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Russell sintió esos delicados labios sobre los suyos, intentaba ser pasional, pero se volvían tiernos, estuvo a punto de besarla con todo el ardor que habitaba en su corazón, pero se detuvo, debía contenerse.La alejó, deolviendola al asiento.—¿Por qué me rechazas? —Victoria pasó de la euforia al llanto, sollozando, quejándose porque él la había alejado—. ¡Siempre me tratas mal, eres cruel, te odio! ¡Vete al infierno! Victoria pataleó el asiento con fuerzas, el chofer no pudo evitar mirar por el espejo retrovisor.—¿Ya casi llegamos?—Sí, señor.Entraré al estacionamiento.El hombre asintió—Déjanos cerca del elevador. El hombre dijo que sí.Russell tomó la cartera de la mujer, observó su llave electrónica, supo entonces en que pasillo y habitación estaba.Al bajar del auto, Russell la cargó en sus brazos, ella aún estaba con esa actitud desesperada, pero al cabo de un rato, sostenida por él, la joven pareció calmarse, cerró los ojos, sus manos se colgaron a su cuello.Creyó que se
Kevin miró a uno de los empleados, se acercó a él, sacó un fajo de billetes, buscaba probar que tan interesado y egoísta era. —¿Quieres ganar dinero rápido? El joven vio el dinero, sus ojos brillaron ambiciosos, asintió con rapidez. —¿Qué tengo que hacer? Kevin sonrió malicioso. —Escucha, aquí hay un sótano subterráneo, ¿Verdad? El hombre asintió. —Sí, señor, está en el jardín detrás de la mansión, ¿Por qué? —Esconde a las gemelas ahí, y deja que las busquen sin encontrarlas, cuando te descubran, dirás que la mujer que te pidió hacerlo fue Sylvia Lane, y yo te daré el triple de este dinero. El hombre miró el dinero, tuvo temor. —Pero… ¿Y si me llevan preso? —Yo te sacaré, no te angusties, dirás que ella te amenazó. El hombre tomó su tarjeta de contacto, asintió. «Es hora de tu final, Sylvia, nadie te creerá nada de lo que digas, pensarán que eres una loca malvada», pensó. Kevin entró en la mansión, encontró a Albert quien lo miró extrañado. —Tío, ¿Qué haces aquí? —Supus
Victoria abrió los ojos, se enderezó, miró alrededor, pensando en donde estaba, hasta que los recuerdos vinieron a ella como una bola de demolición, se sentó en la cama, observó su cuerpo desnudo, se vistió rápido como pudo, solo se puso su ropa interior, miró a la cama.Vio pequeñas manchas rojizas sobre las sábanas blancas, estuvo con un hombre por primera vez, sintió su corazón latir rápido.«¡No es cualquier hombre!», pensó.Se cubrió el cuerpo cuando escuchó que abrieron la puerta del cuarto de baño.Ella lo miró, eso debía ser un sueño salvaje, de aquellos que solo eran parte de sus fantasías, pero cuando pellizco su piel, supo que era real.Sus miradas se encontraron, ella sintió su corazón latir de esa forma, emanando un amor que era todo lo que tenía para dar, sedienta de sus besos, recordando el ayer como si fuera un mágico cuento.Pero, observó esa sombra en su mirada, algo estaba mal.—Ya debo irme, mis hijos deben estar preguntando por mí.Ella tragó saliva, asintió.—Yo…
Marina sintió que su corazón latía horrible.—¡Dios mío! ¿Qué sucedió? ¡fue un accidente, Demetrius! Lo juro.—Claro que sí, lo vi, calma.Demetrius bajó tan rápido, miró a la mujer, tocó su cuello, sintió los latidos.—¡Llama a una ambulancia! —dijo al ver a la empleada.La mujer obedeció con rapidez.Marina lloraba, estaba tan asustada.—Tranquila, Marina, por favor, cálmate, todo estará bien —Demetrius la abrazó, solo le importaba su mujer, nada de lo que le pasará a Sylvia era importante para élUnos minutos después, la ambulancia llegó, llevaron a Sylvia al hospital.—¿A cuál hospital van?—Iremos al hospital del Sur.—Iremos en seguida.Ambos salieron de ahí, tomaron el auto, él condujo tan rápido como pudo.—¡Si perdió al bebé por mi culpa! Si era tu hijo, ¡Oh, Demetrius! Perdí la cabeza, ¡Perdóname! —exclamó sintiéndose tan culpable.—Basta, Marina, no te hagas películas en la mente, esperemos a llegar al hospital, quizas no fue nada grave.Ella asintió.En el hospital.Al lleg
