Capítulo 25

―Hola, bonita ―dice sin dejar de mirarme.

Su voz grave y ronca me calienta la sangre en las venas, por fortuna el vapor camufla mi estado y no deja que se note toda la excitación que me embarga. No es extraño que tenga ese efecto o tal vez ya he dejado que surta sobre mí. Aprieto bien el nudo de la toalla y maldigo no haberme puesto un vestido de baño debajo. No obstante, no imaginé que estuviera allí. Me río de soslayo con la situación, muy parecida a la de su baño romano, solo que hoy si estoy satisfecha.

―No pensé que lo compartiría con usted.

―Ya dejemos las formalidades, además dije que quería ver el resultado.

―Puedes imaginártelo, asumo que debes tener una mente sucia, así que no te quedará difícil ―digo alzándome de hombros y él sonríe.

―No adivinarías cuanto, pero no quiero imaginarte, quiero verte.

Se pone en pie y camina con mucha arrogancia desde donde estaba arrellanado, hacia mí. El piso de madera cruje con cada paso como si si

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