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Demetrius miró a Marina ahí, como congelada en el umbral de la puerta. Creyó que miró un gesto de rabia y dolor en su rostro. «Ella me amaba, ¿Aún después de tanto tiempo…?», pensó. Alejó a Rose, que se giró a mirar, la reconoció enseguida, Rose pensó que Marina no cambiaba con el tiempo. —¡¿Marina Hall?! ¿Qué haces aquí? ¿Acaso no es la mujerzuela que engañó a tu hermano, Demetrius? Un puño golpeó el estómago de Marina al recordarlo, sintió rabia, sintió vergüenza. —Vine a entregar el informe de inventario que pidió a mi jefe. Él asintió. —Ponlo en mi escritorio. Marina entró, lo puso ahí, estaba dispuesta a irse. —Espera, lo vamos a revisar. Se sintió fatal de estar ahí, junto a esa mujer que alguna vez le robó el amor del hombre que ella quería. —Vuelve mañana, vuelve con Marina, será ella quien te contrate con su equipo, te tendré en alguna coordinación, pero es todo lo que haré por ti, Rose, ahora vete. Ella sonrió feliz, de que hubiese cumplido su capricho. —¡Muchas
Demetrius nunca sintió tantas ganas de besar unos labios, como esos labios rojos. Tocaron a la puerta, y Alex Davis entró, ellos se alejaron solo un segundo, antes de su entrada, aún así, ese hombre pudo ver algo más entre los dos, y sintió miedo de perder a Marina con él, ya que, desde hace tiempo, estaba haciéndose ciertas ilusiones con ella. —¿Interrumpo? —No, ¿Por qué lo harías, Davis? Si viniste a lo del reporte ya te puedes largar, tu eficiente coordinadora me dio una buena explicación, aunque seguiré revisando, y si hay un error, tendrán que pagar por él —aseveró Marina lo miró con rabia, luego ambos salieron de la oficina. Demetrius salió de ahí, caminó por la oficina, necesitaba respirar. Mientras el hombre pasaba por cada pasillo, provocaba el temor de todos, que guardaban silencio de inmediato al verlo, conocían el temperamento de Demetrius Vicent y era mejor no hacerse notar. El hombre caminó hasta los baños, fue entonces que vio a la recepcionista ahí, estaba conver
Marina llegó a casa, aún sentía el recuerdo de Demetrius frente a ella, acechándola. Leonor que aún no dormía la miró. —¿Qué te sucede? —Nada, fue una mal fiesta. Marina recibió un mensaje, era el señor Davis, preguntando donde estaba, ella respondió que volvió a casa porque una de sus hijas se sintió mal. Marina se sentó al lado de Leonor. Estaba agotada. Al día siguiente, cuando llegó a la oficina, observó también la llegada de Rose. Elsa fue quien dirigió a la mujer hasta la sala de contrataciones, hizo todo el proceso, la mujer tendría una coordinación en el departamento de mercadotecnia y redes sociales. —Quiero hablar con Marina Hall, dile que venga, ya mismo. Elsa frunció el ceño, confusa, pero esa mujer tenía un aire tan engreído en su forma de actuar, que la mujer temió, y aceptó obedecerla. Pronto, llegó a la oficina, encontró a Marina Hall trabajando frente a su computadora. —¿Marina? —¿Qué sucede? —La nueva empleada, la que dicen que es amiga íntima del CEO, qu
Marina abrió ojos asustados, retrocedió. —¿Qué…? «¿Cómo lo supo?», pensó, pero su mente no pudo hilar una sola idea correcta. —¡¿Responde!? Te lo haré más simple, ¿Esas niñas son hijas de Finnlay? ¿Huiste embarazada de mi hermano? Marina se quedó perpleja de su pregunta, nunca imaginó que él pensara algo así, su corazón latió tan rápido. —¡¿O tal vez son el resultado de tu m*****a traición?! ¡Responde! ¿Quién es el padre de esas niñas? Ella se aferró al silencio, su corazón palpitaba como el de un condenado a muerte, temblaba. —¡¿Guardas silencio?! ¡Eres tan cínica! ¡Responde o llamaré a un abogado, te llevaré a la corte! Haré pruebas de ADN, y si son hijas de Finn, me encargaré de quitártelas, ¡Nunca volverás a verlas! Marina se quedó boquiabierta, con un miedo que quemó sus entrañas. La puerta se abrió y el señor Davis entró. —¡Ya basta! No puede tratar así a una empleada —sentenció —¡Tú no te metas, y largo de aquí! —Me meto, no olvide que soy el Gerente de Recursos huma
