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Alana esperaba la llegada del investigador privado, estaba tan ansiosa, que Leonor se unió a ella, tomando su mano, porque la mujer estaba demasiado nerviosa. Apenas escucharon que Marina llegó, la mandaron a llamar. —El investigador privado vendrá hoy, me contará todo sobre mi hijo Demian, tengo tanto miedo, por favor, quédense a mi lado. ¿Demetrius? —Fue con las niñas a comprar helado. —Bien, es mejor, no quiero que se entere aún, no quiero que me odie más. Marina besó la frente de Alana sintió que ella temblaba. —Alana, estás temblando, por favor, debes calmarte, hazlo por tu hijo Demian, por Demetrius y tus nietas. La mujer asintió. Demetrius estaba con las niñas en la heladería, comían helado de chocolate, y mientras más comían, más notaba él, que sus hijas eran un retrato fiel de sus gestos, sonrió al verlas. —Niñas, ¿Qué les pareció la señorita Victoria? —Es bonita, Papito CEO, pero mamita es más bonita —dijo Ady Él asintió. —Mamá es la mujer más bella del universo,
Russell pudo sentir el poder de la atracción que era capaz de controlar su raciocinio, estaba ahí, muriendo por besar aquellos labios. —¿Hola? La voz de Marina le devolvió el juicio, soltó a la joven que estaba tan confusa, nerviosa, retrocedió aturdida. Russell abrió la puerta, Marina había quitado la silla. —¿Qué pasó? Vi una silla impidiendo que se abriera la puerta, y me extrañé mucho —cuando ella alzó la mirada y vio a Victoria ahí, se quedó sorprendida. —Sí, fueron los niños, hicieron una travesura, debo hablar con los gemelos, dame un segundo, ya vuelvo. Russell salió rumbo al jardín. —¿Todo está bien, Victoria? Ella estaba nerviosa, sintió sus manos temblorosas. —Ah… sí, es que los niños nos dieron un buen susto. —Pero ¿Cómo es que terminaron dentro del baño? —Bueno… es que, yo iba a salir, él entró, fue una confusión, y luego, los niños hicieron esa travesura. Marina sonrió —¿Te parece si seguimos con el trabajo? —preguntó Victoria Marina asintió y fue a su lado.
Russell lanzó un suspirto cansado.—Tus celos son inimaginables, ¿Y sabes qué? Sí, Marina me gusta, es una mujer hermosa.Demetrius sintió como si le hubiesen vertido una cubeta de agua caliente encima, casi estuvo por golpearlo, lo tomó del cuello de la camisa, por encima de la mesa, casi lanzando los cubiertos al suelo.—¡Basta, hombre! Deja de pensar con tus impulsos, usa tu m*****a cabeza —sentenció Russell, Demetrius lo liberó—. He dicho que tu mujer me gusta, que es hermosa, eso no lo puedes negar, y que haya muchos hombres gustando de ella, será algo que no podrás controlar, eso no significa que esté esperanzado a tener algo más allá con ella, o que quiera entrometerme en su relación, para nada.Los ojos de Demetrius le miraron entre el desconcierto y el asco.—Eres un ser despreciable.Russell rodó los ojos, el mesero trajo los tragos, pero como antes miró tal escena, estaba angustiado por ellos.—¿Todo está bien?—Sí, muy bien, tráiganos otros dos tragos iguales, por favor —di
Marina llegó al evento, llevaba la invitación, entró con facilidad, era un hermoso salón, había tanta gente que ella desconocía. Russell se acercó a ella, lucía tan elegante y atractivo, ella sonrió al verlo. —Hola, Russell. Él sonrió al verla, Marina Hall era una mujer hermosa. —Bienvenida, me alegro de que estés aquí, te ves muy bella esta noche. —Gracias, ¿Todo está en orden? —Bueno, excepto porque Victoria no ha llegado, todo está en orden. —Me envió un mensaje, ya no debe tardar. —Bien, siempre se le hace un poco tarde. —Es que ella no tiene un auto en esta ciudad, así que, debe venir en taxi, a esta hora, había un gran tráfico, hubiese pasado por ella, entonces, estaría puntual, tú pasaste por su hotel. Russell recordó que era cierto, a punto estuvo de hacerlo, pero no se atrevió. —No, ella puede venir por su cuenta, no quiero que se mal acostumbre. Una organizadora del evento se acercó a ellos. —Señor Hermes, ya puede subir para darnos su discurso, ya lo hicieron la
