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—¡No! Estoy enferma vine a consultar. Los ojos de Demetrius se volvieron recelosos, ella sintió la intensidad de su mirada. —Pues te diré algo, no te creo, si mañana faltas a trabajar te voy a descontar el doble de un día de sueldo. Ella le miró atónita de su crueldad. —¡Haga lo que quiera! Ahora déjeme ir —dijo altiva Él no la soltó aún, miró sus ojos y bajó la mirada, no pudo evitar tentarse con sus labios, ni siquiera supo en qué momento recordó cuando Finn le dijo que ella lo amó. «¿Aún me amará? ¡Pero, en que tonterías pienso!» Ella logró alejarse, y él no hizo nada por detenerla, solo la vio, hasta que se fue. —¿Así que está enferma? No se veía enferma, tal vez miente —dijo en voz baja. Marina llegó a la habitación de Ady, al entrar Mady y Leonor ya estaban ahí. Ella cargo a Marina, la alejó un poco. —Mady, mi amor, ¿Por qué te vi hablando con un extraño? ¿Acaso no te he dicho que no se habla con los extraños? La niña bajó la mirada, confusa, su carita dulce parecía ar
—¿Así que son un equipo que se defiende mutuamente? Dígame, señorita Hall, ¿Qué tipo de relación sostiene con el señor Davis? Le recuerdo que en mi empresa no están permitidas las relaciones personales. Marina le miró con rabia. —¡Solo tengo una relación laboral con el señor Davis! Somos profesionales, así que le prohíbo que siga ofendiéndonos sin pruebas. —¿Me prohíbe? —exclamó Demetrius con ojos severos, sorprendido ante su actitud de reto. Ella alzó la barbilla, lo enfrentó. —No tiene derecho a ofendernos, y sobre mi sueldo, no se angustie, me rebajarán la llegada tarde de hoy, cuando sea el día de pago, vendré y lo mostraré, para que usted y su conciencia, se queden tranquilos. Marina lo observó con gran decepción, dio la vuelta y salió de ahí. Demetrius la siguió con la mirada, luego miró a Davis fijamente, parecía como un animal furioso mirando a su peor enemigo, Davis tenía una mueca burlona, salió de ahí. Demetrius liberó el aire que sentía que lo ahogaba. «Claro, segú
Demetrius miró a Marina ahí, como congelada en el umbral de la puerta. Creyó que miró un gesto de rabia y dolor en su rostro. «Ella me amaba, ¿Aún después de tanto tiempo…?», pensó. Alejó a Rose, que se giró a mirar, la reconoció enseguida, Rose pensó que Marina no cambiaba con el tiempo. —¡¿Marina Hall?! ¿Qué haces aquí? ¿Acaso no es la mujerzuela que engañó a tu hermano, Demetrius? Un puño golpeó el estómago de Marina al recordarlo, sintió rabia, sintió vergüenza. —Vine a entregar el informe de inventario que pidió a mi jefe. Él asintió. —Ponlo en mi escritorio. Marina entró, lo puso ahí, estaba dispuesta a irse. —Espera, lo vamos a revisar. Se sintió fatal de estar ahí, junto a esa mujer que alguna vez le robó el amor del hombre que ella quería. —Vuelve mañana, vuelve con Marina, será ella quien te contrate con su equipo, te tendré en alguna coordinación, pero es todo lo que haré por ti, Rose, ahora vete. Ella sonrió feliz, de que hubiese cumplido su capricho. —¡Muchas
Demetrius nunca sintió tantas ganas de besar unos labios, como esos labios rojos. Tocaron a la puerta, y Alex Davis entró, ellos se alejaron solo un segundo, antes de su entrada, aún así, ese hombre pudo ver algo más entre los dos, y sintió miedo de perder a Marina con él, ya que, desde hace tiempo, estaba haciéndose ciertas ilusiones con ella. —¿Interrumpo? —No, ¿Por qué lo harías, Davis? Si viniste a lo del reporte ya te puedes largar, tu eficiente coordinadora me dio una buena explicación, aunque seguiré revisando, y si hay un error, tendrán que pagar por él —aseveró Marina lo miró con rabia, luego ambos salieron de la oficina. Demetrius salió de ahí, caminó por la oficina, necesitaba respirar. Mientras el hombre pasaba por cada pasillo, provocaba el temor de todos, que guardaban silencio de inmediato al verlo, conocían el temperamento de Demetrius Vicent y era mejor no hacerse notar. El hombre caminó hasta los baños, fue entonces que vio a la recepcionista ahí, estaba conver
