HOLA, DEJAME TUS COMENTARIO O RESEÑAS, GRACIAS POR LEER ♥
Demetrius sintió ese beso, que apenas rozaba sus labios, la alejó tan rápido como pudo, tenía un sabor desagradable en su boca, tanto que limpió sus labios al sentirlo, recordó su cruel traición, supo que nunca la perdonaría. Los ojos de Rose se entristecieron. —¡¿Qué crees que haces?! ¡No vuelvas a hacerlo, nunca más! Demetrius observó esos ojos marrones que llenos de decepción lo veían, eran dos caritas tristes que estrujaron con fuerza su corazón. —¡Niñas! —exclamó, y caminó hacia ellas. Mady se encogió de hombros, mirándolo con rostro enojado, mientras Ady se echaba a llorar cubriendo su rostro. —¡Besas a otra que no es mami! ¡Eres malo! Demetrius se puso de cuclillas, pero notó lo enojadas que estaban, Mady comenzó a dar golpecitos con sus pies en el suelo, haciendo una rabieta, y le dio manotazos al pecho, que no dolían, lloraba, quejándose. —¡Eres malo! ¡Esa bruja es fea, no es bonita como mami! ¡No! Demetrius soportaba el berrinche, las atrajo a él abrazándolas, Ady no
Kevin escuchó un aplauso. —Bravo, Kevin, actúas como un idiota, deja en paz a Marina Hall, ¿No dije ya que sus gemelas no son unas Preston? Ella tiene razón, no lo olvides, tío, la herencia es mía, no tuya. Albert caminó alejándose, mientras Kevin lo miraba con rabia. Las niñas saltaban en la cama, Leonor leía el mensaje de Anya, quien le indicaba que Albert la vería en el restaurante del hotel, a la hora de la comida. Leonor sintió nervios, no sabía que debía hacer. Marina entró. —Niñas, bajen de la cama, y vengan aquí. Las pequeñas bajaron de la cama, y fueron con su madre. —¿Por qué no me obedecen? ¿Por qué lo siguen llamando Papito CEO? —¡A él no le molesta! ¿Por qué no le podemos llamar así? Marina respiró profundo. —Porque… —Marina sintió que no podía hablar, un nudo apretaba su garganta—. Él no es su papá. Las niñas le miraron con dolor, y corrieron a la otra habitación, lloraban. Leonor la miró incrédula. —¿Cómo puedes mentirles con tanta facilidad, es que no se t
Marina estaba a punto de sentarse en un camastro, para tomar sol, el hombre se acercó, cruzaron miradas, ella lo ignoró, pero él se sentó a su lado. —¡Mami! Marina se acercó a las niñas, que nadaron hacia ella. —¡Queremos salir! Nos dolió la pancita. Marina se acercó a tomar sus manos. —¡Uno, dos, tres! Las niñas halaron la mano de Marina, y ella perdió el equilibrio, cayendo al agua, Demetrius reía sin parar. Marina lo observó enojada. Lanzó agua contra Demetrius y las niñas la ayudaron, riendo felices. Paúl se levantó, miró con repruebo a Demetrius, y se alejó. Por la noche. Marina durmió a las niñas, una niñera llegó. —Las niñas no van a despertar, por favor, avíseme cualquier cosa. —Claro, le estaré enviando mensaje cada hora —dijo la mujer Leonor y ella salieron hasta el bar del hotel. —No entiendo porque planean estos eventos. —No quieres ver al señor Vicent, ¿Verdad? —No. Al llegar, Leonor sintió una mirada, era Anya viéndola. Albert a su lado, tampoco le quitab
Kevin corría tras las niñas, asustándolas, ellas luchaban por escapar, gritando por los pasillos desolados. Dieron vuelta en un pasillo y vieron un carrito de aseo. Mady y Ady se pusieron ambas, en un extremo de cada pasillo. —¡La cubeta con agua, Mady! Ella asintió, la tomó, observó a Kevin ir por ellas. —¡Malditas niñas, vengan aquí! —¡Ahora, Mady! Mady vertió el agua que había en la cubeta, sin saber que estaba repleta de jabón, el hombre siguió corriendo, y resbaló, volando casi por los aires y cayendo, golpeando su trasero y cintura contra el suelo. Lanzó un grito de dolor. Mady y Ady, asustadas, se abrazaron, gritando. La puerta de una habitación se abrió y Clare Palmer apareció. —¡Tranquilas pequeñas! ¡Señor Kevin! ¿Está bien? —exclamó al verlo adolorido en el suelo. Demetrius tenía a Marina entre sus brazos, la temperatura aumentaba en aquel oscuro lugar, Demetrius creyó que se convirtieron en fuego sobre pólvora, en cualquier momento sus cuerpos estallarían pidiendo
