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Cinco minutos antes. «—¡Por favor, se lo suplico! Déjeme pasar, ¡Es una sorpresa para el señor Vicent! Le gustará, por favor —suplicó Rose —Debo avisar primero al señor Vicent, además, él tiene compañía, ahora no hay empleados en la mansión y si la dejo entrar… —¿Compañía? ¿Quién es? —exclamó recelosa—. ¿Una mujer? —preguntó con las cejas enmarcadas El guardia la observó, asintió. Ella tomó de su cartera dinero. —¡Por favor, déjame pasar! Te daré todo este dinero. Los ojos del guardia brillaron ambiciosos, era más de lo que ganaría por esa noche. Rose consiguió pasar, sin su auto, corrió tanto como pudo, hasta entrar a la mansión, abrió la puerta, que no tenía siquiera pasador. Miró con rabia. «¿Así que por eso no me quiere a su lado? Tiene a una mujerzuela calentándole la cama, ¡Pero, juro que la destruiré» La mujer subió de prisa, entró a la habitación, y escuchó ruido en el cuarto de baño. La puerta estaba entreabierta, solo la empujó, sus ojos se abrieron enormes; Demetr
Cuando Marina abrió los ojos, observó los rayos de sol colándose por la ventana, a su lado había una compresa fría. Enderezó su postura, vio a Demetrius Vicent, estaba sentado sobre una silla, con medio cuerpo de la cintura para arriba, sobre la cama. «¿Acaso veló mi sueño toda la noche?» la idea le pareció absurda, no podía creer que ese hombre al que llamaba cruel pudiera ser bondadoso una vez. Ella se levantó, decidió darse un baño. Cerró la puerta con seguro, y se duchó con agua tibia. Solo pensaba en volver a casa. Demetrius despertó, la observó peinándose frente al espejo, fue raro despertar con tal visión. Luego de que se resignó al olvido de Rose, jamás volvió a pensar en la idea de una mujer en su vida, verla ahí, en su alcoba, le hizo tontear con la idea de una familia. —¿Cómo te sientes? —Mejor, gracias por cuidarme… —Lo hice por tus hijas, ya lo dije antes, son buenas, y dulces, aunque no creas, me han ganado, así que no pienses que lo hago por ti. Ella alzó la bar
Marina se quedó congelada, miró a las niñas, sus ojos marrones eran tan idénticos a los de su padre, tenían la misma fuerza para doblegarla. —¿Por qué piensan que ese señor CEO es su padre? —exclamó atormentada —Porque papi es así de alto, y es divertido como el señor CEO y debe hacer burritos de queso como él, mami, si el señor CEO no es nuestro papito, ¿Quién es nuestro papito? —exclamó Mady con la voz dulce y esperanzada. Marina sintió un dolor en su pecho. —Todos tenemos un papito, nosotras ya queremos tener a nuestro papito como los otros niños. Marina hundió la mirada, se le desdibujó por lágrimas amargas, odiaba hacer sufrir a sus hijas, odiaba sentirse egoísta, pero recordó a Demetrius Vicent cuando insinuó quitarle a sus hijas al creerlas sus sobrinas, ¿Qué haría si supiera que son sus hijas? ¿Estaría enfurecido? ¿Las robaría de su lado? «Algún día este secreto acabará conmigo, pero ahora muero de miedo», pensó —¡Mamita, no llores! —dijo Ady y la abrazó, Mady también se
Las niñas aprovecharon que un empleado entró por la puerta de cristal giratoria, así lograron colarse, y corrieron huyendo de la recepcionista, que ni siquiera les prestó atencion. Subieron hasta el elevador, donde un mensajero iba. —¿Y ustedes quiénes son? —¡Venimos a ver a mamita y a señor CEO! El hombre se quedó perplejo «No sabía que el CEO Vicent tuviera hijas gemelas, lo mejor será dejarlas seguir, si hago algo mal, el tirano es capaz de despedirme sin un dólar», el hombre sonrió a las pequeñas. Leonor entró, pero fue detenida. —¿Qué es lo que necesita? —¡Mis sobrinas pequeñas entraron, son unas gemelas de casi cinco años! ¿Acaso no las vio? —Leonor estaba en pánico, si se perdían, ella enloquecería de miedo. —¡Esos cuentos fantasiosos no se los creo! La mujer llamó a seguridad, y Leonor corrió a la escalera de emergencia, sorprendiendo a la recepcionista. Leonor corrió hasta subir al cuarto piso, escuchó que alguien la perseguía, su corazón latía como condenado, miró
