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Marina corrió por todos lados, y el señor Davis la alcanzó. —Marina, ¿Qué sucede? —¡Mis hijas! Entraron a la empresa, pero no las encuentro por ningún lado. Davis la ayudó a buscar a las pequeñas, la asistente de Demetirus se acercó a ella. —Las niñas están con el CEO Vicent en su oficina. Marina sintió algo de paz, pero Davis no abandonó su rostro de furia al escucharlo. Las niñas estaban sentadas en las sillas frente a Demetirus. —¿Y siempre fuiste el número uno en la escuela, señor CEO? —Así es. —¿Y los niños te trataban mal? Ady es muy lista en la escuela, pero los niños siempre le dicen cosas feas. Demetirus hizo un gesto de pena. —Eso está muy mal, ¿Ya le dijiste a mami? Ady siseó. —No, no, porque luego los niños se van a reír más, además los regañarán por mi culpa, no quiero que los regañen. Demetrius acarició su rostro con suavidad. La puerta se abrió y Marina entró gritando y estresada, pero Demetirus siseó ante ella. —Marina, asustas a las niñas. Ella logró c
Demetrius se acercó un poco más, sintió el aliento cálido de Marina, su propia piel erizada, su corazón retumbante, nunca se sintió tan tentado por anhelar un beso, ella retrocedió, echando su cabeza atrás. Mordió su labio inferior con fuerza, tratando de calmar su frustración interna. —Las niñas, ya vienen. Demetrius aclaró su garganta y sonrió, las niñas se sentaron a la mesa, y Marina les sirvió pizza, mientras les ponía una servilleta como babero, las niñas comieron, pronto ensuciaron todo a su paso, sus manos, y sus mejillas, cubiertas de salsa de tomate. «Iguales que su padre», pensó Marina con una sonrisa escondida Leonor llegó a otro restaurante, era un lugar tan elegante. Anya la llamó por teléfono pidiendo hablar. Pronto fue llevada hasta su mesa. —¿Nunca viniste a un lugar como este? Leonor negó. —No soy alguien de dinero. —Leonor, eres una mujer joven, eres bonita, tienes un gran futuro ante tus ojos, te estoy dando la oportunidad de ganar dinero fácil, ayudándome
En la oficina Marina llegó puntual, debía hablar con el señor Davis, necesitaba ese permiso especial para estar con sus hijas. «Sé que verme será una decepción para ellas, pero, no puedo pedir a su padre que vaya ahí, ¡Eso sería imposible! Y nunca las dejaré solas», pensó. Marina observó las cosas de Alex Davis en su lugar, Elsa volvió del baño. Tomó asiento. El señor Davis entró y le dirigió una fría mirada a Marina. —¡Quiero que sea la última vez que llega tarde! —exclamó con voz severa, Marina se desconcertó. —Bueno, he llegado a las nueve en punto, sin retardo, señor. —¡No! No quiero tus excusas vagas, a las nueve en punto es en tu lugar, pero has llegado a las nueve con cinco minutos a sentarte, ¡Ten respeto y se responsable! —sentenció con ojos enfurecidos. —Está bien, así será —exclamó Marina desconcertada. Alex Davis sintió que la ira lo consumía, incluso sus manos fueron un puño. —Quiero el trabajo finalizado antes de las dos de la tarde, porque iré a una junta —el h
Las niñas corrieron a abrazarlo, Demetrius sonrió, cargó a ambas con sus fuertes brazos, luego las bajó, observó sus caritas llorosas. —¿Por qué han llorado? —¡Nos han castigado! —¿Por qué las han castigado? ¿Qué hicieron? La maestra estaba embelesada con el hombre, nunca vio antes a un hombre tan atractivo y elegante. —¿Por qué castiga a las niñas delante de todos? —exclamó severo, sus ojos casi echaban chispas. —¿Quién es usted…? —balbuceó la mujer. —¡Es Demetrius Vicent, CEO de Vicent Company! —exclamó uno de los padres. Demetrius asintió, no le sorprendía que esos padres lo conocieran, él era una eminencia para los negocios de Florida y en el resto del mundo. —Así es, incluso este edificio es mío, lo rento al colegio San Charles. —¿Usted es padre de las gemelas Hall? —exclamó la maestra Demetrius miró los ojitos ilusionados que lo miraban. —¡Claro que sí! Este par de muñecas son mis hijas, ¿Acaso no nota el parecido? La maestra retrocedió, sonrió muy nerviosa. —Pues s
