡Ya basta! Me han asustado mucho, ¡Mienten! —¡No miento, lo juro! Yo también tengo miedo, ahora. Los gemelos asomaron su cabeza, y lo vieron, sus ojos se volvieron grandes como platos, el azul de sus ojos se volvió casi negro del terror. —¡Te juro que es el señor fantasma, Tya! —Debemos enfrentarlo, y echarlo de aquí, o se quedará
Albert y Leonor llevaron a las pequeñas gemelas. Marina fue con el chofer. Se sentía tan nerviosa, recordó todo lo vivido, cuando Demetrius juró odiarla, cuando se fue enamorando, su felicidad, sus besos, ahora por fin jurarían ante Dios que se amaban, que lo harían por siempre. En la iglesia. Demetrius estaba ahí, la iglesia estaba decorada con gardenias, lirios y rosas rojas. Él esperaba cerca del altar, pronto miró su reloj, se sintió desesperado, miró a Russell que caminó hacia él. —¿Angustiado de que la novia se arrepienta? Demetrius rio y le miró con ojos pequeños. —Claro que no, eso nunca me pasaría a mí, querido, solo… ya sabes, no es fácil estar aquí parado, cuando lo estés y tu amada Victoria no esté por llegar, te veré y me burlaré de ti. Russell rio. —Eso no pasará. —Pero, es lo que más anhelas, ¿Verdad? Russell, mi último consejo antes de irme a las Bahamas a broncear mi sexy cuerpo con mi hermosa esposa, es que, si quieres pasarla tan feliz como yo, simplifícalo
Demetrius se acercó a Marina, ella sonrió. —¿Dónde estabas? —Me perdí, pero, no importa, siempre he vuelto a ti, siempre volveré a ti, sin importar donde esté, veré la forma, porque te amo. Ella sonrió. —¿Estás lista, amada esposa, para bailar nuestra canción? —¿Nuestra canción? —¿La recuerdas? —Recuerdo tu canción favorita, two less lonely people in the world de Air Supply. Él sonrió. —Recuerdo que dijiste que te gustaba. —¡Me encanta siempre que tú la amas! La canción comenzó a resonar, unieron sus manos, él estrechó su cintura, la acercó a él, ella era un diamante, algo precioso y valioso para su corazón, Marina era todo en su vida. Se miraron, el mundo desapareció, solo eran ellos dos. —¿Sabes? Estaba perdido sin ti, Marina, nunca te vi, pero esa noche desgraciada, también fue una bendición, éramos como los dos solitarios del mundo, ahora somos tú y yo juntos, no creía en los milagros, pero volviste, hiciste dos milagros realidad para mí. Ella sonrió, estaba embelesad
Las mejillas de Victoria se encendieron de un rojo carmesí, sus ojos brillaron y no pudo evitar mirar el azul en la mirada de Russell. Él sintió su corazón latir con fuerzas, de pronto estuvieron tan cerca uno del otro, ella era tan dulce, una sonrisa se formó en sus labios, era ella, y lo supo en ese momento, algo estaba cambiando, la tristeza se desplazaba por una sensación de plenitud, sonrió. —¡Russell! Hasta que la voz antipática de Trisha los devolvió a la realidad. Russell no podía, ni quería mirar a nadie que no fuera Victoria, pero ella se interpuso entre los dos. —Russell, ¡No encuentro a mi hija! ¡Me la han robado! —dijo sollozando Ella logró atraer la atencion, no solo de Russell, si no de algunos presentes. —¿Qué dices? Pero, niños, ¿No han visto a Tya? Los niños se miraron entre sí. —¡No! ¡No! Quizas ella esté jugando, o en el jardín, papi, responde a lo que te pedimos. —¡Russell, ayúdame! No quiero perder a mi hija —Trisha sostuvo la mano del hombre, Victoria p