Marina corrió por todos lados, y el señor Davis la alcanzó. —Marina, ¿Qué sucede? —¡Mis hijas! Entraron a la empresa, pero no las encuentro por ningún lado. Davis la ayudó a buscar a las pequeñas, la asistente de Demetirus se acercó a ella. —Las niñas están con el CEO Vicent en su oficina. Marina sintió algo de paz, pero Davis no abandonó su rostro de furia al escucharlo. Las niñas estaban sentadas en las sillas frente a Demetirus. —¿Y siempre fuiste el número uno en la escuela, señor CEO? —Así es. —¿Y los niños te trataban mal? Ady es muy lista en la escuela, pero los niños siempre le dicen cosas feas. Demetirus hizo un gesto de pena. —Eso está muy mal, ¿Ya le dijiste a mami? Ady siseó. —No, no, porque luego los niños se van a reír más, además los regañarán por mi culpa, no quiero que los regañen. Demetrius acarició su rostro con suavidad. La puerta se abrió y Marina entró gritando y estresada, pero Demetirus siseó ante ella. —Marina, asustas a las niñas. Ella logró c
Demetrius se acercó un poco más, sintió el aliento cálido de Marina, su propia piel erizada, su corazón retumbante, nunca se sintió tan tentado por anhelar un beso, ella retrocedió, echando su cabeza atrás. Mordió su labio inferior con fuerza, tratando de calmar su frustración interna. —Las niñas, ya vienen. Demetrius aclaró su garganta y sonrió, las niñas se sentaron a la mesa, y Marina les sirvió pizza, mientras les ponía una servilleta como babero, las niñas comieron, pronto ensuciaron todo a su paso, sus manos, y sus mejillas, cubiertas de salsa de tomate. «Iguales que su padre», pensó Marina con una sonrisa escondida Leonor llegó a otro restaurante, era un lugar tan elegante. Anya la llamó por teléfono pidiendo hablar. Pronto fue llevada hasta su mesa. —¿Nunca viniste a un lugar como este? Leonor negó. —No soy alguien de dinero. —Leonor, eres una mujer joven, eres bonita, tienes un gran futuro ante tus ojos, te estoy dando la oportunidad de ganar dinero fácil, ayudándome
En la oficina Marina llegó puntual, debía hablar con el señor Davis, necesitaba ese permiso especial para estar con sus hijas. «Sé que verme será una decepción para ellas, pero, no puedo pedir a su padre que vaya ahí, ¡Eso sería imposible! Y nunca las dejaré solas», pensó. Marina observó las cosas de Alex Davis en su lugar, Elsa volvió del baño. Tomó asiento. El señor Davis entró y le dirigió una fría mirada a Marina. —¡Quiero que sea la última vez que llega tarde! —exclamó con voz severa, Marina se desconcertó. —Bueno, he llegado a las nueve en punto, sin retardo, señor. —¡No! No quiero tus excusas vagas, a las nueve en punto es en tu lugar, pero has llegado a las nueve con cinco minutos a sentarte, ¡Ten respeto y se responsable! —sentenció con ojos enfurecidos. —Está bien, así será —exclamó Marina desconcertada. Alex Davis sintió que la ira lo consumía, incluso sus manos fueron un puño. —Quiero el trabajo finalizado antes de las dos de la tarde, porque iré a una junta —el h
Las niñas corrieron a abrazarlo, Demetrius sonrió, cargó a ambas con sus fuertes brazos, luego las bajó, observó sus caritas llorosas. —¿Por qué han llorado? —¡Nos han castigado! —¿Por qué las han castigado? ¿Qué hicieron? La maestra estaba embelesada con el hombre, nunca vio antes a un hombre tan atractivo y elegante. —¿Por qué castiga a las niñas delante de todos? —exclamó severo, sus ojos casi echaban chispas. —¿Quién es usted…? —balbuceó la mujer. —¡Es Demetrius Vicent, CEO de Vicent Company! —exclamó uno de los padres. Demetrius asintió, no le sorprendía que esos padres lo conocieran, él era una eminencia para los negocios de Florida y en el resto del mundo. —Así es, incluso este edificio es mío, lo rento al colegio San Charles. —¿Usted es padre de las gemelas Hall? —exclamó la maestra Demetrius miró los ojitos ilusionados que lo miraban. —¡Claro que sí! Este par de muñecas son mis hijas, ¿Acaso no nota el parecido? La maestra retrocedió, sonrió muy nerviosa. —Pues s