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Marina llegó al evento, llevaba la invitación, entró con facilidad, era un hermoso salón, había tanta gente que ella desconocía. Russell se acercó a ella, lucía tan elegante y atractivo, ella sonrió al verlo. —Hola, Russell. Él sonrió al verla, Marina Hall era una mujer hermosa. —Bienvenida, me alegro de que estés aquí, te ves muy bella esta noche. —Gracias, ¿Todo está en orden? —Bueno, excepto porque Victoria no ha llegado, todo está en orden. —Me envió un mensaje, ya no debe tardar. —Bien, siempre se le hace un poco tarde. —Es que ella no tiene un auto en esta ciudad, así que, debe venir en taxi, a esta hora, había un gran tráfico, hubiese pasado por ella, entonces, estaría puntual, tú pasaste por su hotel. Russell recordó que era cierto, a punto estuvo de hacerlo, pero no se atrevió. —No, ella puede venir por su cuenta, no quiero que se mal acostumbre. Una organizadora del evento se acercó a ellos. —Señor Hermes, ya puede subir para darnos su discurso, ya lo hicieron la
Marina sonrió al ver a Demetrius. —¿Por qué estás aquí? —¿Por qué? Amor, soy un millonario, claro que debía estar aquí, además, soy tan generoso. Él recorrió su figura con deseo —¡Oh, te ves tan hermosa, solo quiero quitarte ese vestido…! —dijo con una mirada traviesa. Ella el miró con ojos pequeños, como si fuera capaz de escudriñarlo. —¿Sabes? No te creo que tu presencia sea casual, cuando te lo dije está mañana, seguro planeaste en venir. Él sonrió. —¿Crees que te amo con tanta locura que tuve miedo de ver a mi mujer en los brazos de otro, que no fuera yo? Marina se echó a reír. —¡Eso es imposible, señor Vicent, eres demasiado terco! Él único hombre al que pertenezco y amo, eres tú. —Amo escucharte decirlo. Ella sonrió, sintiendo como la estrechaba en sus brazos, luego escucharon a la amenizadora del evento decir que comenzaría el baile, y suplicaba que vinieran a iniciar el baile en la pista. —¿Aceptaría bailar conmigo, bella dama? Ella lo miró con ojos tiernos. —Lo
Victoria caminó por el salón, buscaba a su jefe Russel Hesmer, debía ver si se le ofrecía algo, o tal vez, también podría irse.—¿Estás un poco perdida? Puedes usarme como tu brújula —ese joven era el mismo con él que ella bailó antes.Victoria sonrió un poco ruborizada ante sus palabras, aunque era un chico muy apuesto, ella no tenía ojos para ver a nadie que no fuera el dueño de su corazón.—Estaba buscando a mi jefe.—¿Por qué? ¿No es aburrido trabajar en este evento? Podrías estar bailando conmigo, eso sería mejor, ¿No lo crees?Ella hundió la mirada.—Bueno, vine a trabajar así que…—Concédeme otro baile, por favor.Ella titubeó, miró detrás de ellos, a unos pasos, de ellos, parado sin hablar con nadie, estaba Russell, su mirada fría, sus ojos azules clavados en ella, se sintió cohibida.—Encontré a mi jefe —intentó irse, pero él la detuvo.—¿No me responderás?—Yo… bueno, debería preguntar a mi jefe si podría bailar, pero me temo que no querrá.—Te lo suplico, no miento cuando te
Russell sintió esos delicados labios sobre los suyos, intentaba ser pasional, pero se volvían tiernos, estuvo a punto de besarla con todo el ardor que habitaba en su corazón, pero se detuvo, debía contenerse.La alejó, deolviendola al asiento.—¿Por qué me rechazas? —Victoria pasó de la euforia al llanto, sollozando, quejándose porque él la había alejado—. ¡Siempre me tratas mal, eres cruel, te odio! ¡Vete al infierno! Victoria pataleó el asiento con fuerzas, el chofer no pudo evitar mirar por el espejo retrovisor.—¿Ya casi llegamos?—Sí, señor.Entraré al estacionamiento.El hombre asintió—Déjanos cerca del elevador. El hombre dijo que sí.Russell tomó la cartera de la mujer, observó su llave electrónica, supo entonces en que pasillo y habitación estaba.Al bajar del auto, Russell la cargó en sus brazos, ella aún estaba con esa actitud desesperada, pero al cabo de un rato, sostenida por él, la joven pareció calmarse, cerró los ojos, sus manos se colgaron a su cuello.Creyó que se