Demetrius no podía dormir, estaba en su cama recostado, cuando un recuerdo vino a su mente, fue el de esa noche, trataba de recordarlo, nunca lo conseguía por completo. «Aquella habitación estaba oscurecida, él se acercó, su mirada estaba llena de lujuria, no sabía quien era esa mujer, pues llevaba un antifaz rojo, pero le quedaba claro que era hermosa. Sus manos estrecharon su cintura, sus labios la besaron, él quiso quitar su antifaz, ella lo impidió. Ella se alejó, pero estaba tan tentado, que no pudo evitar ir por ella, se convirtió en lo que más deseaba, y no la dejaría escapar sin haberla tenido, sus feroces manos la tomaron, la llevaron a la cama, la besó, cayó en sus brazos, sus caricias fueron tenaces, hasta hacerla suya. Recordó su rostro, solo sus rasgos, pues no pudo verlo con claridad» —¿Marina? —exclamó volviendo a la realidad, su mente de pronto le indicó que era ella, esa mujer era la misma con la que hizo el amor hace cinco años. Estaba tan seguro, que salió de
Leonor corrió lejos de ahí, debía ver a Marina, contarle todo. Demetrius negó. —¡Rose, no haría eso, ni por todo mi odio! Nunca lastimaré a dos niñas inocentes, ni causaré tal dolor a una madre, no me extraña de ti, no tienes lealtad, ni amor por nadie. Demetrius se alejó de ella. La mujer le miró con rabia, todos sus intentos de reconquista eran vilmente frustrados. Leonor entró en la habitación y Marina se levantó de la cama, aún estaba vestida, adormilada, pero no pudo cerrar los ojos en toda la noche. —¡¿Dónde demonios estabas?! ¡He estado tan angustiada por ti, Leonor! —exclamó Marina —¡Olvídate de eso, un momento! Acabo de escuchar algo terrible. Marina la miró con duda —¿De qué hablas? —Demetrius Vicent, lo escuché hablando con una mujer, ella le decía que te quitará a las niñas, ¡Qué te acusará de ser una mala madre! ¡Las niñas irán a un orfanato si ese hombre cumple su amenaza! Marina sintió que la sangre se le helaba, negó, salió tan rápido que Leonor no pudo hacer
Marina terminó la jornada laboral, estaba por salir de la oficina, cuando Paúl Ardley se acercó a ella, llevando una rosa consigo. La mostró en su escritorio. —Hola, Marina, quiero pedirte una disculpa. Marina le miró con algo de desesperación y seriedad. —¿Por qué? —Te trate mal en el viaje a Palm Beach, como puedes ver, estaba acostumbrado a mujeres muy liberales, pero, tú me has abierto los ojos a ser un hombre respetuoso, y es por lo que quería disculparme, no volverá a suceder. Marina asintió. —Está bien, te acepto la disculpa. —¿Puedo invitarte a cenar? —exclamó —No, gracias, de nuevo no, tengo mis obligaciones con mis hijas, y no quiero salir a cenar con nadie. —Bueno, podemos llevarlas, adoro a las niñas. Marina volvió a negar. —Tal vez, un día confíes en mí, y aceptes. Marina solo sonrió y él se alejó, Elsa corrió a su lado. —¡Estás loca, Marina! ¡Es guapísimo! No pierdas esa oportunidad. Marina lanzó un suspiro, sonrió y tomó su cartera para irse. Demetrius te
Leonor empujó su cuerpo, alejándose de su alcance, Albert apenas sintió que se le escapaba, también sintió que ya le hacía falta de nuevo. —¿Qué cree que hace? ¿Quiere convertirme de nuevo en su amante? ¡Váyase al infierno! Ahora fuera de mi casa, o juro que lo pagará. Los ojos de Albert la miraron con tristeza. —Piensa lo que haces, Leonor, si estás embarazada, no puedes dejar a tu hijo sin su verdadera madre. Él dio la vuelta y ella corrió a cerrar la puerta, puso llave, se sentó al lado de la puerta, tocó su pecho, su corazón latía terrible, tocó sus labios, recordó ese beso, y creyó que todas sus emociones la estaban enloqueciendo. Las niñas comían frente a ellos, Marina apenas tocó la comida, mientras Demetrius la observaba, sin apetito. Luego de la cena, caminaron por el muelle. Las niñas jugaban alrededor, vigiladas por ellos. —No vuelvas a hacer esto. —¿A hacer qué? ¿Qué fue lo que hice? ¿Arruinar tu cita? —No era una cita. —No es lo que piensa Paúl, él me dijo clara