8

Se acabó. Esta vez no hay marcha atrás. Tarde o temprano Julián olería la mentira, el momento llegó hace un par de días, en el supermercado. Me helaba la sangre, mientras un dejo de culpa, enojo y miedo escurrían mis ropas, labios y manos que con dos hombres se habían cruzado.

El corazón late como reprochándome algo. ¿Y cómo no? Si amar es un castigo para ese gelatinoso ente. Confundirlo se vuelve una tortura bandida para quien solo intenta ponernos felices.

¿Cómo estás? Jamás imaginé que lo tomaras con tanta madurez. Confieso que me lastimó escucharte tan sereno cuando arrojaste esa pregunta que jamás podré olvidar.

—¿Te metiste con él?

Sabes que no. No s

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