—¡Enloqueciste! Estás diciendo tonterías. Albert negó con una sonrisa burlona —Puedes mentirme si quieres, pero no puedes engañarte a ti mismo, tú mirada no miente, lo sé por la forma en que la ves, me largo, mi odiosa esposa me espera. Albert salió de ahí, dejándolo desconectado. Davis acompañó a Marina hasta su auto, estaba seguro de que estaba tranquila. —Gracias, señor Davis, y también por defenderme, he pensado en renunciar. —¡De ninguna manera! —el hombre tomó su mano y la miró con ansiedad—. Yo te necesito, Marina, eres imprescindible para mí, para el equipo, además, no es justo, no dejes que la crueldad del tirano Vicent te venza, eres más fuerte que él. Marina bajó la mirada «Si todo fuera sobre trabajo, le daría la guerra, ahora tengo pavor de que descubra la verdad y me quite a mis hijas», pensó con miedo. —¿Marina? Ella asintió —Debo irme. —Marina, quiero pedirte algo. Ella se tensó, no quería rechazar al hombre, porque era bueno con ella. —¿Podría invitarte a
Las niñas lloraban, tomadas de la mano, mientras veían a su madre desvanecida sobre el suelo, inerte. Un hombre bajó del auto. Marina intentó moverse, se sentía adolorida, movió un poco la cabeza, abrió los ojos, pero su mirada era borrosa, miró esa figura masculina, alta e imponente frente a ella. —¿Tú… tú? —balbuceó, luego sus ojos se cerraron. —¡Mami! —Tranquilas, su mami está bien, solo se golpeó un poco, pero estará bien, lo prometo. Las niñas lo miraron, con sus ojitos llenos de lágrimas. Demetrius Vicent miró sus caras infantiles, con mejillas rosadas y regordetas, cabellos castaños casi rubios, y unos grandes ojos marrones, que de pronto les recordaron a los suyos. «No se parecen para nada a Finn, me recuerdan más a mí mismo… ¡Va, qué tonterías digo!», pensó —¿Por qué han cruzado la calle de ese modo? ¿Acaso no saben que es peligroso? Las niñas asintieron. —¡Es que no queremos al señor Davis! —¿El señor Davis estaba aquí? —¡Es un tonto! —gritó Mady Ady rio, y Demet
—¿Por qué te robaría a tus hijas? Ella se tensó, retrocedió al volver a la realidad, sus ojos azules lo miraban con gran miedo, él sonrió, de esa forma cínica que ella tanto aborrecía. —¿Dónde están mis hijas? —Ven televisión, y comen burritos de queso, ¿Quieres un poco? Ella lo miró incrédula, se levantó como un resorte, lanzó un quejido, pero mordió sus labios para no sentir tanto dolor, fue hasta el pasillo, debía verlo con sus propios ojos. Al llegar, Marina vio a las pequeñas niñas comiendo, abajo, en la sala, veían televisión. Sintió que su estómago se retorcía de nervios, recordando que estaban por primera vez ante su padre. —¡Debo irme! —exclamó y soltó un quejido. Demetrius tomó su brazo y la dirigió a la habitación. —No, lo que harás es recostarte, el doctor viene en camino, estaba ocupado, pero vendrá. —¿Por qué no me has llevado a la clínica? Él mismo se lo preguntó mil veces, no podía negarse que traerla a su casa le daba un gran control sobre la situación, tragó
Marina estaba sentada sobre la cama, luego de que Leonor se llevara a las niñas consigo, Demetrius fue a la farmacia. —¿Qué estoy haciendo aquí? —exclamó Esa casa le traía malos recuerdos, caminó por la habitación, quejándose de la herida, hasta llegar frente al espejo, levantó su blusa, y miró parte del costado y la espalda morados, fue un buen golpe, pero estaba a salvo. «¿Fue mi culpa? No debí salir con las niñas y con Davis, ellas siempre desearán que su padre vuelva» —¡¿Qué padre?! Su padre ni siquiera sabe que existen, y si lo supiera, no dudaría en arrancarlas de mi lado, sufrirían como yo. Marina perdió el aliento, sintió que temblaba, miró esa foto, y fue como si golpearan su corazón, la tomó en sus manos; eran Demetrius y Finnlay abrazados, cuando eran pequeños. Sus ojos se volvieron llorosos, la puerta se abrió. Los ojos de Demetrius se volvieron gélidos al verla con esa fotografía. —¿Te sientes culpable? Por tu culpa perdí a mi hermano. Ella retrocedió, dejó la fot