Demetrius tenía un gesto rabioso, lo miraba con furia. El resto de los empleados y Marina se quedaron boquiabiertos ante tal reacción inesperada. Los ojos de Marina estaban al borde del llanto, con un puño en su estómago que la hacía sentir culpable de la situación. —¡¿Cómo se te ocurre querer golpear a una mujer en mi propia empresa?! —exclamó con una voz tan severa que parecía el bramido de una bestia. —¡Ella me ha pegado primero! Los ojos de Demetrius miraron a la mujer, pálida como una hoja de papel, y temblorosa. —¡Por algo ha sido! ¿Qué te ha dicho para que le golpearas, Marina Hall? Ella mordió sus labios, repetir sus palabras eran como dagas directo a su pecho. —¡¿Marina?! Ella titubeó. —¡Ha dicho que ella es… su amante, señor Vicent! —exclamó Elsa valiente. Los ojos de Demetrius se volvieron rabiosos, puso la mano en el cuello del hombre. —¡¿Cómo te atreves a ensuciar el nombre de Marina y el mío?! El hombre se quedó sin aire, manoteando, Marina intervino. —¡Va a
Rose sollozó, y le quitó el móvil, salió tan rápido, con la tristeza en su rostro. Ella no estaba acostumbrada al desprecio de Demetrius, cuando la amaba la trataba como a una reina, cuidándola del mundo entero, y no permitía que nadie la humillara. Ahora parecía que ese lugar fue usurpado por Marina Hall. Cuando Demetrius vio a Marina, aún podía recordar el video en su mente, fue severo, ella estaba cabizbaja. —Ese hombre, el de ese video, ¿Es el padre de tus hijas? Marina le miró con ojos grandes, asustados. Él supo que era cierto, la tomó de los brazos, tan fuerte, que le causó temor. —¿Fue así como quedaste embarazada? ¿Era tu amante o solo el resultado de una borrachera? —¡Suéltame, no tengo que decirte nada! No te debo explicaciones. Ella intentó alejarse, la detuvo, la devolvió a él. —¡Tal vez no me debes nada, pero a Finn sí se lo debías! Tú arruinaste su vida, no solo murió ese día, antes tú mataste su corazón. Marina sentía dolor con sus palabras. —¡Aléjate! No eres
Demetrius sintió ese beso, que apenas rozaba sus labios, la alejó tan rápido como pudo, tenía un sabor desagradable en su boca, tanto que limpió sus labios al sentirlo, recordó su cruel traición, supo que nunca la perdonaría. Los ojos de Rose se entristecieron. —¡¿Qué crees que haces?! ¡No vuelvas a hacerlo, nunca más! Demetrius observó esos ojos marrones que llenos de decepción lo veían, eran dos caritas tristes que estrujaron con fuerza su corazón. —¡Niñas! —exclamó, y caminó hacia ellas. Mady se encogió de hombros, mirándolo con rostro enojado, mientras Ady se echaba a llorar cubriendo su rostro. —¡Besas a otra que no es mami! ¡Eres malo! Demetrius se puso de cuclillas, pero notó lo enojadas que estaban, Mady comenzó a dar golpecitos con sus pies en el suelo, haciendo una rabieta, y le dio manotazos al pecho, que no dolían, lloraba, quejándose. —¡Eres malo! ¡Esa bruja es fea, no es bonita como mami! ¡No! Demetrius soportaba el berrinche, las atrajo a él abrazándolas, Ady no
Kevin escuchó un aplauso. —Bravo, Kevin, actúas como un idiota, deja en paz a Marina Hall, ¿No dije ya que sus gemelas no son unas Preston? Ella tiene razón, no lo olvides, tío, la herencia es mía, no tuya. Albert caminó alejándose, mientras Kevin lo miraba con rabia. Las niñas saltaban en la cama, Leonor leía el mensaje de Anya, quien le indicaba que Albert la vería en el restaurante del hotel, a la hora de la comida. Leonor sintió nervios, no sabía que debía hacer. Marina entró. —Niñas, bajen de la cama, y vengan aquí. Las pequeñas bajaron de la cama, y fueron con su madre. —¿Por qué no me obedecen? ¿Por qué lo siguen llamando Papito CEO? —¡A él no le molesta! ¿Por qué no le podemos llamar así? Marina respiró profundo. —Porque… —Marina sintió que no podía hablar, un nudo apretaba su garganta—. Él no es su papá. Las niñas le miraron con dolor, y corrieron a la otra habitación, lloraban. Leonor la miró incrédula. —¿Cómo puedes mentirles con tanta facilidad, es que no se t