Marina sonrió al ver a Demetrius. —¿Por qué estás aquí? —¿Por qué? Amor, soy un millonario, claro que debía estar aquí, además, soy tan generoso. Él recorrió su figura con deseo —¡Oh, te ves tan hermosa, solo quiero quitarte ese vestido…! —dijo con una mirada traviesa. Ella el miró con ojos pequeños, como si fuera capaz de escudriñarlo. —¿Sabes? No te creo que tu presencia sea casual, cuando te lo dije está mañana, seguro planeaste en venir. Él sonrió. —¿Crees que te amo con tanta locura que tuve miedo de ver a mi mujer en los brazos de otro, que no fuera yo? Marina se echó a reír. —¡Eso es imposible, señor Vicent, eres demasiado terco! Él único hombre al que pertenezco y amo, eres tú. —Amo escucharte decirlo. Ella sonrió, sintiendo como la estrechaba en sus brazos, luego escucharon a la amenizadora del evento decir que comenzaría el baile, y suplicaba que vinieran a iniciar el baile en la pista. —¿Aceptaría bailar conmigo, bella dama? Ella lo miró con ojos tiernos. —Lo
Victoria caminó por el salón, buscaba a su jefe Russel Hesmer, debía ver si se le ofrecía algo, o tal vez, también podría irse.—¿Estás un poco perdida? Puedes usarme como tu brújula —ese joven era el mismo con él que ella bailó antes.Victoria sonrió un poco ruborizada ante sus palabras, aunque era un chico muy apuesto, ella no tenía ojos para ver a nadie que no fuera el dueño de su corazón.—Estaba buscando a mi jefe.—¿Por qué? ¿No es aburrido trabajar en este evento? Podrías estar bailando conmigo, eso sería mejor, ¿No lo crees?Ella hundió la mirada.—Bueno, vine a trabajar así que…—Concédeme otro baile, por favor.Ella titubeó, miró detrás de ellos, a unos pasos, de ellos, parado sin hablar con nadie, estaba Russell, su mirada fría, sus ojos azules clavados en ella, se sintió cohibida.—Encontré a mi jefe —intentó irse, pero él la detuvo.—¿No me responderás?—Yo… bueno, debería preguntar a mi jefe si podría bailar, pero me temo que no querrá.—Te lo suplico, no miento cuando te
Russell sintió esos delicados labios sobre los suyos, intentaba ser pasional, pero se volvían tiernos, estuvo a punto de besarla con todo el ardor que habitaba en su corazón, pero se detuvo, debía contenerse.La alejó, deolviendola al asiento.—¿Por qué me rechazas? —Victoria pasó de la euforia al llanto, sollozando, quejándose porque él la había alejado—. ¡Siempre me tratas mal, eres cruel, te odio! ¡Vete al infierno! Victoria pataleó el asiento con fuerzas, el chofer no pudo evitar mirar por el espejo retrovisor.—¿Ya casi llegamos?—Sí, señor.Entraré al estacionamiento.El hombre asintió—Déjanos cerca del elevador. El hombre dijo que sí.Russell tomó la cartera de la mujer, observó su llave electrónica, supo entonces en que pasillo y habitación estaba.Al bajar del auto, Russell la cargó en sus brazos, ella aún estaba con esa actitud desesperada, pero al cabo de un rato, sostenida por él, la joven pareció calmarse, cerró los ojos, sus manos se colgaron a su cuello.Creyó que se
Kevin miró a uno de los empleados, se acercó a él, sacó un fajo de billetes, buscaba probar que tan interesado y egoísta era. —¿Quieres ganar dinero rápido? El joven vio el dinero, sus ojos brillaron ambiciosos, asintió con rapidez. —¿Qué tengo que hacer? Kevin sonrió malicioso. —Escucha, aquí hay un sótano subterráneo, ¿Verdad? El hombre asintió. —Sí, señor, está en el jardín detrás de la mansión, ¿Por qué? —Esconde a las gemelas ahí, y deja que las busquen sin encontrarlas, cuando te descubran, dirás que la mujer que te pidió hacerlo fue Sylvia Lane, y yo te daré el triple de este dinero. El hombre miró el dinero, tuvo temor. —Pero… ¿Y si me llevan preso? —Yo te sacaré, no te angusties, dirás que ella te amenazó. El hombre tomó su tarjeta de contacto, asintió. «Es hora de tu final, Sylvia, nadie te creerá nada de lo que digas, pensarán que eres una loca malvada», pensó. Kevin entró en la mansión, encontró a Albert quien lo miró extrañado. —Tío, ¿Qué haces aquí? —Supus