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Capítulo 2 - Ardiente Deseo

Dante...

A veces me pregunto ¿Por qué nacieron en mi estos sentimientos? Sinceramente es algo que no comprendo del todo. Grecia ha sido para mi no solo mi familia o mi sobrina, aunque tengamos la misma edad. Hemos sido amigos, confidentes, hermanos podría decirse.

Jugábamos a las espadas, los autos, los castillos de arena cuando éramos niños, siempre estábamos juntos sin importarnos nada. De niño siempre la vi como mi hermana, mi compañera de juegos. Mis hermanos ya estaban grandes así que no conviva mucho con ellos, aun a esta edad, es difícil llevarnos bien, según ellos... por las hormonas.

— ¡Una, dos, tres! ¡Otra vez! — grita mi padre mientras nos da el ultimo entrenamiento antes de irnos a la fiesta.

— De verdad envidio a tu padre — expresa mi mejor amigo Ian — a sus 65 años y con ese cuerpo... debo saber su secreto — suelto una risa ligera.

— Por mi puedes preguntarle... después de hacer 100 vueltas a la pista — exprese terminando mis lagartijas, no hay día que mi padre no nos lleve al límite en el ejercicio.

— ¡Atención! ¡Firmes y en posiciones! — todos nos levantamos alineándonos conforme a la orden que dio mi padre — ¡Felicidades a los graduados! — comenzó a aplaudir al igual que nosotros. — En este momento dejan de ser unos simples estudiantes para convertirse en soldados de la Milicia. Su corazón le pertenece a los Estados Unidos de América. ¡Hoy dejan de ser adolescentes para convertirse en hombres!

— ¡Si señor! — gritamos al unisonó.

— ¡Siéntanse orgullosos de su nación! ¡A servir a su patria!

— ¡ Si señor!

— ¡Rompan filas, ahora! — comenzamos a aplaudir y a felicitarnos entre nosotros, de verdad que esta emoción en mi pecho era sin igual. Había cumplido mi sueño de la infancia, junto con ella. Creo que eso era lo que más me hacía feliz.

Podría seguir viéndola todos los días, seguir con nuestras charlas nocturnas llenas de papas fritas y hamburguesas y no solo eso, escapándonos de vez en cuando a esas carreras clandestinas. Ella y yo somos dinamita pura.

— ¡Bowman! ¿Listo para la gran noche? — pregunta Sebastián, el novio de mi chiquilla, acercándose a paso veloz.

— Ya sabes que sí, ¿Pasaras por ella?

— De hecho, quería pedirte ese favor. Mis padres quieren tener una reunión antes y no podre pasar por ella — me pareció un tanto extraña su excusa pues, al final ella conocía a sus suegros.

— ¿Y por que no la llevas? — le cuestione — digo, no es como si nunca los hubiera visto o algo así — señale, últimamente sus acciones no me gustaban del todo, pero yo nunca me metería en las decisiones de Grecia.

— Si quería, pero mis padres prefieren por hoy algo mas familiar. — expreso un tanto nervioso — pero la llevare mañana en el desayuno, ahí si mi familia quiere conocerla, ya sabes... esperan que de el siguiente paso — lo observe detenidamente, no quería pensar mal ni refutar nada, solo esperaba que no lastimara mi sobrina.

— Aja, bien iré por ella — acepte la petición.

— ¡Gracias! ¡Te debo una!

— Solo espero que no hagas nada estúpido, para ella eres especial y si la lastimas...

— Lo se hermano, me cortaras las bolas. Entiendo.

— ¡No, yo no! — solté una carcajada — ella te cortara más allá de las bolas dejándote como un eunuco, así que, tu decides. — lo deje con el rostro algo pálido, algo se traía entre manos, pero ese no era mi problema. Solo debía de cuidar a mi chiquilla de tipos como él.

Regrese a mi departamento, desde hace tiempo prefería vivir solo. Mis padres son magníficos, pero, siempre es bueno tener mi propia independencia. Me duche rápidamente sin dejar de pensar en lo que ese idiota haría. si yo fuera el... valoraría tanto a una mujer como Grecia, decidida, audaz, vivaz, fuerte... una mujer que no se deja amedrentar, pero, sobre todo, con un alma pura y llena de alegría.