Kevin miró a uno de los empleados, se acercó a él, sacó un fajo de billetes, buscaba probar que tan interesado y egoísta era. —¿Quieres ganar dinero rápido? El joven vio el dinero, sus ojos brillaron ambiciosos, asintió con rapidez. —¿Qué tengo que hacer? Kevin sonrió malicioso. —Escucha, aquí hay un sótano subterráneo, ¿Verdad? El hombre asintió. —Sí, señor, está en el jardín detrás de la mansión, ¿Por qué? —Esconde a las gemelas ahí, y deja que las busquen sin encontrarlas, cuando te descubran, dirás que la mujer que te pidió hacerlo fue Sylvia Lane, y yo te daré el triple de este dinero. El hombre miró el dinero, tuvo temor. —Pero… ¿Y si me llevan preso? —Yo te sacaré, no te angusties, dirás que ella te amenazó. El hombre tomó su tarjeta de contacto, asintió. «Es hora de tu final, Sylvia, nadie te creerá nada de lo que digas, pensarán que eres una loca malvada», pensó. Kevin entró en la mansión, encontró a Albert quien lo miró extrañado. —Tío, ¿Qué haces aquí? —Supus
Victoria abrió los ojos, se enderezó, miró alrededor, pensando en donde estaba, hasta que los recuerdos vinieron a ella como una bola de demolición, se sentó en la cama, observó su cuerpo desnudo, se vistió rápido como pudo, solo se puso su ropa interior, miró a la cama.Vio pequeñas manchas rojizas sobre las sábanas blancas, estuvo con un hombre por primera vez, sintió su corazón latir rápido.«¡No es cualquier hombre!», pensó.Se cubrió el cuerpo cuando escuchó que abrieron la puerta del cuarto de baño.Ella lo miró, eso debía ser un sueño salvaje, de aquellos que solo eran parte de sus fantasías, pero cuando pellizco su piel, supo que era real.Sus miradas se encontraron, ella sintió su corazón latir de esa forma, emanando un amor que era todo lo que tenía para dar, sedienta de sus besos, recordando el ayer como si fuera un mágico cuento.Pero, observó esa sombra en su mirada, algo estaba mal.—Ya debo irme, mis hijos deben estar preguntando por mí.Ella tragó saliva, asintió.—Yo…
Marina sintió que su corazón latía horrible.—¡Dios mío! ¿Qué sucedió? ¡fue un accidente, Demetrius! Lo juro.—Claro que sí, lo vi, calma.Demetrius bajó tan rápido, miró a la mujer, tocó su cuello, sintió los latidos.—¡Llama a una ambulancia! —dijo al ver a la empleada.La mujer obedeció con rapidez.Marina lloraba, estaba tan asustada.—Tranquila, Marina, por favor, cálmate, todo estará bien —Demetrius la abrazó, solo le importaba su mujer, nada de lo que le pasará a Sylvia era importante para élUnos minutos después, la ambulancia llegó, llevaron a Sylvia al hospital.—¿A cuál hospital van?—Iremos al hospital del Sur.—Iremos en seguida.Ambos salieron de ahí, tomaron el auto, él condujo tan rápido como pudo.—¡Si perdió al bebé por mi culpa! Si era tu hijo, ¡Oh, Demetrius! Perdí la cabeza, ¡Perdóname! —exclamó sintiéndose tan culpable.—Basta, Marina, no te hagas películas en la mente, esperemos a llegar al hospital, quizas no fue nada grave.Ella asintió.En el hospital.Al lleg
Al día siguiente. —Debes decirle a Russell que, con los planes de boda, la luna de miel, la fiesta de las niñas, dudo mucho que puedas seguir siendo su asistente. —Mi amor, espera un poco. Primero es la fiesta de nuestras niñas, luego la boda, de todas formas, sí, hablaré con Russell, todo ha cambiado, él debe saberlo. —O sea que, ¿No planeabas casarte conmigo si esa mujer innombrable estaba embarazada? —preguntó él con ojos pequeños. Marina no supo que responder. —Era difícil, Demetrius, pero, ¿Sabes? Ya no importa, porque te amo. Alana sonrió al verlos tan felices. —¡Soy tan dichosa de que los buenos días hayan vuelto a casa! Las gemelas entraron y se sentaron en sus sillas para comer. —Papi, ¿Cuándo vamos a tener nuestra fiesta de cumpleaños? Quiero que vayan payasos, quiero dulces, y las princesas de Disney. Demetrius sonrió. —Habrá eso y mucho más, Mady, ya verán, mis niñas, tendrán una fiesta increíble. —Alana, por cierto, muchas gracias por ayudarme con el casting de