Marina llegó a casa, aún sentía el recuerdo de Demetrius frente a ella, acechándola. Leonor que aún no dormía la miró. —¿Qué te sucede? —Nada, fue una mal fiesta. Marina recibió un mensaje, era el señor Davis, preguntando donde estaba, ella respondió que volvió a casa porque una de sus hijas se sintió mal. Marina se sentó al lado de Leonor. Estaba agotada. Al día siguiente, cuando llegó a la oficina, observó también la llegada de Rose. Elsa fue quien dirigió a la mujer hasta la sala de contrataciones, hizo todo el proceso, la mujer tendría una coordinación en el departamento de mercadotecnia y redes sociales. —Quiero hablar con Marina Hall, dile que venga, ya mismo. Elsa frunció el ceño, confusa, pero esa mujer tenía un aire tan engreído en su forma de actuar, que la mujer temió, y aceptó obedecerla. Pronto, llegó a la oficina, encontró a Marina Hall trabajando frente a su computadora. —¿Marina? —¿Qué sucede? —La nueva empleada, la que dicen que es amiga íntima del CEO, qu
Marina abrió ojos asustados, retrocedió. —¿Qué…? «¿Cómo lo supo?», pensó, pero su mente no pudo hilar una sola idea correcta. —¡¿Responde!? Te lo haré más simple, ¿Esas niñas son hijas de Finnlay? ¿Huiste embarazada de mi hermano? Marina se quedó perpleja de su pregunta, nunca imaginó que él pensara algo así, su corazón latió tan rápido. —¡¿O tal vez son el resultado de tu m*****a traición?! ¡Responde! ¿Quién es el padre de esas niñas? Ella se aferró al silencio, su corazón palpitaba como el de un condenado a muerte, temblaba. —¡¿Guardas silencio?! ¡Eres tan cínica! ¡Responde o llamaré a un abogado, te llevaré a la corte! Haré pruebas de ADN, y si son hijas de Finn, me encargaré de quitártelas, ¡Nunca volverás a verlas! Marina se quedó boquiabierta, con un miedo que quemó sus entrañas. La puerta se abrió y el señor Davis entró. —¡Ya basta! No puede tratar así a una empleada —sentenció —¡Tú no te metas, y largo de aquí! —Me meto, no olvide que soy el Gerente de Recursos huma
—¡Enloqueciste! Estás diciendo tonterías. Albert negó con una sonrisa burlona —Puedes mentirme si quieres, pero no puedes engañarte a ti mismo, tú mirada no miente, lo sé por la forma en que la ves, me largo, mi odiosa esposa me espera. Albert salió de ahí, dejándolo desconectado. Davis acompañó a Marina hasta su auto, estaba seguro de que estaba tranquila. —Gracias, señor Davis, y también por defenderme, he pensado en renunciar. —¡De ninguna manera! —el hombre tomó su mano y la miró con ansiedad—. Yo te necesito, Marina, eres imprescindible para mí, para el equipo, además, no es justo, no dejes que la crueldad del tirano Vicent te venza, eres más fuerte que él. Marina bajó la mirada «Si todo fuera sobre trabajo, le daría la guerra, ahora tengo pavor de que descubra la verdad y me quite a mis hijas», pensó con miedo. —¿Marina? Ella asintió —Debo irme. —Marina, quiero pedirte algo. Ella se tensó, no quería rechazar al hombre, porque era bueno con ella. —¿Podría invitarte a
Las niñas lloraban, tomadas de la mano, mientras veían a su madre desvanecida sobre el suelo, inerte. Un hombre bajó del auto. Marina intentó moverse, se sentía adolorida, movió un poco la cabeza, abrió los ojos, pero su mirada era borrosa, miró esa figura masculina, alta e imponente frente a ella. —¿Tú… tú? —balbuceó, luego sus ojos se cerraron. —¡Mami! —Tranquilas, su mami está bien, solo se golpeó un poco, pero estará bien, lo prometo. Las niñas lo miraron, con sus ojitos llenos de lágrimas. Demetrius Vicent miró sus caras infantiles, con mejillas rosadas y regordetas, cabellos castaños casi rubios, y unos grandes ojos marrones, que de pronto les recordaron a los suyos. «No se parecen para nada a Finn, me recuerdan más a mí mismo… ¡Va, qué tonterías digo!», pensó —¿Por qué han cruzado la calle de ese modo? ¿Acaso no saben que es peligroso? Las niñas asintieron. —¡Es que no queremos al señor Davis! —¿El señor Davis estaba aquí? —¡Es un tonto! —gritó Mady Ady rio, y Demet