Sali de la ducha con una toalla envuelta en la cintura, hacia algo de calor, pero la noche no tardaba en aparecer. Me vestí como ella me lo pidió, traje azul corbata del mismo tono. Zapatos bien lustrados... a veces pienso que soy su jodido esclavo.

Subí a mi Ferrari cuando llego la hora, le había dicho a mi hermano que la trajera hasta acá, pero, mejor iba yo por ella. Quería tener ese lujo de verla vestida con esa hermosa prenda que escogí para ella... «Seguro lucirá hermosa en ese exquisito cuerpo.» Basta Dante, ¡Contrólate carajo!

Ignore todos esos pensamientos que venían a mi mente, ella no era mujer para mi ni yo para ella. Es mi sobrina y soy su tío, como tal es mi deber cuidarla porque es mi sangre.

Llegue a su casa y para mi sorpresa ella ya estaba bajando las escaleras, mi corazón latió con fuerza al verla caminar de manera tan sensual y elegante. Contoneaba sus caderas de forma natural, cuando me vio no dudo en correr hacia mí. Gustoso la recibí con los brazos abiertos, como siempre lo haría.

Nos despedimos de mi hermano y encaminamos el viaje hacia la universidad. No dudo en pedirme que acelerara el coche y lo hiciera rugir como toda una fiera, su hermosa sonrisa iluminada por la luz de la luna era mi fuerza para seguir adelante. Yo no pedí enamorarme así, pero así es la jodida vida.

Llegamos al baile y no desperdiciamos ningún momento para ponernos a bailar. Ahí estaba ella con Sebastián disfrutando como a mí me gustaría, pero como siempre me repetía, por algo es mi sobrina. De reojo note como Gianna y el se miraban, estúpido no soy, pero a veces me gusta serlo.

Cuando Grecia fue al sanitario ellos desaparecieron entre la multitud. Por un momento quise ir a detenerlos, pero, me repetía que no era mi problema. Yo protegería a Grecia aun si esto me trajera conflictos. Cuando mi sobrina regreso me pidió que los fuéramos a buscar, algo pasado de copas acepte, una parte de mí no quería que ella se enterara, pero, la parte egoísta, quería que ella se alejara de ese tipo. Así estaría libre como aquellos tiempos donde solo éramos los dos.

Mientras más buscábamos más nervioso me ponía, hasta que escuchamos gemidos en el aula de audiovisuales y, para mi buena suerte... ahí estaban ellos. Lo que me partido el corazón fue verla a ella llorar, se alejo corriendo de mi y obviamente la seguí hasta mi auto, me suplico que la sacara de ese lugar, cosa que no dude ni un segundo.

Maneje hasta una playa lo mas alejada de la ciudad, conocía cada rincón de este lugar gracias a que, Grecia y yo nos gustaba salir a acampar y adentrarnos en lo desconocido. Quizás por eso es por lo que decidimos seguir los pasos de la familia.

Ya alejados de la ciudad, detuve el carro a la orilla de la playa, la luna era lo único que nos alumbraba esa noche. Mire que sollozaba, observando hacia el frente perdiéndose en la nada. Tome su mano y entrelace nuestros dedos, como me encantaría poder curar ese dolor que lleva ahí dentro, de un momento a otro se giro para verme a los ojos. Esa mirada azul profunda hizo que me perdiera en ellos y, sin avisarme, nuestras bocas se unieron con fuerza en un beso feroz.

Por mas que mi conciencia me dijera que parara, ya era demasiado tarde. Se subió a horcajadas sobre mi aferrándose a mi cuello y enterrando sus manos en mi cabello. La tome por las caderas invitándola a moverse con liberta. Nuestras respiraciones eran agitadas, así como los latidos de nuestro corazón.

Lentamente subí su vestido hasta su cintura dejando sus hermosas piernas al descubierto, acaricié su redondo trasero provocándole un par de suspiros. Nos separamos por unos segundos para nuevamente dar rienda suelta a esta pasión que nos quemaba por dentro.

Le di una suave nalgada provocando que gimiera en mi boca, estaba loco por esta mujer. Me tenia a sus pies si así lo quisiera, baje sus tirantes dejando sus preciosos senos al aire, acaricie uno de ellos estrujándolo con fuerza, me separe de su boca llevando ese exquisito pezón a la mía, lo lamí, lo mordí, bese y chupe como nunca lo había hecho con nadie.

— Aaah, Tío... — ese pronombre saliendo de su boca de aquella manera me asusto.