Al día siguiente. —Debes decirle a Russell que, con los planes de boda, la luna de miel, la fiesta de las niñas, dudo mucho que puedas seguir siendo su asistente. —Mi amor, espera un poco. Primero es la fiesta de nuestras niñas, luego la boda, de todas formas, sí, hablaré con Russell, todo ha cambiado, él debe saberlo. —O sea que, ¿No planeabas casarte conmigo si esa mujer innombrable estaba embarazada? —preguntó él con ojos pequeños. Marina no supo que responder. —Era difícil, Demetrius, pero, ¿Sabes? Ya no importa, porque te amo. Alana sonrió al verlos tan felices. —¡Soy tan dichosa de que los buenos días hayan vuelto a casa! Las gemelas entraron y se sentaron en sus sillas para comer. —Papi, ¿Cuándo vamos a tener nuestra fiesta de cumpleaños? Quiero que vayan payasos, quiero dulces, y las princesas de Disney. Demetrius sonrió. —Habrá eso y mucho más, Mady, ya verán, mis niñas, tendrán una fiesta increíble. —Alana, por cierto, muchas gracias por ayudarme con el casting de
Alana estaba perpleja ante las palabras de Tessa. —Yo… Me enteré de algo terrible, hermana Tessa. La mujer la miró extrañada, tomaron asiento, frente a frente. —¿Qué pasa, Alana? —exclamó intrigada. —Mi hijo, ¡Oh, mi querido hijo! ¡Es un delincuente! Demian es un criminal. Los ojos de Tessa se volvieron enormes ante tal revelación. —¡Eso es imposible! Nunca escuché algo así, es la primera carta que recibo de Demian, pero él sacerdote Maine, también ha dicho que es un buen hombre, ¡Es imposible que sea todo lo que dices! Alana, no puedes abandonar a tu hijo a su suerte por algo incierto —Tessa tomó su mano, al ver en los ojos de Alana una reacción negativa para con Demian House. —Entiéndame, hermana, han pasado tantos años, no sé si mi hijo… ¡Además, debo preocuparme por Demetrius! No quiero que nadie dañe su felicidad, ni su seguridad, ni la de mis nietas. Alana apartó su mano de la mujer. —¿Cómo puedes ser tan cruel, Alana? Tu hijo Demian merece un poco de amor; está bien si
El taxista conducía, Victoria sabía que iban a la iglesia, era un día especial para ella, el día en que sus padres murieron, quería rezar por ellos y su descanso, siempre lo hacía, donde quiera que estuviera. De pronto, un estornudo resonó. —Salud —dijo Victoria —Salud a usted —dijo el chofer. Ambos se miraron, el auto estaba detenido en un semáforo en rojo. Victoria asomó su mirada atrás, y vio esas pequeñas cabezas. —¡Oh, por Dios, niños! Los niños se miraron entre sí. —¡Nos descubrieron, Mady! —Nos descubrieron, Ady —dijo Mady cabizbaja Se levantaron y tomaron asiento. —Pero ¿Qué hacen aquí? —Queremos ir al corazón del amor que está en el agua, queremos pedir un deseo —dijo Mariano—. Porfis, porfis, ¡Victoria, llévanos! Los niños comenzaron a suplicar. El chofer la miró con duda. —El corazón del amor es una gran roca rosada que está sobre el río Miami, casi por el muelle, mucha gente suele creer que si piden un deseo se vuelve realidad —dijo el chofer. Victoria por f
Marina cargaba a Mady y Demetrius a Ady. —Papito, ¿Abuelita va a estar bien? —Claro, mi amor, abuelita es muy fuerte. El doctor apareció. —La señora está bien, su presión se elevó, deberá revisar su presión por cinco días para verificar si no es hipertensa, por ahora puede ir a casa. Demetrius asintió. Victoria y Russell caminaban hacia la mansión, los niños iban jugando a un lado de ellos —Gracias por ayudar a mis hijos. Victoria sonrió, pero cuando miró sus ojos y recordó aquella noche sintió un rencor abrasando su corazón, bajó la mirada. —No hay nada que agradecer, nunca hubiese permitido que algo malo sucediera a los niños. Apenas llegaron al gran salón, los niños corrieron a su habitación. —Debo irme. —Te llevaré. —No es necesario. —Claro que sí, hiciste un gran favor por mis hijos. —Prefiero que no. —Me evitas, puedo entenderlo, pero no es muy maduro... —Vengo a trabajar, no a probar mi madurez, señor Hesmer, hasta mañana. Victoria estaba por irse, cuando sinti