— No me digas así... — pedí tomando su rostro entre mis manos — di mi nombre nena... — sus ojos llenos de deseo entendieron el punto.

— Dante... — musito de manera tan sensual que nuevamente devore su boca con locura, adentre mis dedos en su húmeda feminidad, los moví en círculos sobre su monte ya hinchado. Echo la cabeza hacia atrás dándome mejor acceso a sus pechos los cuales saboree sin la menos decencia.

Mi pene estaba duro, ansiaba ser liberado, pero temía que ella no aceptara lo que quería hacerle. Seguí dándole placer con mis dedos mientras sus caderas se movían a la par de ellos cada vez mas rápido. Sus gemidos eran música para mis odios probando que mi entrepierna doliera como nunca.

— ¡Aaah! ¡Si! ¡Así Dante! — decía entre gemidos los cuales subían de tono cada vez, no me preocupaba pues no había nadie a nuestro alrededor.

— Vamos preciosa, déjalo salir — introduje mis dedos en su interior haciéndola gritar, no sabia si ella era virgen por eso tuve sumo cuidado con eso.

Que importaba nuestra sangre si los dos queríamos esto, esta chica había sido la dueña de mis sueños por mucho tiempo y ahora, podía disfrutarla, aunque sea una sola vez. Por eso es por lo que jamás quise tener una relación formal, para mi es de suma importancia serle fiel a esa persona en cuerpo y pensamiento, por ello es por lo que decidí alejarme hasta poder olvidarla, pero ¿Cómo hago eso ahora?

— ¡Aaah Dante me vengo! — gimió con fuerza cuando el orgasmo tan esperado la envolvió. Ver su cuerpo temblar de ese placer que yo le pude proporcionar era el mejor regalo que la vida me daba.

— Eres exquisita nena — exprese besando sus labios nuevamente, estaba excitado, demasiado, pero jamás haría algo que ella no quisiera.

— Tómame Dante... hazme tuya esta noche — dijo con firmeza, me sorprendió su petición, pero una parte de mi estallo en alegría.

— Pero...

— No soy virgen así que no te preocupes... — comenzó a sollozar ligeramente — hazme olvidar, cura esta herida por favor.

— No tienes que pedirlo dos veces — abrí la puerta y la alce conmigo, yo la deseaba como ella a mi sin duda alguna. Abrí la puerta trasera y me metí junto con ella, agradecía que este auto fuera amplio y polarizado. La recosté en el asiento devorando nuevamente cada centímetro de su exquisita piel, era dulce suave al igual que sus labios, tenían un sabor que era adictivo para mí.

Con desesperación me ayudo a liberar mi miembro de mi pantalón, sonrió al verlo erecto, lo tomo con una de sus manos apretándolo con fuerza, solté un gemido cuando comenzó a moverlo de arriba abajo.

— Si sigues así me voy a correr — dije excitado, no podría aguantar si ella seguía tocando como ahora.

— Dame duro tío...

— No me digas así — supliqué, me molestaba recordar eso que nos unía — di mi nombre — sonrió coqueta besando mis labios.

— Dante, dame duro... — coloque mi pene en su entrada rozándola contra sus fluidos, lentamente fui penetrándola hasta que la llene por completo.

— ¡Oh dios! Eres jodidamente exquisita — comencé a moverme dentro de ella a la par de sus caderas.

— Si, así... ¡Mas Dante! — nuestros labios ansiaban sentirse que, mientras la penetraba nos comíamos a besos. Alce sus piernas dejándolas en mi hombros. Nuestros gemidos inundaron el auto, así como el dulce aroma de la pasión. Jamás me había sentido tan bien el sexo como ahora. Ver sus hermosos senos rebotar en cada embestida, así como ver su boca abierta dejando escapar esos sonidos sensuales me estaban volviendo loco.

Arremetí contra su interior con mas fuerza sintiendo como sus paredes vaginales se contraían señalándome que estaba cerca. Nos miramos a los ojos sin dejar de gemir eso fue la gota que derramo el vaso pues los dos explotamos al mismo tiempo. Me salí de su interior derramando el resto de mi semen en su exquisita vagina.

— Grecia...

— Dante... ¿Qué hemos hecho? — pregunto asustada, me levanté y abrí la puerta acomodándome mi ropa, ¡Mierda! ¿Qué fue lo que hice ahora? ¿Me odiara? ¡Debí de controlarme carajo!

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